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Entronado - Yuri on Ice - por CELESTE_KAIRI

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Notas del capitulo:

¡Nuevo Capitulo!

Capítulo VIII –

思い出

(Memorias)

-Parte II-

 

 

- Espera… - se levantó de su asiento de golpe, levantando ambas manos para indicarle a su hermana que le dejase hablar antes de que esta emitiera sonido alguno – me estás diciendo, ¿Qué el rey Nikiforov logro entrar al castillo así como así? ¿Nadie se dio cuenta de su presencia?

- Yuuri, cálmate – sugirió su hermana – Adalberto ya te había dicho que el rey Nikiforov utilizo las negociaciones para entrar a palacio y matar a nuestros padres.

- Si, lo dijo pero, imagine que lo hizo después de llegar de nueva crisis, no en plena madrugada y sin que nadie supiera que estaba ahí.

- Las cosas fueron más complicadas de lo que crees – dijo en un hilo de voz.

- Entonces explícame – demando – no entiendo nada, si estábamos en Altissia ¿Por qué nos dieron por muertos? ¿Nadie mando a analizar los cuerpos calcinados de esos niños?

- Pues… - hablo Mary mirando de reojo al rubio, quien solo soltó un largo suspiro de cansancio.

- ¿Y bien? – intercalando su mirada del rostro de su hermana y Adalberto.

- Tuvimos ayuda – respondió Adalberto con pesar - Sunan tenía contactos, una vez hicieron el análisis, la persona que le ayudo cambio el resultado e indico que eran ustedes los que habían muerto calcinados en las alcobas reales

-  Entiendo – trago con fuerza -¿Y no saben el motivo del porque estaban ahí en primer lugar? 

- Pensamos que al ver todo lo que estaba ocurriendo se escondieron ahí y lamentablemente el fuego los alcanzo sin que pudieran hacer nada… Después de todo, muchas personas de la servidumbre vivían en palacio al igual que sus hijos.

- Ya veo – dejándose caer nuevamente en su asiento.

Yuuri guardo silencio solo unos instantes, su hermana al ver el mutismo del mismo, alargo su mano para dejarla sobre su muñeca, haciendo que este le regresara a ver.

- Muchas personas murieron esa noche pero, no es algo con lo que debas sentirte responsable Yuuri.

- Lo sé, es solo que… No puedo imaginarme que alguien pueda ser capaz de algo tan… - callo de pronto, buscando la palabra adecuada para describir al rey Nikiforov.

- ¿Horrible?

- Cruel seria la palabra más indicada.

- ¿Algo más que quieras saber? – pregunto su hermana sin soltar su mano.

- Si, yo… - girando su cabeza para enfocar el rostro del rubio – Hay algo que no comprendo, si nosotros estábamos en Altissia y tú te quedaste en Nueva Hasetsu para proteger a nuestro padre… ¿Cómo fue que llegaste? ¿Por qué Ralph no estaba contigo? ¿No se dieron cuenta de tu partida?

- Como indico tu hermana, esa noche fue complicada y llena de sangre, muchos fieles guerreros, hombres que entrene día y noche perecieron durante la batalla…¿Estás seguro que quieres escucharlo? No tienes por qué saber lo que ocurrió en el castillo esa noche –tratando de cambiar de parecer al menor.

- No, sabes mejor que yo que necesito saberlo… Saber, que le hizo ese hombre a mis padres.

Adalberto contemplo el rostro del azabache, asintió ligeramente y comenzó a relatar lo que aquella noche se vivió en palacio.

 

 

 

- ¿Estás seguro de enviarlos a Altissia? – pregunto mientras continuaban su camino hacia el gran salón.

- ¿Estas cuestionando mi decisión Adalberto? – pregunto el rey con una sonrisa.

- Claro que no, es solo que ellos son muy jóvenes y…

El rey soltó una ligera risa al ver la cara de inquietud de su amigo.

- Tranquilo Adalberto, ellos estarán en buenas manos.

- Lo sé, la reina Alicia los cuidara perfectamente además también esta Lady Freya, aunque puede que el príncipe Yuuri se intimide con las sacerdotisas, ellas son muy frías y…

-  Adalberto – le llamo el rey – tranquilo, en Altissia sabrán como manejar todo – palmeando ligeramente el hombro del rubio.

- Lo lamento, no quería sonar paranoico.

 - No lo lamentes,  comprendo tu inquietud y el por qué tienes esos pensamientos amigo mío después de todo, eres el padrino de mi hija mayor – comento con cierto orgullo en su voz -  pero sabes perfectamente que no enviaría a mis hijos aun lugar que significara un peligro para ellos.

