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MI TENTACIÓN por Thera Zinaide

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Notas del capitulo:

Muchas gracias a todos los que se pasaron a leer el capítulo anterior, en especial a Cecy, Milaela, Jessib29 y Aniki que se dieron el tiempo de dejarme un Review :)

No pude aguantar, así que aquí les dejo la continuación.

Que la disfruten!

 

Thera Zinaide.

Capítulo 2: La primera amenaza

 

La música retumbaba en los oídos de Sasuke.

Cuando sonaron los últimos acordes y Naruto se dejó caer de manera sugestiva al lado de la barra, Sasuke se puso tan duro que casi le dolía.

En el momento en el que la música murió, la multitud que llenaba el club estalló en un fuerte aplauso. El Uchiha apretó los dientes. En ese momento, cada hombre del local estaba empalmado gracias al doncel que él se moría por llevar a la cama. Una y otra vez. El doncel al que no debería tocar. Después de más de dos minutos de silbidos, gritos y aplausos, los clientes del club se sentaron. Con una traviesa sonrisa en los labios y, tras ponerse aquella pequeña chaqueta de lentejuelas y su prenda de cuero negro, Naruto agarró el micrófono.

—Gracias a todos por estar aquí esta noche —dijo todavía jadeante —. Han sido ustedes, con su entusiasmo, los que a lo largo de los últimos cinco años han hecho de «La última tentación» un lugar especial. No saben cómo me alegro de que hayan decidido compartir con nosotros esta noche.

Naruto pestañeó, prendiendo a la multitud. Sasuke quiso vomitar. No, no era cierto. Lo que quería era sacarlo de allí, subirlo al hombro y prohibirle que volviera a subirse a ese escenario para desnudarse en público.

Suspiró. Comportarse como un cavernícola era más el estilo de Itachi. Y Naruto no era suyo. Jamás lo sería.

¿Por qué demonios se había dejado convencer para quedarse a cocinar durante toda la semana? Ah, sí. Se sentía culpable y no tuvo las bolas para decir que no. Tres meses antes, Naruto había cumplido su parte del trato. No era culpa suya que el pelinegro no pueda controlarse. Tampoco era culpa de Naruto que Itachi se hubiera escapado dejando al doncel a solas con el lado más oscuro de Sasuke. Dado que el rubio había invertido todos sus ahorros y su futuro en ese nuevo restaurante, él le debía las siete clases magistrales que le había prometido. Aquellos muslos, las acusadoras preguntas que Naruto le había hecho y sus propios recuerdos habían obrado en su contra. No pudo correr.

Después de agradecer la asistencia de la multitud durante un rato más, el doncel se bajó del escenario y se abrió paso entre sus admiradores. Gaara, el gorila, le consiguió una silla sin dejar de revolotear a su alrededor con aire protector. Con los brazos cruzados y el ceño fruncido, resultaba muy amenazador. Pero no lo suficiente para disuadir a los más fervientes admiradores. Éstos se acercaron todo lo que pudieron y, algunos, incluso le deslizaron billetes en el boxer. Naruto les apartó las manos con una pícara sonrisa, pero aquello no les detuvo.

Un tipo se abrió paso entre la multitud y se acercó a Naruto, plantándole un beso en la boca. Él no se apartó, aunque le puso las manos en los hombros. Unos instantes después, Gaara empujó bruscamente a aquel sujeto y lo mandó hacia la puerta con una mirada que no transmitía nada bueno. Acto seguido el gorila se acercó más a Naruto, anunciando que el doncel era suyo por todos los poros de su piel.

Negándose a mirarlos durante más tiempo, Sasuke maldijo para sus adentros y reconoció la amarga verdad. El doncel le había tomado el pelo. La noche que pasó con Naruto, éste le había jurado que desde casi dos años que un hombre no entraba ni en su cama ni en su cuerpo. Entonces le había creído. Le había sentido demasiado estrecho.

Viendo aquel tumulto de estúpidos babeantes, sabía que no era posible que su cama hubiera estado vacía más de dos días.

