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Por favor... déjame entrar a tu vida por Sakura015

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Cuando apenas se hizo se día, Kirishima y Yokozawa se ducharon y bajaron con su maleta y el gato al piso de abajo para reunirse con los demás. Yokozawa miró las escaleras que llevaban al piso donde estaban sus padres. Sentía ganas de ir y ver como estaban, pero no había tiempo, y sabía que a Kirishima no le gustaría.
Sacudió la cabeza y siguió al castaño hasta el patio.
Allí, los cuatro estaban esperándolos. Hatori tiró de esos polvitos en las maletas y fueron del tamaño de una píldora. Sorata les había dicho que iría caminando, pero que no hablaría.
Sin más, comenzaron a caminar. De verdad que habría estado mejor volar, pero eso sería riesgoso.
Caminaron un largo rato, mientras hablaban e iban conociendo un poco a Asahina. No hablaba mucho, pero sí respondía sus preguntas.

—Entonces, ¿dices que Takeo maltrata a los Humanos Elegidos?—preguntó Yukina.

—No sé si es maltrato, pero las pruebas son un poco fuertes. Aunque no estoy seguro de cuál es la idea de hacerlas—respondió el mayor.

—Es raro... Hablando de eso, ¿sabes cuál es el poder de Takeo?—habló Takano.

—Sí. Su poder es uno de los peores. Puede crear cosas de hielo. Y ese es el mismo que usa para las esposas que bloquean nuestros poderes. Sólo le echa algo y estás listas para el bloqueo—respondió—. Digo que es el peor porque se le facilita más atraparnos, razón por la cual nadie puede escapar de él.

—Asahina, ¿Takeo nunca mencionó por qué nos llaman “Humanos Elegidos"?—preguntó Kirishima.

—Mmm... Nunca habló de eso con nadie, y por eso él es el único que sabe el porqué de esto.

No le preguntaron más para no incomodarlo.
Era fácil notar que Takeo no lo decía para no crear mala vista de él, por “permitir” algo así. Pero bueno, Takeo también era como ellos y a la gente le importaba poco o nada. Mientras él fuera quien encerrara a los Humanos Elegidos, nadie haría nada contra él. Era injusto, sin dudas.

— ¿Qué estarán haciendo ahora?—pensaron Takano, Yukina y Hatori.

Extrañaban de verdad a los tres normales. Ellos eran muy importantes para todos. Miraron a Kirishima, que iba adelante con Yokozawa. Sabían perfectamente que él no se había dejado de culpar por lo que pasó aquel día. Muchas veces le dijeron que ya no lo hiciera, y él lo intentaba. Pero decía que una voz en su cabeza le decía lo contrarío. Por esa razón, Kirishima estaba dispuesto a “enmendar su error”, según él.

—Espero que todo salga bien—pensó Kirishima, viendo a los menores, menos a Asahina.

 

Takeo estaba mirando las cámaras de la ciudad, buscando a ese grupo de jóvenes. No se había despegado de las pantallas desde el día anterior. Estaba decidido a encontrar a ese grupo e impedir que arruinaran todo.
Tenía tres pantallas grandes y muchas cámaras por todos lados, por lo que podía ver absolutamente todo. Cambiaba las imágenes bastante rápido.

—Takeo-san, ¿se encuentra bien?—preguntó un hombre de cabello rojo.

—Sí, estoy bien, Kenta. Gracias—respondió sin dejar de ver las pantallas—. ¿Los agentes en cubierto han podido identificar a los demás?

—Temo que no. Consiguieron información de que cambiaron de aspecto, pero siendo así, podría ser cualquiera.

—Diablos—musitó. Se volteó para verlo—. Tráeme el collar que Asahina olvidó. Haré esto más fácil.

—Sí, señor—respondió saliendo de la habitación.

Takeo se quedó revisando las cámaras nuevamente.

—Veamos, ahora que lo pienso, Kirishima siente una debilidad muy grande por Yokozawa, por lo que he oído—se dijo a sí mismo—. Claro, como lo pensé antes. Si encuentro a Yokozawa, encontraré a Kirishima y al resto... Pero estando juntos, mis hombres no podrán hacer mucho.

