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Por favor... déjame entrar a tu vida por Sakura015

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Kirishima lo tomó de las manos y Yokozawa sintió que... sus pies ya no tenían contacto con el suelo. Miró al suelo y notó que...
Pero él no se asustó para nada. Si se sorprendió, pero no se asustó por eso.

— Kirishima...

—Mis poderes no los he tenido siempre, pero tampoco sé como los obtuve.

— ¿Qué otro poder tienes?

—Fuerza sobrehumana.

Kirishima bajó a Yokozawa y él se quedó en el aire. Yokozawa lo miró con los ojos como platos. Pero no se alejó ni nada. Kirishima bajó hasta el suelo.

— ¿No te alejaras? Siempre lo hicieron.

— ¿Tengo motivos para hacerlo?—respondió en otra pregunta.

—Muchas veces, al enterarse, creían que era “uno de esos fenómenos”.

— ¿Cómo?

—Digamos que hay un nombre para nosotros. Nos llaman “Humanos elegidos”.

Yokozawa puso una cara que decía que no fueron nada originales.

— ¿Por qué no “Los elegidos” ya que estamos?—dijo con sarcasmo.

—Lo sé, no fueron originales—luego pasó a lo importante—. Hatori, Yukina y Takano son como yo, pero con poderes diferentes, salvo que los cuatro volamos. Los cuatro escapamos de las fuerzas que nos quieren llevar a una cárcel para gente como nosotros.  

—O sea que hay más como ustedes—Zen asintió—. ¿Tienes una idea de por qué los llaman así?

—Ni idea, pero no le damos mucho importancia.

Kirishima le pidió que fueran a la casa de los otros tres para que hablaran y supieran que ya se lo dijo. Yokozawa seguía con una sorpresa y confusión muy grande en la mente. Nunca escuchó de quienes eran conocidos como “Humanos elegidos”. Pero lo que si veía era que casi siempre había soldados en cubierto. Era fácil notar que lo eran.
Al llegar a la casa, entraron y los tres lo recibieron.

—Chicos, ya le dije—anunció.

Todos intercambiaron miradas.

—Si puedo preguntar, ¿qué poderes tienen ustedes?

—Bueno, por ejemplo, yo me hago invisible—dijo Takano.

—Yo soy veloz. Muy veloz—dijo Yukina.

—Y yo puedo ver lo que pasa en un lugar sin estar ahí—dijo Hatori.

— ¿Visiones?—preguntó Yokozawa.

—Algo así. ¿Quieres un ejemplo?

Yokozawa asintió y Hatori se quedó mirando un punto fijo. Su vista parecía totalmente perdida. 

—Veo a tus padres. Están... tirados en el suelo y ahí un sujeto que también lo está. Ahí unas cosas con polvo blanco—dijo todo eso sin salir de ese estado.

Hatori volvió en sí y miró a Yokozawa. Éste lo miraba sorprendido. Eso era completamente cierto.
Yukina dijo que le demostraría su poder.

—No me quites la vista ni por un segundo—pidió.

De un momento a otro, parecía que estaba en muchos lugares a la vez. Yokozawa lo siguió como pudo. Yukina se quedó quieto delante de él, sin dejar de lado su sonrisa.
Por último, Takano le mostró su poder. Hizo una X sobre su pecho con sus brazos y desapareció. Yokozawa miró por detrás de él y no lo vio.

—Sorprendente, ¿verdad?—dijo el azabache a las espaldas de él y Kirishima. Ambos se exaltaron.

—Muy bien, sí les creo.

—Lo dije. No se alejaría—comentó Takano.

—No es cierto—contradijo Yukina.

— ¡En fin, chicos!—dijo Hatori algo fuerte para que no empezaran—. Kirishima, tú le has dicho de...

— ¡No, Hatori!—lo dijo de esa forma para que no siguiera.

— ¿Qué me tienes que decir?

Kirishima suspiró.

—Ven. Hablaremos en casa. Adiós, chicos.

 Salieron de la casa y Kirishima le pidió al menor que se subiera a su espalda.

—Hazlo. Llegaremos más rápido volando.

—Di que no es cierto.

—Por favor. Confía en mí.

Yokozawa apretó los labios ante esas palabras. Suspiró, derrotado, y subió a la espalda del mayor. Sin previo aviso, Kirishima fue a toda velocidad hacia el cielo. Yokozawa se agarró un poco fuerte, con sus brazos alrededor del cuello de Kirishima.

