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Por favor... déjame entrar a tu vida por Sakura015

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Todo debía ser una maldita broma. Primero Asahina y Yokozawa; después Kirishima; después Takano. ¿Y ahora Hatori y Yukina? Las cosas se salieron de control totalmente. Fueron de mal en peor. Las personas se alejaban echando humo cada vez que los veían. Y había más agentes que antes buscándolos por las calles. Pero tampoco podían volar, debido a que los helicópteros estaban buscándolos también. Se dieron cuenta que tendrían que seguir esas tres horas a pie. O con suerte subirse a un camión sin ser vistos.

—Kirishima, ¿qué haremos?—preguntó Yukina.

—No lo sé.

Habían estado escondidos media hora en un contenedor de basura vacio. Parecía nuevo. No tiene olor desagradable ni estaba manchado de nada. Lo único que les daba luz era el celular de Yukina. Los demás estaban sin batería, puesto que olvidaron cargarlos antes de salir del hotel donde se habían quedado.

— ¿Hasta cuándo nos quedaremos aquí?—preguntó Takano.

—Creo que, si tenemos suerte, nos quedaremos hasta la noche—contestó Asahina—. Yukina, apaga tu celular. No será bueno si se queda sin batería.

—Está bien.

El menor lo apagó y todo quedó en silencio. Sólo se podían escuchar las respiraciones de cada uno. Esperaban no ser detectados de alguna u otra forma. Pero sabían que no debían confiarse mucho. Esos agentes estaban llenos de sorpresas.
Sorata estaba en el regazo de Takano, pero no dormía. Sabía que no sería justo, ya que los jóvenes estuvieron bajo mucha adrenalina.

—Kirishima, cuando obtuve mis poderes, yo tomé la mano de mi padre porque vi en un sueño que ellos me mostraron algo del pasado—reveló Yokozawa de la nada. No entendieron por qué decidió hablar de eso, pero no le dijeron nada.

— ¿En un sueño? ¿Qué te mostraron?

—Cuando nos mudamos, cinco años antes de que atropellaran a mi hermano—dijo—. En el pasado, nos amaron. Pero luego de la muerte de Ryu, se metieron más en el alcohol y drogas.

—Dios—suspiró Kirishima, pasándose la mano por la frente.

—Piensas que si no hubieras tenido ese sueño, ¿no habrías tomado su mano?—preguntó Takano.

—No lo sé.

Yukina, Hatori y Asahina suspiraron. Debió ser duro para Yokozawa ver que sus padres dejaron de amarlo luego del accidente de su hijo mayor.
Pero en realidad, Yokozawa estaba preocupado por el hecho de pensar que podía hacerse realidad su sueño del tiroteo.

 

Pasaron las horas y cuando por fin se hizo de noche, Kirishima se asomó para ver si estaban allí todavía.

—Bien, no hay moros en la costa—susurró—. Salga rápido y vámonos volando. No podemos tardar.

Fue el primero en salir. Luego lo siguió Yokozawa, Yukina, Takano y por ultimo Asahina con el gato en brazos. Luego, lo sujetó un poco más fuerte y volaron lo más rápido que pudieron. Para poder hacerlo más rápido, Yukina les dijo que se sostuvieran lo más fuerte de él y que pase lo que pase, no se soltaran. Parecía uno de esos viajes en el tiempo que se ven en las películas. Yokozawa y Takano entrecerraron los ojos al sentir que el viento casi golpeaba sus caras. Hatori y Asahina simplemente bajaron la cabeza. Y Kirishima ni se movió. El gato, como era de esperar, se sujetó mucho más fuerte de la ropa de Asahina. Eso siempre pasaba, así que ya estaban acostumbrados.
En poco tiempo llegaron. Después de un viaje tan largo, lograron llegar a su objetivo.  Se quedaron de pie para contemplarla. Era inmensa. Parecía que estaba formada por dos canchas de futbol. Y era alta como un edificio con treinta pisos. Aun así, Asahina dijo que en las partes más altas, sólo estaban los agentes, que los prisioneros estaban el primer y segundo piso.
Kirishima hincó una rodilla para dirigirse al gato.

—Sorata, tú tendrás que esperar aquí afuera. Será peligroso para ti.

—El gato que tuvo que soportar vuelos y muchos cambios de lugar tendrá que quedarse como tonto esperando—soltó con sarcasmo. Luego dijo—: Seguro. Cuídense mucho. Todos.

Kirishima se levantó y se dirigió a Asahina.

—Asahina, ¿cómo entramos?

—Hay un conducto que no deja en la entrada, por la parte de adentro. Nos meteré y luego que Takano nos haga invisibles, ya que los únicos detectores de poder que hay, están donde las celdas—explicó.

Todos asintieron y se sostuvieron del mayor. Sin perder tiempo, los metió en la cárcel y pudieron ver cómo era por dentro. Algunas paredes eran de color rojo, razón por la que parecía un poco oscuro. Había una puerta que daba directo a lo que parecía un comedor. Y otra puerta que llevaba a una sala con más puertas y dos pasillos grandes. Las celdas podían estar o en una de las puertas o cruzando los pasillos.
Takano los hizo invisibles y comenzaron a hablar en susurros. El primero fue el azabache.

