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Enseñanzas emocionales por Soy AntiCoral

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Notas del capitulo:

«Haikyuu no me pertenece, sólo juego un poco con los personajes de Furudate Haruichi».

 

«Se publicará de manera mensual. Cada día 30 del mes».

La perspectiva de otra persona

 

 

¿Qué tenía de divertido ver por más de quince minutos el techo de tu habitación? No le estaba resolviendo sus problemas, ni revelando los secretos del universo, pero la verdad es que ahora mismo es todo lo que tiene; contemplar nada. Sabe que en el momento que deje de mirar ese punto todo seguirá igual, sigue siendo Satori Tendou. Sigue en el mismo departamento de hace tres fastidiosos años. Contemplar nada era bastante mejor que, irónicamente, nada.

—¡Satori, sal!

Tan pronto escuchó esa voz familiar se levantó de un salto de su cama y fue directo a la entrada de su prestigiado departamento de cuarta.

—¡Eita! ¡Siempre tan puntual! —chilló tan pronto vio al susodicho al otro lado de la puerta, que lo miraba con incertidumbre a la tontera que fuera a soltar—. Estaba a sólo unos segundos en dormirme en mi miseria a cobijadora.

El contrario sólo gruño al pasar al lado de su amigo, antes le daba un buen golpe por tan negativo comentario, pero ahora sólo le quedaba resignarse.

—Vamos a comer algo —Se paró en seco—. ¿Por qué te veo igual que hace dos días? —Y realmente estaba usando la ropa de hace dos días, ni siquiera se había cambiado los pantalones con manchas de sangre. «Ni siquiera su labio se está curando» pensó al ver esa zona roja y con un corte que lucía peor de lo que era por no ser cuidado como es debido.

—¿Coqueto? ¿Genial? ¿Fantástico? Creo que luzco bastante fantástico y fabuloso, no olvides agregar el fabuloso.

—Asqueroso —dijo sin más.

—¿Auch? Amigo, eso duele. Tengo sentimientos —Habló Tendou con una mano en su pecho y haciendo una cara de sufrimiento extremo.

Su amigo por su lado lo ignoraba y le echo una mirada al departamento que al menos lucía mucho más decente que el dueño. Sin poder evitarlo comenzó a olfatear el lugar, porque si el idiota no abrió siquiera las ventanas para ventilar… Su rostro se deformó en el asco, un olor fuerte estaba en algún lado y entre más olfateaba llegó a la conclusión que el mal olor sólo era Tendou.

—¿Qué? Abrí las ventanas y hasta sacudí el sofá.

—¡Apestas!

—Primero me dices asqueroso y ahora que soy un ser…

—No, en serio apestas a porquería y media —dijo tapándose la nariz—. ¿Dónde estuviste en esa jodida pelea?

—Me caí a un charco de agua sucia… Recuerda, hace dos días llovió bastante.

—¡Sólo lárgate a bañar o no te llevo a ningún cochino lado, maldito sucio!

Satori no pudo evitar reírse en la cara de su amigo, siempre lo hacía y más con los sinónimos usados para diferentes cosas. Tonteras como esas eran la gloria para hacerlo reír de verdad.

—Ya voy, mami.

Y antes de recibir un buen puñetazo en su ya dañada cara corrió como alma que lleva el diablo al baño, pudo escuchar la maldición más profunda de Eita y se rió a pulmón, estaba a salvo en el baño, por el momento.

 

 

 

 

Tendou bañado, saliendo de su habitación y del departamento, con ropa limpia, con un olor bastante decente, con esa sonrisa arrogante y viva se veía bien, le gustaba ver a su amigo así. Aun cuando sólo fuera de manera superficial.

—¿Entonces?

—¿Qué?

—¿Dónde me llevaras a comer? —Con una sonrisa que trataba de ser bastante adorable, pero para Semi sólo era irritante, lo empujó de su cercanía.

—Donde quiera porque yo pago.

—Yo puedo pagar si ese es el proble…

—No, no y no. No puedes pagar por algo tan insignificante, preocúpate por…

—Eita, te lo he dicho muchas veces. No entres a ese asunto si no quieres que comience una rabieta.

El contrario prefirió guardar silencio y apretar mucho los puños. Furia, fastidio, dolor y preocupación, sobre todo impotencia, eran los peores sentimientos combinados para antes de comer…

 

 

 

 

 

—Sabes, Eita, creo que deberías conseguirte una novia —dijo comiendo un pedazo de carne, la comida coreana no era su favorita, pero sabía tan deliciosa en esos momentos de hambruna que olvido que no le gustaba el kimichi, sólo hasta que se dio cuenta que quedaban dos rebanadas de esa abominación.

