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Maleficio por Yae

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Segunda parte

 

 

 

 

 

Resopló agotado, girándose en el enorme lecho. A pesar de que hubiese amanecido hace poco se sentía por completo agotado, casi no había podido dormir en toda la noche.

Pesadillas escalofriantes donde su esposa moría entre sus brazos le taladraron sin piedad, el llanto de un infante le calaba los tímpanos hasta el punto de desear destrozarlos, Naruto estaba seguro de que todas sus noches ser de la misma manera no soportaría lo que le quedase de vida.

Marchito se levantó dando un vistazo fugaz a la cama donde debería estar durmiendo junto a su reina, hallando el otro extremo vacío, suspiró quedo prefiriendo olvidarse de eso de momento, no tardarían en golpear sus puertas para que todas las doncellas quisieran ayudar a la difunta Hinata a empezar otro día.

La puerta sonó.

—           Solo llamen a Sakura, solo ella se encargará de ayudar a la reina — Naruto habló ignorando los repetidos golpes.

—           Abre Naruto.

Chasqueó la lengua al oír la voz de Gaara.

—           Si necesitas hablar que sea en otro lugar, no importunaré a mi reina.

—           Bien, te esperare cerca de las caballerizas ahí hablaremos sin que nadie interrumpa.

Nuevamente los pasos se fueron alejando y solo entonces el rey suspiró cansado, no tenía idea de cómo sería capaz de mantener tremendo ardid durante al menos ocho meses.

 

Cuando estuvo vestido y aseado se dispuso a salir, curioso le pareció no haber oído ni visto al demonio desde el día anterior.

—           ¿Dónde está Hinata?

Pero la pregunta de Sakura fue lo primero que oyó de boca de su amiga al abrir las puertas.

—           Descansando.

—           Estas mintiendo Naruto, me prometiste decirme que está pasando si…

La mujer calló, los brazos del rubio la rodearon sonrojándola en el acto, confundida no se apartó hasta que Naruto le susurró al oído, — oh Sakura, si supieses la verdad… no sabes la tortura que estoy viviendo… quédate aquí… espérame y si alguien pregunta ya sabes que decirle.

Ella negó cuando la soltaron, el abrazo había resultado demasiado frío, no como imaginó desde niña. — No puedo mentir, si…

—           Yo soy el rey, Gaara me espera… luego tú y yo hablaremos con calma.

Sin esperar respuesta se marchó de nuevo temiendo que su amiga no lo ayudase, la necesitaba para mantener lo más posible el impío engaño, cansado y hambriento fue al encuentro de su general. Aquella mañana despejada y cálida le reconfortó en su recorrido a las caballerizas pero aun así no respondió a ningún saludo de aquellos que le admiraban, que darían su vida por él.

 

—           Léelo — Gaara el entregó de inmediato una carta enrollada — solo resta que le pongas tu sello y la enviaremos de inmediato.

Naruto tomó el papel entre sus manos leyendo lo que allí había escrito, no tardó en arrugar el papel tirándolo al verde césped de sus jardines.

—           ¡Ni lo pienses!

—           ¡Es la mejor opción! — el pelirrojo se puso en frente cuando el soberano giró sobre sus talones para irse.

—           ¿Cómo te enteraste? — le miró furioso presionando los puños.

—           Solo tuve que ir a los calabozos… Naruto piénsalo, ha sido una fortuna para nosotros que capturases al heredero de nuestro enemigo. Podemos acordar un tratado que nos beneficie, obligar a que todas las tropas enemigas se retiren de nuestro territorio, pedir un cuantioso botín…

—           ¡No! — sus blancos dientes presionaron entre si fastidiado por las propuestas, tan maravillosas que hubiese accedido a ellas de no ser ese hombre ahora imprescindible para él.

De momento.

—           ¿Qué piensas hacer con él?

—           Nada, se quedará encerrado solamente.