Se quedó pensando unos minutos. Era verdad: si estaban juntos, y teniendo poderes como los de Kirishima o Yukina, no podrían hacer mucho. Hasta que recordó... los portales.

—Por supuesto. Eso facilitará las cosas—dijo para después salir de ahí, rumbo a donde estaba Kenta.

 

— ¿Saben? Podríamos volar un poco aunque sea—se quejó Yukina—. Caminando y yendo colarnos en camiones nos hará tardar días.

—Estoy de acuerdo—dijo Takano—. Además, volando no nos atraparan tan fácilmente.

—No se crean—dijo Hatori—. Los agentes de Takeo tienen todo tipo de cosas. Desde tanques blindados, hasta helicópteros que también lo están.

—Increíble—dijo Yokozawa—. ¿Tantos fondos recibe?

—No tienes idea—habló por fin Asahina—. Las personas de las ciudades le envían mucho para que pueda mantener esa cárcel.

La pregunta que aun se hacían era: ¿Cuánto tiempo hacía que esa cárcel estaba? Debía ser desde un tiempo largo.
El tiempo que estuvo encerrado, Asahina no pudo descubrir eso. Lo intentó, pero no consiguió nada.
De repente, Yukina, Takano y Yokozawa sintieron que eran jalados a un callejón. Estuvieron por hablar, pero Hatori les susurró que se callaran. Se asomaron y pudieron ver bien: eran más agentes de Takeo que se estaban llevando a dos personas. Un joven y una mujer.

—Cielos—susurraron.

Ninguno puso resistencia, por lo que los agentes no usaron a la violencia. Les pusieron los brazaletes y se los llevaron.

—Tendremos que tener cuidado—dijo Kirishima—. Esperemos un rato.

Estuvieron en el callejón menor de treinta minutos. Allí se quitaron las pelucas. Pero claro, no debieron esperar tanto en el mismo lugar.
Un viento muy fuerte los hizo cerrar los ojos y cubrirse la cara. Levantó mucha tierra, por lo que hicieron eso de cubrirse la cara.

—Bueno, creo que saqué el premio mayor—escucharon la voz grave de un hombre.

Todos, menos Yokozawa, la conocían. Apenas levantaron la mirada, sus expresiones eran de odio hacia él. Yokozawa lo miró y pudo apreciar a un hombre de mediana edad, cabello rubio y ojos oscuros.

—Takeo—musitó.

—Bueno, creo que están pensando cómo los encontré—dijo con algo de orgullo—. Asahina, ¿esto te es familiar?—preguntó con cinismo, mostrando el collar.

—Mi collar. El collar que me dio Ryuichirou—dijo, con la cara algo pálida.

—Debiste prestar más atención el día que escapaste.

Takeo no se acercó a ellos, sólo se quedó mirando a Kirishima.

—Veo que finalmente nos conocemos... Kirishima—dijo con expresión seria.

—Lo mismo digo.

—No quiero escribir un libro, así que sólo diré que... si no están juntos, no podrán hacer mucho.

Antes de que pudieran reaccionar, abrió un portal en el aire. Todos lo miraron con estupor. Takeo dio unos pasos atrás y vio como el portal hacía que ellos fueran arrastrados hasta su interior, incluso el gato. Ni la fuerza de Kirishima ni la velocidad de Yukina podían salvarlos. Al final, sólo se escucharon sus gritos de desesperación al ser absorbidos por eso.

 

Takano salió disparado por su lado, acabando en un contenedor de basura.

—Qué asco—dijo limpiándose. 

