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Cómo recuperar un amor por FireBlueFlames

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Notas del capitulo:

Buenos días ^^

Ya vine a dejar el segundo capítulo desde temprano porque casi debo irme al escuela y no regresaré hasta tarde :'T

Espero que esta continuación les guste :3 La canción que elegí para este sad capítulo y con el que empieza todo ahora sí es Red-hymn for the missing (vamo a llorar)

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A leer :D

Cuando abrió los ojos, el sol recién comenzaba a asomar, volviendo luminoso el horizonte mientras el cielo aún era nocturno. Ni siquiera recordaba bien qué había hecho el día anterior luego de llegar a tirarse en la cama. Al parecer, había deambulado un buen rato por el espacioso lugar luego de que el dolor de sus recuerdos fuera demasiado, sólo para beber mucho y volver a recostarse pasada la media noche, quedándose dormido unas cuantas horas.

Miró el reloj y vio que eran casi las siete de la mañana, y, si mal no recordaba, debía abordar el crucero a las nueve así que era mejor que se levantara de una vez. Dos semanas de descanso podrían hacer feliz a cualquiera, pero no a él, porque eso significaba que tendría tiempo de sobra para pensar, para vivir, para recordar, y realmente aquello era lo último que quería. El trabajo le mantenía ocupado, demasiado cansado como para llegar a casa y pasarse toda la noche evocando memorias, así que más que agradarle la idea de pasar días tranquilos, todo lo que sentía era pánico. Tenía miedo de su mente, de su soledad.

Dio un gran suspiro y se levantó de la cama. Tomó una ducha rápida y se vistió como de costumbre, usando un suéter gris bajo el abrigo negro, y empacó unas cuantas prendas más luego de poner un poco de café. Dos semanas eran mucho tiempo, pero realmente no tenía mucha intensión de salir de su camarote en el barco, así que eligió qué vestir sin fijarse demasiado; aunque eso no significaba que fuera a verse desaliñado, pues prácticamente se veía bien con cualquier cosa, o al menos eso solía decir Atsushi. Estaba por cerrar la maleta, cuando recordó que olvidaba algo importante y volvió a su habitación. De la caja fuerte sacó un par de pañuelos azul petróleo aún envueltos, tenía algunos de ellos pues siempre solía encargarlos a su tienda favorita, y pagaba mucho por cada uno, ya que habían dejado de fabricarlos tres años atrás, justo cuando todo acabó; pero al ser él un cliente importante siempre estaban dispuestos a hacer unos cuántos cada cierto tiempo. Puso las cajitas en el tope del baúl y tomó el maletín negro junto con el boleto para dejarlos a un lado. Recogió el celular, las llaves y recorrió una vez más el lugar para asegurarse de que no olvidaba nada.

Llamó a un chofer y sirvió el café mientras esperaba. Se recargó sobre la barra de la cocina, la cual siempre había sido el lugar favorito de Atsushi para sentarse mientras él cocinaba para ambos. Parecía que todavía podía sentir su mirada sobre él y su alegre risa, al tiempo que hablaba de cualquier trivialidad que llegara a su mente en ese momento. Recordaba lo feliz que se había sentido cuando su decorador de interiores había encontrado muebles para la cocina prácticamente idénticos a los que tenía su departamento anterior. Se había esforzado por que todo fuera tal y como recordaba, incluso en los detalles más pequeños. Después de todo, cuando se monta un escenario todo debe ser perfecto, y aquella era la escena del tiempo en que su vida había sido feliz, la que quería revivir una y otra vez, no importaba si dolía demasiado.

Pasaron quince minutos y llamaron a la puerta. Se apresuró a abrir y el chofer tomó el baúl y el maletín.

Dazai le pidió que le esperara abajo y se dirigió a su habitación. Cerro la ventana principal y volvió al recibidor, mirando a su alrededor mientras caminaba, sólo que esta vez había una sensación de despedida. Era como si sintiera que sería la última vez que vería su hogar, como si estuviera a punto de encontrar algo grande, algo que no le dejaría volver. No encontraba explicación a esa sensación, pero la verdad tampoco tenía demasiadas ganas de indagar, por lo que se limitó a ir a la cocina por un par de botellas de su bourbon favorito y salió del departamento, poniendo seguro a la puerta y dirigiéndose a las escaleras.