—Y tú un nuevo amigo.

—No te creas —Señalándolo con los palillos—. Lo he pensado. El casero es mi principal sujeto de pruebas a nuevo mejor amigo.

—¿El señor no tiene casi noventa años?

—¡Por eso mismo! —Respondió con entusiasmo, parecía que en cualquier momento aplaudiría similar a las extintas focas—. Tienes la edad mental y él la física.

—¡Vete a la mierda, idiota!

—Soy tú idiota favorito.

—Si tuviera un idiota favorito, no serías tú ni en tus mejores sueños.

—Estoy seguro que tu idiota favorito fue reemplazado por un hongo alegre y por eso lo dices.

La mirada asesina que le dedicó el de cabellos claros a su compañero fue bastante graciosa para éste, pero prefirió cambiar de tema.

—Estoy creyendo que me odias, nuestra amistad se basa en tirarme odio y yo darte amor para que lo arrojes al bote de basura más cercano.

—¿Debería entonces dejarte en un contenedor?

—Por eso te decía que eres el mejor y más considerado amigo que no podría cambiar. Ni siquiera por tu versión física que es mi casero.

Eita le enseño el dedo dado a que estaba comiendo para escupirle sarteneras por su comentario. Decidieron que comerían postre y como era de esperarse, el pelirrojo escogió algo dulce y si venía con helado de chocolate más que perfecto. Su compañero sólo pidió gelatina.

—Hasta tus postres son tan aburridos —masculló Tendou, a cambio recibió un buen golpe en su espinilla de la pierna derecha—. ¡Madres! ¡Eita, no estamos en el cuarto oscuro!

Otra patada no se hizo esperar, pero pudo bloquearlo con sus manos, Semi no se reprimía ante la fuerza que usaba y aun sabiendo eso el delgado pelirrojo disfrutaba de molestarlo.

—¿Qué has estado haciendo?

—Dormir.

Eita le cuestionó con la mirada y Tendou sólo se encogió de hombros, cualquiera podría notar cuando alguien no ha dormido bien o eso quiere creer porque su amigo no lo hace, esa mirada marrón se lo afirma.

—Bueno, que gran observador eres —dijo con sarcasmo y restándole importancia—. Sólo estar en mi cama.

Semi no pudo evitar suspirar cansado y eso provocó que Satori perdiera el interés mirando a cualquier punto del restaurante; eso significaba que su humor se apagaría.

—Go…

—Eso me recuerda —Interrumpió al instante—. ¿Recuerdas al chico que he visto cerca del parque donde vivo?

—Cómo no recordarlo, lo has mencionado la mayoría de las veces diciendo que te llama la atención o que te recuerda no sé a quién rayos —respondió siendo ahora él un poco desinteresado del tema, sobre todo porque sabía que su amigo quería cambiarlo, siempre lo hacía.

—Bueno, ¿sabes quién es Ushijima?

—¿El nombre de uno de los más grandes bufetes de abogados de la ciudad a que cualquiera que estudie derecho quisiera entrar?

Entonces Tendou guardo silencio y miró a otro lado, cuando su mente captó la información volvió a ver a su amigo asombrado—: ¿No es una de las dos cosas en las que quieres entrar para cuando te gradúes?

—Vaya que me prestas atención.

—Lo hago —Sonrió encogiéndose de hombros—. Ya sabes que mi mente es dispersa…

—Sólo recuerdas lo que te conviene, maldito.

—Oye, pero me acorde… ¿de qué estábamos hablando?

—Ushi…

—¡Eso! —Exclamó emocionado—. ¡El tipo es Wakatoshi Ushijima!

—¡Oh, claro! ¡Wakatoshi Ushijima! —Respondió con la misma emoción llena de sarcasmo, su expresión de asombro cambio a una fría de manera rápida—. No, no tengo idea de quién es. El apellido sólo me dice que es familiar de…

—¡El jugador de voleibol de la universidad Metropolitana! ¿Ves? Tú tampoco me prestas atención —Acusó en un tono ofendido.

—Nunca te oí hablar de… —Reaccionó un poco y lo pensó—. ¿Me lo platicaste en inicios de exámenes o me equivoco?

—Hace ocho meses, sí, creo… claro —Dándose cuenta de la tontería, Eita perdía toda atención del mundo exterior cuando entraba en exámenes, fueran finales o no siempre parecía absorto.

—Bien, ¿qué tiene? El chico que te tiene en las nubes es un tipo que juega en la universidad Metropolitana. ¿Qué tiene de interesante?

—¿Por qué somos amigos?

