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La maldición de los D por Vamp

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—XIII—

 

Luffy dejó que le quitaran la ropa; sentir los dedos de su amado Torao recorrer su piel era suficiente para dejarle hacer lo que quisiera. Después de alimentarse y disfrutar nuevamente el exquisito sabor que representaba su pareja, sintió que sus instintos vampíricos volvían a las profundidades de su ser; volvía a ser el mismo Luffy y como tal se dejó hacer ante la mirada de un gris tan apasionado, y el contraste tan marcado de sus pieles a la vez que el calor en ellas era el mismo. Luffy, sin saber y a la vez presintiéndolo supo como inyectarle la dosis exacta de agradable lujuria a la mordida que le dio a su pareja. Ahora se dejaría llevar por las sensaciones de su cuerpo y el éxtasis del momento.

—Luffy… —no existía voz más rasposa y sensual que pudiera decir su nombre de manera tan provocadora, sólo Torao.

El pequeño se estremeció bajo los habilidosos dedos; una a una las prendas de su ropa cayeron sobre las sábanas llegando incluso al suelo, Law lo acariciaba con suma lentitud a la vez de una firmeza que lo sobrecogía. El calor iba en aumento y el control en descenso. Luffy se separó un poco para quitarle la camisa al ojigris, le encantaba ver los diseños en su piel y recorrerlos con la misma curiosidad que la primera vez, siempre encontraba algo nuevo en los tatuajes, desde una sensación hasta una reacción de parte de Law; pasó la lengua sobre ellos saboreando el regusto salado de la fina capa de sudor que comenzaba a perlar la piel, seguía con el corazón en el pecho, los diseños del brazo, subiendo hasta el cuello a las dos pequeñas heridas que no sangraban, succionó sin morder, tratando de llevarse hasta la ultima gota que quedó impregnada entre la piel y la arteria.

 

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Zoro llevó una katana a su boca, puso en guardia las otras dos y con una agilidad asombrosa se acercó a Ace; una amplia estocada de frente hizo que el pecoso diera un paso atrás, Zoro completó el ataque usando la otra espada, el filo se encontró con el brazo derecho de Ace. Los ojos del pelinegro se volvieron carmesí y cuando Zoro se acercó para volver a golpearlo, giró para rodear al espadachín golpeando su espalda. Zoro trastabilló varios pasos y al dar la media vuelta para encarar a Ace no se esperó que este tuviera los dedos apuntando hacia él.

—¡Higan! —exclamó, Ace. Pequeñas balas de fuego salieron despedidas de sus manos, el peliverde corrió a la izquierda para evadirlas y en una pequeña pausa tomó impulso lanzándose en contra del pecoso.

—Oni Giri.

Ace saltó hacia atrás cruzando sus brazos para defenderse; como lo supuso ese chico no era un novato, tenía una fuerza descomunal y una muy buena velocidad; no parecía el típico cazador, su nivel estaba mucho más cerca al de un Ejecutor, pero él también sabía defenderse. Ace pudo bloquear una de las estocadas creando una apertura, giró un poco el torso y arremetió con el puño en el pecho del peliverde.

—¡Hiken!

Zoro cayó a varios metros de distancia, una gran quemadura se apreciaba en su cuerpo. Ace no lo pensó dos veces, le dio la espalda al espadachín y corrió detrás del escenario, necesitaba encontrar la puerta al sótano. Pero enfrente de él y atravesando al pared falsa del estrado apareció nuevamente Zoro.

—Nigorizake —el ataque dio de llenó en Ace—. Eres más estúpido de lo que imaginé si crees que puedes derrotarme con eso —comentó mientras se acercaba a dónde se encontraba el pecoso en el suelo—. Me encargaré de eliminarlos, no descansaré hasta ver el último de ustedes pudriéndose en el infierno.

La madera alrededor de Ace comenzó a crepitar y un ligero humo salía de sus alrededores. Zoro se detuvo y puso la guardia; Ace se levantó de un ágil salto, se veía en perfecto estado; el aire a su alrededor comenzó a calentarse.

—Si no piensas dejarme pasar, tendré que acabar contigo primero —dijo inclinándose un poco al frente—. ¡Enkai!

 

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Doloroso y dulce.

