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Errores por MikaShier

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Capítulo 7. No te precipites, pelirrojo


¿A qué podría referirse alguien con un "último gran día"?

La respuesta había existido desde hacía miles, de años, quizá millones. La biblia canónica lo decía, varias personas lo traían a la vida real. Había demostraciones por todo el mundo que aseguraban el hecho de que, a pesar de no ser constante, la regla se cumplía. Sólo quedaba preguntarse si esta vez se cumpliría también, porque todo apuntaba a un enorme sí.

Porque Rin, después de todos los días de mierda, al fin se sentía bien.

Esa mañana se había levantado con el pie derecho. Bueno, no iba a decir que todo su día había sido espectacular. Simplemente, cuando despertó se sentía... Bien. No deseoso de haberse muerto mientras dormía, no deseoso de saltar por el balcón para romperse algunos huesitos. No. Había despertado bien. Se había duchado por más rato que de costumbre. ¡Había tarareado en el proceso! Se había vestido con el planchado uniforme que había doblado apropiadamente el día anterior. Se había preparado un batido como desayuno-almuerzo. ¡Almorzar después de tanto!

Tomó sus llaves y las echó a su bolsillo. Sí, tenía un buen día, porque hacía días que no vendía su cuerpo. Hace días que no se dejaba aplastar por todo eso que supuestamente merecía. Hace días que no sentía que era el único pilar que quedaba.

Se detuvo una vez en el andén de la estación y se miró en el reflejo de uno de los escaparates de las tiendas que ahí habían. Suspiró pesadamente, recordando por qué había dolores en la cadera que no estaba sintiendo.

Asahi lo había atrapado el día anterior al anterior, Rin había acabado su turno en el restaurant de comida rápida y él lo había interceptado, arrastrándolo hacia su edificio y esperándolo mientras se cambiaba. Debido a que justo el día pasado no había trabajado (quedándose dormido la mayor parte del jodido día), no había notado mucho la ausencia del otro... ¿pelirrojo?

Pero ahora, la soledad lo abofeteaba con fuerza. Asahi lo había terminado por desechar, no lo había soportado. Aunque quizá eso se debía a que Rin seguía cobrando, solo por molestar. Solo por intentar apartarlo. ¡Pero no planeaba que eso funcionara! Chistó frustradamente y sacó su celular. Una bandeja de mensajes casi llena, pero ningún mensaje era de ese chico. La mayoría, eran mensajes de Gou, intentando contactarlo. Había otros números cuyos mensajes iniciaban con una cifra de dinero, pero Rin no aceptaba peticiones en su celular, ¡solo los acosadores daban con él!, así que no, gracias. Ellos se iban mucho a la mierda.

La monotonía de su mejor día había comenzado de esa manera. Sin Asahi. Con Rin reprendiéndose e intentando encontrar una solución al molesto sentimiento que le revoloteaba en el estómago, ese sentimiento estúpido que le hacía estar al pendiente de su celular. ¡Incluso había borrado todos los mensajes, por miedo a que la bandeja se llenara y Asahi no lo pudiera contactar!

Suspiró por milésima vez en el día, justo cuando tocó su hora de descanso. Tomó una hamburguesa, unas papas y un refresco, pagándolo antes de irse a sentar en una de las mesas para comer mientras tanto. Vale, casi nadie comía en el lugar donde trabajaba, pero para Rin era una pérdida de tiempo ir y buscar comida cuando la comida la tenía enfrente.

Masticó con lentitud su hamburguesa, tenía la pantalla del celular encendida, todavía expectante. Oficialmente, habían pasado treinta y dos horas desde que había perdido el contacto con Asahi. Era lo malo de la cosa psicológica. Cuando te acostumbrabas a alguien, te era difícil ignorar los hábitos creados. Habían sido solo ocho días, pero Rin lo había sentido como si hubiesen sido años.

Todavía recordaba los primeros días sin Haru. Se había despertado una mañana y había dicho buenos días antes de girarse para encontrar la cama vacía. Era patéticamente triste y sí, había llorado todo el día y no había salido de la habitación de Haru en cuanto se dio el horario de visita.