—Me estás ahorcando—dijo como pudo.

—Lo siento—dijo el menor aflojando su agarre.

Kirishima tomó aire exageradamente. Yokozawa abrió los ojos y vio que, aun si era sumamente extraño, era maravilloso. Miró como se veían las cosas desde el cielo.

— ¿Qué te parece?

—Me encanta. Y pensar que esto es considerado ficción.

— ¿Ya ves?

Yokozawa estuvo todo ese vuelo mirando hacia abajo. Era genial. Jamás hubiera esperado que todo lo que Kirishima podía hacer era por ser uno de ellos.
Al llegar al departamento, se bajó de su espalda y entraron. Kirishima iba buscando las palabras para explicarle a lo que se refería Hatori. Debía decirle la verdad o Yokozawa podía pensar que no confiaba lo suficiente en él.
Entraron al departamento y vaya sorpresa que se llevaron. Yakumo y Amaya estaban sentados en el sofá, fumando y viendo televisión. Ambos adolescentes fruncieron el ceño.

—Hasta que al fin llegan—dijo la mujer.

— ¿Qué hacen en mi departamento?—interrogó Kirishima.

—Vinimos por el muchacho—respondió Yakumo.

— ¿Por qué no me dejan en paz?—exclamó Yokozawa con notorio enfado.

—Cuando te llevemos con él, lo estarás.

Yokozawa y Kirishima intercambiaron una mirada.

—Salgan de mi departamento.

— ¡No sin el mocoso!

Kirishima, nuevamente, los sacó y cerró la puerta en su cara.

— ¿Cómo diablos habrán entrado?—dijo Kirishima.

—Saben forzar cerraduras.

—Eso pasó—dijo una tercera voz.

—Bien.

En eso, ambos cayeron en la cuenta de algo. Esa tercera voz fue de...
Ambos miraron al gato, que estaba sentado en el sofá.

—Seguro es una broma.

—No es una broma—si. Fue el gato.

Los dos quedaron helados.

—El gato habla—dijo el castaño.

—Sí. Lo noté.

—Es raro, ¿cierto? Esa no se la esperaban.

Oficialmente, no sabía que decir. Kirishima no sabía eso. Tampoco sabía si fue desde siempre o... algo. El gato se bajó del sofá y se acercó a ellos.

—En fin, no me vayan a preguntar desde cuando hablo, porque no responderé a eso. Y también dire que me acercaba a Yokozawa no por nada.

— ¿Qué quieres decir?

—Digamos que puedo percibir gente rechazada por la sociedad. Esa es una de las cosas que más me duelen y molestan. Además, me encanta recibir cariño de él. Y claro, Zen, gracias por haberme acogido ese día de lluvia.

Kirishima y Yokozawa se miraron y luego al gato. Éste se subió a la mesa de un salto.

—Bueno, ahora que saben mi secreto, y que Yokozawa sabe el tuyo, deberíamos centrarnos en lo importante. Y si preguntan cómo lo sé, voy a decir que escuché las conversaciones por teléfono de Zen,

—Ok... Kirishima, me tenías que contar algo.

—Está bien... Veras, hace algunos meses, en la ciudad de la que vengo, obtuve mis poderes. En ese entonces ya conocía Yukina, Hatori y Takano, pero también a tres chicos más.

Kirishima y su grupo estaban en su casa. Casi siempre se juntaban ahí, considerando que los padres sustitutos de Zen trabajaban mucho. Antes de que cumpliera los dieciocho y se fuera, ellos siempre iban a su casa y llevaban a unos amigos.
Hatori iba con un castaño de grandes ojos azules y una actitud algo inocente. Su nombre era Yoshino Chiaki. Era muy bueno dibujando y su imaginación no tenía límites. Ese tiempo, Hatori sonreía mucha más seguido.
Takano con un chico de cabello un poco más claro y ojos verdes llamado Onodera Ritsu. Era alguien que podía enojarse con algo de facilidad y también era autoexigente en sus estudios. Pero era muy buen amigo.
Por último, Yukina tenía un amigo de cabello negro y ojos marrones llamado Kisa Shouta. Era bajo para su edad. También era inseguro y podía tener la autoestima baja. Pero no siempre era así.
Dos detalles:
1: Tanto Chiaki como Ritsu eran unos meses menores que Takano y Hatori. Y Kisa era tres años mayor que Yukina, pero él estaba en el curso que correspondía.
2: Ellos sabían que eran Humanos elegidos.