Pero no importaba si Naruto se acostaba con el gorila, con todos sus clientes o con toda la población masculina de la ciudad. Sasuke había hecho un trato y lo cumpliría. Además, mantendría las manos alejadas del doncel durante una semana, no importaba lo encantador que fuera. Tenía  que volver a casa, un futuro en el que pensar y, si Dios quería, pronto tendría también una esposa y un hijo.

 

* * *

 

A las tres de la madrugada, cuando finalmente estuvieron cerradas las puertas del club y todos se hubieron marchado, Sasuke y Naruto se quedaron solos.

El doncel se permitió saborear durante un momento el hecho de que, si todo iba bien, había realizado el último striptease de su vida. Jamás tendría que volver a exhibir su cuerpo para poder comer. Lo había hecho durante catorce años. El restaurante representaba el futuro, una vida mejor. Trabajaría lo duro que fuera necesario para no tener que volver a enseñar el culo a unos desconocidos. Sasuke era justo lo que necesitaba para tener éxito. Menos mal que lo había convencido para quedarse.

Por el bien del restaurante… y por el suyo propio.

Él permanecía erguido a su lado, tan tenso. Naruto sonrió. Aquel delicioso y nervioso chef no tenía ni idea de lo que se le venía encima.

—¿Estás seguro de que quieres ir ahora al restaurante? —le preguntó.

Él asintió con la cabeza.

—Ver el lugar me servirá para estructurar los platos. Es necesario que conozca al personal, aunque ya he hablado con tus cocineros y con el gerente por teléfono, todos han seguido mis instrucciones al pie de la letra. Ya hemos visto el menú de esta semana. ¿Te has encargado de comprar la lista de suministros que envié?

Naruto asintió con la cabeza y le lanzó una mirada descarada.

—Tienes unos gustos muy caros, señor Uchiha.

—Es una inversión productiva, recuperarás el dinero, señor Uzumaki.

El doncel sabía que el pelinegro se aseguraría de ello. No quería deberle ni una cosa cuando se largara. Pero Naruto había previsto que las cosas ocurrieran de otra manera. Se había prometido a sí mismo que a finales de semana tendría a Sasuke en cuerpo, mente y alma.

Condujeron, cada uno en su coche, hasta donde estaba situado el restaurante. Naruto no pudo dejar de pensar que el Uchiha se había negado a ir en el mismo vehículo.

En cuanto llegaron, Naruto sacó las llaves y abrió la puerta. Una vez dentro, se acercó a la esquina y encendió las luces de ambiente. Había luces más intensas, por supuesto, pero ¿para qué encenderlas? No servían a sus propósitos.

Naruto observó su obra. Era… simplemente elegante. Un ventanal ocupaba una de las paredes, el resto eran paneles de madera oscura. Había distintos detalles en dorado, marrón y tierra, salpicados con algunos toques de color rojo y chocolate. El amplio espacio tenía una atmósfera acogedora, como si esperara a los clientes. En la pared del comedor había un letrero donde se podía leer el nombre del restaurante, “Shiawase”. Siempre que lo veía se sentía orgulloso de sí mismo.

Miró a Sasuke de reojo. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y estudiaba el restaurante con mirada especulativa. A Naruto le palpitó más rápido el corazón mientras esperaba su respuesta. No tenía sentido que deseara su aprobación con tanta intensidad… pero no podía evitarlo.

—Y bien, ¿qué te parece? —dijo el doncel respirando hondo.

 — Shiawase —murmuró él—. En japonés significa «felicidad».

—Pensé que era adecuado. Quiero que los clientes sean felices aquí... y yo también.

—Me gusta. ¿Tienes la intención de ofrecer cenas a grupos? ¿O te inclinarás más por las cenas íntimas?

—Pensaba ofrecer las dos cosas.

Él volvió a recorrer las mesas con la mirada.

—Pues si quieres ofrecer cenas románticas, algunas mesas tienen que estar más alejadas de las destinadas a los grupos; yo las colocaría en las esquinas, son más acogedoras. La zona de tragos y el comedor… —Señaló hacia el centro, donde un muro a media altura separaba los ambientes— están demasiado cerca. Resultará difícil separar las dos zonas.

Era algo que Naruto había pensado, pero no le gustaba dividir el espacio. Aunque él tenía razón.

—No hay razón de separarlos más. Quiero que la zona de tragos sea para que la gente que espera su mesa, no para clientes que no vayan a cenar aquí y que sólo busquen emborracharse. Para eso ya está el club.