Su amigo y general le miró con cierta aprensión, — ¿con que motivo? Estaremos desperdiciando una oportunidad única, el enemigo no tardará en averiguar que lo tenemos prisionero.

—           No lo harán.

—           Por favor Naruto, así como nosotros tenemos espías ellos han de tener cientos en nuestras ciudades. ¿Qué caso tiene mantener a un príncipe de prisionero? ¿Vas a torturarlo para que revele rutas y planos? Eso no funcionará.

—           Solo será mi prisionero y como rey mi palabra será acatada a cabalidad — sus azures ojos se le clavaron encima sin posibilidad a negociación.

—           No lo permitirán… su ejército…

—           Retrocederá — interrumpió sonriendo con seguridad — no perderemos Gaara, ahora que mi reina y sus ministros dieron la autorización para entregarme todas las tropas con las que cuentan esta guerra ya está ganada. Sitiaremos su capital en los próximos meses.

—           Llevará algo más que eso elaborar estrategias y prepararlo todo, tuvimos muchas pérdidas hasta ahora, — preocupado quiso hacerlo entrar en razón, no comprendía como Naruto alguien siempre tan dispuesto a tomar en cuenta la palabra de los demás, tan cerrado a concejos en ese momento.

—           Entonces reúne a los capitanes y demás, encárgate de eso Gaara — no dejó de sonreír dio un paso al frente para poder susurrarle a su general — confío en ti… solo mantén en secreto a mi nuevo invitado, es un príncipe de todos modos. Tal vez en un año podamos intercambiarlo por cinco vacas y un fardo de paja.

Gaara tragó pesado, un escalofrío inusual trepó por su columna, el álgido aliento del soberano le heló la piel, algo demasiado extraño parecía estar sucediendo con Naruto.

 

 

 

~~~

 

 

 

—           Estas a salvo Sasuke.

El nombrado fue estrechado en brazos cuando llegó al puesto que su ejército estaba desmontando antes de ser atacados.

—           Shisui… — murmuró apartando al pelinegro de cabellos cortos y casi ensortijados, de mirada oscura y honesta le sonreía con alivio al verle.

—           ¿Cómo escapaste? ¿Te encontraste con Itachi? — le preguntó en tono de confidencia a un lado de la poca tropa que aún quedaba allí, la única orden era regresar hasta las ciudades fronterizas y los campos de labranza que habían podido controlar en los últimos enfrentamientos.

—           Lo encontré poco antes del ataque, no sé dónde está ahora, yo estaba inconsciente. Un soldado me trajo bastante cerca y me dijo que mi hermano se quedó a combatir contra un enemigo, debemos hallarle cuanto antes.

Shisui era claramente mayor, oyó con atención la explicación de su familiar, Itachi era el heredero al trono, el rey no estaría nada satisfecho al enterarse de lo ocurrido en una simple escaramuza en la que fueron derrotados vergonzosamente.

—           Estamos replegando las tropas para mantener bajo nuestro control los puntos estratégicos, mandaré espías para  tratar de reunir algo de información — suspiró  sentándose en una de las rocas de ese campo, juntos a los caballos que se alimentaban de la hierba — debemos volver a la capital, decirle a tu padre…

—           ¡No podemos hacer eso! — Sasuke reclamó sintiendo la migraña proveniente de su herida — no podemos regresar sin Itachi.

—           Yo también estoy preocupado Sasuke, pero lanzarnos sin un plan o información sería más estúpido que gritarle al enemigo que perdimos al heredero para que ellos también se pongan a buscarlo.

El más joven calló guardándose las ganas que tenia de contradecir al comandante, a ese hombre inteligente que había entrenado junto a su hermano, de sangre real también quien hubiese sido un magnífico heredero al trono si desafortunadamente Itachi hubiese nacido mujer y así desposarlos, según palabras del mismísimo rey.

—           ¿Y si está herido? — inquirió preocupado.

—           Confiemos en tu hermano, estoy seguro de que un enfrentamiento con un simple soldado enemigo no bastará para que el caiga — le sonrió tratando de animarlo, escondiendo toda la angustia que sentía al desconocer el paradero de su mejor amigo. — Hablaste de que uno de nuestros combatientes te trajo, ¿Dónde está? Seguramente podrá explicarnos mejor contra quien combatió Itachi y en qué zona.

Sasuke chasqueó la lengua apartándose, maldiciéndose a sí mismo por su estupidez, no debió dejar atrás a la única persona que sabía exactamente donde quedó su hermano y contra quien peleaba.  Esos errores tan evidentes que seguía cometiendo pese a ser quien era, errores que su hermano mayor jamás cometería.

—           ¿Y bien?

 

 

 

