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Por favor... déjame entrar a tu vida por Sakura015

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Yokozawa y los demás se quedaron de piedra al ver que eran los padres del peli azul. Él trató de acercarse, pero Kirishima lo tomó de los brazos para que no lo hiciera, por miedo a que fuera una trampa.

— ¿Sorprendido?—exclamó Takeo—. Sé que sí. Por fin te los pude mostrar. Llegué a creer que los tendría que tener aquí por más tiempo.

— ¿Por qué haces esto?—preguntó Yokozawa, luchando para que Kirishima lo soltara.

—Buena pregunta. Digamos que... ahora no te puedo responder eso. Entiendo que estás preocupado por ellos, aun después de todo lo que te hicieron—con un tono comprensivo, pero rápidamente volvió a cambiar—. Yokozawa, te dije que descubrirías mucho por tu poder. Ahora eres el único que tiene ese poder. Nadie nunca tuvo lo suficiente como para portarlo.

— ¿Cómo que “nadie tuvo lo suficiente”? ¿Eso qué significa?—preguntó él, dejando de forcejear.

Takeo retrocedió y abrió la jaula, dejando en libertad a los humanos normales.

—Esto es entre tú y yo—sentenció Takeo, elevándose y sacando hielo de sus manos.

— ¡Que así sea!—aceptó el desafío. Kirishima trató de tomarlo del brazo, pero Asahina lo impidió.

—Él sabe lo que está haciendo—fue todo lo que dijo.

Takeo sacó del suelo con su poder un muro de hielo, que los separaba del resto. Yokozawa frunció el ceño y se acercó un poco a él.
Takeo se acercó muy rápido a él, con la intención de golpearlo, pero Yokozawa fue más rápido y pudo esquivarlo. Si bien no tenía un poder como el de Kirishima, Takano o Yukina, sabía defenderse. Su novio le había enseñado que hacer. Hasta lograba esquivar los ataques de hielo. Claro que tenía algo de miedo, pero no se iba a rendir para que terminaran por atraparlos a todos de nuevo. Sabía que Kirishima se había estado repitiendo eso, así que él estaba dispuesto a ayudarlo para que no llevara tanto peso en sus hombros.

—Takeo, no queremos hacer nada más que llevarnos a los normales—dijo Yokozawa, esquivando un golpe.

— ¡Mientes! ¡Mientes igual que todos!—gritó.

— ¿De qué estás hablando?

— ¡Siempre me decían algo, pero luego me traicionaban! Menos Kenta, él siempre fue el único que me siguió.

—Pero Kenta me había comprado bajo tus órdenes... para atraer a Kirishima. ¿Nunca se te ocurrió que yo podía venir con él?

—Claro que sí, pero él no tiene que preocuparse. Después de todo... es mi sombra—dijo con cinismo. Yokozawa arqueó las cejas—. Pero a él le da igual. ¿Verdad, Kenta?

Yokozawa vio que un joven de cabellera roja apareció en el lugar. Por como lo hizo, pudo deducir que se había teletransportado.
Al verlo con más determinación, se pudo dar cuenta que ese chico no debía pasar los veinticuatro años. Algo llamó su atención: tenía la mirada perdida, apagada. Como si no tuviera emociones.

—Yo le dije que si tus padres se echaban para atrás, debía capturarlos y dejarlos aquí. Tal vez unos días sin comer, otros sin agua—Takeo decía todo eso sin un pisca de remordimiento por hacer eso con las personas—. Obviamente, digo mientras estaban fuera, porque encerrados sólo fueron unas horas.

La sangre de Yokozawa hervía. No podía pensar que sus padres habían sido maltratados por ese maldito. Estaba dispuesto a ir a golpearlo, pero Kenta se teletransportó justo delante de él.

—Ni lo pienses—dijo sin borrar la expresión seria.

Al poder mirarlo más de cerca, Yokozawa se dio cuenta que ese chico no tenía expresiones y no se quejaba ni objetaba lo que Takeo le decía. Era como si fuera un sumiso. Alguien que hacía todo por miedo. Pero... ¿de qué?

—Takeo, ¿por qué tanto drama por atraparnos? ¿Acaso ibas a perder fondos si no lo hacías?

—Para nada. Que ustedes hayan estados sueltos por tanto tiempo hizo que recibiera mucho más que antes—respondió—. Las cosas salieron mejor de lo esperado. Y sólo tuve que hacer “un ajuste” por aquí, otro por allá.

— ¿Ajuste?

—Espero que puedas resolverlo.

En un rápido movimiento, Takeo sacó unas cadenas de hielo del muro e intentó atrapar al menor. Éste fue mucho más rápido y esquivó las cadenas. Por la distracción, golpearon la cabeza de Takeo, haciendo que fuera contra una celda cerrada, donde no había nadie y que se golpeara contra el vidrio, haciéndolo pedazos. Yokozawa bajó al suelo y miró a Kenta. Estaba inmóvil y de la nada desapareció. El menor miró hacia delante y pudo ver que unos papeles están tirados. Se acercó, sin dejar de ver la celda donde Takeo estaba inconsciente y los tomó.
Tuvo una visión corta.

