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Let It Burn por Anna-chan

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Notas del capitulo:

Hola! Me disculpo por la tardanza!

Espero que les guste el cap!!

Muchas gracias por seguir esta historia! 

Falta poco para que Rido y Zero se encuentren, otra vez n.n

Intento calmar su respiración. La rabia le quemaba la garganta, las lágrimas mojaron sus mejillas pálidas. Había escuchado toda la conversación de sus padres, aquella conversación de su compromiso con el príncipe del reino vecino. Su vestido voluminoso estaba sucio, se había escapado del castillo al huir de su destino. Sabía que era necesario para el bien del pueblo, lo comprendía perfectamente, pero ella quería disfrutar más de su libertad, quería salir a descubrir muchas cosas.

Enya miro a su alrededor, ya no había guardias que le seguían. Sus cabellos negros se ondularon con el soplo de una extraña ventisca. Los árboles no se movían al son del viento, sus ojos marrones vieron con sorpresa una luz violeta que venía desde lo lejos. Escucho una voz dulce que la llamaba al profundo del bosque. Gigantes árboles de Robles torcidos trazaban un camino hacia la misteriosa luz. El pasto verde, cubierto por las hojas muertas, desprendía un olor mágico. Decidió levantarse.

El crepúsculo se hacía presente cada vez que la princesa se adentraba en el bosque. Miro hacia atrás, pero no se encontró con la salida, estaba perdida. La voz se comenzaba a convertir en canticos. El sonido del viento se transformó en llantos y risas, y cada vez que se acercaba a aquella luz violeta, se hacían más estridentes. Los árboles empezaron a crujir sobre sus troncos, escuchaba susurros, como si los robles hablaran. Escucho disparos, y algunas personas gritando. Se tensó, en aquel bosque no había aldeas cercanas.

Estaba sudando, se sofocaba, los robles que estaban a la cercanía de la luz estaban quemados, algunos estaban partidos a la mitad. Aquella luz violeta venia de una cabaña con rastros de incendio. Las paredes blancas con manchones negros que llegaban hasta el techo. El techo de paja seguía ardiendo. Miro con atención, la paja no se consumía, simplemente ardía. La luz salía por las ventanas, desde afuera se escuchaban llantos y risas. Enya miro el cielo, la luna y el sol estaban muy cerca, se quedó embelesada, mirando aquellos astros. No era un eclipse, aquello no era normal.  

Algo llamó su atención, un sonido extraño proveniente de la cabaña, entro en ella.

 -Hola… - Grito en medio del silencio, intentando conseguir respuestas. Nadie respondió.

 -Ya está aquí… - Escucho un fino susurro cerca de ella. La piel del cuello se le erizo.

 -Ven conmigo… - Otra voz le susurro en el lado opuesto.

 -¿Quién es? – Volvió a preguntar.

 -Ven conmigo… - La vocecita se desvaneció hacía el piso de arriba.

Enya decidió seguirla. El eco de las risas fantasmales se perdía entre las habitaciones de aquella cabaña. El calor se hizo más sofocante cuando llego a la última habitación. En medio de la madera semi quemada, un símbolo antiguo quedo grabado, Enya los identifico de inmediato.

 -Dragones antiguos… - Susurro mientras sus dedos trazaban la forma de aquella cruz hecha de dragones.

 -Exacto… - Un joven vaporoso se presentó ante ella.

 -¿Quién es? – La mujer se tensó del susto.

 -¿Cómo descifraste la marca? –

 -Mi abuelo me contó sobre ellos y como se extinguieron… -

La joven susurro algunas palabras y la puerta comenzó a tronar. Las hojas de aquella planta comenzaron a desaparecer, una planta de protección, una sola palabra basta para que puedas pasar. La puerta se quebró y sus goznes se derritieron. Entonces ella pudo ingresar en la habitación.

La habitación estaba intacta, el fuego no la había alcanzado. Las paredes de color crema se hallaban perfectamente pintadas, en medio de la habitación había una pequeña cuna de hielo. En la cabecera de la cuna había otra marca, la marca de la madre de la noche. Cuanto más se acercaba a la cuna, Enya podía escuchar claramente los sollozos de un bebe. Se paro frente a la cuna, mirando perpleja el interior de ella. Adentro no había un bebe, lo único que había era un huevo grande de color azul con escamas lilas. Alzo la vista en dirección hacia el joven de cabellos negros.