Sasuke asintió con la cabeza, pero no dijo nada. El doncel tomó nota mental de desplazar las mesas más pequeñas a las esquinas.

—¿Dónde está la cocina? — preguntó él.

Naruto se mordió los labios y se dirigió a una esquina, donde encendió más luces. El rubio entendía de juegos y seducción, pero de restaurantes… de eso sabía Sasuke, y ahora era el Uchiha quien se veía seguro de sí mismo. Naruto lo agradeció. Se había esforzado mucho para que la cocina del Shiawase resultara un lugar adecuado, un sitio en el que un chef de la categoría de Sasuke se sintiera orgulloso de cocinar.

Mientras recorrían el pasillo, tuvo conciencia de que Sasuke tenía los ojos clavados en él. Notó que le rozaba los hombros con la mirada y que no era capaz de apartarla de su trasero.

—La cocina no se ve desde el comedor. Bien pensado.

Cuando llegaron Naruto encendió más luces.

—He oído que a la gente no le gusta ver la cocina mientras está comiendo.

Una vez más, Sasuke cruzó los brazos sobre el pecho, estudiando lodo el local y asintiendo con la cabeza lentamente.

—Es muy agradable. Una zona de trabajo amplia y bien situada.

Por fin, él lo miró directamente. Era evidente en su cara lo impresionado que lo había dejado.

—¿Lo has pensado todo tú solo?

—La mayor parte.

—Pues has tenido éxito ¿A qué hora estará aquí el personal mañana?

—¿A las doce está bien?

—Perfecto. —Sasuke se dio la vuelta.

—¿Necesitas ver algo más esta noche? — preguntó el doncel jugando con las llaves.

«Paciencia —se dijo a sí mismo—, confía en tu plan. La noche todavía es joven».

 

* * *

 

Sasuke siguió a Naruto hasta el aparcamiento vacío del restaurante. La buena iluminación conseguiría que los clientes se sintieran seguros. Sin embargo en ese momento, a él le disgustaba profundamente porque podía ver cada movimiento del tentador trasero de Naruto mientras se dirigía al coche. Se puso duro de nuevo.

Había ido en su propio auto desde el club de striptease para no tener que estar confinado con el doncel en un espacio tan pequeño. No se veía capaz de responder de sí mismo ni siquiera esos cinco minutos. En la cocina del Shiawase; le había asaltado el deseo de ponerlo encima de una de las mesas y follarlo hasta que perdiera el sentido. Sólo de pensarlo tuvo que apretar los dientes, notando que se le revolvía el estómago. Se cabreó.

«Maldita sea, Naruto es un stripper. No es el tipo de doncel que se pasa dos años sin sexo». Había sido un idiota al creerle cuando se lo había susurrado temblorosamente en la cama tres meses atrás. Se dedicaba a excitar a los hombres. Y era muy bueno. No podía estar furioso con el rubio por engañarlo, Naruto no había ocultado nunca lo que era. Pero estaba furioso consigo mismo porque le importara tanto.

En el estacionamiento había tres autos. Ambos se separaron para subir a sus coches e irse por sus respectivos caminos.

Sasuke apretó los puños al ver que el rubio se dirigía a su vehículo. Ahora, Naruto se iría a su casa y tarde o temprano se desnudaría. Aunque el doncel no calzara en lo que Sasuke esperaba del futuro, lo único que deseaba en ese momento era seguirlo. Ayudarlo a librarse de cada una de sus prendas y hundirse en ese cuerpo perfecto y apretado.

Sasuke tragó saliva y se desvió para subirse a su camioneta.

«Mantén tus pantalones puestos. Cocina y cierra la boca y, dentro de siete días, podrás largarte de esa ciudad. ¿Acaso no posees un poco de control sobre ti mismo?».

En el estacionamiento resonó un grito junto con el sonido de un coche que aceleraba.

«Naruto».

A Sasuke se le detuvo el corazón y saltó del coche, corriendo como un loco. El doncel chocó directamente contra su pecho. Lo sostuvo contra su cuerpo, agarrándolo por los hombros.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó con rapidez.

Naruto respiró temblorosamente.

