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Por favor... déjame entrar a tu vida por Sakura015

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Yokozawa abrió los ojos y vio que estaba en la habitación del hotel al que habían ido. 
Kirishima estaba con un abanico dándole aire. Asahina le pasó un vaso con un líquido extraño.

— ¿Estás bien?... Bebe esto.

— No...—dijo dudoso.

—No seas cabezota... Por favor—pidió el castaño—. Bébelo y luego te explico.

Yokozawa tomó ese líquido extraño. Era horrible. Sus ojos nuevamente se pusieron blancos. Tuvo una “visión”. Veía que después de desmayarse, ellos lo llevaron hasta el hotel. Pero además, vio algo que lo impactó: un auto perdió el control y chocó contra otro. Y después de eso, Asahina apareció detrás ellos.

— ¡Wow!—soltó cuando volvió en sí.

— ¿Qué viste?—preguntó Asahina, interesado.

Yokozawa no estaba muy seguro sobre eso. ¿Asahina habría...? No, no había chances. Y si era así, ¿por qué?

—Yo... No pude ver con claridad.

—Vaya... Creí que funcionaria—dijo. Los menores le lanzaron una mirada interrogante—. Hace tiempo, cuando escapaba de las fuerzas armadas, un agente dejó caer una botella con este líquido. Mi novio Isaka, como todo un curioso, lo bebió. Dijo que tuvo una visión en la que vio a sus padres discutiendo mientras él dormía.

—O sea que puede hacer ver momentos en los que estamos, pero que no sabemos que pasan—dedujo Kirishima.

—Exacto. Pero aun no me termino de responder por qué Takeo haría algo así—respondió Asahina.

Hatori, Yukina y Takano ingresaron al cuarto.

— ¡Qué suerte! Estás despierto—dijo Yukina, aliviado.

— ¿Cómo te sientes?—preguntó Hatori.

—Me sentí algo mareado al despertar, pero estoy bien ahora.

—Dios, que susto cuando ellos te trajeron—dijo Takano, con un gesto más relajado.

Yokozawa se levantó y fue a la cocina, siendo seguido por Kirishima.

— ¿Estás bien, seguro?—preguntó preocupado.

—Sí, es sólo que...—se fijo bien en la puerta y vio que los demás estaban hablando con Asahina—... yo sí vi algo en los recuerdos.

— ¿Qué? ¿Qué viste?—preguntó intrigado.

—Vi que un auto chocó contra otro y luego vi que Asahina apareció detrás de nosotros.

Kirishima se quedó algo extrañado por eso. No supo que decir y frunció el ceño, confundido.

—Yokozawa, ¿cuántas chances hay de que él hiciera eso?

—No estoy diciendo que lo hizo, pero es algo muy extraño—comentó en voz baja.

Ambos miraron al mayor. Estaba hablando con los demás tranquilamente. Parecía estar contándoles algo, pero no era muy expresivo. Era mucho más serio que Hatori.
El tiempo que Yokozawa estuvo inconsciente, Asahina no les habló nada de su vida. No dijo que si tenía padres o hermanos ni tampoco habló de la C.P.C. 
Y también les llamó la atención que mencionara a su pareja de forma tan tranquila.

—En cualquier caso, no le podemos preguntar. No quedaría muy bien—dijo Kirishima.

—Lo sé. Sólo tenemos que ver que hacer—contestó Yokozawa. Kirishima asintió.

Kirishima fue al cuarto y Yokozawa se quedó en la cocina.

— ¿Qué voy a hacer?—pensó.

Yokozawa sabía que debía hablarle a Asahina de eso, porque él no quería creer que había provocado un accidente. Eso era casi imposible.
Casi imposible porque no pudo haber sido apropósito, era lo que pensaba.

—Oigan, saldré un rato—avisó Yokozawa. Kirishima le iba a preguntar si quería que lo acompañara, pero él se adelantó y dijo—: No hace falta, Zen. Estaré bien. Vuelvo en un rato.

Yokozawa salió del hotel y fue a caminar por las solitarias calles de la ciudad. Se sentía tranquilo, sin miedo aun después de obtener o descubrir esos poderes.
Ver el pasado de las personas, quién lo diría. 
Él no dejaba de pensar en eso. Tal vez, incluso, podría servirle para ver algo reprimido en los demás, siempre y cuando le den su consentimiento. Pero si era así, pensaba que podría usar ese poder para ver el pasado de sus padres y si había algo escondido en el pasado de ellos dos.
Al alejarse lo suficiente del hotel, sintió un olor muy conocido para él. Era uno del que estuvo rodeado toda la vida. Para muchos sería algo fuertísimo; pero para él, que estuvo siempre entre eso, fue casi inmune. 
Ese olor venía de un callejón. Se acercó para ver que era. Su sorpresa fue terrible: eran sus padres. Estaban bebiendo y consumiendo drogas con otro hombre.