Un gemido nació de su garganta, todos los músculos se tensaron, desde el estómago hasta la punta de los pies, desde el ceño hasta los dedos de las manos que se aferraron a la cintura de su amante; clavó un poco las uñas, se sentó al borde de la cama sin separase del pequeño y acercó la pelvis de Luffy hacia su propio cuerpo. El punzante dolor que nacía en su cuello conforme se extendía se transformaba en placer, un placer tan puro y agobiante que Law deseaba más a la vez que ansiaba alejar al pequeño; lo tomó de los cabellos y jaló su cabeza para separarlo. Luffy se quejó renuente a separarse así como de mostrar su lado vampírico; Law se detuvo un momento a observar el rostro sonrojado de Luffy: los ojos escarlata que lo veían avergonzado, los labios manchados de sangre junto a los colmillos extendidos, todo eran tan atrayente como hechizante.

Cuánta inocencia y salvajismo. Pureza y pecado al mismo tiempo. Inocencia y bestialidad.

El espasmo de excitación que recorrió al ojigris fue suficiente para resquebrajar todo indicio de control o razonamiento; se acercó al pequeño y lo besó con hambre recogiendo el sabor de su propia sangre y mordiendo con saña los labios del menor. No podía distinguir si Luffy sabía a sangre o si su sangre sabía a Luffy, pero fue un deleite que se derretía en la boca y calentaba su cuerpo.

Se removieron entre las sábanas y el ojigris terminó encima de Luffy entre sus piernas; se separó un poco del cuerpo que tenía debajo, más no se su boca, fue directo al despierto sexo de Luffy para masajearlo y humedecerse los dedos con la esencia que el pequeño dejaba escapar. Luffy jadeó fuerte alejándose de la boca de su amante al sentir como lo penetraban con ambos dedos y mientras gozaba del vaivén se apresuró a desabrochar el pantalón de Law; apenas tuvo el miembro del mayor entre sus manos lo acercó a su parte baja.

No necesitaron palabras solo los jadeos que demostraban lo necesitados que se sentían. Law lo penetró de una sola estocada fuerte y profunda, y ambos arquearon la espalda ante el escalofrío de placer.

Luffy instaló sus manos alrededor del torso del ojigris arañándolo con cada embate que recibía dejando la piel morena enrojecida y mucho más sensible a un segundo ataque de parte de los posesivos dedos del pequeño; los pies de Luffy se encogían cuando las sensaciones eran demasiado abrumadoras; sus ojos, escarlatas e incitantes, observaban las pequeñas heridas que sus colmillos dejaron en el cuello de su amante minutos antes.

Por su parte Law trataba de apoyarse más en sus rodillas para poder enterrarse con mayor fuerza; nunca le había gustado lastimar a Luffy durante el sexo, sin embargo en esa ocasión parecía que el mismo Luffy necesitaba sentirlo en su totalidad… y él también lo quería. De un momento a otro Law se dio cuenta qué era lo que llamaba la atención de su pareja, se detuvo desconcertando a Luffy y estiró el cuello.

—Adelante —dijo entre respiraciones pesadas. Por una fracción de segundo Law se arrepintió de haber dado esa pauta al ver el cambio en la mirada del pequeño quien tenía una cruda y primitiva expresión de hambre, pero al sentir la lengua de Luffy posarse sobre las pequeñas heridas en su cuello olvidó cualquier sentimiento de arrepentimiento.

Luffy jugaba con su lengua alrededor de los pequeños orificios escuchando los intentos fallidos de Law para esconder los jadeos que le causaba. Arañó la piel con los colmillos y se vio obligado a separarse para recoger el aire que la profunda estocada del ojigris le arrebató. Enrolló sus piernas alrededor de la cadera de Law y lo mordió sin más preámbulos, sin avisar.

Law se quedó completamente estático tratando de respirar y cerrando los ojos con fuerza. El placer de la mordida era tan potente como un orgasmo e incluso imaginó que se correría en cualquier momento, sin embargo a la vez sentía que era el mismo Luffy quien controlaba su clímax y le negaba bajar del cielo alargando el lapsus de placer.

Y Luffy comenzó a succionar.

 

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El cuerpo de Zoro se estrelló contra los asientos del auditorio, varios metros arrastró las butacas rompiendo la madera y la tela aterciopelada; quedó sumergido entre los destrozos que comenzaron a arder en un fuego creado y controlado por Ace quien deseaba acabar lo antes posible con el peliverde así que dio un gran salto levantando el puño cubierto de flamas.

—¡Hiken! —exclamó y asestó el golpe.