Una vez estuvo en la recepción, le pidió al chofer que pusiera las botellas en su maleta, dejó la llave a la recepcionista y pidió que cada día cambiaran las flores del jarrón de su habitación. La mujer asintió a pesar de que no entendía muy bien la petición de aquel hombre, pero sabía que era poderoso, por lo que era mejor no cuestionar nada.

Dazai subió al auto y emprendió su camino hacia el puerto. Ahora que lo pensaba, no había pisado ese lugar ni una sola vez desde que llegó a la ciudad, hacía poco más de un año. Aunque tampoco era que añorara el océano, ni quería estar cerca de él.

Algún día quiero ver el mar le había dicho aquel chico en una de sus muchas citas, durante los cinco meses que estuvieron juntos. Quiero ver toda esa agua, y luego observar las estrellas en un muelle.

Entonces tú y yo iremos —había sentenciado Dazai.

No pudo cumplir era promesa jamás.

La noche en que todo cambió, Dazai había citado a Atsushi en el restaurante favorito del chico a las ocho, cenarían chazuque y pasarían la noche haciendo las maletas, antes de partir.

Mientras se dirigía al lugar de su encuentro, sostenía entre sus manos los boletos de un avión que los llevaría lejos de ahí, a un país diferente donde buscarían quedarse en un lugar tranquilo y comprar una casa cerca del mar, con ventanas enormes y un balcón desde el que el peligris pudiera observar las estrellas todo lo que quisiera. Ese era su sueño ahora, dejar su pasado, sus pecados y la sangre que manchaba sus manos para vivir la vida tranquila que ninguno de los dos había tenido jamás. Contaba con el dinero necesario, e intentaría que pasaran lo suficientemente desapercibidos al dejar la ciudad. Entonces, cuando por fin se vieran libres de aquel mundo horrible que era la mafia, le contaría la verdad. Tenía miedo, pues sabía que no era algo fácil aceptar que la persona que quieres es un asesino a sangre fría, pero si Atsushi estaba dispuesto a perdonarle, Dazai nunca volvería a tomar la vida de nadie. Se convertiría en la persona tranquila y normal que había fingido ser desde que su camino se había cruzado con el del menor.

Tarareaba la canción que había cantado una y otra vez junto a su adorable novio, y la ciudad nunca había parecido tan luminosa y fantástica. Extrañaría esas calles clásicas y elegantes, pero un futuro aún más hermoso le esperaba de la mano de su muchacho.

A medida que se acercaba al lugar donde, se suponía, vería al peligris, se percató de que un tumulto de personas ocupaba la acera justo frente al restaurante. Todos parecían preocupados y había demasiadas voces para entender nada. Una punzada de nervios se clavó en el pecho de Dazai.

<<Él no. Por favor, todo menos él>> había pensado inmediatamente

A su alrededor, el mundo se volvió mudo. Su corazón latió a mil y un pequeño gemido salió de su garganta cuando vio un pañuelo azul petróleo atorado en una de las farolas que iluminaba la calle frente al local.

<<Llevaré el pañuelo azul>> había respondido Atsushi cuando le invitó a esa cita.

Un grito de ira estaba por escapársele en medio de todo lo que sentía, cuando su celular sonó. Al tomarlo, Dazai apretó los dientes y no dijo nada inmediatamente. Aunque tampoco era necesario.

Parece que te han dejado plantado la voz de Mori era calmada como siempre, pero en ella el castaño adivinaba ese tono amenazante que muy pocas veces arruinaba su fachada de serenidad.

Déjalo ir, él no tiene nada que ver contigo gruñó por lo bajo mientras comenzaba a alejarse del lugar.

Eso no es del todo cierto, y tú lo sabes, Dazai —replicó Mori—. Creo que le gustaría hablar contigo.

El castaño sintió que moría cuando a sus oídos llegaron los gritos de su peligris siendo sofocados, y el alma se le partió al escuchar su nombre ser pronunciado entre lágrimas a través del teléfono. Atsushi era todo miedo y desesperación.

Hijo de perra su voz era apenas un siseo mientras sentía su cuerpo volverse débil ante el miedo, su diestra formaba un puño, enterrando sus propias uñas en la palma de su mano.

Puedes venir a matarme cuando quieras —le incitó su jefe con una risilla—. Aunque antes de eso, le verás morir de la peor forma posible, ¿y por qué no? Podrías incluso presenciar cómo pierde su inocencia rodeado de todos mis hombres.