Las rutinas arraigaban, pero había cosas a las que jamás se acostumbraría.

Por ejemplo, rendirse.

Vale, se había rendido muchas veces, pero eso no significaba que fuera costumbre y no quería que se convirtiera en eso. Tomó su celular y soltó el aire, buscando a Asahi entre sus contactos, que en realidad solo eran unos diez. Abrió una ventana para chat y suspiró, mandando un mensaje nuevo, el primer mensaje en esa aplicación, de hecho.

Rin Matsuoka

"Hola, Asahi."

La respuesta fue casi inmediata. No bastó con un hola, la pantalla marcaba que Asahi seguía escribiendo tras el primer mensaje, así que Rin solo aguardó a que enviara el segundo.

Asahi Acosador

"Hola. ¿Cómo estás?"

"Me sorprende que estés usando esta aplicación, habías dicho que no tenías más memoria. Que, de hecho, tenías suficiente con los SMS como para que te estuvieran jodiendo con una red social"

Rin Matsuoka

"Suena a mí."

"Estoy bien, gracias. De hecho, es mi hora de descanso. Y, ¿qué hay de ti?"

Asahi Acosador

"Ya veo. Yo estoy bien."

"¿Ya comiste algo?"

Rin Matsuoka

"Las papitas con cátsup me recuerdan a ti, no me las puedo comer."

Asahi Acosador

"¡Comes una hamburguesa!"

"Espera..."

"¿QUÉ?"

"Soy mejor que una papita con cátsup..."

"No, no, un segundo, ¡¿Qué tipo de cátsup sirven ahí?! ¡Mi cabello es naranja rojizo! ¡Rojizo naranja!"

Rin Matsuoka

"Nunca confíes en los restaurantes de comida rápida."

"Créeme, conozco sus secretos."

"Las Nuggets... No te las recomiendo. ;)"

Asahi Acosador

"Oh, dioses... Instrúyame más, Rin-sensei."

"Son pollitos bebé, ¿cierto?"

"Siempre lo supe, pero nunca lo quise aceptar. Tragedia. Desgracia."

Rin Matsuoka

"Sí, bueno, a algún lugar tenían que ir las gallinas que no alcanzan a cruzar las calles, ¿no?"

"Vale, no ha sido divertido..."

"¿Cuál es tu comida favorita?"

Asahi Acosador

"Las Nuggets."

"No, no, mentira. Mi comida favorita de hoy es... El 'spaghetti alla bolognesa'. Tengo muchas ganas de comerlo."

"Es que vi una foto esta mañana."

Rin Matsuoka

"¡Ah! Vi un platillo con un nombre así de raro en uno de los distritos."

"No tuve la oportunidad de entrar al restaurant, pero lo vi desde afuera. Era hermoso."

Asahi Shiina

"Uh, no he tenido esa suerte."

"Ese spaghetti nunca me ha honrado con su presencia. ¿Será que no soy digno?"

Rin Matsuoka

"Habrá que descubrirlo."

"Esta noche, a las seis en el parque del otro día."

Rin envió el mensaje y, como si fuese la primera vez, los nervios subieron a tope en su cuerpo. Se mordió el labio y miró sus papitas bañadas en cátsup. Asahi se estaba tomando su tiempo en responder.

Resignado al rechazo, terminó su hamburguesa y se levantó para tirar las cosas. Sin embargo, justo en ese instante su móvil comenzó a sonar. Lo atendió rápidamente, desbloqueándolo y sonriendo ante el mensaje.

Asahi Shiina

"Pasaré por ti a las siete, porque a las seis sales del trabajo."

"No te precipites, pelirrojo."

"A menos... ¿Te tele transportas o algo así?"

"Ponte más bonito que de costumbre. Y haz un buen trabajo hoy, sé que tu hora de descanso ya acabó."

"Sí, tengo tu horario O)o(O."

Rin Matsuoka

"¡Entendido!"

"Es deprimente que te sepas mi horario y yo siga confundiéndolo."

Asahi Shiina

"Es porque me interesas, ya lo dije."