Ace creyó que había derrotado al espadachín, pero al disiparse la nube de humo y polvo que su haki levantó se encontró con la defensa de las katanas de Zoro; el golpe no había sido completamente inútil, sangre bajaba con el rostro del peliverde, sin embargo aún tenía la fuerza suficiente para el contraataque  lastimando el pecho del pecoso. Ace tomo distancia cubriéndose la herida que sangraba profusamente, con el fuego que nació de su mano no solo cicatrizó el corte inclusive este desapareció.

—Veo que si quiero acabar contigo tendré que cortarte la cabeza de un tajo —comentó el espadachín y sonrió—, eso será divertido.

Zoro se acercó a grandes zancadas, se impulsó en el respaldo de una butaca y dio un gran salto cayendo en picada hacía el pelinegro.

—Dai butsu giri. —El filo de las katanas lo cortó todo, desde el pesado telón que cayó en pequeño trozos de tela hasta las luces y lámparas en el techo del estrado. Todo era reducido a polvo y astillas por la fuerza de los golpes, el escenario era destruido en su totalidad quedando solo Ace, la presa a la cual Zoro deseaba exterminar.

—¡Dai Enkai! ¡Hibashira! —Una columna de fuego se alzó a todo lo largo de Ace; fuego que también fue cortado por el peliverde, no iba a ser derrotado por un vampiro. Sin embargo al centro de la columna, justo donde estaba el pecoso, Zoro, se encontró a Ace con sus manos en forma de cruz— ¡Jûjika!

Zoro cayó al piso después de ser estrellado contra el techo, su cuerpo presentaba varias quemaduras visibles y por el dolor que sentía imaginaba que también podría tener un par de costillas rotas. Jamás imaginó que un vampiro original fuera tan poderoso; su mentor siempre se lo había dicho: que aún no estaba al nivel de enfrentarse a uno, pero Zoro se sabía terco y orgulloso, no perdería una oportunidad tan grande como la que estaba teniendo.

Con dificultad se levantó, todavía podía pelear y mientras tuviera fuerza para sostener una katana lo haría e inclusive si no fuera así, él jamás se rendiría, prefería la muerte a eso. Ace observaba cada uno de sus movimientos, no podía bajar la guardia, por más que tuviera ventaja la situación podía cambiar en cualquier momento. Pero Zoro no pensaba igual, ante sus ojos creía ver una mueca de burla de parte del pecoso, algo tan humillante que se mordió la lengua para soportar ese mal trago.

Un aroma a sangre sacó a ambos de sus pensamientos.

—¡Sabo…! —exclamó el pelinegro, no podía equivocarse, ese olor era el de su hermano.

Zoro, confundido por también ser capaz de percibir la sangre miró hacía la parte trasera del escenario donde se suponía estaba el pasillo que daba al sótano y que ahora se encontraba destrozada con pequeño fuegos desperdigados a todo lo largo de las tablas deshechas. En su confusión no alcanzó a distinguir el leve brillo que salió disparado de entre los tablones encendidos y recorrió todo lo que quedaba del estrado hasta alcanzar a Ace. Por un segundo creyó escuchar un leve quejido de parte del pecoso y, sin una razón que pudiera comprender vio emanar sangre del pecho de vampiro, una diminuta herida que no lograba cicatrizar.

—Fufufufu… —Ambos escucharon el crujir de unos pasos. Zoro, por inercia, se preparó para un ataque; pero lo que le lanzaron no fue un golpe sino el cuerpo maltrecho de Sabo— No deberías de tener ese tipo de presas en un lugar como este, cazador Roronoa Zoro, si la Marina se llegase a enterar estarías en serios problemas, ¿no te lo mencionó Taka no me?

—Joker —el nombre salió de entre los labios de Zoro con repulsión; Doflamingo hizo acto de presencia, lucía cansado y con un torniquete de ligadura en la pierna.  Al echar un rápido vistazo a Sabo, el peliverde supo que aún estaba con vida así que lo dejó caer al suelo.

—¡Sabo! —Ace intentó acercarse de manera impulsiva, descuidada.

—Hirameki —un simple ataque de Zoro lo regresó a su sitio; con la desesperación a cuestas ya no era el poderoso vampiro original que casi le arrebata la vida.

A Ace no le importó en lo más mínimo el dolor de los golpes o la razón por la cual la herida recibida en el pecho no dejaba de sangrar, su atención estaba puesta en Sabo, sólo en él, no podía dejarlo y menos al verlo inconsciente y malherido. En un nuevo intento por acercarse a su hermano sus piernas dejaron de responder y sus ojos vieron la sangre brotar de su cuerpo.