Adalberto asintió con una suave sonrisa en su rostro.

- Deberías volver con los demás, dentro de poco llegara el canciller de Nueva Crisis y todo debe estar listo para su llegada.

- Como usted ordene su majestad – hizo una reverencia.

- Sabes que no hay necesidad que hagas eso cuando estamos solos.

- Toshiya, eres el rey, por muy amigo mío que seas te debo obediencia así como respeto… Ya no somos esos jóvenes de dieciséis años en busca de aventura y a los que la etiqueta no les importaba.

- En eso te doy la razón.

Ambos soltaron una ligera risa al recordar fugazmente las aventuras compartidas.

- ¡Ahí están!

Ambos varones giraron sus cabezas hacia el lugar de donde provenía la voz. Sunan se aproximaba rápidamente hacia ellos, con la usual sonrisa que le caracterizaba en el rostro. Adalberto rodo los ojos al ver la forma tan despreocupada con la que se acercaba el moreno.

- Sunan ¿Qué haces aquí? – pregunto el rubio alzando una ceja – no se suponía que estabas por partir al viñedo de tu familia.

- Si, en unos minutos me iré, pero quise despedirme de Toshiya – contesto una vez a lado de ambos.

- ¿Ves? Incluso Sunan sabe que cuando estemos solos pueden llamarme por mi nombre.

- Que no escuche eso Ralph o comenzara con su discurso de cómo llevar la etiqueta en la corte – dijo Adalberto.

- Ralph no está aquí, además sabes que con o sin motivo siempre nos recuerda las reglas de palacio – rebatió Sunan encogiéndose de hombros.

- No puedo negar eso – contesto -

- Que tengas un buen viaje Sunan – dijo Toshiya con una sonrisa en su rostro – y vuelve pronto.

- No se preocupe majestad – arrodillándose frente a su rey, colando su mano derecha sobre su corazón y la otra tras su espalda – como parte de su guarda, estaré a su lado la noche en la que las negociaciones se lleven a cabo.

Toshiya asintió.

- ¿Ahora si recuerdas la etiqueta? – pregunto Adalberto a modo de burla.

- Que no suela usarla frente a ustedes no significa que no la conozca – levantándose – además, es divertido ver rabiar a Ralph.

Los tres comenzaron a reír por aquella afirmación.

- Debemos irnos – sugirió Adalberto – la reina debe estar esperándole en el gran salón su majestad.

- Ciertamente, prometí ver con ella los últimos preparativos – respondió.

- Entonces no le quitamos más su tiempo, nos retiramos.

- Nos vemos después su majestad – secundo Sunan.

- Saluda a Kanya y al pequeño Phichit de mi parte – dejando reposar su mano derechas sobre el hombro del contrario.

- Lo hare.

El rey retiro su mano del hombro ajeno, ambos escoltas hicieron una reverencia, dieron media vuelta y avanzaron por el pasillo hasta perderse de la vista del mismo.

 

******

 

Abrió la puerta con cuidado, cerrándola tras de sí una vez ingreso al lugar. La sala de entrenamiento se encontraba tan pulcra como siempre, las armas se encontraban en  la estantería, los guardas del reino se encontraban en fila al igual que los integrantes de la guardia nocturna, quienes habían sido convocados por Ralph, para dirigirles el discurso que ahora se encontraba resonando por todo el recinto.

- El día de hoy llegara el canciller de Nueva Crisis por lo cual, se les encomienda mantener la paz en el reino, no debe haber disturbios mucho menos alguna pelea que pueda entorpecer las actividades – dijo caminando de un lado a otro, verificando que todos los guardias estuvieran escuchándole -  estas negociaciones son importantes, nuestro rey ha hecho todo lo  posible para que se lleven a cabo y así terminar con la guerra que nos a aquejado por siglos.

- Señor, permiso para hablar – dijo uno de los guardas interrumpiendo el discurso.

- Adelante.

- ¿Alguno de nosotros será asignado para vigilar al canciller? No es que desconfiemos de nuestro rey pero, ¿no cree que le esté dando demasiada libertad? En cada visita que ha hecho nadie lo ha supervisado, yendo de un lado a otro en la ciudad  muchas de nuestras familias incluso temen que haga algo.

Los murmullos entre los guardas comenzaron a escucharse.

- Se muy bien que les inquita su llegada, como las muchas que antes ha tenido a nuestro reino desde que se rumoraba las negociaciones pero, el rey ha decidido darle esa libertad para que nueva crisis pueda apreciar que estamos dispuestos a negociar y convivir en paz con ellos.