—Voy a pagar la cuenta y te voy a tirar a un contenedor ahora mismo —contestó levantándose de su lugar, seguido de Satori que lo abrazo por las piernas.

—¡Espera! ¡No seas un gruñetas, Eita!

Resopló y se sentó de nuevo, odiaba que el contrario hiciera esa clase de teatritos sin importarle su entorno. La tarde se fue entre voleibol, pases, saltos, remates y otros términos que no eran extraños para Semi, sólo que no estaba metido a fondo en ello, caso contrario del pelirrojo que le devolvía la vida a los ojos cuando mencionaba algo que le gustaba.

 

 

 

 

 

—Recuerda mandarme algún maldito mensaje y por favor báñate todo los jodidos días, ¿qué tan difícil es?

—Mi querido y preocupado Eita, no sabes qué tan difícil puede ser para un ser siquiera el respirar y ponernos a discutir sobre si es necesario bañarse todo los días es para extenderse, un tema…

—¡Sólo hazlo! —Sentenció con un puño listo para ir directo al ya maltrecho rostro de su amigo.

—¡Awww! ¡Preocupado por mí! —Dijo tocándose el pecho—. Lo haré para demostrar todo el cariño que ahora me profesas.

Semi sólo rodo los ojos y agregó—: Nos vemos, Satori.

—Adiós, Semisemi.

Eita quiso decir algo más, pero llevaba tanto tiempo como amigo de ese pelirrojo loco que prefiero sólo darse la vuelta y seguir su camino, preocuparse en el interior era todo lo que le quedaba.

 

 

 

 

La dona se acababa y el sabor a chocolate desaparecería de nuevo de su boca.

—Las cosas buenas jamás duran —susurró sin más, seguía sentado en la orilla de la banqueta, miraba al otro lado de la calle donde se encontraba un establecimiento o recuerdos de este ya que el letrero estaba cubierto por la mugre ¿Quién seguía negando la suciedad en la ciudad? El diseño de las plantas ahora ni siquiera se podrían reconocer, pero él que lo vio en su mejor momento sabe que hay rosas y una mariposa…

—¿Satori?

El joven alza su rostro y la luz de la tarde le evita ver bien a la persona, pero conoce la voz. En realidad le sorprende que pueda reconocerla aun con el paso del tiempo.

—Vaya, si eres tú, muchacho. Cuanto tiempo.

«Debí irme y no sentarme» pensó mientras se levantó del suelo y sonríe de manera poco convencional. Ver a ese hombre parado frente a él le recordó los miles de motivos por los cuales no se paseaba por esa zona.

—Demasiado, ¿no? —Fue todo lo que pudo decir y en realidad no podía creer que pudiera aun formular palabras, el pasado estaba presente en forma de un señor mucho más mayor de lo que recordaba. ¡Horror!

—¡Mírate! En serio has crecido —Mencionó el hombre con asombro y sin poder ocultar la felicidad en su tono de voz, Tendou por consiguiente miraba el suelo y pudo ver un par de zapatos pequeños al lado del hombre, al ver que pertenecían a una niña que lo miraba fijamente y con curiosidad una pregunta cruzó por su mente: «¿Esa habrá sido mi mirada cuando niño?».

—No iba a creer que me vería igual —Estaba agradecido de tener de amigo a Eita y al hongo, podía entablar conversaciones normales gracias a ello que si no ya hubiera dicho que le gustaba el helado de chocolate y huido, en que eso ya lo estaba planeando volver realidad con o sin experiencia para entablar platica con otros humanos.

—En realidad sí.

Ese comentario le provocó un impulso bastante intenso por salir corriendo, pero sus piernas no lo dejaron; muy clavadas en las palabras de melancólica tristeza de ese ser maduro, lo ataban y le causaban miedo por igual. La sensación que le recorrió por todas las venas sanguíneas era muy potente y sólo habían sido tres palabras.

«¿No que no mataban las palabras? ¡A mí ya me acuchillaron tres veces!» pensó Satori.

—¡Que mal! Digo es que si yo fuera así de pequeño aún podría subirme a las resbaladillas ¡Sería genial aun poder subirme a ellas! —Evitaba a toda costa mirar directo a los ojos contrarios aun cuando hablaba con soltura—. Pero hablando fuera de ello, ¿es su hija? —La niña rápido se ocultó detrás de su padre sin soltarle la mano.

—¡Oh! Disculpa, sí, sí. Lo es. Se llama Haruko —Contestó con un notable cariño y ánimo a su niña a salir de su escondite—. Saluda, hija.

—Hola —susurró, el delgado joven sólo le saludo con su mano en respuesta—. ¿Tu cabello es así?

