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Las dudas de Damian Wayne por Nero Sparda

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Notas del capitulo:

¡Hola, enfermera! (?) Yo sé que algunos de ustedes ya deben querer lincharme por tardar tanto en actualizar y no tengo ninguna excusa lo suficientemente buena que justifique este pobre rendimiento, sólo mi enorme amor, la promesa de que tal vez algún día llegaremos al final.

Lo cierto es que este proyecto se extendió más allá de lo que tenía pensado y me siento muy feliz por eso, por el apoyo recibido.

Agradecimientos, enormes abrazos y besos para:

Zitlixx
IsenHart 
Zarite, mi hermosa criaturita amante del yaoi <3
Hikari XD

Y todas esas hermosas personitas que me dejan maravillosos comentarios y me animan a continuar. No saben cuanta emoción me da poder leerlos, su opinión, sus risas, sus alegrías o sus gritos fangirls, aunque por ahorita no podré responderlos, ya va a amanecer, me caigo de sueño x'D

Pero los amo <3 <3

Dedicado a May que siempre me espera 89 años, ni uno más, ni uno menos (?) a Nao que me acusa de ser colgada :'v


 

 

Damián Wayne había aprendido lo suficiente de besar en esas últimas dos semanas, Jason era un habilidoso maestro y fuera de las discusiones sobre lo que podían y no podían hacer debido a su edad, resultaba competente.

Desde la primera vez, cuando caminaba alrededor cual fiera enjaulada, tirándose del oscuro cabello hasta que el pequeño Robin casi sintió que se lo arrancaría, recitando todas las razones para no hacerlo, finalmente Jason le dejó en claro las reglas y con ello el inicio del juego.

No tendrían relaciones sexuales, muy a su pesar, porque no debían apresurar algo tan trascendental. Vamos, como si follar como conejos fuese el gran paso de la humanidad.

Tampoco debían quitarse la ropa, Jason dejó excesivamente claro los primeros días que entre más ropa llevasen más cómodo se sentía y entre menos hablasen sobre ello sería menos extraño.

No podían decírselo a nadie y Damian estuvo muy de acuerdo con ello, no quería a Bruce recitándole aburridos sermones ni dándole más enciclopedias, tampoco le apetecía que Tim o Dick comenzarán a burlarse.

Dicho sea de paso, también le agregaron al grupo familiar. Estaba realizado en sus metas a corto plazo y sin embargo insatisfecho.

Jason besaba bien, era brusco, salvaje, le dejaba los labios adoloridos, enrojecidos y más de una vez había tenido que ir a buscar alivio al baño, solo.

Harper aún iba al apartamento, dos veces les vio fornicando desde una prudente distancia; Damian quedó bastante "antojado" de probar sus capacidades en la cama con Jason haciéndole todas las indecencias que hacía para el pelirrojo, susurrándole las mismas vulgaridades. Deseaba tener esas rugosas manos expertas recorriéndole o la boca pecaminosa del mayor yendo por caminos inimaginables como en sus húmedos sueños y tal cual hacía con el pelirrojo. Además, ese par solía turnarse, tomando distintos roles dependiendo el día. A veces Harper recibía, otros lo hacía Todd.

Pero no podía obtener más que sencillos arrumacos y se frustraba el doble porque tampoco tenía con quién comparar los besos abrumadores del segundo Robin. Sí, disfrutaba su boca caliente, la lengua experta e incluso la manera en que le sostenía cerca, pero ¿cómo saber si era el mejor en lo suyo cuando no había besado a nadie más nunca?

Practicar ya no era suficiente, no ganaría experiencia sólo aprendiendo de un sólo hombre.

¿Quién más le quedaba? Los mocosos de su edad eran aburridos e idiotas, aún se emocionaban mirando chicas desnudas impresas en papel, robaban pornografía a sus progenitores cuando estos se descuidaban. Ridículo.