Los rostros de los guardias dentaban su desconfianza, lo cual hizo suspirar al consejero real. Si bien, él tampoco estaba muy contento con aquella decisión, cada llegada del canciller a nueva crisis era como un mal trago para su persona, tener que dejarle pasar a cualquier parte del reino - así como a su guardaespaldas- sin que algún guardia real le vigilase, le inquietaba puesto que no estaba seguro de su buena fe. Trago con fuerza y continúo hablando.

- Nuestro deber es mantener el orden y seguir las indicaciones de nuestro rey, aun cuando no podamos comprenderlas – aseguro – el rey Regis sabe lo que hace, todo es por el bien de nuestro reino aun si eso signifique dar libertad a alguien que es considerado como enemigo… ¿Acaso no desean vivir en paz? ¿No desean que nuestras familias puedan dormir tranquilas? La amenaza de los cadentes ya es algo difícil de manejar y con la guerra aún más… Todo esto es en pos de nuestro reino y seguridad, confíen en nuestro rey, los Katsuki nos han protegido durante generaciones y esta vez no será la excepción… ¿Alguna duda?

- ¡No señor! – dijeron al unísono.

- Retírense y estén a la espera de la llegada del canciller.

Todos asintieron, caminando uno a uno hasta que el recinto quedo en silencio.

- Esplendido discurso como siempre – hablo Adalberto.

Ralph volteo a ver a su compañero, caminando hasta llegar a él.

- Soy el consejero, los discursos son parte de él.

- También eres un soldado Ralph.

- Lo soy, pero eso no evita que pueda usar la diplomacia en vez de la brusca violencia ante los demás - haciendo que Adalberto rodara los ojos.

- Deberías quitarte la... – señalando con un ademan de su mano su propia cara.

- Cierto – Ralph tomo la capucha y el tapaboca que cubría su rostro, dejándolo libre segundos después.

Algo que siempre caracterizo a la guarda Kingsglaive era su anonimato, nadie sabía quiénes eran, como lucia su rostro, si tenían familia o si habían nacido en el reino. Una vez se era parte de la guarda personal del rey, entregaban su vida al mismo por lo cual, todo documento oficial, Red social o lazo personal era borrado de los archivos del reino, todo esto en caso de que el guarda cayera prisionero en manos enemigas y no pudieran dar con su familia.

Dicha norma no era válida en Ralph ya que al ser el consejero real debía mostrar su rostro, su vida en la corte y parte de la guarda se encontraban desligados, ante el reino así como el mundo era el consejero real pero, bajo las sombras de aquel ropaje, era uno de los fieles protectores del rey. Ralph sabia de los peligros que aquello significaba, si lo descubrían su familia se vería en problemas pero, confiaba en la intuición y precaución de la misma, además de contar con cierto seguro en caso de caer en manos enemigas.

- ¿Todo esta listo? – pregunto.

- Los guardas ya tienen sus órdenes, así mismo asigne a los mejores para recibir al canciller – contesto Ralph.

- Ya – mordiéndose el labio inferior.

- ¿Ocurre algo?

- No, ¿Por qué la pregunta?

- Desde hace días te noto… Frustrado.

- Sabes tan bien como yo que la llegada de personas de nueva crisis me crispan los nervios.

- ¿Sigues con ese mal presentimiento? – pregunto con interés.

- No sé si es un mal presentimiento pero, sé que pase lo que pase mañana… Todo cambiara.

- Es mejor dejar de pensar en algo que no sabemos cómo resultara – aseguro – Por ahora, lo mejor es ir y tomar algo, cuando el canciller llegue la hora de la comida será un lujo para ambos.

Se colocaron la capucha y el tapabocas sobre su rostro y emprendieron el camino hacia el área donde los soldados estaban recibiendo sus alimentos.

 

 

 

- Siento interrumpir pero… ¿Padrino? – alzo una ceja pasando su mirada del rubio hacia su hermana.

- Así es – contesto Mary – Adalberto es mi padrino, ¿Por qué crees que nos ha cuidado por tantos años?

- No solo por ser tú padrino – dijo con firmeza – lo hice por lealtad a Toshiya y por qué a ambos los considero mis hijos después de todo, los vi crecer.

- Comprendo, si tú eres  el padrino de mi hermana significa que ¿también eres el mío?

- No, no tuve ese honor, tus padrinos fueron Ralph y Sunan.

- ¿Ambos?

- Yo fui el padrino de Mary porque estuve durante su nacimiento a lado de la reina Hiroko, Toshiya había salido fuera del reino a acompañado de Sunan y Ralph, yo me quede para cuidar a la reina.

- Entonces… ¿Ambos estuvieron durante mi nacimiento?