—¿Cómo así? ¿Rojo? ¿Fantástico? ¿Fabuloso? ¿Despampanante? ¿Cuál erizo o cactus? No sé, antes tenía un peinado genial, pero una mañana desperté y estaba…

—Rojo —Interrumpió la niña.

—Siempre, puedes preguntarle a tu padre para confirmar mis palabras.

La niña volteó a ver a su padre que por esa ocasión no le regresó la mirada, parecía encantado por el chico frente a ellos, así que la niña de nuevo volvió a verlo. No podía ver nada nuevo que en otras personas o eso creía ella, en que debía reconocer que su cabello era súper llamativo.

—Veo que tampoco cambio tu carácter, eso es bueno.

—Bueno, algunas personas dicen lo contrario, pero ni modos —dijo sintiéndose un poco más incómodo porque no sabía qué hacer y eso significaba sólo una cosa—. Fue un gusto, tengo que irme, estoy ocupado.

—Por supuesto, fue un gusto volver a verte —El señor sonrió con melancolía.

—Pero no estabas haciendo nada —afirmó la niña ya que cuando lo encontraron estaba sentado en la banqueta mirando a la nada.

—Haruko, calla —siseo su padre y ella no comprendió.

—Tienes razón, pero no puedes pasar toda tu vida haciendo nada.

Con ello dicho Tendou se dio la vuelta con la intención de no volver ahí nunca más, pero sabe mejor que nadie que esa era una gran mentira.

 

 

 

 

 

Llegó a su departamento y el celular sonó, con el tono de llamada supo al instante de quién era, aparte era la única persona que tenía su nuevo número y la única que tenía agendada.

—Eita, no ha pasado ni dos días, estoy bien, no pasa nada. No me llames que siento que estás comenzando a corresponder cuatro años de amor no correspondido y cuando me entere que te casas con Tsutomu me suicidare aventándome desde…

—¿Acaso estás respirando? ¡Deja de escupir tanta mierda, imbécil!

—Ah, la dulce realidad. ¡Sólo Eita puede insultarme y así pueda yo sentir tanto amor con ello! —dijo tirando las llaves al piso y arrojando sus zapatos mientras abría la puerta de su habitación, se quitó la chaquete y se arrojó sin gloría a su cama. Olía mal, olvido que estuvo con esa ropa húmeda y apestosa por dos días ahí recostado, pero oye, apestosa estaba bien.

—¿Estás en casa?

—¿Quieres venir a mi cama está caliente sólo…

—El compañero de habitación de Goshiki necesita ayuda de nuevo.

—Taichi me odia.

—Por eso Goshiki me lo está diciendo.

—¡Y no lo niegas!

—No hay nada que negar.

Tendou hizo un ruidito lastimero que como siempre su amigo lo ignoró, sin más opción continuó Satori—: ¿Cuándo?

—Mañana en la tarde, así que duerme.

—Me conoces tanto, ¿Cuándo nos casaremos? ¡Más bien! ¿Cuándo te divorcias de Tsutomu?

—Cuando te mueras.

—Uy, así que chiste tiene —Rió, Semi también lo hizo.

—¿Me darás de comer? —preguntó haciendo ovillo en la parte no apestosa de su cama.

—Goshiki lo hará, estaré yo en la universidad en exámenes.

—¿Comienzan mañana? —Porque de eso hablaron en la comida, aun cuando él fue el que hablo mucho más. «¿Por qué siempre me coordino yo con tus exámenes, Eita?».

—Sí, finales.

—Te veré menos.

—No es que nos viéramos tanto.

—¡Sufre de mi falta de presencia, Eita! ¡No ves que me estás rompiendo el corazón!

—Ya —dijo desde el otro lado. El pelirrojo podía escuchar que estaba hojeando algunas cosas, seguro era sus libretas, libros o similares.

—Dile al pequeño Tsutomu que estaré en la tarde.

—Lo haré, por favor báñate antes de venir.

—Claro, mami.

Semi no lo insulto, en realidad suspiró cansado y entonces Tendou recordó que hoy mismo lo vio, lucía normal, pero Eita era bueno aparentando lucir bien, hasta cuando lo fue a buscar en el callejón de alguna parte desconocida de la cuidad; estaba tranquilo y sereno cuando seguro por dentro estaba asustado ¿O ya estaba acostumbrado a esas escenas? ¿Ese tipo de cosas pueden ser tomadas en un futuro como normales?

—Deberías dormir tú, ¿sabes? —dijo dándose la vuelta y ver que su ventana estaba con las cortinas bien cerradas, la luz del sol en la mañana estaría ahí.

—¿Qué? ¿Ahora tú quieres tomar el papel de madre?

