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Por favor... déjame entrar a tu vida por Sakura015

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Notas del capitulo:

Fanaticos del Yaoi, les quiero avisar una cosa. Si son de Argentina, algunos sabrán que, posiblemente, la semana que viene arrancan las clases. Así que desde ya les comento es que si no actualizo tanto es: 

1: porque tengo que ir a comprar las cosas que necesito.

2: Y bueno, por las clases. 

No voy a abandonar, obviamente. Pero es para que ustedes ya sepan. Igual, tendré en mente que muchos de ustedes tambien habrán empezado, así que... Nada, sólo eso.

Sin mas que decir...a leer.

Luego de haber sido enviados a diferentes lugares por Takeo, el grupo decidió volver a la ciudad y buscarse desde ahí. Apenas estuvieron en una entrada cada uno, dejaron de usar sus poderes y fueron a pie por las calles. No les quedaba otra.
Yokozawa y Asahina habían llegado hasta el hotel y ahora estaban caminando por las frías calles. Estaba todo muy solitario. Los negociosos habían cerrado muy temprano y no había nadie en las calles. Parecía el fin del mundo.

—Esto me da mala espina—dijo el mayor.                                      

—También a mí. Algo debe pasar—contestó Yokozawa.

—Sigamos caminando sin detenernos.

Ellos sólo habían caminado unos veinte minutos por ahí, buscando a los demás. La zona estaba demasiado tranquila, lo cual no era algo muy bueno.

— ¿Qué estará pasando?—pensó el menor.

—Yokozawa, tenemos que irnos—dijo Asahina, con la mirada clavada en una esquina.

Yokozawa miró hacia allá y vio que estaba lleno de agentes de la C.P.C.
Las cosas si se complicarían si los llegaban a ver.

—Demos la vuelta—dijo Asahina.

—Sí.

Ambos dieron unos pasos atrás y trataron de no ser vistos. Pero digamos que la suerte no estaba de su lado. Los agentes se dieron cuenta de que estaban.

—Diablos—susurraron.

— ¿Y ahora? Estoy en blanco—dijo el mayor, en forma de que no tenía ideas.

—Yo también.

Tenían un punto a favor: esos no tenían ni esos tanques blindados ni armas. Pero seguramente si tendrían los brazaletes o las esposas para bloquear sus poderes.
En menos tiempo del que esperaban, se vieron rodeados por esos agentes.

—Asahina...

—Escucha, cuando te diga, toma mi mano—susurró para que sólo él lo escuchara.

Yokozawa no objetó nada. Asahina debía saber lo que estaba haciendo.
Los agentes avanzaron rápidamente hacia ellos y Asahina gritó:

— ¡Ya!

Yokozawa tomó su mano y ambos “desaparecieron”, haciendo que todos chocaran como en las películas de risa.
Luego, aparecieron en el techo de un kiosco. Esto no pasó desapercibido por los hombres. Decidieron pedir refuerzos que tuvieran armas si era necesario.

— ¿Otra idea?—preguntó el menor.

—No...

—...Espera, quedemos aquí hasta que lleguen sus refuerzos. Quiero que la gente vea que no son la protección que necesitan... Mantén los ojos abiertos y que no te atrapen—exclamó el menor, mirando hacia todos lados.

Asahina quedó un poco confundido ante esas palabras, pero por parte, lo entendía. Si Yokozawa estaba en lo cierto, todo estaría bien.
Los agentes no tardaron mucho en llegar. Algunos lo bajaron de un helicóptero, que seguramente estaría blincado, tal como Hatori lo mencionó.
Eran tres y una de ellos tenía un arma. Una especie de rifle. Les apuntó y ellos, para evitar accidentes, levantaron las manos.

—No me hagan hacer una locura—dijo el sujeto con el arma.

—Asahina, cuando te diga, toma mi mano y gírame—susurró.

— ¿Que te gire?—preguntó, confundido.

—Sólo hazlo. Es algo que estuvimos practicando con los chicos.

Al mayor se le daba una idea de lo que Yokozawa quería hacer. Lo había visto en una película. Esperaba que la fuerza que tuviera fuera la suficiente para eso.
Esperaron un momento y cuando los tipos se acercaron, Asahina tomó la mano de Yokozawa e hizo lo que éste le mandó. Salió bien, los sujetos se llevaron una patada en la cara.

—Muy bien—dijo el menor.

—No sabía que habían practicado eso—comentó el mayor, sin salir de su sorpresa.

—Sabíamos que si no estábamos con Kirishima, debíamos poder defendernos.

Ambos miraron el suelo y el rifle estaba en el suelo. Yokozawa lo tomó.