- Así es, según me conto la servidumbre ambos se volvieron locos cuando la reina comenzó a tener contracciones, no tenían experiencia y comenzaron a gritar por todo el castillo… Aunque siempre lo negaron.

- Debió ser una locura mi nacimiento – tratando de imaginar la escena.

- Lo fue, al menos para ellos.

- ¿Y mi padre?

- Toshiya estaba en una reunión con los presidentes de cada región de nueva Hasetsu, Ralph se quedó para revisar  unos tratados que tu padre quería promulgar, Sunan estaba a cargo de los soldados y yo estaba a lado del rey, cuidando que nada le pasara.

- Imagino que todo el castillo estaba de cabeza cuando volvieron.

- No tanto como imaginas pero, era chistoso verlos con el rostro pasmado por la vergüenza.

Yuuri comenzó a reír por aquel recuerdo.

- ¿Quieres que continúe?

- Adelante.

 

 

 

La sala de mando era de color gris, pantallas iluminadas con miles de imágenes, mapas y descripciones de personas se encontraban en el lugar. En el centro del lugar se encontraba una amplia mesa de color blanco, donde Ralph, gracias a las imágenes que esta proyectaba, seguía explicando ubicaciones, lugares y personas que ayudarían cuando el canciller arribara al lugar.

- En este lugar es donde llegara el canciller - señalo el holograma – escoltado por una pequeña guarda -  haciendo una mueca – Como líder de los Kingsglaive deberás recibirlo Adalberto.

- ¿No tengo alternativa?

- Me temo que no, en otras circunstancias lo recibiría yo pero…

- Lo sé, el concejero debe aparecer a lado del rey y si tú lo recibes vistiendo como uno de nosotros podrían sospechar.

- ¿Podrás con ello?

- Debería sentirme ofendido por esa pregunta – cruzándose de brazos.

- Sabes que confió en tu buen juicio pero, el canciller vendrá no solo a lado de su guarda personal, también por su escolta de elite, su guardaespaldas  y  es de conocimiento público la mala relación que ambos mantienen.

- Porque su guardia personal es un niño inmaduro además de arrogante.

- Es su hijo.

- Exactamente por eso.

- Fue entrenado en nueva crisis, bajo las órdenes del rey Nikiforov, creo que eso es una excusa razonable para su comportamiento.

- …

- ¿Podrás mantener la calma al menos hasta que todo termine?

- De acuerdo, pero si el me provoca no será mi culpa.

Ralph asintió.

- Solo trata de no hacerlo dentro de palacio – aseguró – ¿en que estábamos? Cierto… Tras  bajar de su nave, lo recibirás para escoltarlo a lado de una guarda de cinco hombres, dos al frente  y tres tras de él. Lo conducirán por el pasillo principal del castillo hasta llegar a la sala del trono donde el rey lo esperara.

Adalberto asintió sin apartar la vista de los hologramas frente a su persona.

 - Una vez finalizada las presentaciones, ambos se dirigirán al salón de los acuerdos, donde discutirán los pros y los contras del tratado de paz… Una vez concluido y, si todo resulta según lo planeado, mañana por la noche el rey Nikiforov arribara a Nueva Hasetsu para firmar el acuerdo – termino de explicar Ralph, levantando su vista para enfocar el rostro de su amigo, quien tenía la mirada fija en la mesa -¿Alguna duda?

- Ninguna – soltando un largo suspiro.

- Comparto tu malestar amigo mío, tampoco es muy agradable que esto se lleve a cabo, sobre todo por lo que el rey Nikiforov podría hacer dentro del reino.

- Solo espero que esto acabe pronto.

- Lo hará Adalberto.

Ambos sonrieron por unos segundos. El sonido proveniente de una de las pantallas los alerto. Ralph movió su mano para desplegar el menú de opciones. Un pequeño punto en rojo se iluminaba y se apagaba dentro de la misma mientras el sonido seguía expandiéndose por el lugar.

- ¿Qué sucede?

- No lo sé – contesto.

Dio clic en varias opciones dentro del menú, haciendo que una pantalla dentro del holograma se expandiera, mostrando lo que sucedía en las fronteras del reino, movió las cámaras y diviso algo en el espacio aéreo del mismo.

- ¿Esa no es…?

- La nave del canciller.

- ¿No se suponía que llegaría dentro de unas horas?

- Parece que se nos adelantó – Ralph apago la pantalla del holograma y se encamino hacia la entrada - Solo tenemos menos de dos horas antes de que cruce todo el territorio y llegue a palacio.

- Genial – levantándose de su asiento para seguir a su compañero.

