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Por favor... déjame entrar a tu vida por Sakura015

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Volvieron a la casa del menor sin hablar. Kirishima no le había dicho como era el tema de esas habilidades suyas. No quería que dejara de verlo como su amigo y su ayuda. Era eso lo que quería ser, una ayuda para Yokozawa, porque él no iba a poder salir solo de esa situación. Los dos subieron al cuarto y Kirishima se quedó un rato con él.

—Bueno, al menos mañana es sábado. ¿Quieres venir a mi departamento?

—Sí, me parece bien. ¿Al mediodía?

—Seguro. Bueno, me voy. ¡Mañana nos vemos!

Kirishima salió por la ventana y Yokozawa lo vio alejarse.
Se quedó mirando el camino por donde se fue el mayor. Durante el resto de la noche no dejó de pensar en las habilidades que Kirishima tenía. Esa forma tan veloz de moverse y la fuerza que tenía... Era todo muy extraño. Kirishima había evadido el tema completamente. Sin duda, algo le escondía. Algo grande. Pero tampoco iba a forzarlo para que le contara.
Cuatro semanas después, él y Kirishima siempre estaban juntos en todos lados. Eran buenos amigos. Kirishima tenía el hábito de aparecer en su cuarto en la noche. A veces Yokozawa entraba y lo encontraba acostado en su cama, esperándolo. U otras veces entraba por la ventana diciendo:

—Hola, hola. Ya llegué—decía, a pesar de que Yokozawa no lo invitaba.

Lo hacía casi siempre. Como esta noche.

—Uno, dos, tres—contó. En ese momento, su ventana se abrió y el mayor entró y se sentó en la cama.

—Hola. Si preguntas, me aburrí en mi departamento y vine a verte—exclamó mientras irradiaba sus energías tan positivas.

—Podrías al menos enviarme un mensaje que diga que vendrás—reprochó el menor.

—Pero no me iba a arriesgar a que te negaras.

—Como sea, amigo. ¿Vienes por algo en especial?

—Quería...

No pudo terminar de hablar, puesto que pasos iban directo al cuarto. Sabiendo que debía hacer, se metió en el armario. La madre de Yokozawa entró y se dirigió a su hijo.

—Muchacho, tu padre y yo saldremos. No toques ni la cerveza ni las drogas—ordenó.

—Tranquila, no pasara.

—Más te vale.

Luego, se fue. Kirishima salió del armario y le lanzó una mirada cómplice.

— ¿Te quedas entonces?

—Obvio que sí.

Los padres del menor se fueron y ellos bajaron a la cocina. Allí, Yokozawa le dio un vaso de gaseosa y se sentó para hablar con él.

—Pensé mucho en lo que me dijiste aquella vez y... creo que tienes razón. Ya no puedo seguir haciéndome tanto problema por algo de mis padres. Me concentraré en mis estudios nada más.

Kirishima soltó un suspiro de alivio.

 —Me alegro por eso. No me gusta verte de esa forma por tus padres. Veras que pronto las cosas mejoraran para ti—dijo con una mano en su hombro.

Los dos se quedaron hablando con tranquilidad. Al menos, podían estar bien, sin tener que preocuparse de que sus padres descubrieran que Yokozawa llevaba a un amigo a la casa sin permiso. Él sabía que eso sería una cita con el cinturón de su padre.

—Salgamos un rato, ¿te parece?—preguntó el mayor.

Ambos fueron a la ciudad para pasar el resto del día. Kirishima notó que Yokozawa tenía algo en el cuello, como una reacción alérgica. Era roja y algo grande. Pensó que a lo mejor algo lo había picado, así que no le preguntó respecto a eso.
Caminaron por las calles donde no había tanta gente, queriendo evitar miradas odiosas. Fue algo mejor. Podían hablar sin tener que preocuparse de lo que la gente pensaría. Decidieron ir a un café, porque el frio se estaba poniendo peor. Fueron al que Yokozawa iba algunas veces. Allí, ambos pidieron un café y unos croissants.