—Takeo-san, ¿está seguro de esto?—preguntó Kenta. Takeo tenía los papeles en las manos y los estaba leyendo.

—Claro que sí, Kenta. Esto nos servirá para poder seguir juntando fondos—respondió con orgullo.

— ¿Con manipulación? Pero eso es...

—Kenta, yo sé lo que hago.

Yokozawa soltó los papeles y sus ojos estaban muy abiertos. Los volvió a tomar y cuando los iba a leer, se congelaron. Miró hacia tras y Takeo estaba, aun en el suelo, con la mano estirada y no lo miraba a la cara.
Otras cadenas salieron del muro y esta vez sí pudieron atrapar al menor. Con eso, lo lanzó de espalda contra la pared, haciendo que se rompiera el muro de hielo. Las cadenas lo soltaron y quedó de espalda contra el suelo.
Todos se acercaron corriendo a él.

— ¿Estás bien, Yokozawa?—preguntó Yukina, preocupado.

—Sí, sí. No pasa nada—contestó, dejando que él y Hatori lo ayudaran a levantarse—. Tenemos que irnos, ¡ahora!

— ¿Por qué?—preguntó Onodera—. ¿Qué va a hacer?

—No lo sé, pero no me quiero arriesgar—respondió.

Sin perder tiempo, Kirishima les dijo—o les ordenó—a los padres de Yokozawa que se sostuvieran de Asahina. Éste los sacó de ahí lo más rápido que pudo. Cuando salieron, Sorata se acercó a ellos y estuvo por hablar, pero al notar que los adultos estaban ahí, decidió no decir nada y dejar que Kirishima lo tomara en brazos.
Takano dijo que no podían volar bajo ninguna circunstancia, puesto que los helicópteros estaban peor que antes. Por suerte para ellos, podían usar un tren que los dejaría a unas cuatro horas de la ciudad natal de Yokozawa. Recién ahí podrían volar.
Yukina dijo que podría llevarlos hasta la estación y luego Takano podía hacerlos pasar sin ser vistos. Después de todo, era un tren “normal”. No tenía habitaciones ni nada d eso, pero podrían viajar bien, ya que casi nadie viajaba en esos momentos.
Hatori les dijo que debían irse rápido, ya que el último tren partía en menos de una hora, y ellos estaban bastante lejos. Todos se sujetaron de Yukina y fueron llevados hasta la estación. Amaya y Yakumo se marearon un poco por eso. Pero no le dijeron nada a su hijo.
Takano suspiró y los hizo invisibles a todos. Dijo que fueran rápido y que se metieran en el tren.

 

En el viaje, Yokozawa estaba sentado al lado de Kirishima, mientras tenía a Sorata en su regazo. Y sus padres habían ido al vagón de al lado. Antes de salir su padre había dicho: “Si pasa algo, estamos al lado”, y antes de salir, su madre lo miró con... suavidad.
El menor pasó a mirar a las demás parejas, que estaban todas dormidas. Onodera estaba con la cabeza en el hombro de Takano, y éste tenía su cabeza contra la del menor, mientras tomaba su mano.
Yukina estaba acostado en los asientos, con Kisa sobre él. Tenía la cabeza en su pecho y un brazo alrededor la cintura del menor.
Hatori tenía a Chiaki sentado en su regazo, rodeándolo con sus brazos como a un niño pequeño. Y el menor tenía la cabeza entre el hombro y el cuello de su novio.
Por último, Asahina tenía la cabeza echada hacia atrás e Isaka dormía con la cabeza en su regazo, mientras el mayor dejó su mano en la cabellera de Ryuichirou.

— ¿Qué pasará?—pensó Yokozawa.

El sueño terminó por vencer al menor y se durmió en el hombro de Kirishima. Pero digamos que no podía estar tranquilo. El sueño que había tenido meses atrás lo seguía persiguiendo. Veía lo mismo que siempre: un tiroteo en el parque y alguien salvándolo antes de que un disparo le diera. Comenzó a creer que podía ser Kirishima, pero no podía verlo bien en el sueño. Pensaba que podía ser un aviso, una señal de que algo muy malo pasaría.
Al darse cuenta que el castaño estaba dormido, quitó con cuidado a Sorata de su regazo y se levantó del asiento.

— ¿Qué harás?—preguntó el gato.

—Iré a ver a mis padres—respondió.

—Ten cuidado. Sigo sin confiar en ellos—dijo. Yokozawa le dio la espalda y fue al otro vagón. Sorata decidió despertar a Kirishima.

 

Yokozawa cruzó la puerta y vio que su madre seguía despierta. Su padre dormía a su lado, con la cabeza echada hacia atrás.
Amaya giró la cabeza y vio a su hijo.

—Takafumi... ¿Qué... qué haces aquí?—preguntó, algo sorprendida.