Damian Wayne no caería tan bajo, él necesitaba otro experto, alguien que tuviese extensa experiencia besando porque eso significaba que le enseñaría nuevas cosas, detalles quizás poco conocidos por Red Hood.

Dick Grayson fue su gran plan, aunque ahora teniéndolo delante ya no estaba tan seguro, ¿y si corría a acusarlo con padre? ¿Y si se lo contaba a la Liga, a los Titanes, los otros Robin? Después de todo, seguía siendo una nenita llorona, convencer a Todd había requerido tiempo.

 —Richard, necesito tu completa cooperación y discreción en un asunto importante.

Dick volvió el rostro despacio, no se había vuelto cuando le escuchó entrar en la estancia, mostraba inusual seriedad pero eso no le preocupó, su hermano a veces era melodramático.

 —Creí que jamás me lo pedirías, Dami, estaba preocupándome que armases un complot con Jay-Jay o que ya no fuese tu hermano mayor favorito.

Hizo algo parecido a un puchero, el cual ignoró por completo, en el fondo sentía que ni Bruce ni él confiaban en dejar solos a dos Robin tan violentos y poco razonables, pero eso sería materia de otro día.

 —Un momento, ¿tú sabías lo de Todd?

Dick rodó sus brillantes ojos azules, echándose hacia atrás sobre el sofá donde se encontraba leyendo minutos antes, dejando a un lado el libro aunque no lo había visto muy concentrado en ello al entrar, más bien sólo quería darse el aspecto intelectual.

 — ¡Claro que lo sabía! Ustedes son mis hermanitos, debo saberlo todo de ustedes.

Bien, eso podría volver el asunto mucho más sencillo, sólo debía exponerle sus términos y las razones adecuadas. ¿Quién sabe? Quizás prestaría menos resistencia que Todd y podrían llegar mucho más lejos.

 —Bien, entonces asumo que estás de acuerdo en lo que voy a pedirte.

Asintió y su amplia sonrisa se hizo presente, un gesto que a Damian fascinaba por la manera en que lograba iluminar la habitación entera y hacer más atractivo su rostro ya bastante seductor. Sin duda Dick jamás había tenido problema con las citas o los besos, eso lo volvía el candidato perfecto.

 —Puedes contar conmigo, Dami, sobre todo en consejos amorosos, Jay es un poco bruto...me preocupaba que te dijese algunas cosas que no debías saber aún.

Espera.

 — ¿Qué? ¿De qué diablos estás hablando? ¿Eso…eso es...lo que sabes?

Dick parpadeó más suspicaz ahora.

 — ¿Qué se supone que deba saber aparte de que tienes un interés amoroso y no nos la has presentado?

Era demasiado bueno para ser verdad y el pequeño Robin se llevó la diestra al rostro, pasándola despacio, exasperado. Dick Grayson no podía ser tan ingenuo, era el tipo pervertido conquistador que hablaba por teléfono sobre tangas de encaje sin miedo a ser escuchado, ¿y no comprendía la magnitud de su investigación?

Todos allí eran medio idiotas, no merecían ser Robin’s.

 — ¿Cómo es que han sobrevivido tanto tiempo siendo tan tontos? No estoy enamorado, no tengo intereses amorosos, necesitaba...olvídalo, eres más frustrante que Todd.

Se giró dispuesto a marcharse, ya idearía algún plan B, convencería al Red Hood para llegar más lejos o quizás intentaría con alguien de su edad, tal como insistía el chico, sin embargo terminó siendo detenido por Dick que se había incorporado y trataba de calmar sus ánimos, sus imaginarias frustraciones.

 — ¡Dami! No voy a saberlo si no me dices.

 —Es que tú no entiendes, no quiero una novia boba a la cual regalarle flores. No soy tú.

—No seas hiriente Damian, tanto Kori como Bárbara eran mujeres brillantes y fuertes. 

—Tt, también las otras veintitantas, ¿verdad Grayson?