- Necesito agrupar a los guardas, apresurar la escolta que lo llevara, informar al rey de la llegada del canciller, avisar a los cocineros que preparen el banquete y…

- Ralph – lo detuvo Adalberto - Tranquilízate, yo me encargo de los guardias y todo lo que tenga que ver con el ejército, tú encárgate de lo formal dentro de palacio.

- Pero…

- Tu mismo lo dijiste, sería un problema si saben que eres parte de la guarda personal del rey, ponte la capucha y entra a palacio… Y no me repliques – dijo colocándose la capucha y el tapabocas para ocultar su rostro.

Ralph tomo un respiro para tranquilizarse y sonrió.

- Tienes razón – imitando el gesto de su amigo – nos vemos más tarde.

Adalberto asintió antes de ambos tomaran caminos diferentes.

 

 

 

- ¿No te llevabas bien con el hijo del canciller? – pregunto Yuuri.

-  No, el hijo del canciller era un mocoso que jugaba a la guerra, poseía fuerza e inteligencia velica pero, todo eso se desperdiciaba con su arrogancia a la hora de luchar.

- ¿Luchaste contra él?

- Si, en varias ocasiones – indico - pero siempre terminábamos cediendo ya sea de su parte o la mía, como líder del ejercito debes pensar en tus hombres, si hay posibilidad de ganar debes seguir pero sino, la retirada es necesaria…  ¿ves esta cicatriz? – Ladeando un poco su rostro, donde una ligera cicatriz atravesaba su mejilla hasta su oreja – el me la hizo, es la más pequeña de todas si quieres saber.

- Las luchas de antaño eran crueles y sanguinarias Yuuri, muchos guerreros murieron, la mayoría de ellas se llevaban a cabo en los límites de Nueva Hasetsu – agrego Mary.

- ¿Te refieres  a las fronteras?

- Si, ¿recuerdas que hay documentales de máquinas, huecos y grietas en la tierra así como cenizas de cadentes que pasan por la televisión?

Asintió levemente.

- Bueno, todas esas máquinas, destrozos en la tierra y cenizas de cadentes fueron producto de ellas… Muchos lugares fueron destruidos, aldeas, hermosos parajes que antes existieron hoy en día son solo arena y roca.

- Y durante esos enfrentamientos, me encontré con el hijo del canciller… Aunque solo fueron los últimos años.

- ¿Y eso por qué? – insistió Yuuri.

- Porque el hijo del canciller acababa de ser promovido como líder de batallón – contesto Mary – ahora que lo pienso, el canciller no era tan prepotente como su hijo.

- Lo cual era una sorpresa considerando de dónde venían – rodo los ojos Adalberto.

- Comprendo… ¿Y qué sucedió después de su llegada?

 

 

 

La nave se detuvo sobre el lugar indicado, lentamente comenzó a descender, emitiendo fuertes ráfagas de viento que provocaban que las banderas y estandartes del lugar se movieran de un lugar a otro. Los ojos de Adalberto seguían la nave, hasta que esta por fin se encontraba en tierra y los motores de la misma se apagaron por completo. La puerta principal se abrió  con lentitud ante la expectación de los guardas, quienes se encontraban en fila a cada lado de la misma, dejando un camino tapizado con una hermosa alfombra roja que terminaba hasta la entrada del palacio.

Tras unos minutos, el canciller emergió de la nave, envuelto en un abrigo color gris manga larga con bordados blancos  ondulante en las orillas, camisa blanca, pantalón de vestir negro, chaleco y guantes a juego así como una mascada color roja rodeaba su cuello, sin dejar de resaltar el pequeño broche  que estaba en su chaleco, el escudo de armas de su reino. Recorrió con la mirada el lugar antes de comenzar a bajar la rampa y pisar nuevamente el reino de nueva Hasetsu como meses atrás.

Tras él, una joven de tés blanca, cabello largo hasta los hombros color oscuro y ojos azules emergió de la nave. Su vestimenta era una gabardina color blanca de mangas largas, con varias cintas color negro que recorrían gran parte de la misma. Guantes, botas y pantalones negros completaban su traje,  mientras que a su lado derecho se encontraba la usual espada que siempre le acompaña. Bajo la rampa con una sonrisa ladina en su rostro, siendo seguido por otros tres hombres quienes portaban el uniforme de su reino.

Caminaron por la enorme alfombra, siendo observados por más de cincuenta pares de ojos correspondientes a la guarda de palacio. Una vez llegaron a su destino y subieron los escalones, se detuvieron frente a Adalberto quien era acompañado por los soldados que Ralph había designado.

- Un gusto tenerle nuevamente en nuestro reino Canciller Feldman – inclinándose levemente.