—Oye, ¿cómo fue que terminamos aquí?—preguntó Amaya.

—No tengo ni la menor idea—respondió su marido—. Creo que buscábamos al chico... Pero ni sé.

— ¿Cómo se llama su hijo?—preguntó el hombre desconocido.

—Takafumi—respondieron los dos.

El menor se quedó mirando como sus progenitores bebían y se drogaban. Suspiró. Tal vez era lo mejor dejarlos.
Ellos sabían perfectamente como querían terminar, así que sólo tenía que dejarlos.
Antes de dar unos pasos, algo en su cabeza le dijo que esperara un poco, que mirara a sus padres de nuevo. 
Guiado por esa voz en su cabeza, se asomó una vez más al callejón. El hombre desconocido seguía bebiendo con sus padres. Miró con determinación y vio que el sujeto estaba tratando de tocar a su madre, mientras su padre estaba casi desmayado por eso. Ella, a pesar del estado en el que se encontraba, intentaba sacar su mano, a la vez que murmuraba cosas inentendibles. 
Frunció el ceño y, aun después de todo, se acercó para evitar que pasara a más. 
El sujeto le iba a tocar el seno y Amaya trataba de evitarlo, pero en el estado en el que se encontraba no podía hacer mucho.

— ¿Tú quien eres?—preguntó el desconocido, que se había percatado de la presencia del menor.

—Soy el hijo de ellos dos.

— ¿Eres tú?... Eres igual a tu padre—dijo mirándolo determinadamente.

—Sí, me lo dicen mucho.

Sin decir más, se acercó a él, lo tomó del brazo y lo alejó de su madre. Como estaba muy borracho y drogado no pudo hacer nada. Lo sacó del callejón y lo tiró al suelo.

—Mejor vete y no te acerques a ellos—dijo con mirada y tono amenazante.

El hombre se levantó como puedo y se fue. Lo perdió cuando dobló en una esquina. Miró al callejón y su madre estaba tratando de levantarse.

—Mamá—la llamó.

—Hola—dijo con una sonrisa cansada.

—Quisiera que me sonriera así sin estar drogada—pensó el menor. Le preguntó—: No te hizo nada, ¿verdad?

—No, no... Digo, creo que no—contestó sin aún levantarse.

Yokozawa suspiró y se acercó a ella. La tomó del brazo y la ayudó a levantarse.

—Sí, gracias, chico—dijo ella, mirando a su marido, que estaba desmayado—. Ahora veré como hago para llevarme a este hombre.

Mientras ella pensaba, su hijo salió del callejón, sólo para encontrarse con cierto castaño.

—Ah... Aquí estás.

—Yo... No era mi idea inicial—dijo el menor.

—Lo sé—dijo mientras le acariciaba la mejilla—. ¿Qué pasó con ellos?

—Considerando que Takano quitó el chip de rastreo de mi celular, creo que ya no pudieron seguirme el rastro—contestó, viendo que su madre estaba al lado de Yakumo—. Kirishima, llevémoslos al hotel.

— ¿Qué dices? Yokozawa...

—Por favor... No quiero que se queden en la calle—suplicó.

—... ¿Cómo puedes ser tan bueno con dos personas que te trataron mal tanto tiempo?—a Kirishima le costaba creer eso.

—Te lo dije una vez: buenos o malos, son mis padres.

Kirishima se sintió derrotado. Sacó una bolsita que tenía ese polvo amarillo que dormía a las personas. Se acercó a la mujer y le sopló los polvos. A ella la llevó en su espalda y al hombre lo llevó de la muñeca. Ambos fueron volando al hotel. 
En todo el vuelo, no hablaron mucho. Pero no era incomodo para nada. 
Kirishima seguía sin creer que Yokozawa le había pedido que llevaran a sus padres al hotel. No entendía por qué era bueno con ellos.
Al llegar al hotel, Zen se encargó de pedir una habitación para dos adultos. La chica de recepción notó a los adultos dormidos o desmayados, pero prefirió no preguntar. Sólo se limitó a darles la llave de una habitación. 
Los dejaron allí y Yokozawa se quedó mirándolos.