Otra vez se apartó empujándolo fuera del camino, no sólo eran las hirientes palabras sino una profunda y venenosa mirada, evitando que le apaciguara tan fácilmente con sus enormes ojos azules, prefería usar la salida estratégica abandonando la habitación dando grandes zancadas que delataban su molestia. Grayson era irritante, lograba hacerle olvidar el principal propósito con el que acudió a él.

Tal vez pudiese encontrar otro compañero "besable" entre los Titanes, aunque esos sacaban su peor cara. Chico bestia no sabía callarse, era insufrible, descartado. Wally...pues ni le interesaban.

Gruñó pasando justo al lado de Alfred.

 —Joven amo, a riesgo de interrumpir debate interno, el amo Bruce me envió a buscarle para recibir a sus visitas.

Damian parpadeó y luego cruzó los brazos sobre su pequeño pecho con aire aún más enfurruñado, Grayson le seguía, al parecer tampoco comprendía cuando una conversación estaba concluida.

 — ¿Volvió Jason, Al?

El mayordomo negó girando elegantemente sobre sus propios pasos, guiándolos tácitamente hasta lo que sería el enorme recibidor.

 —Desgraciadamente hoy no, pero el amo Bruce estuvo considerando esa "charla" tan elocuente que el joven Grayson le dio el otro día y decidió invitar a la familia Kent para que sus hijos socializaran un poco. Dos muchachos de la misma edad tienen cosas en común, supuestamente.

 —Tt, Jon es un mocoso de diez años inmaduro y llorón, además ni siquiera tiene poderes.

 —Los tengo bobaliconzilla, te escucho claramente.

Justo al inicio de las suntuosas escaleras se encontraba Jonathan Kent con su oscuro cabello revuelto, el ceño fruncido y una fea camiseta de Superman además de una mochila roja colgando a su espalda. Ambos progenitores habían desaparecido al parecer queriendo que ellos tuvieran privacidad suficiente para compartir cosas de adolescentes.

—Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas.

—Es de peor educación hablar mal de otros sabiendo que pueden escucharte.

— ¿Quieres pelea, Súperbobo?

—Inténtalo, enano amargado.

El pequeño Robin ya había llegado hasta él, poco tolerante a los insultos y ya ansioso por tener algo que golpear y así desahogar las frustraciones del día. Al menos le ahorraba el patrullaje o terminar enviando a idiotas criminales al hospital.

—A ver, calma chicos, se supone somos todos del mismo bando ¿no?— Grayson intentó interponerse, calmarlos antes de que destruyeran la sala o la mansión. —Soy Richard, me llaman Dick, tú eres el Súper júnior ¿no? Escuché historias y te pareces bastante a tu papá.

—Tt.

Jon pareció encontrar aquello menos "hostil" y elevó su pequeña mano para saludar al primer Robin, un acto que quedó rápidamente rechazado por el brusco golpe de Damian.

—Búscate tu propio hermano mayor, súperbobo.

Y ese impulsivo acto fue el inicio de la guerra. Alfred suspiró pesadamente, un poco menos sorprendido que durante la primera pelea entre los dos niños, sólo debía quitarse del camino y apartar algunas cuantas reliquias familiares, las más valiosas porque no llegaría a salvarlas a todas.

— ¡Chicos, somos amigos!— Richard intentaba, inútilmente, separarlos, recibiendo en el proceso algunas cuantas patadas, puñetazos e incluso mordiscos. El cachorro de Superman y un Robin no se controlaban igual que niños normales. — ¡Damian!

—No le recomiendo entrometerse amo Grayson, no querrá acabar congelado.

Alfred observaba estoico desde una prudente distancia hasta que los progenitores de esos problemáticos muchachos se dignaron a salvar el día, la mansión mejor dicho, pues el acróbata no podía mantenerlos separados ni con sus maravillosas habilidades.

—Jono ¿quieres por favor bajar a Damian?

