Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Por favor... déjame entrar a tu vida por Sakura015

[Reviews - 70]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

¿Había escuchado bien? ¿Yokozawa le dijo de intentar algo? No supo que responderle. Sólo se quedó mirándolo con sorpresa.

— ¿Me estás escuchando?—exclamó el menor con su ceño fruncido.

—Fuerte y claro... ¿Hablas en serio?

— ¿Tengo cara de estar bromeando?—Yokozawa pasó de decirle ciertas cosas—. Pase a que como ves, tengo mi carácter.

—No tengo duda—habló con sinceridad. Él sabía que alguien como Yokozawa podía tener mucho carácter.

—Me puedo molestar u ofender por la mínima cosa.

—Ya me iba haciendo la idea—se acercó a él y puso una de sus manos en la mejilla del menor—. Puedo aceptarte con tus virtudes y defectos, como tú a mí.

—Si me abandonas a medio camino, jamás te perdonaré—agregó con voz firme.

—Entiendo.

Apenas terminó de decir eso, Kirishima lo besó. Un beso lleno de amor. Algo que Yokozawa nunca pudo recibir de parte de nadie. Ambos cerraron los ojos, dejándose llevar por el momento. Yokozawa lo correspondió luego de unos segundos. Él dijo que aceptó, de cierta forma. Puso una de sus manos en la de Kirishima. Se sentí bien ese contacto... Su primer beso.
El que tuvo estando borracho no cuenta.

—Que romántico—susurró el gato, echado en el sofá.

Kirishima se separó de Yokozawa, y éste giró un poco la cabeza.

—Te vez más lindo cuando te sonrojas—dijo el mayor.

— ¡Cállate!

El menor fue al baño para mojarse la cara y ver si podía bajar su sonrojo. No podía creer que estuviera pasando eso. Jamás se lo hubiese creído. Se quedó mirando su reflejo.

—Espero no equivocarme—pensó.

Kirishima estaba inmensamente feliz. El chico del que estaba enamorado lo correspondió.

—Haré lo que sea para que se enamore completamente de mí—pensó sin dejar de sonreír.

Zen estaba dispuesto a todo para que el menor estuviera a gusto a su lado. No dejaría ningún detalle al azar. Yokozawa merecía ser feliz.
Unos golpes en la puerta lo distrajeron. Abrió y...

— ¡Felicidades!—dijeron esos tres al unísono. Yukina y Takano se lanzaron a abrazar a Kirishima.

—Que amables—dijo Kirishima, una vez que lo soltaron—. Viste todo, ¿no, Hatori?

—Sí. He de decir que fue bastante conmovedor.

Yokozawa volvió y Takano y Yukina también lo abrazaron a él. Sólo que, como él no tenía fuerza sobrehumana, cayeron al suelo.

— ¡Lo sentimos!—dijeron saliendo de encima.

Yokozawa se levantó y se quitó el polvo. A saber cuándo fue la última vez que Kirishima barrió.

—Oigan, pero no venimos sólo por eso—dijo Hatori—. Por razones de tiempo, tendremos que salir dos días antes de las vacaciones.

— ¿Qué? ¿Por qué?—preguntó Kirishima.

—Bueno, se los pondré así: digamos que no puedo ver que pasa en esa cárcel, pero si lo que pasa fuera de ella. Pude ver a Takeo hablar con alguien y bueno... Es mejor que partamos ahora.

— ¿No hay de otra, verdad?—preguntó Yokozawa. Hatori negó con la cabeza—Bueno, si es así...

Yokozawa debía hacer algo antes de irse a esa ciudad. Debía dejarles la mitad de todo lo que tenía ahorrado a sus padres. Para él, era lo mejor. Aprovecharía a dejárselos cuando Kirishima durmiera.
Los tres chicos se fueron y Kirishima miró que Yokozawa estaba sentado en el sofá, con Sorata a un costado. Sonrió divertido y se tumbó a su lado, con la cabeza en el regazo del menor.

