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Errores por MikaShier

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Capítulo 13. Desde hoy y para siempre

 

«El sol iluminaba en lo alto, apenas cubierto por una que otra nube que viajaba con el viento. Todo podía definirse como pacífico, a excepción del sonido de chapoteo y las risas de Nagisa, que llenaban el lugar de vida y sonrisas mal escondidas. Rei salió del agua y sonrió con petulancia, sacándose el gorro y los visores para adoptar una pose de triunfo.

 

— ¿Lo han visto? ¡Seguro ha sido el nado más hermoso que hayan presenciado! Rin-san tenía razón al mostrarme el estilo mariposa —alardeó. Rin, recargado a un costado del edificio del club, claramente escondido, no pudo evitar mofarse en silencio, mostrando una sonrisa burlona y negando levemente con la cabeza.

 

—Así que tú le ayudaste —el pelirrojo dio un respingo y se separó de la pared. Haru miraba el piso con rostro serio y las manos cruzadas tras de sí, recargado a un lado de donde él había estado.

 

— ¡Joder, Haru! ¡Sh! —chistó, llevando un dedo a sus labios mientras pedía silencio. El azabache alzo la mirada. Y sus ojos, tan azules y claros, hicieron que un imperceptible sonrojo apareciera en las mejillas ajenas, sintiéndose atrapado de alguna manera incomprensible— ¿Es importante quién le enseñó? De todas formas, sabes mejor que nadie que el talento es talento.

 

—Gracias.

 

— … Así que deja de joder y ve a celebrar que… ¿qué? —frunció el ceño y miró al contrario con confusión— ¿Por? Le hice a Rei un favor.

 

— Huh… —suspiró, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás— Gracias, Rin, por ignorar que eres parte del equipo de la competencia y darnos una nueva herramienta para ganar —Haru sonrió y se separó de la pared. Rin se preguntó si Makoto estaba acostumbrado a la parte del azabache que hablaba de esa forma tan anti-Haru, porque él, definitivamente, no—. Mereces un helado.

 

—A ver, yo no les di ninguna herramienta, ayudé a un… —agitó la cabeza— ¿Helado?

 

—Hoy, a las seis, en el centro comercial.

 

— ¿Helado?

 

—Te espero —terminó, dirigiéndose hacia la piscina y siendo recibido por un enérgico Nagisa que lo retó a una competencia con Rei.

 

Rin lo observó en completo silencio, con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados. Acaso… ¿Acababa de invitarlo a salir? Sonrió levemente y miró hacia el piso, recargándose donde había estado antes y mordisqueándose el labio. Él y Haru. ¿En qué mundo era posible?

 

En el mejor de los mundos, seguramente.»

 

«La noche cubría la ciudad como un manto de oscuridad, las nubes de tormenta ocultaban las estrellas y la lluvia torrencial aconsejaba a las personas no salir de sus casas esa noche. Haru suspiró, sentado junto a la ventana y con la frente pegada al cristal.

 

—Va a detenerse —repitió Rin, por enésima vez—. A menos de que sigas viéndola. Quizá, si no te apartas de ahí, piense que te gusta y decida quedarse… ¿quién sabe? ¿Otros tres días?

 

Haru alcanzó el cojín y se lo arrojó. Rin rió, tras esquivarlo, pero lanzó una maldición cuando se escuchó un cristal haciéndose añicos. El azabache se giró lentamente, con un mohín de decepción.

 

—Oye, deja de estar de lastimero y ayúdame a desempacar —siseó—. Recoge el maldito vaso que acabas de romper con tu actitud de “el mundo me odia” y haz algo productivo. No sé si te has dado cuenta, pero las habitaciones están llenas de polvo, hay una gotera en el pasillo y no estoy seguro de que todas las cajas hayan llegado.

 

—Ponte en mi lugar. No quiero faltar.

 

— ¿Perdón? Yo faltaré a la práctica si la lluvia no se detiene, por si no lo recuerdas, soy parte del equipo. Además, esto es tu culpa.

 

— ¿Por qué?

 

— ¡Porque elegiste este horrible departamento pese a que el otro estaba cerca de la universidad y era mucho más barato, por eso!

 

—Este está cerca de Makoto.

 

— ¡El otro está cerca de Sousuke! —Haru agitó la mano y volvió la vista a la ventana— ¡Deja de mirar hacia afuera y ayúdame a-des-em…! —Haru se levantó de un salto.

 

—Ya llegó —comentó, dirigiéndose a la puerta. Rin se cruzó de brazos, intentando reprimir la ira que lo llenaba, aunque la curiosidad por saber qué había llegado hacía el trabajo por él. Haru volvió a la sala con una caja en las manos y fue a dejarla a la cocina ante la incredulidad de Rin, aunque poco después volvió y recogió el vaso que rompió.

 

—Pediste pizza.

 

—Si el repartidor pudo llegar, nosotros también podemos ir mañana, incluso si no deja de llover —comentó.

 

—Arriesgaste la vida de una persona por natación.

 

—Si hubiera sido peligroso, no habría servicio a domicilio —excusó, regresando a la cocina para tomar una rebanada de pizza.

 

—Entonces, ¿por qué estabas esperando en la ventana? —Haru se encogió de hombros.

 

—No quería desempacar.»

 

«Rin se dejó caer en el sillón donde Haru yacía sentado desde hacía rato, comiendo caballa y mirando el televisor. El pelirrojo recargó la cabeza en su hombro y soltó un suspiro exagerado que Haru ignoró olímpicamente. Entonces, lo repitió.