—¡Hijos de puta!

Antes de que Sasuke pudiera preguntarle a quién se refería o qué quería decir, el rubio lo llevó hasta su auto, se subió en busca de algo. Un momento después, le mostró un largo cuchillo de sierra con un papel clavado en la punta. La luz de los faroles hacía que la palabra «puto», escrita con lápiz de labios rojo intenso, brillara ante los ojos de Sasuke.

La sorpresa fue enorme, pero se transformó en furia rápidamente. Era irónico, él mismo lo había pensado hacía sólo un momento. Pero jamás se le ocurriría decirlo en voz alta, y mucho menos escribirlo en una nota y dejarla clavada en el asiento.

—¿Quién puede haberlo hecho? ¿los del otro vehículo? — dijo con una profunda rabia vibrando en su voz.

El doncel tiró el cuchillo sobre el asiento del acompañante y le lanzó una mirada de cautela por encima del hombro.

—Quien sabe.

Sasuke lo hizo girarse hacia él y apretó los dientes.

—¿Quién-puede-haberlo-hecho? ¿Viste la patente?

Naruto lo miró con cara de asombro.

—Mira, esto no es nada nuevo. Este tipo de cosas me ocurren a menudo.

«¿A menudo?». Aquello le enfureció aún más. Sasuke se acercó más al rubio con el ceño fruncido amenazadoramente. Puede que a Naruto no le preocupara, pero a él sí.

 —¿Qué ha dicho la policía al respecto?

—¿La policía? —El doncel negó con la cabeza—. Esto sólo es… una jugarreta. Quizá lo haya puesto un cliente del club que se haya enfadado porque no le presté la suficiente atención. Sí, es lo más probable.

Y también lo podían haber hecho en serio. Aquello no era para tomárselo como una broma.

—¿Y si esto proviene de una mente lo suficientemente enferma para hacerte daño? ¿Desde cuándo recibes cosas de éstas?

—Como ya te he dicho, pasa de vez en cuando. Pero hace ya tiempo que…

—Entra en mi coche. —Terminó por decir Sasuke, sabiendo que no era lo más prudente quedarse en un aparcamiento oscuro ofreciendo un blanco perfecto. Puede que no fuera guardaespaldas profesional como su primo Itachi, pero había pasado el suficiente tiempo con él y con su socio, Neji, para saber que quedarse allí era algo que no debían hacer.

—¿Qué? —le dijo el rubio lleno de incredulidad—. No pienso dejar aquí el coche.

—Te voy a llevar a casa. Vas a llamar a la policía y a denunciar los hechos para que puedan investigarlos. Naruto vaciló, pero le sostuvo la mirada.

—Sasuke, me parece encantador que te preocupes de esta manera, pero…

—Entra en el coche de una puta vez.

El doncel palideció y él maldijo por lo bajo. Tenía que controlar su carácter. Pero aquel estado de frustración sexual al que estaba sometido,  unido  a  la alarma que sentía, hacía que le resultara muy difícil. ¿Acaso alguien tenía derecho a asustar e insultar a Naruto? Sasuke cerró los puños y deseó poder incrustárselos a quién fuera que lo estuviera amenazando.

Naruto suspiró y Sasuke se preparó para una discusión, pero el rubio se dirigió al auto del pelinegro.

—De acuerdo.

Le abrió la puerta y lo observó deslizarse en el interior. Parecía tranquilo a pesar de que acababa de ser amenazado. ¿Sería sólo una máscara?

Meneando la cabeza, se dirigió al asiento del conductor. Cuando se sentó, el doncel estaba hablando por teléfono.

—Lamento llamarte tan tarde, Iruka. Quería hacer una denuncia. Alguien ha forzado mi coche…

 Naruto le relató los hechos al policía con rapidez y frialdad. Sasuke sólo oyó un murmullo poco preocupado en respuesta y frunció el ceño. ¿Es que nadie se iba a tomar en serio lo sucedido?

Le quitó el móvil y escupió un saludo.

—Tome huellas dactilares. Es verdad que Naruto ha tocado el cuchillo, pero podría encontrar más huellas en él. Quienquiera que lo haya hecho forzó la cerradura del coche.