—Sé que no es buen momento, pero... ¿me perdonaste por lo que pasó la noche que te emborrachaste?

— ¿Eh?

—Ya sabes... Que al otro día te despertaste con dolores y...

— ¡Ya, cállate! ¡No quiero recordar!—dijo el menor avergonzado—. Y no sé si deba perdonarte.

—Por favor, sabes que no hice con esa intención.

—Y sin embargo te aprovechaste para sacarme la verdad—reprochó.

—Bueno, sí, pero...—corto de ideas, se levantó y abrazó el cuello del menor—. No te soltaré hasta que me perdones.

Yokozawa bufó y trató de quitarse al mayor de encima. Pero éste no tenía intenciones de soltarlo hasta que le dijera que lo perdonaba por eso. El peli azul giró la cabeza y, sin saber qué hacer, le acarició el cabello a Zen. Éste cerró los ojos y se relajó por las caricias del menor, mientras hacía sonidos extraños.

— ¿Estás ronroneando?—preguntó Yokozawa.

—Creo que sí—respondió aflojando el agarre.

Yokozawa le acarició un poco el cabello antes de levantarse. Kirishima se quedó mirando al frente con un puchero.

—No me vengas con eso—dijo el menor con burla—. Iré a preparar las cosas para cuando nos vayamos.

—Cierto. ¡Lo olvidé!—exclamó el mayor con una mano en la cabeza.

Ambos fueron al cuarto y prepararon lo sólo lo esencial para el viaje que sería de cuatro días.

— ¿Yo iré con ustedes?—preguntó el gato.

—Pues sí. A menos que puedas servirte solo la comida y el agua—respondió el castaño.

—Buen punto. Además, no me molesta. Lo único que cuando estemos en las calles, no hablen mucho conmigo o pensaran que están locos, porque no hablaré en las calles.

—Bien. De hecho, íbamos de mencionarte esa parte—dijo Yokozawa—. Otra cosa. Si no iremos volando, ¿cómo iremos?

—Hay un tren que nos lleva hasta “la entrada” de otra ciudad. De ahí luego nos queda caminar y buscar modos de transporte, además de lugares donde dormir—le explicó Kirishima—. Sé que aceptan animales mientras estén en su jaulita o en el caso de un perro, con correa.

—Entendido.

El mayor no podía dejar de ver a Yokozawa. No podía dejar de decir que estaba muy feliz de que lo haya aceptado. Nunca había imaginado que se enamoraría tanto de un chico. Y más siendo un chico que era temido por todos. Él seguía diciendo que eso era estúpido, porque no lo conocían y se alejaban de él.
Tks... De haber sido como Kirishima, que se molestó en conocerlo, habrían visto que Yokozawa era una persona increíblemente buena.

—Tuve mucha suerte de encontrar a alguien como él—pensó viendo al menor.

Yokozawa podía sentir la mirada del mayor sobre él. Trató de no mirarlo a los ojos o se encontraría con X mirada. Y Kirishima, siendo una caja de sorpresas, podía tener muchas caras extrañar.
En eso, sintió que fue abrazado por la espalda.

—Si algo llega a pasar, o si tus padres nos encuentran para llevarte, yo estaré para protegerte—dijo en su oído.

Yokozawa sintió que las mejillas le ardían. ¿Cómo podía decir cosas tan directas? Él siempre se empeñó en saber arreglarse solo. Siempre hizo las cosas como a él le parecían, claramente sin querer perjudicar a nadie.
Pero con el castaño logró poder confiar. Sin mencionar que, si bien cuando los conoció, Hatori, Takano y Yukina le cayeron bien, le había costado un buen debate mentar sobre si eran de fiar o no.

—Mis padres...—dijo en un susurro—... No quiero que ellos acaben mal.

—No creo que puede hacerlo. Ni siquiera sabemos si de verdad les va a pagar esos cien mil si te llevan—dijo con la frente pegada en el hombro del menor.