Salió del contenedor y se percató de algo: era su ciudad natal. Miró determinadamente todo y nada parecía haber cambiado.
Esa ciudad estaba un poco más lejos de la  C.P.C, por lo que no perdía nada si volvía o no.  Decidió igual a la otra ciudad porque debían arreglar las cosas juntos. Caminó un poco y se dio cuenta de algo. Ese lugar donde terminó, estaba a unas calles de su casa.
Efectivamente, la misma estaba como siempre desde afuera. No perdía nada por echar un vistazo. Se hizo invisible y fue volando hasta una de las ventanas para entrar. La ventana era la de su cuarto. Apenas entró, la cerró. Todo estaba como lo había dejado cuando se fue. En su mesita de noche había una foto en la que salían sus padres y él. Sonrió con algo de tristeza y nostalgia. Sus padres si lo querían, pero con sus trabajos solían olvidar que existía.
Pasos se escucharon en el pasillo. Se hizo para atrás y vio que su madre ingresó al cuarto y se sentó en su cama. Tomó la foto y dijo con lágrimas.

—Te extrañamos mucho, Masamune. Pero creemos que lo mejor fue te fueras, porque nosotros no éramos muy buenos. Pero no debes dudar que te amamos. Tal vez un día vayamos a verte a la otra ciudad.

Takano se llevó una mano a la boca y retrocedió un poco. Con ese movimiento, la madera rechinó. Su madre miró a todos lados y vio la ventana cerrada.

—Ay, no. ¡Esa ventana debe estar abierta para él!—susurró mientras la abría. Luego se fue al piso de abajo.

El pelinegro bajó las escaleras volando. En el piso de abajo, su padre se mantenía frente a otra foto de él que tenía dos velas blancas a los costados. Estaba rezando por él. Soltó unas lágrimas y fue volando hasta su ventana para salir por ahí. Antes de hacerlo, susurró:

—También los amo.

Siendo invisible, voló hasta la otra ciudad para buscar a los demás, aunque sabía que no podía estar en el aire mucho tiempo, porque los agentes sabían cómo encontrarlo si estaba usando su poder.

 

Hatori salió disparado también del portal y cayó en los arbustos de un parque.

—Ay... Me dolió—dijo mientras se levantaba—. ¿Dónde diablos terminé?

Nada se le hacía muy conocido. No sabía si estaba en la misma ciudad o si había terminado en otra. Vio a una señora y le preguntó qué ciudad era. La respuesta no le gustó mucho: estaba en la ciudad a la que se había mudado con los demás tiempo atrás. Tenía un problema. Un GRAN problema.
No iba a poder hacer mucho más, así que sólo debía caminar y ver cómo conseguir un boleto de tren para llegar a la otra ciudad.
No iba a sentarse en una esquina y pedir dinero a los que pasaran ni tampoco iba a limpiar los vidrios de los autos. Bueno, tal vez debía arriesgarse e ir volando. Pero al igual que Takano, sabía que no podía estar mucho tiempo así.
Miró a todos lados y pudo ver dos figuras muy conocidas... Sus padres. En un momento como ese, deseaba tener el poder de Takano. Pero bueno, sólo se escondió detrás de algo.

— ¿Yoshiyuki está en esta ciudad?—preguntó la mujer.

—No lo sé, pero igual... ¿Qué importa?—respondió el hombre, encogiéndose de hombros.

—Sí, es cierto—dijo ella con indiferencia.

Todavía no pudieron superar el hecho de que su hijo fuera gay. Hatori sacudió la cabeza y alzó vuelo. En su camino, no podía dejar de pensar en las palabras de sus padres. ¿Por qué les costaba tanto aceptar eso? Él nunca mostró que le afectara, pero si lo había hecho. Y Yoshino siempre lo supo, al igual que todos los demás. Pero al tener el apoyo del grupo, pudo seguir sin pensar en eso.
Obvio que sí podía dolerle, pero siempre se decía que no debía dejar que algo así lo afectara tanto.

—Me centraré sólo en lo que empezamos con los demás—pensó viendo como sus progenitores se alejaban.

 

Yokozawa y Asahina salieron disparados hacia una piscina. Asahina se golpeó la cabeza, por lo que quedó algo perdido. Yokozawa se dio cuenta y lo tomó de la muñeca para sacarlo y que no se ahogara. Salió del agua y tomó las dos muñecas del mayor para poder sacarlo de la piscina.
Asahina tosió la poca agua que tragó y miró a Yokozawa.

— ¿Estás bien, Asahina?