- El gusto es mío – aseguro -  es un honor que el mismo guardia Nix, líder de los Kingsglaive me reciba.

 

 

 

-¿Nix? – Yuuri coloco una mueca de confusión en su rostro.

- La guarda personal del rey adquiere nombres códigos para que nadie sepa sus nombres reales.

- ¿Cuáles eran los de Sunan y Ralph?

- Sunan tomo el nombre de Prompto y Ralph el de Solomon.

- Comprendo por qué Ralph escogió ese nombre pero… ¿Sunan?

- El bastardo lo tomo solo porque significa dinero y él es rico… Maldito engreído – murmuro entre dientes, aunque Yuuri pudo notar una ligera sonrisa en su rostro.

 

 

 

- Hace mucho que no se le ve en el campo de batalla general, no vaya  a ser que por tanta… Quietud para usted haya perdido la forma, sería una lástima para el reino  – agrego una segunda voz que ennegreció el humor de Adalberto.

- Joven Ravus – susurro – un gusto verlo con tan alegre humor.

- Lamento las palabras de mi escolta general – hablo el canciller – mi hijo aún no sabe comportarse como es debido – mirándole de reojo.

Adalberto simplemente se mantuvo en silencio.

Recordaba a  Ravus de batallas pasadas, primogénito e hijo único del canciller Yakov Feldman y la bailarina de ballet más famosa de nueva crisis, Lilia Baranovskaya. Aunque sus padres eran diplomáticos, con modales extraordinarios, su hijo era todo lo contrario. Siendo un chico engreído y arrogante, entrenado desde pequeño en el arte de la guerra –para pesar de su madre según tenía entendido-, con enormes habilidades en combate, no era de extrañarse que tras años de entrenamiento así como batallas ganadas se volviera en general de escuadrón y en la escolta personal de su padre cuando viajaban fuera de su reino.

- No se preocupe, el joven Ravus seguramente está un poco desorientado por el cambio de aire, después de todo – diciendo su vista hasta encontrarse con la de Ravus – el  clima de nuestro reino dista mucho de la aridez acostumbrada.

Ambos mantuvieron la vista del otro, sin querer ceder en ningún momento.

- Espero que el rey esté listo para recibirme – rompiendo la incomodidad del ambiente.

- Por supuesto, sígame, le guiare hasta la sala del trono – haciendo un ademan y caminando hacia el interior de palacio.

El canciller se adentró en el interior del palacio siendo seguido muy de cerca pos su hijo y la guarda del reino.

 

 

 

- Ahora entiendo el por qué no era de tu agrado.

- Ese chico era demasiado insolente.

- Ahora que lo pienso, desde que lo mencionaste siempre lo pronuncias en tiempo pasado, ¿es por qué no lo has vuelto a ver o…?

Adalberto bajo la mirada y Yuuri supo que lo mejor que podía hacer era seguir escuchando.

 

 

 

La sala del trono se encontraba bellamente adornada, los estandartes se encontraba colgados desde lo alto del lugar, aroma a copos de nieve inundaba el recinto, la luz que se filtraba por las ventanas superiores iluminaban el lugar de forma que el ambiente resultaba acogedor, como la sensación de volver a casa tras mucho tiempo de viaje. El rey se encontraba sentado sobre su trono con una suave sonrisa en su rostro mientras que, Ralph se encontraba escalones más abajo, portando el característico traje del consejero del rey, un traje formal totalmente negro y el símbolo del reino sobre su saco, sosteniendo con cuidado una Tablet donde se encontraban todos los puntos a discutir en la futura reunión.

Una vez el sonido de las enormes puertas resonó y los invitados caminaron por el enorme pasillo, el rey se levantó de su asiento comenzando a bajar con cuidado los escalones siendo seguido por Ralph.

- Su majestad – hablo Adalberto haciendo una reverencia.

- Nix – deteniéndose una vez bajo el último escalón – buen trabajo.

- Alteza  – la voz del canciller se dejó escuchar unos pasos tras el guarda.

- Estimado Yakov, bienvenido – dijo acortando la distancia entre ambos y alzando su mano para que este la estrechara.

- Es un placer volverle a ve  – aseguro estrechando la mano ajena.

- Espero no hayas sufrido contratiempos durante su viaje a nueva Hasetsu.

- Solo los esperados, los cadentes voladores siempre son una molestia pero nos ocupamos de ellos.

- Puedo verlo – asintiendo a las palabras del mayor - ¿deseas descansar un poco o prefieres que iniciemos con la reunión?

- Creo que descansar unas cuantas horas sería lo mejor.