~~~

 

 

 

Como hace años comió tanto, cuando era más joven y apenas empezaba entender la magnitud de toda la responsabilidad que tenía. Naruto se sacio casi hasta el hartazgo con la comida que le sirvieron, sin querer la compañía de nadie el enorme salón estuvo en silencio. Una vez satisfecho volvió a sus aposentos gradeciendo enormemente que esas espantosas murmuraciones cesaran de momento en su cerebro.

Cuando llegó a sus habitaciones vio aterrado como las doncellas iban y venían de sus aposentos llevando ropa de encajes y seda.

Apresuró sus pasos azotando las gruesas puertas espantando a todas las mujeres que estaban dentro.

—           ¡Afuera todas! — gritó.

—           Su… su majestad… la reina nos pidió…

—           ¡He dicho que se larguen!

Atemorizadas obedecieron saliendo a pasos rápidos llevándose consigo las telas y demás, cada una más consternada que la otra, si su rey siempre fue amable y generoso. Aquel arrebato las había tomado por sorpresa.

—           Mi rey… solo estábamos jugando un poco.

Cerrando la puerta pudo oír a la impostora, verla recostada en el enorme lecho rodeada de los costosísimos atavíos, como la réplica de una joya que han robado.

—           No quiero que luzcas así, no a menos que sea necesario — la miró con odio ya sin estar seguro del género del demonio.

Si es que poseía uno.

Asqueado por tener que verla idéntica a Hinata inspiró hondo, como desearía poder sacar a esa abominación de su castillo, tener que verlo solo el día que reclamase su alma como botín de pago.

—           ¿Es que acaso quieres que sospechen de usted, vuestra majestad? La reina famélica y enfermiza debe mostrarse de vez en cuando a sus súbditos para que sepan que ella está bien. — La mujer se irguió ya con tono de voz grave, con la sonrisa afilada, relamiéndose los labios.

Solo entonces Naruto lo notó, — ¿Dónde está Sakura?

—           Esa mujer… tuvo la osadía de tocarme. Ya lo sabe mi rey, no hay mucho en  mi interior — rió acercándose al placar de madera abriéndolo de un jalón.

La mujer de cabello rosado cayó al piso, con las manos y pies sujetos. Con una mordaza en la boca, los ojos llorosos y expresión aterrada.

Gimoteó cuando chocó contra el piso.

Su primer impulso fue ayudar a su amiga pero se contuvo, Naruto no podía permitirse mostrar debilidad. — Ella nos ayudará, no puedes ponerla en riesgo.

—           Ah — exclamó con falso tono de decepción, — si iba a perdérsela como un pequeño bocado, ya sabe… un alma más.

En medio de la mordaza la mujer le llamó quiso ponerse de pie, liberarse sin conseguirlo, solo al cabo de tortuosos segundos el rubio se inclinó frente a ella quitándole la tela que le cubría la boca, — ¡Naru…

—           Shs — le susurró sin compasión — querías saber la verdad, Sakura, pues es esta. Hinata está muerta y esa criatura es solo un demonio… un demonio a quien le he vendido mi alma para que mi hijo nazca.