—Me alegro de verdad de la decisión que tomaste. Ya no puedes hacerte problema por tus padres. Y menos si ellos ni te quieren

—Fue gracias a ti que me abriste los ojos. De no haber sido así, me seguiría comiendo la cabeza por eso.

Yokozawa miró por la ventana y tomó el hombro de Zen para que ambos se agacharan, de cierta forma.

— ¿Qué ocurre?—preguntó el mayor.

—Mis padres están allá fuera. ¿Siguen ahí?

Kirishima miró y vio que ellos no estaban. Por suerte sabía cómo era su padre porque el día que lo escuchó diciendo que irían visitas, la puerta del armario estaba mal cerrada y pudo verle el rostro.

—Ya se fueron.

Yokozawa levantó la cabeza y le dijo a Kirishima que se fueran a la casa. El mayor, sin objetar nada, se levantó y los dos salieron del café.
Fueron a la casa del menor antes de que los adultos regresaran de “quién sabe dónde”. Suerte que no lo habían hecho. Subieron al cuarto y se quedaron ahí hasta que escucharon la puerta principal abrirse. Kirishima se acercó a la ventana y antes de salir por la ventana, dijo:

—Te veo mañana. Hay gente que quiero presentarte.

Dijo eso y se fue. Yokozawa sacudió la cabeza y se acostó.

— ¿A quienes me querrá presentar?—se preguntó.

Se durmió a los minutos. Pero el sueño no le duró mucho cuando su padre entró a su habitación, completamente borracho y drogado. Se acercó a la cama de su hijo y de la nada... le dio una bofetada. El menor despertó por el fuerte golpe. Miró a su padre y vio sus ojos rojos. Comprendió las cosas. Quiso hablarle, pero el hombre comenzó a golpearlo como si fuera un saco. Lo golpeó repetidas veces en el estomago hasta que casi lo dejó sin aire. Sujetó su cuello y con la otra mano le golpeó la cara y los brazos. El menor usó sus manos para cubrirse la cara y su padre terminó por golpearlo hasta que se desmayó.
Como pudo, Yokozawa se levantó de la cama, con sangre saliéndole a montones de la nariz y del labio, metió lo más rápido que pudo su ropa y sus cosas en una bolsa negra, y salió de la casa.

 

Kirishima estaba sentado en el sofá de su departamento, con Sorata durmiendo a su lado. Estaba muy pensativo por algo que sentía en el pecho. Era como una molestia. No podía ser algo de salud, puesto que él se hacía exámenes y nunca se le diagnosticó eso. Era un dolor algo extraño. Algo que se estaba por romper.

— ¿Por qué siento esto? ¿Habrá pasado algo?

No podía pensar en eso. Era algo demasiado extraño para ignorar. Se acercó a la ventana para ver la luna y respiró hondo.

—Iré al parque un rato—se dijo. Le dejó comida y agua a su gato y salió.

Caminó sintiendo el frio golpear su cara. Estaba casi acostumbrado. Se sentó en una banca a pensar. Ese dolor no se iba de su pecho. Era como en las películas donde un personaje siente ese dolor por algo que pasó. Como un dolor de angustia.
Estando totalmente confundido, agitó la cabeza bruscamente y en ese movimiento vio algo que lo dejó helado: Yokozawa estaba a lo lejos, caminando lentamente con una bolsa y con sangre en la cara. Apenas lo vio, se levantó y corrió para ayudarlo.

— ¡Yokozawa! Por Dios, ¿qué te pasó?—preguntó desesperado.

—Mi padre me golpeó—dijo en un hilo de voz.

—Joder, joder. ¡Ven!—pasó una de los brazos del menos por su cuello y lo sujetó de la cintura.

Lo llevó hasta su departamento y ahí contempló su rostro todo rojo.

—Zen... ¿sigue en pie tu oferta?

Continuara...

Notas finales:

Pobre criatura... No le puede ir peor.


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