- Por supuesto, lo mejor es ir al jardín oeste ahí tomaremos los aperitivos ordenados para esta ocasión.

Yakov asintió dando la media vuelta para caminar a lado del rey y salir fuera de la sala del trono.

- Veo que el lugar sigue igual de… Rustico – índico Ravus recorriendo el lugar con la mirada.

- ¿No deberías ir tras tu padre?

- General Nix, mi padre está en compañía de su rey, dudo que el haga algo para perjudicar estas… Negociaciones tan importantes ¿no cree? – dedicándole una sonrisa de medio lado.

- Claro que no, el rey es demasiado noble e inteligente algo que muchos no poseen como tu… Puedes dar fe – imitando el gesto.

Ambos mantuvieron la vista fija en la del contrario, el aire en el lugar se había vuelto tenso e incómodo, solo cuando Ralph emitió un sonido, aclarándose la voz fue que ambos giraron su rostro para encarar al consejero real.

- Lo más conveniente sería seguir al canciller y al rey Regis, no es nada cortes que un invitado de otro reino sea visto sin su escolta personal – menciono sin apartar la vista de ambos.

- Tiene razón mi estimado Ralph – concordó Ravus – no quiero que piensen que no tengo modales… General Nix, concejero Schnieper.

Tras una ligera reverencia y una sonrisa llena de altivez, dio la media vuelta hasta salir del lugar, todo bajo la atenta mirada de ambos varones.

- Voy a matarlo un día – dijo Adalberto.

- Si un día te lo encuentras en el campo de batalla puedes hacerlo es más, yo te ayudare – apoyo Ralph.

Ambos comenzaron a reír al verse solos en la enorme sala.

- ¿Qué harás ahora? Por lo que imagino esa reunión informal tomara algo de tiempo.

- Usare estas horas para terminar de afinar detalles en los acuerdos, es mejor prevenir y no ser tomados por sorpresa a la hora de negociar el tratado – encogiéndose de hombros.

- Entonces iré a revisar los alrededores – aseguro – la seguridad del castillo ahora es más imperativa que antes.

- Ya hemos hechos miles de veces, todo está planeado Adalberto, ¿no crees que estas un poco paranoico?

- Puede ser pero, no confió en Ravus.

- En el no, pero su padre no haría nada para destruir meses de planeación y trabajo.

- No pero… Es mejor no confiarnos, el simple hecho de que Ravus este aquí hace que necesite revisar cada aspecto del palacio.

- De acuerdo pero… Tómalo con calma, en cuanto termine iré a relevarte.

Adalberto asintió ante las palabras de su compañero.

 

 

 

- Aun no entiendo ¿Cómo entro el rey Nikiforov al reino? Por lo que me cuentas los únicos que llegaron en esa nave eran Ravus y el canciller Feldman.

- Es más complicado de lo que crees.

- Explícate.

- Aquella noche, como le mencione a Ralph, me dedique exclusivamente a revisar cada rincón del castillo, que cada guarda estuviera en su posición, que cada alarma estuviera en funcionamiento así mismo las cámaras de la seguridad del lugar estuvieran en óptimas condiciones.

- Con eso me dices que la seguridad del lugar era… Casi imposible de traspasar.

- Eso creímos.

Yuuri coloco un gesto de confusión en su rostro.

- Durante una de mis rondas a la zona de naves, note algo extraño.

- ¿Extraño?

- En los guardas que habían venido con él.

- ¿Se portaron de manera inusual?

- Es difícil de explicarlo Yuuri, sus movimientos, sus posiciones, la forma en cómo vigilaban el lugar cuando creían que nadie los observaba.

- ¿Estas insinuando que...?

- Las siete personas o mejor dicho, los siete guardias de Nueva Crisis que llegaron con el Canciller eran más que simples escoltas, pero no lo supe hasta muy tarde.

- Si sospechabas algo, ¿Por qué no hiciste nada?

- Porque si le contaba de sus sospechas a nuestro padre y el Canciller se enteraba quizás todos los meses de planeación se vendrían a bajo, en ese momento Adalberto pensó que solo era paranoia suya – Mary hablo interrumpiendo la conversación de ambos varones.

- Supongo que… Tienes razón – bajando la mirada ante la respuesta de su hermana.

- Aun cuando no podía hablar de mis sospechas con Regis… Se las comunique a Ralph.

- ¿Y el que dijo?

- Lo mismo que Mary acaba de contestar, aunque me pidió mantenerlos vigilados por si acaso planeaban algo.

- ¿Qué sucedió después de eso?