Ella tembló sin poder entender bien, estaba al borde de un infarto más por la desoladora faz de su amigo, que por la sonrisa exagerada y descolocada de Hinata a la espalda de este, como sombra espeluznante que iba devorando la del rey.

—           Necesito tu ayuda… solo puedes aceptar, no me obligues a ejecutarte — sus ojos no dudaron y la mirada de horror empañada en lágrimas de Sakura no ocasionaron que ni un ápice de piedad aflorara — porque aunque nos conozcamos desde la niñez, no dudare en cortarte la lengua para que no puedas decírselo a nadie.

 

 

 

 

 

Como había lamentado las lágrimas de su amiga pero solo al cabo de unos segundos estas dejaron de afectarle, inmune a los llantos, reclamos y pedidos de quien siempre había conseguido hacerse escuchar cuando eran más jóvenes.

Como extrañaba esos tiempos.

Sakura pronto se dio cuenta de que no cambiaría de parecer, que no le explicaría más de lo necesario y que si de verdad quería ayudarlo lo haría sin cuestionar. La chica calló entonces comiéndose sus dudas y miedos.

Pero no se resignaría a ayudar en algo tan profano, a colaborar con la evidente decadencia del rubio.

—           Ya está lista… — susurró cerca del rey luego de horas de haber salido de la habitación real para cumplir el encargo, ahora era la única que tenía libre acceso a ese lugar donde una espeluznante reina aparecía y desaparecía sin poder advertirlo. — He ordenado todo como dijiste… pero… — dudó de proseguir mordiéndose el labio inferior.

—           Solo será temporal — Naruto habló incorporándose de su lecho, estaba agotado  y había pasado demasiado tiempo tratando de distinguir algo entre las sombras en su techo, esas que parecían bailar arrastrándolo a una quimera de locura. — ¿Ya mandaste a los guardias a llevarlo ahí?

—           Si — ella asintió presionando sus puños en el largo vestido que llevaba, debía hablar con el sacerdote cuanto antes.

—           Bien — se encaminó a la puerta dándole un vistazo a su amiga de pelo rosado, — Sakura acompáñame.

 

 

 

 

 ~

 

 

 

Como cuerpo en ignición se sentía desfallecer por las olas de calor que lo recorrían, se removía inquieto, se debatía para tratar de agostar ese lacerante calor. Creyó abrir la boca, buscar agua para calmar ese dolor abrasador, pero en medio de ello sintió como lánguidas manos recorrían su cuerpo, como parecían desgarrar su ropa, clavarse en su piel, deslucirlo con morbosidad.

Sus negros ojos se abrieron súbitamente enfocando el techo liso, pero de inmediato siseo entrecerrándolos con dolor, se quejó cuando la tela húmeda rozó las magulladuras en su rostro, su único impulso fue apartar esa mano nada delicada cuando quisieron repetir la acción.

—           Quédate quieto — le ordenaron y al reconocer la voz se apartó cuanto pudo notando recién que ya no se hallaba en ese frío calabozo.

Los ojos azules le miraban fijos, pudo ver el cansancio en ellos y las ojeras debajo.

Itachi dejó de prestarle atención para enfocarse en su entorno, una gran habitación demasiado vacía, una cama amplia, un par de muebles y dos puertas fue lo que logró ver antes de que una helada mano le apresara por la mandíbula forzando su atención.

—           No te hagas ideas equivocadas, eres mi prisionero que no se te olvide, — lo rabiosos ojos azules no lo intimidaron, si ya lo habían sacado de ese calabozo eso debía significar algo.

—           Agua… — sus resecos labios se entreabrieron pronunciando con cuidado y claridad. Quiso creer al no estar muerto aun que se habían puesto en contacto con su padre, solo debía esperar la negociación.

—           Sakura.