—Sí, sí, no te preocupes. Gracias—dijo mientras se arrodillaba—. Debí pensar en eso.

— ¿En qué?

—Ese collar tenía lo que es mi energía. Takeo tiene una forma para comparar esas energías con las de una persona. De esa forma consiguió encontrarnos.

— ¿Podría encontrarnos ahora?

—Sí, por eso debemos movernos ahora. No nos encontrará tan fácilmente si estamos en movimiento.

Los dos se levantaron y registraron el lugar con la mirada.
Yokozawa no lo conocía, pero Asahina sí.

—Estamos en la casa de Ryuichirou.

Yokozawa lo miró y se dio cuenta que había tristeza en su mirada. No iba a ser buena idea quedarse ahí. Lo tomó del brazo y le dijo que se fueran. Asahina asintió y ambos abandonaron la casa.
El mayor le dijo que no estaban muy lejos de la C.P.C, pero también que no podrían hacer mucho si estaban solos, por lo que tendrían que ir a buscar a los demás.

— ¿Cómo regresaremos si no podemos volar?—preguntó Yokozawa.

—Mmm... Bueno, puedo hacernos una ventisca de viento e ir así un rato. Luego tendremos que caminar o subirnos en un camión.

—Suena bien. Hagámoslo.

—Pero aquí no. Busquemos un lugar donde no haya gente, será lo mejor.

Los dos caminaron por las calles, buscando algún callejón o algo. Asahina miró hacia atrás y puedo ver la gran casa de su novio. De verdad que parecía que ese portal los dejó ahí apropósito. No tuvo tiempo de ver si los padres de Isaka estaban o si estaban con algo para buscar a su hijo.
Yokozawa miró determinadamente esa ciudad. Sentí que ya había estado ahí, pero sus recuerdos estaban borrosos. Algo debió pasar con eso. Había muchas cosas que no recordaba, y eso lo preocupaba.

—Mira, un callejón. Allí podré usar mi poder—dijo el castaño—. Escucha, sólo sostente de mí y nos haré a ambos una ventisca de viento.

—De acuerdo.

Ambos se metieron al callejón y luego se fueron en una ventisca hasta la ciudad.

 

Kirishima fue el primero en salir del portal. Usando su fuerza, se sujetó de la rama de un árbol, que se partió por la misma fuerza, pero lo frenó.
Sabía que los otros saldrían disparados también, por lo que se preparó y cuando Yukina y Sorata salieron del portal, los atrapó a ambos.

— ¿Están bien?

—Sí, gracias, Kirishima—dijo Yukina.

—Buena atrapada, Zen—comentó el gato—. ¿Dónde estamos?

—Ni idea...—miró el lugar y era cerrado—. Un momento, ya hemos estado aquí.

—Es... nuestra anterior escuela.

Tuvieron la suerte de estar en vacaciones, porque no tenían que preocuparse de los alumnos o los profesores. Miraron a todos lados y pudieron ver a los conserjes. Se escondieron detrás del árbol para no ser vistos. Esos dos estaban sacando la basura.

— ¿Por qué vendrán es época de vacaciones? ¿O de donde salió esa basura?—susurró Yukina.

—Buena pregunta... Ni idea—dijo el castaño.

Vieron que los señores salieron de ahí y aprovecharon para volar lejos. Decidieron aterrizar en una calle desierta. Kirishima dejó al gato sobre un pequeño muro.

—Bueno, creo tendremos que volver a la ciudad—dijo Sorata—. Tendremos que ir al hotel. Allí empezaremos a buscar a los demás.

Los dos chicos asintieron a la idea.
Kirishima miró el cielo, pensando en Yokozawa. Esperaba que estuviera bien, donde fuera que estuviera. Yukina lo notó y puso su mano en el hombre del mayor.

—Descuida. Los encontraremos.

—Gracias, Yukina.

Se alejaron un poco de ahí, puesto que había algunas personas mirando por las ventanas. Era fácil notar.

Ambos se fueron volando rápido, mientras el gato iba aferrado a la ropa de Zen.

Continuara... 


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