¡No te atrevas a ponerle un dedo encima! bramó Dazai, mientras corría en dirección a la maldita guarida de Mori.

Avanza un par de calles más, un auto te recogerá —indicó su superior, pues seguía todos y cada uno de los pasos de su mejor trabajador para asegurarse de no perderle.

Dazai no contestó, y colgó mientras seguía corriendo. En su prisa, los boletos cayeron de su abrigo, pero no miró atrás.

Un conocido auto negro se atravesó en su camino, y subió mientras maldecía al conductor para que se apresurara. Sortearon el tráfico, ignoraron los semáforos y el trayecto de quince minutos se volvió uno de cinco. En cuanto el auto se detuvo frente a la mansión, Dazai bajó corriendo para entrar.

Estaba por dirigirse al sótano, donde solían mantener a los cautivos, cuando esa maldita voz resonó en el lugar; y al levantar la mirada se encontró con su jefe, el cual le miraba con ojos de demonio y sonreía de lo más casual. Sin decir nada, el hombre comenzó a caminar, y el castaño le siguió a toda prisa, siendo guiado a la habitación principal.

Al detenerse frente a la puerta apretó los puños, se maldijo en silencio y tragó las lágrimas que amenazaban con brotar, antes de entrar.

La habitación estaba casi a oscuras, salvo por las lámparas que daban una luz cálida a ese horrible lugar. Mori estaba frente a la cama con un par de guardaespaldas a sus costados, y en el resto de la habitación había más hombres, todos con armas entre las manos. El pelinegro avanzó hacía él y la respiración de Dazai se cortó al ver a Atsushi recostado sobre las sábanas rojas. Era un desastre, había sangre en su rostro, tenía las manos atadas, los ojos y la boca cubiertos y temblaba mientras respiraba con dificultad.

Atsushi susurró Dazai, antes de dar un paso vacilante, sólo para detenerse segundos después. Miró con gran odio a su jefe, y habló bajo aun cuando quería gritar. Maldito hijo de puta

Oh tranquilo, puedes maldecirme todo lo que quieras, no puede oírnos.

¡¿Qué le has hecho?! — el castaño se contuvo de saltarle directo al cuello, pues sabía que eso sólo empeoraría la situación. Él podría lidiar con todos ellos sin apenas sudar, pero Atsushi estaba de por medio, y sabía que sería muy fácil para esos malditos dispararle a matar antes de que pudiera asesinarlos.

Descuida, todavía no he dejado que se diviertan con él. Pensé que te gustaría disfrutar el espectáculo —habló con despreocupación el azabache.

Mori se sentó en el borde de la cama y acarició casi con amor los plateados cabellos del menor, quien dio un grito ahogado y se retorció, buscando librarse de ese contacto desconocido.

¡No lo toques! —advirtió Dazai.

Tú me obligaste a hacer esto, Dazai comenzó el pelinegro, volviendo a levantarse sólo para caminar lentamente hacia él. Planeas abandonar el negocio, tu vida entera, con todo lo que has logrado a tan corta edad. Y todo por un simple chiquillo.

No tiene nada que ver contigo repitió el castaño, sin quitar su mirada del mayor.

Por supuesto que tiene que ver conmigo. Está interfiriendo en mis planes, llevándote lejos de todo lo que has conocido a lo largo de tu vida. ¿Y para qué? ¿Una vida feliz? Eso no es para ti, tú naciste para mucho más que ser un humano común y corriente. Estás dejando todo por un romance.

El castaño tragó duro y respiró pesadamente mientras comprendía que fue demasiado idiota al pensar que podía librarse de ese mundo, cuando él mismo había eliminado a muchos tipos que habían intentado alejarse de la mafia. Dirigió una mirada llena de culpa al peligris, odiándose muchísimo por haber permitido que le sucediera eso, por no prever que le harían daño, por arrastrarlo hasta los horrores de ese lugar.

¿Qué es lo que quieres? cuestionó a Mori con voz derrotada, pues no podría salir de esa casa junto a Atsushi.

Alguno de los dos debía quedarse ahí, ya fuera vivo o muerto.

Algo muy sencillo —respondió inmediatamente Mori, como si estuviera a punto de explicar algo a un infante—. Quiero que vuelvas a ser el mejor hombre de la organización, el que algún día acabe conmigo para tomar mi lugar. Pero primero…

Dazai intentó mantenerse impasible mientras el pelinegro hacía una señal a uno de sus hombres para que le entregara un arma de bajo calibre.