—¡Eita, acabas de admitir que eres mi madre! ¡Yo sabía que era nuestra relación algo estilo Edipo!

Su risa continuó junto al sonido de la llamada cortada. Tan pronto pasaron los segundos su risa se fue apagando y aun así se sintió más vivo que en otros días. Semi le mando un mensaje firme y tan típico de él.

“Duerme, báñate, vístete bien y no llegues a la hora que quieras”.

—No sabes qué tan cansado es para una persona seguir y tratar de respirar, que discutir sobre si dormir es necesario o no será una gran plática que los mismos…

Estaba grabando un audio, estaba… prefirió ni siquiera mandarlo. Sólo contestó el mensaje con un: “Lo haré”.

El de cabellos grises leyó el mensaje con disgusto. Prefería mil audios estúpidos llenos de palabrería que la obediencia cansina de su amigo agotado de su propia existencia.

—Tsutomu —llamó, la puerta de su habitación estaba abierta.

—Diga —dijo el muchacho de cabello negro apareciendo con prisa. Eita sabía que había estado escuchando, sin duda preocupado por su tonto “superior”.

—Satori ira en la tarde a tu cuarto, dile a Kawainishi que te diga todo referente a su computadora si no quiere hablar con él.

El chico asintió sin poder ocultar la alegría que eso le género y volvió a desaparecer, Eita sonrió.

 

 

 

 

 

Para Tendou dormir no era malo, en realidad le gustaba dormir y levantarse tan cansado que volvía a acostarse, sólo que a veces no podía dormir por lo mismo, eso paso hace dos días y al parecer su cuerpo aun le estaba anunciando que no deseaba descansar. Aun así cerró los ojos esperando que su cuerpo se rindiera. Lo logró, pero se levantó justo con el tiempo para meterse al baño, salir de su departamento aun con el cabello goteando y su mochila con todo lo necesario para su trabajo, se vistió bien porque Tsutomu era un boca floja amable y sin duda soltaría toda la sopa de ese día a Eita. El chiquillo no sabía cómo ocultarle algo al otro, ni a nadie conocido, era alguien de buen corazón y algo tonto.

—Amor mío, he llegado —llamó en cuanto tocó a la puerta del departamento de Eita, en cambio la puerta se abrió y obvio no era su mejor amigo, era el pequeño y alegre cabeza de tazón negro.

—Superior, E… Semi no se encuentra.

—Tsutomu, sé que le dices Eita, no te preocupes por mí —dijo entrando al lugar como si fuera el suyo—. Y deje de ser tu superior hace meses, así que no me digas así. Sólo Satori.

Goshiki se limitó a guardar silencio, sólo siguió al pelirrojo a la pequeña zona donde estaba el sofá.

—Acabo de hacer cuentas, tiene seis meses que deje de ser superior —Se sentó en el pequeño sofá de la sala-comedor—. Deberías dejar de decirme así.

De nuevo el silencio fue la respuesta del chico que camino en dirección a la cocina.

—¡Ah! ¡Cierto! —Exclamó levantándose de un salto—. ¿Qué me preparaste, pequeño Tsutomu?

—Lo que más le gusta.

—¡Helado de chocolate!

—Bueno, lo segundo.

Tendou rió y fue a sentar en una de las sillas de la pequeña mesa, ese departamento era mucho más pequeño que él suyo, pero era obvio, Eita estudiaba, sus padres lograban apenas pagar sus matrículas y ese lugar, no podía exigir más. En cambio a él el gobierno le sustento el lugar, ese departamento se lo dieron en cuanto cumplió dieciocho y dinero cada año, dinero que debería servir para sobrevivir… Debería, muchas cosas deberían pasar y no lo hacían.

—En cuanto acabe de comer iremos a tu cuarto, no queremos que Taichi se enoje si cuando regrese me encuentre ahí aun.

—Está bien —dijo dándole el plato de espagueti italiano, no era su comida favorita como decía el chico, pero era lo que más le pedía al chiquillo en su primer año de carrera culinaria. Si era Tsutomu que lo hacía “¡Todo era su comida preferida!”.

—¿Desde qué horas se fue, Eita?

—Hace cinco horas, ha estado bastante estresado por sus exámenes finales —dijo con calma.

—Ya veo, aun así fue a verme.

—Tenía que ir, después de todo usted le llamó hace dos días. Además me contó que estaba en un callejón cuando lo encontró.

—No fue la gran cosa, pequeño —Le estaba dando poca importancia al asunto—. ¿Ves? Un rasguño sin más.