—Damian, baja los batarangs. Por favor.

Allí estaban, Batman hombro a hombro con Superman. Bruce Wayne manteniendo sus brazos cruzados sobre el pecho y una mirada sombría fija sobre el pequeño Robin, Clark parecía una mañana despejada, sonriendo aunque algo más contrariado debido al inesperado suceso. Aun deseaban tener a sus dos hijos cooperando, trabajando juntos como a ellos les había costado al principio.  

— ¡Él comenzó! — Gritaron al mismo tiempo, señalándose. — ¡Fue su culpa!— 

—No importa de quién fue la culpa Damian, ¿no se supone que eres un maduro adolescente?

Sin duda Bruce Wayne sabía dónde presionar para tener a su hijo avergonzado por su impulsivo comportamiento, o al menos lo menos letal posible. El Robin sólo ladeó su rostro con un carraspeo, sin siquiera dignarse a decir palabra alguna o mirar al chico que minutos antes lo sostenía varios centímetros lejos del piso.

—Jon…— Clark tampoco necesitaba insistir demasiado, el pequeño ya estaba disculpándose a regañadientes. — ¿Seguro que esto es buena idea? Odiaría deberte los daños de una mansión.

Bruce le restó importancia con un vago ademán y manteniendo la mirada sobre su humillado Nightwing, quien se frotaba a unos cuantos metros la mandíbula magullada por un puñetazo al aire.

—Descuida, saldrá bien, queremos que aprendan a ser equipo, ¿no?

— ¿No eras tú quien insistía en eso de ser independiente, sin compañeros ni nada?

Tanto Dick como Clark contemplaron cómplices al murciélago, sin embargo antes de que este pudiese defenderse fue Damian quien interrumpió.

— ¿De qué están hablando ahora? No quiero trabajar con el Súperbo…Jon.

—Jonathan se quedará a dormir hoy, una ¿pijamada?— Bruce miró a Dick intentando confirmar que era correcto. —Pueden charlar y entrenar pero no va a haber patrullas ni investigaciones de ningún tipo, ¿entendido? Nada de escabullirse.

Las protestas no se hicieron esperar, sobre todo provenientes del pequeño Robin que seguía a su progenitor enumerando todas y cada una de las “importantes” razones que volvían aquella inocente reunión la peor idea del mundo. Sobre todo porque criminales peligrosos podrían aprovechar para hacer daño mientras él estaba intentando enseñar a un mocoso de diez años cómo luchar, momento en que Jon le recordó que podía escucharlo desde cualquier punto en la mansión. Dami le ignoró completamente y fue Dick quien se ofreció a llevarlo a su habitación.

— ¡No puedes hacerlo, no puedes forzarme a cuidar un bebé alienígena llorón!

— ¡No me estarás cuidando, sé cuidarme perfectamente!

— ¡Claro, por eso te capturan y te echas a llorar en las escenas del crimen!

Y allí estaban otra vez intentando golpearse ante la mirada cansada de Alfred y la desaprobatoria que tenían tanto Clark como Bruce.

—Es nuestra última palabra, Damian. Jon se quedará, entrenaran juntos, cenarán juntos y espero verlos esforzándose por conocerse mutuamente, algo deben tener en común.

Además de casi causarle una jaqueca a Batman Dick dudaba que ese par pudiesen compartir algo, eran tan opuestos en personalidad como el día y la noche. Uno había sido criado para ser un homicida sin piedad en el seno de la Liga de asesinos, el otro era amado profundamente por dos padres devotos que esperaban poder darle lo mejor y no lo presionaban en tomar el manto.

—Ya, ya niños. Al, prepara mi habitación por favor, parece que hoy me quedo a dormir y evitar una tercera guerra mundial.

Claro, Grayson tenía la ligera sospecha que si algo le pasaba al retoño de Clark, el mundo se acabaría tal y como lo conocían aunque Damian insistiese en lo contrario. 


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