Es tu elección, Dazai. Puedes matarlo con tus propias manos y seguir como siempre, o dejar que yo lo haga luego de que haya sido tomado como una prostituta. El tiempo corre.

Dazai miró la pistola entre sus manos, y por primera vez dejó que saladas gotas nublaran su vista, sólo para después contemplar el cuerpo que ya no se movía más. Atsushi había perdido el conocimiento.

Qué adorable escena exclamó su jefe con fingida ternura al observar que ese chico realmente parecía tener mucho más del castaño de lo que pensó—. Está bien, seré bueno contigo sólo porque habías hecho un excelente trabajo hasta ahora.

De nuevo, con un movimiento de la mano, el hombre hizo una señal para que desataran al chico y quitaran la venda de sus ojos. El castaño sintió que podía morir de dolor al verle tirado en ese lugar. Atsushi no era culpable de nada, toda la responsabilidad era suya por empeñarse en amarle cuando sabía que eso no era posible en su mundo.

Lo dejare ir si es lo que deseas —adelantó Mori. Dazai miró con sorpresa a su jefe—. Haremos que olvide todo, se irá de esta ciudad y tendrá la vida normal que esperas para él. Siempre y cuando no vuelvas a buscarlo y vengas con nosotros. El mercado en la costa requiere nuestra presencia y nos iremos de aquí al amanecer.

Maldiciendo su suerte, y odiando con toda su alma al hombre frente a él, Dazai se rindió. Sus fuerzas se habían acabado y se dejó caer de rodillas al suelo, asintiendo sin decir nada mientras Mori aplaudía con alegría.

¡Perfecto! Entonces comiencen a empacar, y lleven a ese chico lejos de aquí.

El castaño no recordaba cómo salió de aquella habitación ni cuánto tiempo había pasado cuando volvió a ser consciente del mundo que le rodeaba. Se encontraba en otra de las recamaras de la mansión, y cuando se acercó a la ventana que daba al jardín trasero, pudo ver a los hombres de su jefe llevar mil cosas a un helicóptero.

Alguien llamó a su habitación, y sin esperar respuesta cruzó la puerta. El castaño se giró para encontrar a su amigo Oda mirarle con compasión enmascarada.

Quiero estar solo pidió mientras volvía a voltear en dirección a la ventana.

Lo sé, no me quedaré mucho, sólo he venido a despedirme —anunció su compañero.

Dazai clavó una mirada de incredulidad en su amigo y este se acercó a él, sentándose a su lado y suspirando, mientras también miraba a través del cristal la noche.

Voy a dejar la mafia de una vez por todas le comunicó Oda con voz decidida.

Sabes tan bien como yo que eso no es posible. ¡¿No ves por lo que estoy pasando?! gritó Dazai, levantándose de la cama y encarando al pelirrojo.

Lo entiendo, y de verdad lamento esto, Dazai. Pero es justo por esa razón que quiero dejar toda esta basura. Quiero servir de algo, ayudar a las personas.

Todavía habrá aquí trabajadores que pueden buscarte…

Sé que irán tras de mí. El jefe incluso sabe que yo te cubría de vez en cuando en tus escapadas con ese chico, y sé que no me pediste hacerlo, pero eres mi amigo y yo haría lo que sea por ayudarte —reveló el mayor con una amarga sonrisa—. Ellos no pensaban dejarme vivo mucho más tiempo, Dazai, y si puedo pasar al menos un día siendo libre, entonces habrá valido la pena.

El castaño sintió sus ojos escocer y no podía hablar más. ¿Es que ese día perdería todo lo que quería y había conocido? Escondió su rostro entre sus manos y algunas lágrimas empaparon sus dígitos.

Atsushi susurró de nuevo mientras limpiaba sus lágrimas. Oda jamás le había visto así, tan vulnerable y roto, como un pequeño que llora buscando el consuelo de alguien; pero sabía que ni las palabras más amables arreglarían lo que había sucedido. No borrarían la culpa que mataba a su amigo en ese momento. ¿A dónde lo llevarán?

El pelirrojo negó con la cabeza y le miró con disculpa.

No lo sé. He escuchado a los ejecutivos especular, pero sólo Mori sabrá qué será de él. Es un hombre de palabra, así que tal vez no debamos temer por la vida del muchacho. Todo lo que sé con certeza, es que lo han llevado al hospital del orfanato que está en el centro de la ciudad, pero ese lugar está repleto, así que seguramente lo llevarán a otro sitio cuando mejore.