Goshiki miró la herida en el labio y volvió a guardar silencio. Aunque el pelirrojo había dicho muchas veces que el pequeño frente suyo era un tonto, no lo era, era alguien demasiado amable, entusiasta y torpe, pero tonto sin duda nunca lo sería. Evitaba hablar o preguntar cosas que seguro su mejor amigo le indicó no debían mencionarse, se podría decir que Eita era su mejor amigo que estaba para regresarlo a la realidad por muy jodida que fuera y Tsutomu era su amigo que le recordaba que se podía emocionar cual niño olvidándose del resto.

—Deberían salir.

—¿Quiénes? —preguntó el pelinegro ahora confundido por el repentino cambio de conversación. Pero el delgado joven ya no menciono nada y se limitó en comer su espagueti que estaba más rico de lo que recordaba, Tsutomu se estaba luciendo solo.

 

La universidad Central. La maldita universidad y su enorme campus, había olvidado lo grande que era, además lo lejano que estaban los departamentos universitarios de donde estaba el edificio donde vivía Eita, para la otra prefería tomar autobús que caminar el recorrido, peor aún porque ya llevaba dos personas que lo reconocían. ¿Era su cabello? Seguro lo era.

—¿Cómo te están yendo en las clases, pequeño y gran Tsutomu?

—¡Muy bien, superior! He aprendido muchas cosas y sobre todo poder usar ciertas cosas como experimentar con mi capacidad de creación ante la presión —dijo con entusiasmo, en que el chiquillo todo lo hacía con ese mismo espíritu—. ¿Sabía que la comida mexicana lleva en la mayoría de sus recetas diferentes tipos de picante? Trate de hacer una comida tradicional, pero fue tan horrible que fue la peor calificación que he tenido.

—Sí creo lo de picante —dijo mirando que había un mural en la zona de descanso que llevaba a su antigua zona de estudios y la de gastronomía. Curioso era una combinación ultra bizarra de dos carreras con nada en común. Ese mural era una idea que a él se le hubiera ocurrido si hubiera estado ahí en que seguro el dibujo sería más cutre—. Eita hace un par de meses me llevo a comer comida mexicana. Se puso rojo hasta de las orejas y lloraba como bebé.

—Me lo contó.

«Claro que te lo contó» pensó con diversión.

—Pero, ¿te rendiste de hacer comida mexicana?

—¡Por supuesto que no!

—Eso era lo que quería oír.

Estuvo todo el camino escuchando al pequeño hablar de todo lo aprendido y por aprender de su carrera con la misma energía como la ocasión en la que se conocieron, en ese camino donde ahora un mural bizarro se divisaba a la lejanía.

 

 

El cuarto compartido del pequeño hongo negro era distinto, seguía igual de compacto, pero ahora tenía muchas más cosas, muchas cosas de las dos personas que habitaban ahí, lo volvieron su cueva. Aunque era obvio que no encontraría nada referente a la carrera que Goshiki cursaba ya que iba a cocinar en casa de Eita porque no tenían espacio suficiente para eso en ese lugar, siempre había problemas por ello. Al principio Tendou le ofreció su departamento, pero muy lejos para el joven que tenía que levantarse más temprano sólo para poder llegar a tiempo. En ese tiempo sus dos únicos amigos se conocían en persona, Satori les contaba cosas del contrario a cada uno. Sólo hasta cierto incidente en el que estuvo noqueado por alcohol que los dos se conocieron, Goshiki en pánico que le pedía ayuda a Eita. Desde entonces su mejor amigo tuvo que preocuparse más del pelirrojo y que no envenenara al más joven.

—¿Qué debo reparar? —preguntó mientras seguía hurgando con su mirada porque Taichi lucía tan calmado e inmóvil, pero era una tempestad oculta, no tocaba nada que luciera de su pertenencia. No se limitó en cuanto sabía que alguna cosa u objeto era de su pequeño.

—La laptop de Kawainishi —dijo el pelinegro que se acercó a un mueble o más bien el mueble donde guardaba su ropa el hongo y ahí estaban dos de esos aparatos, pero una tenía estikers, varios de ellos regalos de Satori y la otra era algo sin personalizar.

—¿Virus? ¿Algo por el estilo?

Le explicó el problema del aparato y él se dispuso a trabajar con las cosas que traía en su mochila. Ese chico no le pediría a él ni un favor directamente porque nunca se llevaron bien o mal, sólo que el joven no quería involucrarse con alguien como él. Si Satori estuviera en sus cinco sentidos tampoco quisiera juntarse consigo mismo, así que no comprendía el apego que le tenían Tsutomu y Eita.