 

— ¿Qué? —cuestionó el azabache. Rin le tomó la mano y Haru al fin desvió la mirada hacia él, con la duda pintada en sus ojos— ¿Qué?

 

—Si me hubieras ayudado a desempacar, no me habría llevado un mes —Haru rotó los ojos y se volvió a la tele—. Hazme caso.

 

—Arreglé la gotera.

 

—No es cierto, yo lo hice.

 

—Pero yo te dije como.

 

—Pero si me hubieras…

 

—Tú eres el único adicto a la limpieza aquí —recargó la mejilla en la cabeza del contrario y entrelazó los dedos, sin dejar de mirar la tele—. A mí no me molestaban las cajas.

 

—El departamento es muy grande para dos personas, Haru, ¿por qué te gusta?

 

—Porque… —miró a Rin de reojo y acarició el dorso de su mano— puedo imaginarme una vida contigo, aquí. Incluso si las cosas no salen bien.

 

Porque la vista no estaba tan mal, la zona era tranquila y los vecinos resultaron ser amigables. Porque cuando alguno de los dos se enojaba, podían ir a tranquilizarse en otra habitación. Porque Haru tenía muchos dibujos repartidos en una de las habitaciones extras. Porque había una bañera en el baño y la isla de la cocina era perfecta para que practicase. Porque era el sitio perfecto para las reuniones sociales.

 

Porque, al pasar el tiempo, ambos aprendieron a amarlo.»

 

|S|S|S|S|S|S|

 

Cuando Rin abrió los ojos, a la mañana siguiente, el rostro serio de Haru fue lo que encontró. El azabache lo observaba fijamente con un brillo triste en su mirada, Rin aprendió a distinguir las emociones en sus ojos, aprendió a leerlo. Fue él quien le enseñó que, en verdad, a veces las palabras no lo son todo.

 

Haru estiró la mano y tomó la de Rin con suavidad, casi como si temiera que se rompiese. Como si no supiera que él ya estaba roto. El pelirrojo abrió la boca para hablar, pero Haru negó suavemente, adelantándose.

 

—Nada fue tu culpa, nada de lo que pasó —trató de mantenerse firme, pero su voz se quebró y las lágrimas comenzaron a desbordarse—. Fui un imbécil, me cegué, pero quiero que sepas que nunca te he culpado de nada. Estuve enojado y triste y no actué como debería haberlo hecho. No era yo, en esos momentos —soltó una risa tonta y se talló una mejilla con la mano libre—. Es decir, sí era yo, pero no fue algo propio de mí…

 

—No deberías… es que… —intentó apartar la mano con lentitud, pero Haru la aferró con más fuerza y negó nuevamente.

 

—Lo sé, Rin, y no me importa. Nada de lo que hayas hecho me importa. No debiste, aún si mi vida pendía de un hilo, yo jamás habría querido eso para ti, lo sabes. Lo sabes, ¿verdad? Yo jamás habría querido hacerte daño, no así.

 

—Yo lo decidí, Haru, no te culpes por ello —susurró. Se sentó en la cama con lentitud y puso la mano libre sobre la de Haru, apresándolo—. Ya no hay que seguir buscando culpables.

 

—Todo se ha reducido a eso, ¿no? Quisiera que volvieras a ser tú.

 

—Sin errores.

 

—Pese a tus errores —lo miró a los ojos y se levantó, alzando la otra mano para acariciar su mejilla—. Con errores, Rin. ¿Qué clase de ser humano no se equivoca?

 

—Haru…

 

—Lamento todo lo que te he dicho hasta ahora. Fui un ignorante, imbécil y demás. Me sorprende que no me hayas molido a golpes, antes lo habrías hecho.

 

—Yo no podría… Si me hubieras escuchado…

 

—No lo hice, Rin —acunó su rostro, limpiándole las lágrimas y besando su frente con suavidad—. Y no lo haré. Ya no hay más respuestas. Tardé en darme cuenta, pero creo que realmente nunca hubo nada que esperar. Hay que empezar de nuevo.

 

—No… ¿no odias lo que hice? ¿No odias lo que soy?

 

—No, Rin.

 

—Haru… ¿No te doy asco? He estado con tantas personas que ya perdí la cuenta, he sido usado tantas veces que ni siquiera…

 

El azabache dejó que Rin continuara hablando, escuchó cada cosa que dijo y lo abrazó cuando volvió a llorar. Lo escuchó hablar de Asahi y de cómo habían sucedido las cosas. El pelirrojo se desahogó y se sintió más liviano, pese a todo. Cuando la hora llegó, Rin le sonrió antes de despedirse.

 

— ¿No vas a volver? —preguntó, cuando Haru atravesó la puerta. El azabache rebuscó en su bolsillo y sacó la caja de terciopelo celeste. Rin se volvió a buscar en los cajones y luego se levantó— Es mía. Tú la tiraste.

 

—Lo será cuando me aceptes. Hasta entonces, creo que vendré un poco más seguido. Asegúrate de salir de aquí pronto, Matsuoka. No importa qué tan difícil sea ni qué camino elijas. Eres bienvenido a mi lado. Desde hoy y para siempre.

Notas finales:

N/A: ¡Jelo! Dirán, “qué capítulo tan más cortito” ¡y sí! Pero, pues, se me ocurrió tras leer en qué me había quedado. Un poco de HaruRin, porque la historia… bueno… ¡La historia! Espero que les haya gustado, háganmelo saber en los comentarios, por favor.


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