 -¿Qué es? – La mujer tomo el huevo en sus manos.

 -Es el hijo de nuestra madre luna… - Aquel misterioso joven se acercó a ella. – El príncipe Rhae.

 -¿Y que hace aquí? –

 -No puede nacer. – Enya lo miro perpleja. – No sin un vientre.

El joven tomo el huevo. Antes de poder decir algo, Enya comenzó a desvanecerse, el viento soplo fuerte y la habitación pareció congelarse. Escuchó una melodiosa voz, lo último que vio antes de caer desmayada fue a la mujer de cabellos y piel blanca sonreírle.

Dos horas después de aquel extraño suceso, Enya despertó. Se encontraba en la misma habitación de aquella cabaña abandonada, pero esta se veía diferente, era como si el tiempo ya hubiese destruido la habitación. Arrugo el ceño al sentir un estirón en su vientre. Busco con desesperación la cuna de hielo. Ya no estaba, tampoco el huevo de dragón. Miró por la ventana, el crespúsculo se estaba yendo, la noche ya reclamaba su tiempo, se preguntó cuánto tiempo estuvo en esa casa.

Salió de la casa rumbo al castillo. Escucho un portazo tras suyo, volteo para ver la casa, pero está ya no estaba. Confundida, retomo su camino. Mientras caminaba, sus pensamientos iban y venían como olas, no se acordaba exactamente de lo que había pasado, a medida que se iba alejando del bosque sus memorias desaparecían, pero una frase quedo en su cabeza.

“No puede nacer, no sin un vientre…”

Las palabras de aquel joven se quedaron tatuadas en su cabeza. Detuvo su andar, cerró los ojos y llevo sus manos a su vientre. Una serie de latidos provoco una corriente en sus brazos. No podía ser, tenía otro latido en el vientre, un ser vivo crecía en su interior. El coctel de emociones hizo vibrar su alma. Estaba embarazada.

………………………………….

En aquel crepúsculo extraño, la luna aún no se acercaba al sol. Pero la escultura de hielo comenzó a agrietarse. Aun no era tiempo, pero ya no aguantaba, quería salir de ahí, quería abrir los ojos y alejarse de aquel lugar frío. Su mente mandaba órdenes al resto de su cuerpo, dolía cuando los impulsos nerviosos descongelaban su sistema. La espalda le dolía y podía sentir como sus omoplatos se deformaban, abriendo su carne.

Algo gruño dentro de Zero, una bestia que había despertado. Su garganta ya no podía contener aquellos rugidos bestiales. Algo rasgo su corazón, y las alas nacieron, quebrando aquella pared de hielo que le impedía moverse. Y cuando pudo moverse, cayo arrodillado, respirando con efusividad, los pulmones le ardían, la sangre comenzaba a adaptarse a su organismo de vampiro. El dolor de la transformación le hizo tumbarse en el suelo. Comenzaba a convulsionar, la sangre mataba a todo lo humano que le quedaba. Sus ojos cambiaban de colores, pasando del anaranjado propio de los dragones a los ojos rojos de un vampiro. Intento tranquilizarse.

La convulsión ceso, su sistema ya estaba tranquilo, ambas razas se adaptaron. Abrió los ojos, y se vio a un espejo cercano, seguía siendo el mismo, aun no era tiempo del cambio definitivo. Aún tenía una prueba más que pasar. En aquel espejo se reflejó a otra persona, el cabello blanco y la piel pálida le hizo recordar a una persona.

 -Madre… - Susurro él.

 -Mi bebé… - Ella le sonrió, unas lágrimas escurrieron por sus mejillas.

 -Mamá… - Con dificultad se puso de pie. Intentando no caerse consiguió el equilibrio.

 -Aquí estoy… - Ella abrió sus brazos. Zero se acercó a ella, y ambos se abrazaron.

Quedaron un rato abrazados, hasta que la luna brillo en su esplendor, y ambos desaparecieron.

………………………………

Zero abrió los ojos. Aparecieron en un gazebo de oro blanco, escucho una cascada a muy cerca. Su madre estaba esperándole en el puente cercano. Ella le tendió su mano. Él la agarro, y fueron hasta el gran castillo de pareces blancas, con marcos y barrotes negros. Ingresaron por la puerta de madera negra, todas las personas que estaban ahí le dieron una reverencia respetuosa. En el centro de aquel salón, se erguía un trono de hielo, con abrigos de piel sintética para sentarse. 