—Parece una jugarreta. Algunos jóvenes no saben dónde están los límites…

 —¿Que hayan clavado con un cuchillo una nota con la palabra «puto» en el asiento le parece una jugarreta? ¿Lo encuentra gracioso?

Iruka se aclaró la voz.

—No, no lo es. Pero no creo que nadie haya querido hacerle daño.

Sasuke hizo rechinar los dientes.

—¿Suele solucionar todos sus casos antes de visitar la escena del crimen?

Por fin, Iruka se puso serio.

—Lo investigaré.

—Hágalo.

 Naruto se puso al teléfono.

—Gracias, cariño, te lo agradezco mucho.

 Cuando finalizó la llamada, Sasuke abandonó el estacionamiento con rapidez. Apenas podía hablar.

—¿Cariño? Ese hombre ni siquiera quería investigar lo que ha sucedido y ¿le llamas cariño?

El doncel encogió los hombros.

—Es una costumbre. Muchas veces es mejor cazar con miel que con vinagre.

—¿De veras? —lo desafió—. ¿No será más bien una cuestión de ser cliente? ¿Es uno de los tipos que te vio actuar esta noche?

Naruto tragó saliva.

—Invité  a las fuerzas policiales. De esa manera la posibilidad de que los estúpidos se descontrolen y me destrocen el club se reduce considerablemente.

Sasuke se aferró con fuerza al volante.

—Me lo puedo imaginar.

Combatió el deseo de golpear algo e inspiró hondo. Durante la noche que pasaron juntos había sido fácil no pensar en que Naruto tenía más amantes. Habían estado solos envueltos en la quietud de la casa. Nada de teléfonos, ni de clientes, ni de psicópatas dejando amenazadores regalitos en el coche.

Sólo ellos dos e interminables horas de placer. Santo Dios, había sido un maldito ingenuo.

El rubio asintió con la cabeza.

—¿Qué importancia tiene que Iruka estuviera en el club? Si quieres preocuparte por algo, hazlo por tu habitación en el hotel. Son casi las cuatro de la madrugada, es probable que Kakashi haya cancelado tu reserva y se la haya ofrecido a alguno de los turistas que han llegado para el festival que comienza mañana.

Él frunció el ceño. Después de todo lo que había sucedido esa noche, ¿Naruto estaba preocupado por él?

—Di el número de la tarjeta de crédito para garantizar que me registraría esta noche.

Una misteriosa sonrisa jugueteó en las comisuras de la boca de Naruto. Algo que le volvió a poner duro. Maldita sea, ¿cómo lo conseguía?

—Eso no sirve de nada con Kakashi. Estoy seguro de que, al no aparecer después de que cerrara el club, creyó que la habitación estaba disponible. Pero si no me crees, llámale.

Presionó algunas teclas del móvil y se lo pasó.

—¿Tienes en la agenda el número del dueño del hotel? —Sólo se le ocurría una razón y era algo que le horrorizaba sólo de pensarlo. ¿Sería también su cliente?

Dios, iba a vomitar.

—Algunos de los clientes de fuera de la ciudad necesitan a menudo un lugar donde pasar la noche si se emborrachan. Kakashi me suele echar una mano.

A Sasuke le gustó la explicación. Pero aun así, seguía haciéndose preguntas. ¿Acaso no había muchos strippers que se sacaban un dinero extra haciendo otro tipo de cosas?

Con el teléfono pegado a la oreja, Sasuke miró a Naruto. Su rostro parecía dorado bajo la luz de las farolas que entraba a través de las ventanillas mientras recorrían la calle a toda velocidad. A pesar de haber estado allí sólo una vez, recordaba exactamente cómo llegar a casa de Naruto. La imagen de la casa estaba grabada a fuego en su cerebro.

Kakashi respondió en ese momento, mascullando las palabras. Resultó evidente que había estado durmiendo y que no le hacía demasiado feliz que le hubieran despertado.

—Sasuke Uchiha al teléfono. Quería avisar de que llegaré dentro de unos minutos para registrarme. ¿Dispongo todavía de la habitación?

El hombre del otro lado de la línea se aclaró la voz.

—Bueno, como no ha aparecido por aquí, he pensado que…

Sasuke esperó, pero notó que perdía la paciencia otra vez al ver que el propietario del hotel parecía haberse quedado mudo.