"Ikuuya está golpeándome para que deje el móvil. Te veo más tarde."

"Gracias por dar este paso, no quería alejarme de ti." Mensaje no enviado.

Asahi miró la pantalla y frunció el ceño antes de chistar. Dejó el celular a un lado y golpeó el volante, asustando un poco a Ikuuya. Luego encendió el motor.

—Me quedé sin crédito. Justo cuando le estoy coqueteando. ¡¿Por qué mi maldito crédito no pudo esperar para agotarse?!

—No es que yo sea el tipo de chico quisquilloso, pero... Deberías tomar una captura de pantalla. Ese mensaje se va a enviar en cuanto tengas acceso a internet y podría ser en un momento no muy oportuno —Asahi miró a Ikuuya atentamente, intentando descifrarlo. El chico solo se encogió de hombros y sonrió un poco.

— ¡Eres un genio! Anticiparse a los sucesos siempre es bueno, gracias. ¿Tomas la captura por mí? Me parece que el auto de atrás quiere estacionarse.

Sin decir más, arrancó. Ikuuya tomó el celular y sacó la captura rápidamente, pero se quedó por algunos momentos mirando la conversación. Ahí estaba el apellido del prostituto. Ahora que lo veía bien... Rin Matsuoka.

¿Por qué le sonaba conocido?

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¿Cómo puede garantizarse una cita perfecta?

Prácticamente, era imposible predecir el fin de algo, pero se podía hacer de todo para evitar el desastre. Por eso Rin buscó lo mejor de lo mejor en el armario del barman de Iwaka, quien se sentía alegre -aunque sin demostrarlo- de que su preciado conocido se viese por fin saliendo de la situación en la que se había encontrado durante tanto. No eran de la misma talla y quizá por eso la camisa se le ceñía un poco al cuerpo, pero estaba bien para él. Era mejor que lo que tenía en su cajón en ese departamentucho al que se esforzaba por llamar hogar.

Asahi pasó por él a la hora acordada y Rin, con algo de nerviosismo, subió a su auto. Bien, ahora que Rin consideraba eso como una cita y no solo Asahi, el ambiente era un poco extraño, pero no tenso. Ahora quería quedar bien, no joderle como había hecho antes. Y, sobre todo, tenía la reciente necesidad de hacerle saber que nada de eso era porque era un prostituto y no tenía más opciones para una relación fuera del "trabajo".

El silencio no era incómodo, pero Rin estaba con los nervios de punta, retorciéndose los dedos distraídamente mientras miraba por la ventana, ignorando que a Asahi, el corazón le latía con rapidez.

¿Cuánto tiempo se necesitaba para enamorarse de una persona?

Asahi puso la mano en la muñeca del pelirrojo y le dedicó una sonrisita antes de volver a mirar hacia adelante. Rin sabía que el lugar donde había visto el restaurant estaba ciertamente lejos. Pero sentía que valía la pena cada minuto en el auto de Asahi, con la música sonando bajo y un silencio extrañamente cómodo. Como si no necesitaran decir nada para estar bien en presencia del otro.

Como cuando viajaba con Haru.

El aire se le cortó y la culpa regresó a su sistema, recorriéndole por las venas, haciéndole hervir la sangre y removerse bajo el agarre de Asahi. La eterna culpa que llevaba a cuestas, el efecto dominó que desencadeno su resistencia a creer que el amor no era suficiente. Todo lo que él creía y todo el desastre que causó. Sin realmente tener un motivo.

—Bien, es aquí —murmuró Asahi, estacionándose entre un par de carros y apagando el motor—. Y, Rin... Gracias por invitarme. En verdad, no quería separarme de ti.

No tan pronto.

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La sonrisa de Asahi se describía fácilmente como una sonrisa estúpida. Cuando llegó al departamento que compartía con Ikuya, este dejó el libro a un lado y se levantó. La notoria felicidad en el rostro de su mejor amigo le estrujaba el corazón, y le ponía muy contento. Soltó una risita y alzó la mano. Asahi no se lo dudó ni un momento, chocó la palma con la contraria y, en un impulso de emoción, le abrazó con fuerza.