—Vamos por partes. No nos podemos separar o estaríamos haciendo el primer paso para ser atrapados con facilidad. Debemos quedarnos juntos—dijo—. Lo segundo: apenas encontremos las celdas, tendré que hacerlos visibles de nuevo.

—Perfecto. Ahora bien, Hatori, ¿tú puedes ver lo que pasa aquí? ¿O sigue eso que no te lo permite?

Hatori lo pensó y decidió probarlo. Buscó lo primero que le vino a la mente.

—Nos veo a nosotros mismos.

No tardó en regresar a la normalidad.

—Ahora sabemos que simplemente no podías verlo de afuera. Será más fácil encontrar a los muchachos.

Hatori se metió en su trance y al primero que vio fue a Ritsu. Estaba justamente en el primer piso.

—La celda se encuentra en por el segundo pasillo. No hay guardias custodiando y las celdas únicamente se pueden abrir con un código.

—Muy bien, Hatori—dijo Kirishima—. Vamos rápido. Los guardias pueden venir en cualquier momento.

Todos fueron caminando rápidamente por el primer pasillo. Sentía mucha adrenalina en sus cuerpos. Y pensar que por fin estaban allí y que salvarían a sus parejas, los hacía casi temblar. 
Una puerta se abrió y dos guardias salieron.

—Takeo-san dice ese grupo no debe tardar en llegar—comentó uno de ellos.

— ¿Y todo lo que pasó?

—Ni eso los detuvo.

Se subieron a un ascensor y se fueron a los pisos de arriba. Suspiraron de alivio y siguieron caminando. De repente, Yokozawa se detuvo.

— ¿Qué ocurre?—preguntó Asahina.

—Siento algo—susurró. Miró hacia una esquina y pudo verlo—. Un detector de poder.

—No lo había visto—susurró Hatori, sin salir de su sorpresa—. Takano, haznos visibles.

Pero apenas lo hizo, unos brazaletes salieron disparados, sujetando las muñecas de todos. El suelo se abrió y todos cayeron. Lo último que se escuchó fueron sus gritos mientras caían.

 

Yokozawa comenzó a despertar. Tenía un dolor fuerte en su brazo derecho y sentía una presión en el tobillo. Se levantó y cuando dio un paso, sintió un tirón. Se volteó, sólo para ver que estaba encadenado a la pared. Miró sus muñecas y tenía los brazaletes.

— ¡Yokozawa!—escuchó que su nombre era gritado a través de una abertura en la pared que estaba más alto de donde él estaba.

— ¡Chicos! ¿Qué pasó?

—No lo sabemos—contestó Takano—. Todos tenemos los brazaletes. ¿Qué...?

—Bueno, parece que tengo visitas—escucharon una voz muy conocida. Salía de una cosa en la pared—. Qué bueno que por fin llegaron.

—Takeo, sabías que estábamos dentro entonces.

—Mis agentes no lo notaron, pero yo sí. Ahora bien, me temo que no podré liberar a sus parejitas... al menos no aun.

— ¿Por qué?—preguntó Yukina.

—Me quedé sin una cosa importante. Pero descuiden, pronto la tendré—dijo con cinismo—. Lamento mucho que llegáramos a esto, Yokozawa, pero temo que no puedes seguir vivo. Tú terminaras por saber demasiado.

— ¿Cómo que “terminaré”?

Takeo no le respondió. El aparato se apagó y el lugar donde estaba Yokozawa comenzó a llenarse de agua.

— ¡Hagan algo!—suplicó.

— ¡Aguanta! Ya pensaremos en algo—gritó Kirishima.

El castaño no podía usar su fuerza, teniendo en cuenta que estaba bloqueada. Todos tenían los brazaletes, así que nadie podía hacer mucho. Se desesperaron. Escucharon la voz de Yokozawa diciendo que el agua ya estaba por sus pantorrillas.
Yukina miró hacia todos lados y pudo ver que había un clavo suelto en la pared. Se lo enseñó a Kirishima y éste no tardó en captar el mensaje. Dolería, pero le dolería más perder a Yokozawa. Con un poco de esfuerzo, logró que una parte del brazalete quedara en el clavo y comenzó a jalar con lo que sería su fuerza normal. Dolía de verdad. Pensaba que en cualquier momento su circulación se cortaría.
Asahina sabía que eso era mala idea. Terminaría por lastimarse las muñecas. O su circulación se cortaría, como Kirishima pensaba. Miró el rostro de éste y notó sus mejillas algo rojas. Seguramente era debido al esfuerzo que estaba haciendo.
Takano y Hatori se acercaron un poco a la abertura en la pared y Yokozawa gritó que el agua estaba por sus caderas. Al escuchar eso, Kirishima intentó tirar más fuerte para ver si podía romper el brazalete.

— ¡Kirishima, para! ¡Vas a lastimarte!—exclamó Takano. Pero Kirishima no le hizo caso y siguió con lo suyo.

— ¿Qué hacemos?—preguntó Yukina, con el corazón a mil por hora al pensar que Yokozawa podía estar a punto de ahogarse.

Escucharon dos gritos. Uno fue de Yokozawa, diciendo que el agua estaba por encima de su cintura y otro fue un:

— ¡Sí!

Continuara...


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