—¿Qué pensó? ¿Le ha dado mi habitación a otra persona?

 —Esperé hasta las dos y media y usted me aseguró que estaría aquí antes de medianoche. Llegó gente con bebés, estaban muy cansados, y…

—¿Tiene otra habitación? —Cerró los ojos y apretó el teléfono contra la oreja.

—Estoy completo. Es la primera vez en este año, pero es que el festival atrae a mucha gente. Al parecer este año tocarán buenos grupos de música.

Sasuke se contuvo y contó hasta diez. —¿Y mañana?

—No me quedará libre ninguna habitación hasta el martes. Hay un par de hoteluchos siguiendo la carretera… —dijo Kakashi con evidente antipatía—. Pero también estarán completos. Y le aseguro que no permitiría que durmiera allí ni mi perro. La limpieza deja mucho que desear.

A Sasuke le iba a estallar la cabeza. Estaba acostumbrado a viajar a grandes ciudades. Se alojaba en los mejores hoteles. El que se hubiera quedado sin habitación en ese hotel sin estrellas, a las cuatro de la madrugada, fue la gota que rebalsó el vaso.

Oprimió el botón y finalizó la conversación. En lugar de ceder al deseo de tirar el móvil por la ventanilla, se lo devolvió a Naruto con rigidez.

—Tienes razón.

—Pensé que sería mejor ahorrarte el viaje hasta allí, conozco a Kakashi muy bien.

Kakashi lo debía de conocer también muy bien, ya que sin duda era otro hombre más a añadir a los que habían visto a Naruto desnudo.

Sasuke suspiró. Tenía que dejar de importarle quién había visto desnudo al doncel. Si no se controlaba, acabaría por querer arrancarle la cabeza a la mitad de la población masculina a lo largo de la semana siguiente. Se lo había tirado una noche. Lo que el doncel hubiera hecho antes —o después— no era asunto suyo.

¿Dónde demonios iba a dormir esa noche?

—Tengo una habitación libre en casa —le propuso Naruto con voz baja—. Está limpia y es tranquila…

—No quiero ser una molestia. — Porque si se alojaba en su casa, acabaría dentro del rubio otra vez.

La última vez, cuando había pasado la noche con el doncel, había sido insaciable. Durante seis horas. No había habido nada demasiado caliente, demasiado lascivo, ni demasiado íntimo. El rubio le había correspondido con el tipo de deseo que le hacía arder, avergonzar y disfrutar a partes iguales. Sasuke había tomado todo lo que el doncel le ofreció… y todavía más. Luego había vuelto a empezar. Lo había follado de todas las maneras posibles una y otra vez. Sin condón. Algo que no había hecho desde hacía más de una década, salvo con Deidara.

Y los recuerdos de aquella noche increíble con Naruto le arrebataban cualquier tipo de control.

—No  será  una  molestia.  Yo  tengo una habitación y tú necesitas una cama.

Naruto alargó la mano suavemente sobre la de él cuando movió el cambio de marchas. Aquella caricia le tensó los testículos y le hizo hervir la sangre.

—Además —murmuró el doncel—. Quizá… tengas razón. Si lo que ha sucedido esta noche no es una broma, entonces será mejor que no esté solo. ¿No crees?

«Sí, estarías mejor solo».

Pero sería un auténtico bastardo si se lo dijera. Le dirigió una sonrisa forzada.

—Será un placer quedarme en tu casa.

 

* * *

 

Sasuke mentía, pero el doncel no se quedaba corto. Le había ofrecido a Kakashi un pequeño soborno para que no estuviera disponible la habitación que Sasuke había reservado y dudaba mucho que, a pesar de todo, alguien intentara hacerle daño esa noche.

Mientras recorrían las oscuras calles, Naruto se sintió muy cansado, aunque lleno de anticipación. Por fin iba a estar a solas con el hombre que deseaba, en su casa; en el mismo lugar donde ya habían hecho el amor apasionadamente. Aunque parecía que a Sasuke ese hecho no le alegraba demasiado.