—Nueve... Ikuya, se necesitan nueve días para enamorarse.

Y se necesitaban seis meses para comenzar perdonarse.

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Seis meses después

Cuando lograron abrir la puerta del departamento, el olor a encerrado les inundó las fosas nasales. Había polvo y todo estaba tal cual lo recordaba. Suspiró pesadamente y encendió la luz, apoyándose con el bastón mientras se adentraba al lugar, seguido de sus amigos.

—Haru-chan, debimos haber venido a limpiar ayer, para que estuvieras cómodo —se quejó Nagisa, quien, el día anterior, había intentado convencer a Haru de dejarles ir primero para limpiar. El azabache negó y dejó las llaves sobre la mesita, suspirando al ver ahí el anillo de compromiso que le había comprado a Rin.

No se lo pensó dos veces, lo arrojó al bote de basura.

Vale, que lo sacaría después, pero por ahora se quería dejar salir ese resentimiento. Continuó caminando, siendo seguido por los demás. Sus amigos estaban muy callados, seguramente inquietos e incómodos. Porque Haru parecía estar teniendo una especie de revelación mientras observaba el lugar. Sus medallas, sus fotos con Rin. Las tazas de café, el florero que Gou les regaló. Un marco tallado a mano por él mismo. Entró a la salita y el aire se le cortó. Apretó los labios y Rei podía jurar que le escuchó gruñir.

— ¿De verdad? —masculló. Arriesgándose a parecer un ancianito iracundo, empujó una pila de libros que había sobre la mesita de café— Tuvo todo este tiempo para irse, ¿y no lo aprovechó?

—Haruka, cálmate —intervino Makoto, apurándose a recoger el desastre y acomodándolo ahora en el piso—. Rin tendrá sus razones para...

—No, quiero sus cosas fuera de aquí, dijo que podía quedarme con el departamento. Que saque sus cosas.

—Haru-chan, no te pongas así, Rin-chan debió...

— ¡Debió sacar conclusiones!

—Es extraño —Rei, con su pose seria, se paseó por la salita—. Todo está bien conservado. Y, a como lo recuerdo, cada cosa está en su lugar.

—Genial, Rin es fetichista —exclamó, enojado. Nagisa rió un poco, calmándose lo suficiente como para sacudir el sillón y hacer que Haru se sentase.

—Desorden del orden, ¿no? —dijo el rubio. Rei rotó los ojos y lo ignoró, continuando con su análisis.

—Makoto... —el aludido miró a Haru y suspiró. Se estaba comportando como un niño. ¿Cuánto tiempo le llevaría abrir los ojos y darse cuenta de lo que sucedía? — Llámalo, dile que tiene que sacar sus cosas.

—Limpiemos un poco y después veremos qué hacer... ¿No quieres invitar a Asahi y a Ikuya? Creo que hoy están libres.

Haru asintió y sacó el móvil, quedándose con la mirada clavada en la imagen de fondo. No lo decía, no lo demostraba, pero extrañaba a Rin. Lo suficiente como para tenerlo como salva-pantallas. Pero también lo odiaba lo suficiente como para no quererlo devuelta. No aún.

Y no, no le culpaba por el accidente. Su resentimiento solo nacía del rechazo.

Asahi e Ikuya llegaron un par de horas después, cargando la despensa que Makoto les había pedido en un mensaje. El departamento ya estaba limpio para entonces. Las fotos de Haru y Rin descansaban en una caja que, a petición de Haru, Nagisa había sellado con cinta de papel. No había rastro de lo que antes había sido, y eso hacía que el azabache se sintiera vacío. Había eliminado la presencia del pelirrojo de casi toda la casa, menos de la habitación, donde había dejado todas sus cosas.

— ¿Cómo estás? —cuestionó Asahi, sentándose en uno de los sillones y abriendo una bolsa de papitas fritas. Haru se encogió de hombros, restándole importancia.

—Bien, supongo. ¿Qué hay de ti y tu novio imaginario? —intentó bromear. Asahi rotó los ojos y le aventó una papita. Le gustaba que Haru estuviese intentando ser más abierto.