— ¿Sabes usar uno de esos?—preguntó el mayor.

—Sí. Una vez tomé algunas clases. No me preguntes por qué—pidió.

Los tres sujetos, con algo de esfuerzo, se levantaron. Yokozawa, para ver sus reacciones, disparó cerca de ellos. Asahina se tapó los oídos y cerró los ojos por el ruido, y los tres tipos se tiraron al suelo.

—Eso no lo esperaba—comentó Yokozawa, quitando todas las balas.

—Siento un ruido raro en mis oídos—exclamó Asahina, sin abandonar su expresión seria—. Ven, bajemos.

Los dos bajaron del techo. Antes de que pudieran avanzar, escucharon el grito de un guardia:

— ¡Lo mató!

Ambos intercambiaron una mirada de desconcierto. Pero sin querer dejarse atrapar, Asahina los sacó de ahí, dejandolos lo más lejos posible.

—Asahina, sé que no es el momento adecuado para hablar de esto, pero... el día que me diste ese liquido extraño, sí vi algo.

— ¿Qué? ¿Qué viste?

—Vi que... tú provocaste un accidente.

 

— ¡Hatori!—gritó un azabache, corriendo hacia su amigo.

— ¡Takano, estás bien!—exclamó el castaño, aliviado.

—Sí, por suerte. ¿Cuándo llegaste a la ciudad?

—Hace poco. Vine volando, aunque fue riesgoso.

 —Lo sé. Yo también vine volando.

Ambos miraron a todos lados, esperando que los demás tuvieran la misma suerte de encontrarlos como ellos y viceversa.
Bueno, les tocaba caminar ahora. Ambos recorrieron las calles, en busca del resto del grupo.

— ¿Tuviste problemas para llegar hasta aquí?—preguntó Takano.

—No, por suerte no. Pero si tenía algo de miedo de que los agentes notaran mi presencia, considerando que perdimos las pelucas y perforaciones—respondió—. ¿Tú tuviste problemas? Porque, a pesar de que te haces invisible, pueden notar tu presencia, como ya mencioné.

—Creo que un punto sospecharon, pero no intentaron nada. Takeo debió pensar mejor las cosas—exclamó Takano.

—La verdad que sí. Pero bueno, no bajemos la guardia.

Ellos siguieron, mirando hacia todos lados para ver si, aparte del grupo, veían a más de la C.P.C, cosa que no los tenía tranquilos, para nada. Esperaban no tener que enfrentarlos.

—Hatori, usa tu poder para ver si hay cerca.

—De acuerdo.

Hatori entró en un trace y buscó a los guardias por las calles. Había, sí. Pero un poco lejos de donde ellos estaban. Se dio cuenta que tendrían que dar toda la vuelta por otra calle para no ser vistos.

—Ven, demos la vuelta—dijo el castaño.

—Espera, puedo hacernos invisibles. No perdemos nada por unos minutos volando—dijo Takano.

Hatori lo pensó un momento y dijo:

—... Tú sólo no tienes ganas de caminar.

— ¡Ya caminé bastante mientras buscaba a alguien!

Hatori sabía que era imposible discutir con él, así que terminó por ceder a lo que Takano decía. Sujetó el brazo de Takano y éste los hizo invisibles.

—Si nos atrapan, será tu culpa—exclamó Hatori.

—Sí, sí, lo que tú digas—respondió con indiferencia.

Volaron por la parte donde estaban los guardias. Ellos notaron que éstos tenían armas y un tanque blindado. Que más que un tanque, era un vehículo para llevar a los Humanos Elegidos. Pero lo único que no tenían esos agentes era algo para protegerse el cuerpo. Para Takano y Hatori era un poco extraño, porque casi siempre, las fuerzas estaban armadas hasta los dientes.
Sin embargo, las armas eran diferentes a lo que ellos pensaban. Algunos tenían rifles, otros tenían pistolas y unos pocos tenían armas blancas.

— ¿Por qué Takeo les dará armas tan... “comunes”?—se preguntó Takano.

—Es raro. Tiene fondos para muchas cosas, pero jamás los he visto con armas que no fueran esas—dijo Hatori—. Takano, tenemos que caminar ahora.

Ambos bajaron y se escondieron detrás de un contenedor de basura.

—No sé qué hacer. Si vamos siendo invisibles, se darán cuenta—dijo Hatori.

—Creo que no queda otra... Tenemos que enfrentarlos.

Esta vez, Hatori no objetó nada. Creyó que era lo mejor demostrar que no les tenían miedo. Lo único de lo que tenían que preocuparse era que ellos también tuvieran portales.
Takano los hizo visibles de nuevo y ambos salieron de su escondite, dejando que los agentes lo vieran.