- Como dije, me dedique a patrullar, verificar que todo estaba en orden… Por tal motivo cuando el reloj marco las nueve de la noche Ralph acudió a la sala de controles y me relevo, me comento que las negociaciones habían ido como esperaban por lo cual solo esperaban que el rey Nikiforov llegara al día siguiente al reino… tras eso me retire a mis aposentos esperando poder dormir aunque sea un par de horas – pasándose una mano por su cabello – pero…No fue posible.

- ¿En cuánto tiempo ellos…?

- Cuando el reloj marco la una de la mañana y todos dormían, a excepción de la guardia claro… Atacaron.

 

 

 

El silencio que embargaba la habitación era acompañado por la tenue oscuridad que lo envolvía, la brisa nocturna enfriaba el ambiente, moviendo con lentitud sus cabellos mientras soñaba en hechos pasados y aventuras de juventud. La ensoñación le hacía sonreír, recordando como solía ser cuando joven, las risas, las sorpresas y los miedos que le acompañaban cuando viajaba por todo el reino alado de Toshiya y sus demás compañeros.

Mas el sueño comenzó a difuminarse lentamente, ligeros ruidos provenientes del exterior le hicieron fruncir el ceño, acomodándose mejor sobre su cama para tratar en vano de recuperar aquella ensoñación. Abrió sus ojos, parpadeando lentamente, percatándose del cambio en el aroma… Humo, azufre quemado y sangre.

Se levanto de golpe sobre su lecho, estaba por salir de la cama y asomarse por la ventana cuando un par de golpes sobre su puerta captaron su atención, solo cuando la voz preocupada de Ralph se escucho tras ella salió de la cama de un salto y se apresuro a abrirla.

-¿Ralph? – Frunciendo el ceño al ver a su compañero con el traje de la guarda del rey - ¿Qué sucede?

- Ponte el traje, debemos ir con premura a la entrada principal del palacio.

- ¿Por qué?

- Te explicare en el camino, date prisa no tenemos tiempo.

Adalberto simplemente le dedico una mirada que demostraba su preocupación pero, haciendo caso de las palabras de su compañero, asintió con su cabeza y se dedico con premura a colocarse el traje de la guarda del rey. No pasaron más que cinco minutos en los que estuvo listo cuando salió de la habitación.

- ¿Ahora si me puedes decir que…?

El sonido de una explosión resonó a lo lejos, haciendo que el lugar retumbara como si se tratase de un temblor.

- ¿Qué carajos?

- Debemos darnos prisa – dijo Ralph comenzando a correr por el pasillo.

Adalberto lanzo una maldición y siguió a su compañero.

Conforme corrían por los pasillos en dirección a la entrada de palacio, el sonido de mas explosiones se dejaban escuchar, las paredes del interior se movían por el fuerte impacto, el olor a sangre se intensificaba, gritos y gemidos no se hicieron esperar haciendo que en la mente de Adalberto el peor de los escenarios comenzara a formarse.

- Ralph ¿Qué demonios está pasando?

- ¡Nos están atacando! – exclamo de forma impaciente.

- ¿Qué? – Deteniéndose metros atrás de Ralph -  eso es imposible… el castillo están protegido por escudos de energía hechos por los Leroy, son totalmente impenetrables, ellos los diseñaron de esa forma.

- Alguien elimino los escudos – contesto relamiéndose el labio inferior – quien sea que lo haya hecho conocía los códigos de desactivación que solo la familia real, la guardia personal del rey y los mismos Leroy conocían…  Las puertas principales fueron echadas abajo por armas de gran impacto, varios de nuestros hombres han caído.

- Eso es… ¿Pero quién esta perpetuando el ataque?

-…

-¿Ralph?

- Aunque sea imposible de creer… Por los súbditos del reino.

Adalberto contuvo el aliento mientras una mueca de sorpresa de colocaba en su rostro.

 

つづく / Continuara....

Notas finales:

 

¡Lo siento!

 

Prometí actualizar antes pero, me fue imposible de hecho, el capítulo de hoy debía ser más largo y con mas información -por eso salió remotamente corto-, concluyendo de otra forma pero, mi falta de tiempo para escribir y al no poder concretar cierta escena decidí cortar hasta que la misma y mis tiempos se ajusten.

se preguntaran ¿por qué? bueno,  donde trabajo transfirieron a mi compañera a otra empresa y me dejaron todo el trabajo a mi así que, eso me quita tiempo, energía e inspiración ya que llego cansada a mi casa y sin ganas de nada.

Tratare de actualizar pronto, la siguiente parte ya es la conclusión del pasado de Mary y Adalberto donde muchas dudas se despejan pero otras nacen.

Nos vemos :D

Que la diosa guie sus pasos.


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