—Full bright. —El ataque de cinco hilos de Joker lo atravesó sin dolor, sin razonar lo que estaba ocurriendo, solo con frustración y la impotencia de no poder salvar a su hermano. Cayó de rodillas al suelo, «Sabo…»

 

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No razonó, su cuerpo atacó sin piedad y sin pensarlo. Arremetió con fuerza en un constante vaivén lo más rápido que podía; no le importaba el dolor en sus muslos a causa del cansancio, hasta que los embates perdieron la coordinación; era tanta la necesidad de Law por seguir enterrándose dentro de su pareja que perdió el ritmo dando estocadas sin sentido y obligando a Luffy a separarse para reír feliz y complacido. El ojigris se detuvo aún regocijándose con las extremas sensaciones que el pequeño le causaba, pero en menor medida.

—Torao, me alegra que estés conmigo —dijo. Su sonrisa era esplendorosa, tenía el cabello pegado a la cara y un sonrojo en todo el rostro.

«Mi Luffy» pensó Law al verlo, qué importaba los ojos carmesí y los colmillos extendidos, esa expresión y ese chiquillo eran su querido Luffy. El ojigris no contestó, recargó su frente en el pecho de Luffy tratando de recobrar el aliento durante un breve momento, se acercó a la boca de su pareja y lamió los labios ligeramente rojos; Luffy reaccionó de la misma forma y el movimiento de ambos cuerpos se reanudó, más suave, lento, más profundo.

Se abrazaron para poder sentirse en su totalidad. Piel con piel, disfrutando a un nivel más intrínseco la unión de sus cuerpos, tan compenetrados; resonaban a una sola voz, los espasmos de placer oscilaban al unísono.

Vibraban juntos.

Law sintió que todas sus emociones se exaltaban a niveles insospechados: la pasión, la lujuria, el sentimiento de amor hacia Luffy, la dicha de tenerlo entre sus brazos; todo eso lo llenaba de una empatía que el mismo Luffy sentía y con cada embate era como si esa empatía lo abandonara y fuera reemplazada por un placer físico, delicioso y pleno por igual. Emociones que jamás había sentido y que eran tan satisfactorias. Supo que Luffy se estaba alimentando de sus sentimientos por él, de la empatía que los albergaba en esa unión tan íntima y se lo estaba recompensando con un placer sexual sin igual. Law le estaba entregando una parte de él mucho más profunda, y sonrió ante ello. Todo sea por Luffy. Su Luffy.

 

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El automóvil viró bruscamente cuando la llanta delantera explotó. Mihawk trató de mantener el control, pero estaban a mitad de una cerrada curva, el coche pegó del lado del copiloto en la valla de contención y dio un giro con tal fuerza que logró voltearse dando varias vueltas hasta lograr detenerse a mitad de carretera.

—Waaa… ¿Qué sucedió? —Akagami, en el asiento del copiloto, trató del salir del coche, sin embargo la puerta estaba atascada a causa del golpe recibido, sin importarle mucho empujó la puerta con el hombro separándola completamente del auto— Espero que tengas seguro —comentó a Mihawk y giró la cabeza para verlo, el pelinegro ya se encontraba afuera tratando de encontrar quién los había atacado—. Qué velocidad, a veces me das más miedo que los mismos vampiros, Mihi.

Akagami salió observando con detenimiento cualquier movimiento sospechoso. Había calculado que se encontraban a poco más de un kilómetro de Shin Sekai, quién sea que lo atacó se encontraba desesperado.

—Buen trabajo, Taka no me. —Una tercera voz se escuchó seguida de una lluvia de fuego y roca que cayó encima de Shanks quien logró esquivar el ataque con algo de esfuerzo, aunque Mihawk lo alimentó aún le falta con urgencia algo de sangre. El pelinegro no se movió del sitio donde estaba a unos cuantos metros detrás de Akagami, había reconocido esa voz—. Lograste capturar al chupa sangre segunda clase que necesitamos; se te recompensará como es debido.

A un compás unísono varios «clic’s» de pistolas rodearon a Akagami. Shanks sopesó las posibilidades que se le presentaban: podía escapar de los marines que intentaban acorralarlo, eso no era ningún problema, pero en su condición no tenía la mínima posibilidad de salir ileso teniendo al Almirante general de la Marina, Akainu, como oponente; aparte, más que eso era saber que todo parecía una trampa puesta por Taka no me para su captura. El pelirrojo se dirigió a Mihawk que seguía manteniendo las distancias.

Akainu apareció caminando con seguridad por la carretera, prácticamente ya saboreaba el triunfo de esa batalla.

Notas finales:

Gracias por leer.


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