— ¿Saben? Leí que hace poco, dijeron que los humanos normales no deberían estar con Humanos Elegidos—habló Yukina

— ¿Por qué?—preguntó inocentemente Chiaki.

—Para algunos, somos una amenaza—respondió Hatori.

—Qué tontería. No es justo que sólo porque uno haya atacado, nos señalen a todos—dijo Takano con fastidio.

— ¿Quién creen que haya hecho esa cárcel?—exclamó Ritsu.

—Un hombre llamado Takeo—contestó Kirishima—. ¿Saben que es lo más irónico? Que él también es uno de nosotros. Y la gente no le dice nada.

—Bueno, al menos nosotros usamos la cabeza y no nos guiamos por lo que dicen—dijo Kisa—. Aunque también porque los conocemos desde hace tiempo.

—Creo que una vez vi a ese Takeo congelar a un Humano Elegido—reveló Chiaki.

— ¿Lo mató?

—No lo sé. Sólo vi que lo congeló. No sé que habrá hecho luego.

Para ellos, era lo principal que nadie supiera que tenían poderes o terminarían en esa cárcel. Los menores y el mayor entendían lo difícil que debía ser para ellos tener que estar escondidos de todo y de todos.
Los días pasaron y Kirishima notó como sus amigos actuaban algo extraño. Era como si quisieran evitar cualquier muestra de cariño mínimo delante de él. Era como si pudieran ver, pero no tocar. Zen no lo entendía para nada. Pero cierta vez decidió preguntar a los mayores y al menor.

— ¿Qué les ocurre? Están actuando muy extraño con ellos.

—No es cierto. Imaginas demasiadas cosas—contestó Takano.

—Pero ustedes...

— ¡Kirishima!—escuchó tres voces que lo llamaban.

—No queremos interrumpir, y menos por una tontería, pero hay una duda que nos come la cabeza—dijo Chiaki.

Los tres se lo llevaron a rastras. Kirishima no opuso resistencia.

—Queríamos saber cómo es que estas con nosotros si tienes casi dieciocho—exclamó Kisa.

— ¡Ah! Eso es...—miró para todos lados y no había nadie—. Primero que nada, no se lo mencionen a nadie, porque no saben. Verán... hace un tiempo, tuve un accidente en una moto. El impacto fue tal que yo... yo... quede tres años en coma.

Los tres quedaron impactos por esa confesión. No supieron que decir. Se sintieron mal por hacerle hablar de eso.

—Tuve miedo. Cuando me dijeron, no supe cómo reaccionar. Pedí que no dijeran nada si me cambiaba de escuela.

Los tres chicos se disculparon y se fueron con su culpa. Kirishima suspiró con pesadez. En eso...

—Sí que son curiosos.

— ¡Demonios!—gritó asustados—. Serás... Deja de usar tu poder para escuchar conversaciones.

Los otros dos fueron con Zen y le preguntaron qué le habían dicho. Él les respondió con la verdad. Pero en sí, no le molestaba que le preguntaran, sino que eso le traía el recuerdo de escuchar a su madre decir que lo desconectaran.
En fin, cuando todos estaban en la casa de Kirishima, algo derribó la puerta. Fue el día en que perdieron lo que más querían.
Fuerzas armadas de esa cárcel entraron a la casa y un humo negro se esparció por la sala. Comenzaron a toser y un momento después, cayeron al suelo, pero no se desmayaron. Pero quienes sí lo hicieron fueron los normales. No podían verlos por el humo.
Fue como un flash. En un momento estaban rodeados y un momento después no había nadie.

— ¿Chicos?—los llamó Takano.

— ¡No están!—exclamó Yukina, alterado.

— ¿Cómo que no están?—Hatori también se altero.

—No puede ser...—susurró Kirishima.

En la tele, vieron que Takeo dijo en una entrevista:

—Tenemos a tres humanos capturados. Son normales, pero sus amigos no. No daré nombres, pero ellos saben de quienes hablo.

Desde ese día, Hatori no volvió a sonreír, Takano no dejaba de culparse y Yukina lloraba en las noches.

Kirishima concluyó su relato ahí al sentir lágrimas en sus mejillas.

Continuara...


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