Su madre lo guío hasta el trono. Ninguno se sentó. Su madre no soltó su mano, y sonriendo miro a las personas que estaban ahí. Carraspeo y comenzó a hablar.

 -Como ustedes saben, he esperado mucho tiempo para que llegue este día. – La gente la miraba atenta. – Mi hijo, Rhae volvió a casa…- Una lágrima cayo, y las personas gritaron de felicidad, todos extrañaban al príncipe, al hijo de su amada reina.

 -En verdad me llamo Zero… - Le susurro a su madre.

 -Que nombre más extraño, pero es lindo… - Rio ella. – Aunque yo te di el nombre de Rhae.

 -Si, bueno, pero esta vez me han llamado Zero y me gusta el nombre… - Su madre soltó su mano y agarro una corona de oro blanco con diamantes violetas.

 -Pues… - Ella le hizo una señal para que se sentara. – El príncipe dragón regreso a casa. – La corona encajo perfectamente por su cabeza, solo que le pesaba un poco.

 -Quisiera decir algo, madre. – El público quedo en silencio. – No estoy listo para ser un príncipe, aún tengo asuntos pendientes en la tierra…

 -Entonces…- Su madre le miro extrañada.

 -Por eso rechazare la corona. – Su madre lo miro triste. – Pero eso será hasta que termine mis asuntos allá.

Su madre mostro aquella hermosa sonrisa, su hijo siempre fue así, ya sea Zero o Rhae, su hijo no cambiaría. Sabía que él tenía un hijo y una pareja en la tierra. No importa que sea humano, vampiro o dragón, el seguiría siendo su amado hijo, su tesoro. Ella le abrazo. Él la aparto y le puso la corona a ella, quien le miro sorprendida.

 -Tu siempre serás la reina y la madre luna. – Le dio un beso en la frente.

El público aplaudió eufórico, felices de que ambos estén en casa. Felices de que la reina siga siendo su reina. La madre luna hizo una reverencia en forma de despedida y ambos se fueron de ahí, dejando que las personas continúen con sus deberes.

Llegaron hasta una puerta, su madre le miro y abrió aquella gran puerta. Al entrar, sus recuerdos le causaron nostalgia. Recuerdos de cuando era un niño y podía correr por todos los pasillos. Las paredes seguían siendo blancas, con ligeros toques de azul pastel, las cortinas de un color celeste y la cama azul. Lo recordaba todo, hasta el candelabro negro que colgaba del techo. Un espejo de cuerpo completo le reflejo su imagen.  Seguía con su apariencia normal, pero el cabello le creció unos centímetros más, llegando hasta sus hombros, sus ojos seguían el mismo color.

 -Hijo, sabes lo que se acerca. – Zero asintió.

 -La convergencia del sol y la luna. – Si, él estaba más que seguro de eso, lo podía sentir en su sangre. – La maldición del sol, el amor que Rhaiser me profesaba.

 -Sí, eso mismo. – No era una maldición en si, pero así lo sentían ellos.

 -Cada cuatrocientos de años… - Dijo él. – Morir y renacer cada cuatrocientos de años me cansa…

 -Pero, Rhae… Ahora que accidentalmente te convertiste en vampiro… podrás derrotarle a él. – Zero estuvo dubitativo.

 -Necesito entrenar, él es más fuerte de lo que parece, incluso aprendió a controlar a los demás. –

 -Y eso que fuiste tú el que le enseño las cosas. -

 -Y por eso debo matarlo yo mismo… -

Zero fue hacia el ropero negro. Lo abrió y aparto todas las ropas, dejando a la vista una puerta secreta, acaricio la madera y recitó unas palabras antiguas, un viejo hechizo en un idioma que nadie conoció jamás. La puerta se abrió, revelando una espada de acero solar, la empuñadura roja que tenía incrustado un diamante azul. La tomo en sus manos, y el diamante brilló alumbrando toda la casa. El diamante empezó a emanar sangre negra, sangre de dragón. El brazo de Zero comenzó a llenarse de esta sangre, y las escamas salieron a relucir.

 -Es hora de acabar con esto… - La espada brillo todavía más.

 -Bienvenido a casa, mi señor… -

Zero sonrió ante las palabras de la espada. Ya va siendo hora de matar a algunas ratas.

Notas finales:

Gracias por leer!  Espero que les haya gustado el cap!

Ya se descubriran algunos secretos 7u7 

Nos leemos luego!

Anna-chan!


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