Oyó al rubio llamar a la mujer que no notó estaba a un lado, claramente asustada no tardó en servir el líquido incoloro en un cuenco de madera antes de alcanzarle lo que pedía. Bebió con cuidado saboreando lo imposible, utilizando los escasos instantes que podía para recorrer la habitación con su mirada, memorizando el nombre de la muchacha y tratando de leer sus expresiones.

Quizá podría serle de ayuda en algún momento.

—           Apestas.

Entonces la voz prepotente de Naruto le hizo evidente el lamentable estado en el que se encontraba, los golpes aun dolían en su rostro, su abdomen aun parecía revolverse como si sus vísceras no pudiesen quedarse quietas.

Y la sangre.

Tenía el cuerpo y los cabellos llenos del carmín reseco, si pudiese verse seguramente su reflejo le proporcionaría una imagen indigna de quien era.

—           Allá esta lista la tina con agua — de nuevo la voz de Naruto le sacó de sus cavilaciones.

Le tomaron de un brazo con fuerza forzando a ponerse de pie, Itachi siseó adolorido cuando sus piernas fallaron y lo hicieron trastabillar nada más al dar un paso, — déjame… — intentó ordenar pero no le liberaron.

—           Límpiate, que me generas bastante asco y ni siquiera intentes cerrar la puerta.

Volvieron a tirar de su brazo y no tuvo más opción que erguirse como pudiese, avanzar a pasos torpes siendo guiado al pequeño cuarto donde la tina de madera llena de agua aguardaba, pudo constatar entonces que la cerradura de la puerta había sido quitada.

—           Date prisa.

Itachi hizo amago de sonreír con burla, las únicas órdenes que tuvo que acatar fueron las de su maestro y las de su padre, no había sido educado para obedecer al enemigo. Pero necesitaba limpiar sus heridas.

—           Retírate entonces, — viró enfrentado al rey actual de esas tierras, los ojos azules le miraron coléricos sintiendo una ofensa enorme para pasar a escudriñarlo de pies a cabeza, un par de veces en el incómodo recorrido. Itachi creyó por un segundo que no lo haría, pero el rubio negó al instante dando media vuelta.

El pelinegro suspiró cuando le dieron falsa privacidad, sin poder asegurar la puerta procedió a quitarse su maltratada ropa notando un cambio a un lado, a pasos lentos se aproximó al diminuto tragaluz que quedaba en la pared bastante alto.

Se puso de puntillas para tratar de distinguir algo afuera, notándose de inmediato en una de las torres del castillo, el patio de armas de exhibía abajo donde una cuadrilla de caballeros hacían resonar a los corceles y las metálicas armaduras. Aún era de día.

La incómoda posición no le permitió observar mucho más, una vez desnudo y a punto de sumergirse en el agua pudo apreciar la herida ya suturada que bien sabía cuando se hizo, pero más a un lado justo en medio una cicatriz que recorría su vientre, una línea horizontal que lo surcaba por unos centímetros, una lesión que parecía haber sido hecha hace demasiado tiempo.

Consternado la palpó sintiendo una pequeña punzada nada más al hacerlo, un sudor frío le recorrió entonces al tan solo poder rememorar esa espeluznante pesadilla donde una grotesca criatura jugaba con sus entrañas como un carnicero degollando una res.

 

 

 

 

 

Naruto se mordió los labios aguardando a la salida del baño, nervioso por las ocasionales sombras que daban la impresión de moverse, saltar de esquina en esquina acumulándose en un rincón.

 

—           Vete — le dijo a Sakura antes de que el cumulo de oscuridad acrecentara.

Ella dudó unos instantes pero no tardó en advertir esa negrura espeluznante, sus  ojos verdes se abrieron de mas, cubriéndose la boca para evitar gritar salió a prisas cerrando la puerta tras de sí, se apartó corriendo bajando las escaleras de piedra, no comprendía que podía haber hecho Naruto para atraer a esa criatura, para que necesitaba a ese hombre que encerraría en esa torre, pudo verle una cicatriz en el estómago y cuando quiso indagar más Naruto la apartó encargándose entonces de limpiar las heridas de ese enemigo.