— ¿Qué hacemos ahora?—preguntó Hatori.

—Escucha, exactamente en cinco minutos, búscame con tu poder y envía a los agentes a mí—dijo el azabache.

— ¿Qué planeas?

—Tú hazlo nada más.

Takano no le dio tiempo de responderle nada cuando desapareció. Hatori miró hacia delante y vio que sólo un sujeto se acercó a él. Tenía unas esposas que parecían de hielo. Las mismas que Asahina mencionó.

—Haz las cosas fáciles y no usaré la violencia—dijo.

—Muy bien, muy bien. Me rindo. No intentaré nada—aseguró el castaño, levantando las manos. En ese momento, él pensaba: “Date prisa, Takano”. Sería lo peor que los cinco minutos se pasaran tan lentos.

—Acércate lentamente—dijo.

Hatori, sin bajar las manos, se acercó a él. Mientras lo hacía, buscaba a Takano. No estaba muy lejos de donde estaba él, pero si quería llegar, debía correr. En momentos así, deseaba tener el poder de Yukina.

—No queda otra—pensó antes de salir corriendo hasta donde estaba su amigo.

— ¡Atrápenlo!—ordenó quien sería el jefe.  

Hatori corrió sin mirar atrás. Sabía que lo perseguían, y esperaba que no hubieran escuchado nada de lo que Takano le había dicho.
Dobló en una esquina y vio que Takano le hacía señas para que se metiera en un supermercado abandonado. Se metió allí y los agentes lo siguieron, pero ellos querían entrar sin hacer ruido.

— ¿Y ahora?—preguntó Hatori, escondido detrás del mostrador lleno de polvo.

—Espera que entren y llévalos hasta donde están esas heladeras descompuestas. Ábrela y quédate detrás de la puerta—le respondió desde arriba de uno de los estantes.

—Takano, ¿otra vez hiciste de las tuyas?

Takano le lanzó una mirada que lo decía todo. Él siempre tuvo la costumbre de hacer bromas pesadas, por muy serio que se viera. Siempre hacia enojar bastante a Zen, cosa que le parecía un tontería a Hatori, pero muy divertido a Yukina.
Finalmente, los guardias entraron y registraron el lugar. Caminaron por los pasillos, buscándolos a ambos. Sabían que estaban allí, pero no podían estar muy seguros de donde podían estar.
Y como Hatori no quería correr el riesgo de no llegar a esas heladeras, lanzó un pedazo de escombro lejos de donde estaba él. Los agentes reaccionaron al momento y fueron por donde el ruido se escuchó.

—Hatori, ve a las heladeras, yo los llevaré hasta allá—susurró Takano.

Hatori fue con cautela hasta esas heladeras, mirando fijamente el lugar por donde se habían ido los agentes. Cuando llegó, se preparó para abrir la puerta, mientras escuchaba pasos que se acercaban.

— ¡Allí está!—dijo un agente.

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, Hatori abrió la puerta y... un montón de cosas cayeron encima de todos los tipos, aplastándolos.  Takano fue rápido hasta Hatori.

—Oi, ¿estás bien?—preguntó el azabache.

—Sí, estoy bien, gracias. ¿Cómo lo hiciste?

—Soy el mejor—dijo con orgullo.

Salieron del lugar y, por desgracia de la vida, había muchos más guardias que antes.

— ¡Estás arrestados por matar a hombres de la C.P.C!

— ¡¿Matar?!—dijeron, desconcertados.

—Pónganles las esposas—ordenó.

—Hatori, ¿una idea?

—Temo que no.

Ambos retrocedieron hasta chocar sus espaldas. Ahora sí que iban a necesitar mucha ayuda.
Los agentes se acercaron a ellos y tomaron sus manos para ponerles las esposas. Pero antes de que pudieran terminar...

—Lo siento, pero ellos se vienen conmigo—exclamó un castaño, apareciendo a la velocidad de la luz. Tomó a ambos chicos de la muñeca y se los llevó.

Los agentes dispararon todas sus balas, pero él pudo esquivarlas todas. Llegaron hasta un punto muy lejos de donde estaban antes.

— ¡Por Dios! Los salvaste—dijo otro castaño, aliviado.

— ¡Kirishima!—dijeron los dos.

—Yukina, gracias por eso—dijo Hatori.

—Olvídenlo. Sé que harían lo mismo.

—Chicos... ¿saben algo de Yokozawa y Asahina?—preguntó Kirishima.

Continuara...


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