—Yokozawa, tenemos que irnos—susurró Zen.

—Sí, ya voy—contestó saliendo de la habitación.

Fueron a su habitación y ahí se quedaron. Esa noche, Kirishima no tenía ganas de “nada”. No estaba muy cómodo con esos dos en el mismo hotel que todos ellos. Ambos se quedaron acostados, dándose la espalda. 
Apenas, cerró los ojos, Yokozawa pareció cambiar drásticamente de “mundo”.

— ¿Dónde estoy?—se preguntó, viendo que estaba en un lugar blanco como la habitación de un Psiquiátrico.

Avanzó. O lo intentó. No sabía si de verdad estaba avanzando o si siempre estaba en el mismo lugar. No podía saber si avanzaba o no, pero parecía que sí.
Prácticamente no podía pensar en nada. Su mente estaba en blanco, al igual que esa habitación. Quería pensar que su poder lo metió ahí, como queriendo mostrarle algo.
Al haber caminado al menor unos diez minutos, pudo apreciar una figura a lo lejos. Frunció el ceño, confundido. Era la figura de una mujer. Al acercarse...

— ¿Mamá?—preguntó al tenerla delante. Pero era diferente. Se veía más joven, cambiada.

—Takafumi—dijo suavemente.

— ¿Qué... qué haces?

La mujer, sin decirle nada, lo tomó con mucha gentileza de la mano y lo guió por un camino ahora negro. Quería mostrarle algo.

— ¿A dónde vamos, mamá?—preguntó, curioso.

—Takafumi, yo no merezco ese título—exclamó ella, sin soltar su mano.

Caminaron hasta llegar con... Yakumo. Era diferente también.

—Takafumi, quédate aquí con nosotros. Tenemos que mostrarte algo—pidió el hombre.

Un cuadro apareció. Yokozawa no sabía que pensar de eso. Su madre puso la mano en el hombro de su hijo y señaló el cuadro, dándole a entender que lo mirara determinadamente. 
Yokozawa se acercó a éste y vio que algo pasaba como un video.

— ¿Quieres vivir aquí?—preguntó un hombre un poco más joven que el actual.

— ¡Obvio que sí!—respondió su esposa, que cargaba un bebé en su brazo derecho y sostenía la mano de un niño pequeño en la otra—. Esta casa tiene que ser para ellos.

—Lo será—dijo cargando a su hijo mayor—. ¿Tú qué opinas, Ryu?

El niño sólo se rió y dijo que le gustaba mucho la casa. Al final, el esposo pasó su brazo por los hombros de la mujer y le dio un beso en los labios. Luego bajó a su hijo mayor y dejó que fuera a ver su habitación, mientras el tomaba en brazos al bebé.  
Yokozawa dio unos pasos atrás y sus ojos se inundaron.

— ¿Por qué?—preguntó a sus progenitores.

—No podemos decirte. Tú podrás descubrirlo—dijo Yakumo con la mano en el hombro de su hijo—. Tú tienes “algo” ahora. Aprovéchalo—dijo señalando su propia mano.

Amaya se acercó a Yokozawa y tocó su frente con el dedo índice. Los ojos del menor se cerraron y al sentir un golpe contra la cama, lo abrió. Miró a su costado y vio al mayor durmiendo.

—Eso quiere decir que... ¿nos amaron en algún momento?

 

Takeo caminaba frenéticamente de lado a lado, sin dejar de murmurar palabrotas. Él sabía que ese grupo había llegado a la primera ciudad. Les quedaban esos cuatro días para llegar.
Kenta se acercó.

—Takeo-san, ¿qué ocurre?—preguntó.

—No puedo creer que Asahina se encontrara con ese grupo. ¡Ahora será más difícil hacer lo que quiero!—gritó lanzando todo lo que había en su escritorio.

—Pero no entiendo: ¿Por qué se complica tanto?

—Asahina sabe lo que pasa aquí. Él consiguió escapar... Isaka está convencido de que vendrá por él. Pero si le cuenta algo a esos mocosos, todo se echara a perder.

— ¿Cree que lo hará?

— ¡Por supuesto que sí, Kenta! Me temo... que ahora tendremos que capturarlos... No esperaremos—dijo mientras miraba las pantallas que mostraban todo lo de la ciudad. Había puesto cámaras por las calles y era algo bueno, para él—. Ellos no arruinarán mis planes.

Continuara...


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