—No es imaginario —comentó Ikuya, suspirando—. Es demasiado real. Pelean casi todos los días y se contentan casi todos los días —se quejó.

—Pero no somos novios todavía —masculló, ahora de mala gana. Ikuya rió levemente y miró a Haru.

—Tiene un trabajo que Asahi odia, pero no puede obligarle a que lo deje porque él prácticamente vive de eso.

—Asahi-chan nunca nos dijo su nombre —interrumpió Nagisa, entrando con un par de bebidas. Rei le seguía con otro par. Makoto seguía arreglando la despensa.

—Eso es porque es de mala suerte —se excusó Asahi, con una sonrisa de suficiencia—. No se dice lo que uno desea.

—No aplica en nombre de personas —debatió Rei, entregándole una bebida a Haru y a Ikuya. Nagisa, por su parte, le ofreció una a Asahi.

—Asahi es supersticioso —comentó Ikuya, provocando que el aludido rotase los ojos—. De verdad cree que si todos lo saben, la mala suerte les va a caer encima.

—Además, a él le gusta ser un secreto —dijo con orgullo—. Dice que no esta preparado para decir que sí o decir que no, y yo respeto eso. Ha tenido una vida difícil el último año —en ese momento, el timbre sonó. Makoto contestó de inmediato—. Ah, ¿vendrá Yamazaki? Será divertido verle la cara de molestia que siempre trae.

—No, Haru-chan le ha pedido a su ex novio que venga a por sus cosas, así que quizá es él... Hace mucho que no lo vemos —contestó Nagisa. Asahi notó el tono preocupado de su voz y el corazón le dio un vuelco.

—Haru...

Makoto se asomó e hizo una seña, haciendo que Haruka se tensase de inmediato. De inmediato, Makoto regresó a la cocina.

El destino era cruel. El mundo... Demasiado pequeño. El azabache se acomodó en el asiento y asintió, entonces le vio. Estaba más delgado que la última vez y el rojo de su cabello parecía más vivo en contraste con lo pálido de su piel.

—Permiso —su voz se escuchó débil, dudosa. Rin entró a la salita y observó las paredes, ahorrándose las ganas de llorar. Su mirada cayó en Haru y se desvió de inmediato. Entonces el alma le cayó a los pies.

Asahi se levantó de inmediato. Se miraron por largos segundos. Rin dio un paso atrás y miró hacia el pasillo, decidiéndose por acabar con aquello pronto. Su mente se había quedado en blanco. Solo quería salir de ahí. Pero Asahi no se encontraba en la misma situación, atravesó la salita rápidamente y le tomó del brazo, haciendo que se girase.

—Suéltame —exigió Rin, jalando su brazo. Haru se levantó de inmediato, como pudo.

— ¿Qué...?

— ¿Por qué no me dijiste? Nunca... ¿Me querías ver la cara de tonto? —cuestionó en tono dolido. Rin apretó los labios y se libró.

—Yo no sabía que tú... De verdad, no lo sabía —contestó. Su voz fue apenas un susurro y Asahi pudo ver lo mucho que dolía. Su mente terminó de rellenar los huecos. Dejó que Rin se apartase y tomara una caja que se encontraba fuera de una de las habitaciones.

Rin Matsuoka.

La mente de Ikuya ligó rápido los acontecimientos. Dónde había escuchado ese nombre. De dónde lo conocía. Hacía años, hacía poco, él había sido mencionado. El chico que rechazó la mano de Haru. El chico que se culpaba por el accidente.

El chico que huía.

—A-Asahi —balbuceó, con los ojos llenos de lágrimas. Inevitables, porque conocían la historia completa, por ambos lados, y nunca se habían dado por enterados. El aludido asintió e Ikuya corrió hacia Rin, ayudándole con el resto de las cajas e indicándole que ellos le llevarían a casa.

— ¿Se conocen? —La voz de Haru le resultó la tonada de una maldición. Asahi se giró hacia él, con la respiración agitada.