Casi gritó cuando choco con su amiga, que la miró extrañada al verla tan asustada.

—           Estas pálida como una vela — la chica rubia limpió con uno de sus dedos las gotas de sudor que recorrían la frente de la otra, — ¿Qué paso? Te estuve buscando todo el día.

—           Ino… — musitó consternada, deseó contarle aquella entelequia que creía estar viviendo pero no se atrevió, si Naruto la había amenazado con tanta frialdad no dudaría en cumplir si le contaba a alguien más, a alguien a quien pudiese ejecutar sin dar explicaciones.

—           Parece que hubieses visto un fantasma.

Negó forzando una sonrisa, — no, un fantasma no.

 

 

 

Una vez su amiga se marchó se encogió abrazándose las piernas, perdido entre sus pensamientos, en memorias de hace años, en épocas más felices donde quería ser un caballero para salvar a una princesa y ser coronado rey.

Pero él era un príncipe, no necesitó a una princesa para obtener la corona, claro que al desposarse con una tuvo acceso al reino de ella también.

—           ¿En qué piensa su majestad? No debería atormentarse, tal vez necesite algo de placer.

La voz del mendigo rasposa resonó, vio a la grotesca aparición en una esquina, como si no pudiese o no quisiese dejarlo solo por mucho tiempo.

—           Calla, no tengo ánimo de escucharte.

—           Oh, que ofensa — se mofó en acercándose por su espalda buscando susurrarle al oído — lo he notado… como observaba al príncipe, de seguro pensaba que se veía demasiado bien.

—           Dije que te callaras — fastidiado Naruto se puso de pie, las obscenas insinuaciones del demonio lograban sacarlo de quicio con sencillez. Era solo su enemigo, un enemigo que no podía desollar hasta que su hijo naciera, su piel se advertía bastante blanca y su cabellos negros como las cenizas, seguramente luciría mejor una vez limpio, una vez se alimentase. Naruto gruñó.

—           El placer es placer, son solo los humanos quienes lo castigan cuando este se sale de los parámetros impuestos por ustedes mismos — siguieron susurrando y el rey no supo en que momento el demonio se había colado de nuevo a sus espaldas.

—           ¿Piensas si quiera que escuchare tus blasfemias?

—           Le recuerdo mi buen rey, que ya lo hizo. Le garantizo que disfrutará mucho más retozando entre las piernas de ese príncipe que en las de cualquier doncella.

Naruto se alarmó, volvió a apartarse de quien solo blasfemaba a su oído. Ni siquiera quería imaginar aquello.

Considerando que el pelinegro ya demoraba demasiado fue hacia la pequeña habitación empujando la puerta con violencia viéndole terminar de colocarse los pantalones sencillos.

Los negros ojos le miraron con irritante desagrado, el torso blanco aun lucia húmedo y  las pocas gotas de agua escurriéndose del largo cabello le hicieron fruncir el entrecejo.

Ni siquiera quería imaginarse aquello.

El rey titubeó y más cuando el enemigo se giró del todo dejando ver su torso desnudo, las hebras brunas cayendo por los hombros, el rostro agraciado aun mostrando magulladuras, espesas pestañas abanicando esos ojos.

 

¡Oh! ¡Dios!

Estaba enloqueciendo, no era suficiente saber que se quemaría en el infierno, parecía que tendría que adoquinar su sendero con pecados abominables.

—           Que me has hecho — la voz de su enemigo resonó, grave y profunda, sus azules ojos entonces enfocaron lo que le mostraban, la cicatriz por la que su hijo había entrado en ese cuerpo para poder seguir con vida.

La injuria que estaba devorándolo por completo.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Gracias por las lecturas y los bellos comentarios, espero el capítulo les haya resultado interesante, Cuídense mucho.

Yae.


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