—Quería ver si estaban bien—respondió en voz baja para no despertar a su padre.

—Sí, nosotros estamos bien. Tú y... tus amigos... ¿lo están?

—Se ven tranquilos. Están mejor desde que encontramos a sus parejas.

Ambos se quedaron viendo. Amaya examinó con la mirada al menor, como queriendo saber de que se había perdido durante los diez años que no estaba casi nada con él, después de la muerte de su hijo mayor.
Yokozawa también la examinó con la mirada, pero él sabía que en esos diez años, él no se había perdido de nada. Su madre no había cambiado demasiado en los últimos años, aunque uno podía notar fácilmente que tanto ella como Yakumo estaban “deteriorados”, pero no el sentido ser viejos.   

—Te veo después, mamá—dijo Yokozawa, mientras se dirigía a la puerta.

Amaya movió su mano, pero no dijo nada.
Al salir de ese vagón, Yokozawa se encontró con Kirishima.

— ¿Qué hacías ahí? ¿Pasó algo?—preguntó.

—No, nada de eso. Sólo quería ver como estaban.  

El viaje fue en completa calma. Los demás estuvieron todo el viaje durmiendo. Yokozawa y Kirishima volvieron a dormirse, igual que el gato. El menor no había vuelto a tener ese sueño. Fue un alivio para él poder dormir tranquilo. No estaba seguro de cuanto faltaba para llegar a su ciudad natal, pero en un momento se olvidó por completo de eso.

Al despertar, su vista estaba un poco borrosa, y sintió que estaba acostado contra algo blando. Creyó que pudo haberse acostado en los asientos. Se sentó y se frotó los ojos. Sólo que al sentarse, se dio cuenta de que el lugar donde estaba no se sentía como los asientos. Cuando su vista se aclaró, vio que estaba en el departamento de Kirishima y que estaba en su cama. Miró a su lado y vio a Kisa y a Yoshino. Luego, miró hacia abajo y vio que en el colchón extra estaban Onodera e Isaka.  
Teniendo cuidado de no tocarlos para que no despertaran, salió de la cama, se arregló un poco la ropa y salió del cuarto. En el sofá, que se hacía cama, estaban Takano, Hatori, Yukina y Asahina. Dos estaba en un lugar y otros dos a los pies de la cama.

—Yokozawa—escuchó la voz de Kirishima a su espalda, pero antes de que pudiera voltearse, el mayor lo abrazó.

 —Zen... tú...

—Sí. Pero no importa. Después de todo, tengo mucha fuerza—dijo.

Yokozawa se volteó y lo abrazó. Se había preocupado por él. Le preguntó por sus padres y Kirishima le respondió que los había dejado en la habitación de huéspedes. Antes eso, el menor suspiró. Sabía que el castaño no confiaba en sus padres, pero los había llevado por él. Porque, si dependiera de Zen, los habría dejado en la calle, y eso lo sabía el otro.
El resto del tiempo, estuvieron muy tranquilos. Yakumo y Amaya salieron del cuarto y le preguntaron al castaño si podían usar su baño y comer algo. Aceptó, pero casi a regañadientes. Yokozawa cada tanto le daba un golpecito con el codo para que dejara de comportarse así.
Kirishima de verdad que no entendía. Habían hecho muchas cosas malas... pero Yokozawa aun los defendía. Claro que no se enojaba con él, pero aun así...
Al mediodía, todos los demás despertaron. Suerte que la comida de Kirishima no había expirado en el tiempo que estuvieron fuera. Eso habría sido muy malo. Sabía que no podían ir a comprar en ese momento, ya que los agentes estaban por todos lados, buscándolos.

—Por lo menos... estamos juntos—comentó Asahina, rodeando los hombros de Isaka con su brazo—. Muchísimas gracias por haberme ayudado.

—No lo agradezcas. Sabemos que es duro perder a quien amas—contestó Hatori, besando la frente de Yoshino—. También queríamos agradecerte por habernos ayudado con tu poder y lo que sabías de la C.P.C.

—Sí, sobre eso...—comenzó Kirishima—... Asahina, siento mucho haber desconfiado de ti. Es que me consumía tanto todo lo que pasaba que... creía que todo era una trampa.

Ante las palabras de Kirishima, Asahina sonrió y dijo:

—No te disculpes. Sé perfectamente que la situación es muy difícil. Pero de hecho, encuentro inteligente lo que hiciste—reveló—. Hay veces en que una persona confía demasiado en otra sólo porque tiene lo mismo que ella o cosas como esa, pero no piensa lo que puede haber detrás... Kirishima, no te guardo rencor, para nada. Estamos bien.

El castaño suspiró con alivio.

Takano miró a su pareja y no contuvo el deseo de abrazarlo. Era como si tuviera miedo de que se lo quitaran de nuevo. Lo misma pasaba con Yukina. Fue demasiado duro todo eso. Se merecían un respiro...
Un respiro... que no duraría mucho.

Continuara...


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