Ese hombre era una incógnita. La lujuria que brillaba en sus ojos era inconfundible. De hecho, parecía que fuera a estallar en llamas cada vez que miraba al doncel. Pero también era evidente su desprecio. Y le intrigaba la cólera que demostró al ver la nota en la que alguien lo llamaba «puto».

—Si no es una jugarreta, ¿quién se molestaría en clavar esa nota con un cuchillo en el asiento de tu auto?

Lamentablemente, la lista era larga.

—Sasuke, déjalo. Será mejor esperar a saber qué averigua Iruka.

—No. —Él le lanzó una mirada de impaciencia—. Si la persona que lo hizo nos visita mientras dormimos, me gustaría tener una idea de a quién me enfrento.

—No te preocupes. Si realmente creyera que estoy en peligro, llamaría a Gaara. O a Neji. Tu primo y él son los mejores y, además, Neji es un viejo amigo. Fue quien me obligó a instalar el sistema de seguridad que tengo en mi casa. Es de lo mejorcito.

Sasuke apretó los dientes y el volante hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

 —Te he dicho que yo te mantendría a salvo esta noche y así será. Contesta a mi pregunta.

Era como un perro que no quería soltar a su presa, algo que llenó de esperanza al doncel. Quizá él le importara un poco. Incluso aunque fuera algo que iba contra el sentido común y los deseos de Sasuke.

—En primer lugar podría ser cualquier novio o esposo celoso al que no le guste la cantidad de tiempo que su hombre pasa en mi club. Es más frecuente de lo que crees.

—Las mujeres y donceles no suelen usar cuchillos.

 No. Le habían desinflado las ruedas, le habían cubierto la casa de huevos y le habían enviado más notas insultantes de las que podía contar. Las mujeres y los donceles despreciados solían dar la cara y rara vez le provocaban molestias.

—¿Qué me dices de tus antiguos amantes? —le dijo, inmovilizándolo con una mirada ardiente—. ¿Y de los actuales?

Naruto cerró los ojos. Por supuesto él asumía que había muchos. Ya se había enfrentado a algo parecido, no debería doler tanto. Pero, maldita sea, dolía.

—La noche que pasamos juntos te dije que llevaba dos años sin acostarme con nadie. Y no me he acostado con otro hombre desde entonces.

Sasuke negó con la cabeza; parecía como si estuviera intentando contener los pensamientos que le atravesaban.

—Naruto, puedes estar en peligro. Necesito que me digas la verdad.

Girándose en el asiento, el doncel le miró intentando controlar su temperamento.

—Te he dicho la verdad. Que no me creas no significa que yo haya mentido.

—Vamos —gruñó él—. ¿No hay ningún cliente que quiera hacer algo más que ver esos muslos desnudos? ¿Ningún trabajador que te haya hecho un favor y quiera algo a cambio?

Naruto contuvo la cólera cerrando los puños.

—No actúo así.

El pelinegro vaciló.

—¿No fuiste tú el doncel que estuvo de acuerdo en follar conmigo hace tres meses para que fuera tu chef invitado esta semana?

«No es eso, estaba dispuesto a hacer lo que fuera porque te deseaba… y esperaba que luego quisieras mantener una relación conmigo». Pero de ninguna manera pensaba abrirle ahora el corazón. Él lo había abandonado al amanecer y después le había mandado un impersonal ramo de flores. Y ahora lo trataba como si fuera un prostituto.

Pero si Naruto sabía de algo, era de hombres. Sabía que Sasuke sentía algo por él. Y pensaba conseguir que lo admitiera.

—Tú eres diferente.

—Por supuesto —bufó él, deteniéndose en un semáforo en rojo.

Pero Naruto ya había tenido suficiente. Alzó la barbilla y se volvió pura mirarlo fijamente.

—Mis únicos errores han sido ser tan estúpido como para creer que realmente eres un encantador caballero y querer saber cómo era hacer el amor con alguien que no me considerara un prostituto. Ha sido una tontería. Ya me he dado cuenta de que eres como cualquier otro y no el hombre educado y caballeroso que pareces. ¿Tratas así a todos los donceles?

Él apartó la mirada y apretó el volante con más fuerza. Respiró hondo, intentando controlarse. Naruto se dio cuenta de que a Sasuke no le gustaba hablar de cómo se había comportado aquella noche. Tal vez él no había querido desearlo y le avergonzara haberlo hecho. Quizá todavía era así.