 

 

 

 

El joven acompaño a su superior hasta la parada de autobús, pudo notar que la ruta no era en la dirección donde habitaba, pero estaba acostumbrado a guardar silencio aun si no quisiera. Eita le enseño que era mejor no provocar el peor lado de Satori, en que él nunca lo hubiera conocido, pero no quería ser odiado por alguien que apreciaba y admiraba, sobre todo veía como un amigo.

—Gracias por todo, superior.

—Nah, sólo fue remplazar algunas cosas de la laptop, sólo dile que no crea que toda mi vida preciosa me la pasaré sin cobrándole —Dicho eso, muy bien sabía que mentía, nunca le cobraría a un amigo de su pequeño hongo negro… Entonces comenzó a pensar que Goshiki debía buscarse mejores amigos. Eita era un gruñón, con poco sentido de la moda y un anciano mentalmente que nunca parcharía sus sentimientos de honguito, Taichi era… Taichi, ni se diga de Kenjirou y él, él ya era un desastre desde antes de conocer a Semi.

—¿Hiciste más amigos, pequeño Tsutomu?

—¡Los hice! —dijo con entusiasmo y una de esas sonrisas que le hicieron que le agradara desde un principio a Satori.

—¿Son amargados como Kenjirou y Taichi? ¿Son tan geniales como este genial hombre? —Se señaló—. Deja de fraternizar con amigos amargados, un hongo necesita también de sol y no sólo penumbras.

—No entiendo —Aun así le sonrió—. Cuando quiera puedo presentárselos.

—Oh, dioses. El niño me quiere presentar a sus amigos —Satori fingía un tono un poco más agudo para darle toque femenino con índoles maternales—. Me gustaría…

—¿Me puede dar su número, superior?

—Viene el autobús, pídeselo a Eita, él sin mucha pena te lo dará y cuídate, nos vemos.

El chico asintió y se despidió del mayor.

—Debería volver a la universidad… —susurró al ver el autobús marcharse con su superior dentro. Eita le había pedido que debía contarle todo lo que pasara hoy con el pelirrojo, pero no era algo para alarmar, tal vez sólo mencionar el tomar una ruta diferente, pero hasta ahí. Le contaría sin falta, pero esperaría a que terminara sus exámenes, no debía preocuparlo, sólo esperaba que está decisión no provocara un incidente similar al de hace seis meses, la imagen de su superior en la bañera de su departamento cubierto de golpes le hizo sentir un escalofrío.

—¿Puedes darme el número del superior, Eita? —Fue el audio que mando en cambio.

 

 

 

 

Desde ese lado y por culpa de la oscuridad de la noche no podía ver el letrero, pero sabía dónde estaba y para él eso era suficiente, todo lo que necesitaba.

La mariposa era la sonrisa de su madre, siempre revoloteaba y las flores eran su padre naciendo, creciendo en todo momento, eso siempre pensaba en cuanto cerraba los ojos y los recordaba. Que patético era su persona, no superaba algo tan lejano y prefería cometer tantas idioteces sólo por algo del pasado…

—Satori.

Pudo imaginar la voz de su madre y con ello se retiró del lugar. Caminaría hasta su casa, daba igual, no podía gastar dinero de más, aun ni terminaba el año y se quedaba sin monetario o tal vez no.

 

 

 

 

 

 

Todo el día siguiente se la pasó durmiendo, recibió dos bonitos y bien entusiasta mensajes de Goshiki, al parecer le pidió el número a su chico gruñón, le mostró una fotografía de esos susodichos amigos. ¡Pero vamos! Era Taichi, el chiquillo de nombre Kenjirou, dos chicos abrazados, no, el más emocionado era el rubio con un extravagante mechón negro y abrazaba a otro chico de cabello negro. También en la foto estaba una rubiecita aterrada en una esquina junto a otra rubia bastante candente y entusiasta a su lado otro rubio; de lentes y mirando su celular. Ese último de alguna manera le recordaba a otra persona y que ahora mismo no tenía la menor idea. Pero que le recordaba a alguien era porque ¡Le recordaba a alguien!

—¿Qué clase de circo es eso? —Preguntó divertido por esa foto, nada cuadraba, sobre todo por la mirada amargada del de lentes, Kenjirou y Taichi—. Te digo que busques amigos más alegres y vas con los amargos, este niño. Eita debe supervisarlo mejor.

 

Toda la tarde siguió en su cama, respondió el mensaje del pequeño hongo y volvió a perderse en su techo, no tenía hoy el menor deseo de moverse y en serio ese día en específico le estaba costando respirar, como si sus pulmones le dolieran por cada inhalación de aire. Tal vez ya se estaba muriendo, tal vez ya dejaría de existir para bien humano. En que si era para bien humano él debería seguir viviendo…

Cuando volvió abrir los ojos ya era de noche y su estómago proclamaba por alimento y lo único salubre en su refrigerador era agua, lo demás olía a desecho toxico y tenía el aspecto perfecto para mutar en algún ser vivo sin forma. Contó sus monedas del saco que no se quitó y salió.