Yokozawa bajó un poco la cabeza. Se sentía mal por no haberle dicho a Kirishima que les había estado pasando dinero a sus padres. Pero temía a su reacción.

—Gracias por ayudarme tanto.

Kirishima lo volteó y lo abrazó protectoramente. De verdad, nadie podía ser igual que Yokozawa. Tenía un corazón inigualable, pero nadie lo podía saber con sólo verlo. Y menos si tenían tantos prejuicios.
Sin poder contenerse, Kirishima tomó el rostro del menor entre sus manos y lo besó. Le había encantado sentir esos labios contra los suyos.
Antes había tenido otras parejas, sí. Pero ninguna igual a Yokozawa. Él tenía algo que lo cautivó por completo, pero no se terminaba de responder eso.
Kirishima colocó una de sus manos en la nuca de Yokozawa para profundizar ese beso. Quería sentirlo lo más cerca posible. Habría durado más, pero...

— ¡Ah!—se quejó al recibir un golpe en la cabeza de parte menor—. ¿Por qué lo hiciste?

—Me estaba ahogando. ¿Tú no respiras o qué?—dijo Yokozawa entre jadeos.

—Perdón. No lo noté. ¡Pero no tenías porqué golpearme!—dijo sobando su cabeza. Haciendo puchero dijo —: Que cruel eres, Yokozawa.

—Tks... Ya deja de hacer eso. No me va a ablandar—dijo con el ceño fruncido.

Kirishima se acercó a Yokozawa, lo abrazó para sostener sus brazos y comenzó a besarle y morderle sutilmente el cuello.

—Mm... No Ah... empieces... Mmg—dijo entre pequeños gemidos—. Oye... Mmg... Ya...

El mayor lo ignoró y siguió con lo suyo mientras llevaba su mano a la entrepierna de Yokozawa, sin dejar su cuello.

 

En un lugar no muy lejos, unos adultos estaban fumando mientras se tiraban un debate sobre lo que su hijo podía hacer con el castaño.

—Te digo en serio: ese chico está tramando algo con Takafumi—habló la mujer—. Si no fuera por él, lo habríamos podido llevar con Kenta.

— Será lo que tenga que ser. Sólo tenemos que seguir siendo insistentes. Se cansaran tarde o temprano—dijo Yakumo.

—Gran plan—dijo Amaya con mucho sarcasmo.

—Bueno, ¿se te ocurre algo más?—la desafió.

—La verdad... no. Pero insistir no nos llevará a mucho—dijo dándole otra calada a su cigarro.

Esas personas actuaban extraño. Lo que era más extraño era que no fueran con sus armas para amenazarlos. Era eso lo que siempre hacían cuando algo no salía como esperaban. Algo no entraba en todo eso.

—El mocoso es menor de edad. No puede hacer lo que se le dé la gana—exclamó el Yakumo.

—Pues dile. Fíjate que a lo mejor te hace caso—Amaya casi desbordaba sarcasmo.

—Déjame en paz. Dios.

— ¿Crees que esté bien con ese chico?—le salió preguntar eso.

— ¿Ahora te importa?

—No dije eso. Pero si te pones a pensar, no faltará mucho para que termine como su hermano.

—El idiota de Ryu acabó así por querer escapar.

El día en que su hijo mayor fue atropellado, Yakumo estaba más violento que nunca. En un intento desesperado del chico por escapar, cruzó sin percatarse de que un auto iba a toda velocidad del lado izquierdo. Su hermano de cinco años lo vio ser atropellado. Fue desgarrador de ver. Pero nunca nadie imaginó que pasaría porque quería escapar de su padre.

—Jamás entenderé a los adolescentes—exclamó Amaya mientras usaba el celular.

Yakumo vio como su esposa usaba mucho ese aparto. ¿Ocultaba algo? Si bien era impulsivo, no creía que ella lo engañara. Además, ganaban mucho siendo traficantes.

—Tú descuida. De alguna manera llevaremos al muchacho a Kenta. Y luego tendremos todo ese dinero en las manos—aseguró su marido.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).