 —Te he preguntado sobre tus amantes. Aceptaré tu palabra de que hace dos años que no te acuestas con nadie.

—Pero no me crees.

—¿Y qué me dices de tus actuales amantes? ¿Gaara?

Aquello no era asunto de Sasuke. A Naruto aquella conversación le parecía una mierda. La lógica le decía que sería mejor que olvidara cualquier estúpida fantasía de llegar a mantener una relación feliz con Sasuke. Él no había hecho el amor con el doncel con aquel fervor porque sintiera la química que ardía entre ellos. Lo había hecho porque el rubio había sido su primera experiencia de sexo salvaje y desenfrenado. Quizá debería limitarse a mantener relaciones sexuales con él y no perder el tiempo en emociones sin sentido.

Pero su corazón no quería darse por vencido.

—Gaara jamás intentaría matarme o hacerme una broma como esa. Quienquiera que haya hecho esto, no es alguien que haya pasado por mi cama. Es alguien que está enojado conmigo.

Sasuke observó que Naruto encogía los hombros, luego miró al frente cuando el semáforo se puso en verde.

—¿En quién piensas?

—Esta noche, te habrás fijado en un joven que se abrió camino para darme un beso. Se llama Sasori. Comenzó a frecuentar el club hace seis meses. Se ha convertido en un cliente habitual. Es un niño rico y gasta mucho dinero. Parece pensar que eso le da algunos derechos especiales.

—¿Le has aclarado las cosas? —La voz de Sasuke sonaba peligrosamente tensa.

—Le he dejado todo bien claro. Gaara también lo ha hecho. Le hemos llegado a sacar a patadas y le he dicho que sus insinuaciones no son bien recibidas. Pero no se rinde.

Sasuke apretó el volante con más fuerza.

 —¿Te ha insultado alguna vez?

Naruto negó con la cabeza.

—Suele ser muy gráfico con respecto a lo que desea; unas auténticas estupideces, pero jamás ha recurrido a los insultos. Eso es más el estilo del concejal Sai.

—¿Un concejal municipal? ¿Un representante electo del pueblo te ha llamado puto?

¿No estaba siendo Sasuke un poco inocente?

—Por supuesto. Su programa electoral se basa en la rectitud y la moralidad, así que, si fuera capaz de conseguir clausurar «La útlima tentación» sería considerado un héroe. Muchos ciudadanos se sentirían felices si eso ocurriera. Y ésa es la cruzada de Sai desde que resultó elegido hace dieciocho meses. Al principio no era tan vehemente, pero como las elecciones están a la vuelta de la esquina, está presionando más.

—¿Cómo?

—Organiza protestas delante del club, publica algunos artículos en el periódico local sobre la guarida del pecado que hay en la ciudad y la basura que se puede encontrar allí dentro. 

Por fin, Sasuke detuvo el coche delante de su casa. Naruto salió de un salto y le hizo una seña para que esperara en el interior del vehículo. Se acercó a la puerta jugando con las llaves y lanzándolas al aire, abrió la puerta principal, desconectó la alarma y se acercó a la puerta del garaje para abrirla oprimiendo un botón. Sasuke introdujo su vehículo en el garaje y salió del coche con una maleta de mano. Parecía tenso y nervioso.

 —He pensado que será mejor que lo dejes adentro. No quiero que te destrocen el vehículo ni que haya habladurías. Vamos.

Él asintió con la cabeza clavando la mirada en Naruto. El doncel cerró la puerta del garaje. Daría cualquier cosa por saber qué pensaba Sasuke. La tensa conducta del hombre y su incansable y visible erección le decían que, aunque era evidente lo mucho que deseaba al pelinegro, haría cualquier cosa para evitar acostarse con Naruto. Y después del interrogatorio al que lo había sometido esa noche, el doncel estaba más que dispuesto a hacerle sufrir.

Notas finales:

¿Una jugarreta? ¿Qué piensan?

Ese Naruto es un juguetón ¿Qué estará pensando hacerle a Sasuke?

Ojalá pudieran pasar a comentar :) Así me animo a actualizar más seguido.

Abrazos por montones.

 

Thera Zinaide.

 


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