 

 

Arrojó el bote de jugo y la bolsa donde venía el pan, podía gastar más y aun así prefirió no hacerlo, sobre todo porque el hambre no era tan fuerte como sus ganas de dormir. Podía rodear el parque e ir por el camino más corto, pero ahora no deseaba volver, al parecer caminar le volvía a la vida o fue esa dona que tenía poderes energéticos.

«¡Válgame los dioses no existentes! El pan da vida».

—Eita, creo que descubrí algo genial. ¡Algo que revolucionara tu amargura!

Envió el audio, pero no espero respuesta alguna, siquiera que la otra persona lo llegara a leer. Era normal que en los exámenes finales ni lo parchara, pero pudo ver que vio lo enviado.

—Oye, si me piensas dejarme en visto al menos escucha los putos audios que me estoy quedando afónico declarando mi amor por ti, maldito desgraciado sin alma —Volvió a enviar un audio con el mismo resultado.

—lo lograste, ya está roto. ¡Roto como tu maldito humor!

Con hecho eso se dio por satisfecho, molesto a Eita o algo así.

Sacó de su saco la cajetilla de cigarros y se llevó una a la boca, se sentó en una mesa de picnic, ahí podría hasta dormir si le placía, esperando que ningún loco violador o robot basurero lo confundieran. Su mirada paso directo a la figura que iba a su propio ritmo, al principio le costó reconocerlo, pero su memoria era bastante buena, todo lo guardaba y para mala suerte eso le afectaba. No pudo evitar reír porque sólo hoy en la mañana lo había mencionado y ahí estaba caminando en una dirección desconocida.

—¡Vivirá por aquí? —susurró para sí mismo expulsando un poco de humo. Satori sabía muy bien que la universidad Metropolitana queda al otro lado de la ciudad, estaba bastante lejos…

«En que si tiene un robot ayudante significa que tiene dinero».

Suspiró y se recostó en la mesa recordando las dos ocasiones únicas ocasiones en las que tuvieron algo así como una conversación, en que siendo realista huir de un drogadicto y usarlo de escudo no eran muy buenas pláticas para llevar. Sin ser completamente consciente llevo una de sus manos al cuello de su camisa, usaba de cuello largo porque las marcan aún estaban un poco visibles y no quería preocupar de más a Eita y a Tsutomu. Después de todo era suficiente verlo golpeado en un callejón. Se rió al pensar que se la pasaba de callejón en callejón y no por ser un prostituto.

—Que mal, ni me pagan por ser saco de boxeo —dio una calada a su cigarrillo y continuó ahí sin pensar mucho, sin buscar nada.

 

 

 

Después de tres cigarros dio por terminado su meditación falsa y las energías ficticias de la dona se esfumaron con el humo de sus cigarros, camino sin prisa y por esa razón en cuando diviso al robot y a Wakatoshi no pudo evitar pasar disimuladamente para chismear y curiosear. ¡Que vamos! Su vida era bien aburrida que debía alimentarla con ver la ajena por diversión.

—¡Wow! ¡Origami! —Se le soltó la lengua. ¿Cuándo no pasaba eso?

Satori se quedó estático al ver al robot de cabellos claros derramar lágrimas, su cuerpo se erizó y el miedo le provocó un hueco enorme en el estómago que aún no entendía cómo no había vomitado su dona energética. Las lágrimas y tristeza ajena le recordaron a su madre destrozada, a su padre en…

Jaló un poco la manga de su saco y comenzó a limpiar las lágrimas ajenas.

—¿Ustedes frecuentan mucho este lugar? —preguntó aun sabiendo la respuesta, pero fue todo lo que su cabeza pudo formular y sus ganas de bromear se habían marchitado por culpa de la tristeza robótica frente suyo.

—Sí —La voz entre cortada del robot provocó que sus manos temblaran.

—Entonces reprime todo, sabes hacerlo muy bien y ahora es momento que lo hagas. Es una orden.

El robot lo miró bastante perdido, sus lágrimas seguían brotando, pero volteó a ver al chico fornido.

—¡Dile que es una orden! —exigió Satori.

—Hinata… es una orden.

Notas finales:

Editado el día 29/Enero/2018

 

Este capítulo sigue siendo mi favorito porque al fin agregó a Satori a la trama, después de todo es un personaje importante para ella, es un protagonista. ;u;

Así que editar lo poco que tuve que editar me alegra.

 

Larga vida y prosperidad.


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