— ¿Conocen a Rin-chan? Bueno, fue nadador profesional —Nagisa actuaba indiferente a la situación, echándose papitas a la boca. Acostumbrado a la falta de simpatía que Rin les demostraba a ellos. Rei le empujó ligeramente, indicándole que se callase.

—Él es... Era a quien tú pediste matrimonio... ¿Cierto? —Haru asintió y suspiró.

—Sí... Es un idiota... —no lo dijo de mala forma. Porque, pese a todo y a costo de nada, Rin seguiría siempre en su corazón. Y sí, Rin era idiota.

—No soy un idiota —el pelirrojo apareció con otra caja en brazos y miró a Haru por algunos segundos—. Pudiste tirar mis cosas. No tenías que...

—Eres un idiota. No tengo derecho sobre tus pertenencias, tú decides qué enviar a la mierda, ¿no? —Rin apretó los labios y miró la caja, suspirando por enésima vez.

—Espero que te mejores pronto.

—Por supuesto.

—Haru-chan, no seas grosero —se quejó Nagisa, levantándose y acercándose a Rin, quitándole la caja—. Rin-chan se ve enfermo, ten algo de consideración.

—Consideración, ajá.

La sangre hirvió en el cuerpo de Asahi y, en cuanto Rin y Nagisa se marcharon con la caja, sus ojos brillaron con rabia. Toda dirigida hacia Haru.

—No tienes derecho —masculló—. No tienes derecho a tratarlo así. A decirle que venga y saque sus cosas de aquí.

—Asahi, terminamos, ¿sí? No puedo quedarme con sus cosas. No es culpa mía —aquello pareció crispar sus nervios. Rei lo notó y se levantó de inmediato, impidiendo que Asahi empujara a Haruka en un deje.

— ¿No es tu culpa? —musitó con tono tosco— ¡Tú tienes la culpa de todo! ¡¿Acaso no sabes esperar y escuchar?! ¡¿Por qué tu mereces la felicidad a costa de él?!

— ¿De qué hablas? ¡Él tomó sus propias decisiones, eso no es mi culpa!

— ¡¿Al menos sabes lo mucho que se culpa por el accidente?! ¿Has intentado convencerle de que no fue por su culpa?

—Rin sabe que no tiene culpa de ello.

—Ah, claro. ¡Ni siquiera te dignas a verlo! ¡No le preguntas nada a pesar de que lo has visto en varias ocasiones! ¡Sé que no quieres ni verlo! Él me ha dicho cosas así. Sobre ti y la mierda en la que veo que te has convertido, Nanase.

—Tú no sabes lo que pasó, Asahi. No alcanzas a comprenderlo...

—No estarías en esa posición si supieras todo lo que Rin ha...

—Cállate, Asahi. Vámonos —la voz de Rin lo descolocó por completo. El pelirrojo había regresado al departamento. Tomó al aludido por la muñeca y tiró de él, saliendo de ahí nuevamente.

Te has convertido en una mierda, Haruka.

El azabache los vio irse y soltó todo el aire retenido. Rei puso una mano en su hombro y le dedicó una sonrisa de comprensión, aunque Haruka ya no sabía si él necesitaba ser comprendido.

Makoto cerró el grifo del agua y soltó todo el aire que guardaba en sus pulmones, dirigiendo la mirada al techo. Lo había dejado pasar todo con un único motivo. Saberlo. Y sí, Sousuke tenía razón.

Rin estaba perdido.

Notas finales:

NOTA DE AUTOR:

Especificaciones:

1. Después se sabrá lo que Sousuke descubrió al seguir a Asahi.

2. Asahi cree estar enamorado de Rin y probablemente lo está.

3. Ikuya no está enamorado de Asahi, por si lo malinterpretaron. Pero sí, le atrae.

4. No habrá muchas shipps. Confórmense con ReiGisa, HaruRin, AsahiRin y los poquitos más que habrán. NO ME GUSTA cuando todo el mundo es gay. Y sí, no habrá SouMako más que insinuaciones. Quizá.

MIKASHIER DRAMAS LOCOS Y TONTOS A SUS ÓRDENES

Volví a la contienda, ¡Preparense esta semana!


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