Oda, necesito que hagas algo por mí —pidió Dazai, secando el llanto que, pensaba, no tenía derecho alguno derramar.

Lo que sea dijo el nombrado con decisión, dando una palmada en la espalda a su mejor amigo.

En la antigua fábrica de pañuelos… necesito que saques algo de ahí.

¿Te refieres a ese edificio abandonado por la marca que tanto te gusta?

Dazai asintió, y antes de continuar se acercó a la puerta, asomándose al pasillo para asegurarse de que no había nadie cerca de ahí que pudiera escucharles. Cuando se cercioró de que el lugar se encontraba solitario, cerró con llave y regresó rápidamente junto a Oda.

En ese edificio, en el sótano, bajo un montón de escombros donde hay un candelabro viejo, hay una rejilla. Si la mueves, verás sólo tierra, pero si escarbas llegarás a una escotilla —Dazai buscó un trozo de papel y un bolígrafo, donde escribió las instrucciones para abrirla—. Dentro encontrarás dinero, joyas y algunos lingotes de oro. Ve a esta dirección, toma el portafolio café que está en el armario y llénalo con todo el dinero que puedas. Después puedes llevarte todo lo que desees, pero por favor, hazle llegar ese maletín a Atsushi pidió el castaño con voz suplicante, mientras miraba a su última esperanza de redimir un poco el daño que le había hecho a su amado niño.

Entiendo contestó Oda, tomando el papel, para después dar un brazo a quien había sido su único y verdadero amigo en aquel asqueroso lugar. Cuídate, Dazai. Él estará bien.

Gracias, no podré pagarte esto nunca —el menor abrazó por última vez al mayor.

El pelirrojo salió de la habitación, y media hora después, Dazai se dirigió hacía el jardín trasero, donde Mori lo esperaba. No tenía que hacer maletas, pues no había nada que necesitara llevar con él, y tenía suficiente dinero para volver a tener todo lo que quisiera. Incluso no le importaba el tesoro por el que Oda iría, después de todo, era dinero de una familia a la que asesinó por denunciar el tráfico de droga que ellos llevaban a cabo en el perímetro de la ciudad. Pero si ese dinero podía servir de algo, entonces mejor que fuera tomado. No quería dejarle a Atsushi una fortuna como una manera de zurcir todo lo que le hizo pasar, era más como si con eso quisiera agradecerle el que le hubiera dado los meses más felices de su existencia, y asegurar así que no tuviera que volver a cruzarse con alguien como él. Con eso en mente, subió al avión privado que le aguardaba y se sentó lo más lejos que pudo de aquel demonio que le había quitado para siempre a su peligris. Vio la ciudad alejarse, el sol comenzar a iluminar el día y su vida apagarse poco a poco.

A mediodía, Mori y sus acompañantes se encontraban ya en el sur del país, donde hicieron una escala para una rápida junta de negocios. Así que, mientras ellos estaban ocupados, el teléfono del castaño vibró dentro del bolsillo de sus pantalones, y al ver que la llamada provenía de un teléfono público se apresuró a contestar, sólo dando un suspiro para que Oda supiera que lo escuchaba y que no podía decir nada pues, aunque estuviera solo en el avión, nunca se sabía qué podría pasar, ni quién estaría escuchando.

Dazai, está hecho. He pedido que le den una habitación individual y he pagado a una cuidadora que es amiga mía, por lo que se asegurará de que Atsushi tenga la mejor atención vaya a donde vaya —informó Oda, pareciendo un poco agitado—. Te prometo que le he dejado en buenas manos. El resto del dinero lo he dejado a los orfanatos de la ciudad, y ahora es mi turno de irme. Hasta pronto.

Aquella fue la última vez que Dazai supo que compartía el mundo con su amigo.

Atsushi despertó una noche tres días después de que su novio partiera. Estaba desorientado y solo en una habitación iluminada por la luna, no recordaba nada más que su nombre, su edad, su cumpleaños y que era huérfano. A su lado, un maletín café sellado con una combinación, y en su mano derecha un trozo de papel con los números indicados para abrirlo. No se escuchaba nada en los alrededores, por lo que decidió salir de la cama y revisar qué contenía aquel paquete, que tenía un grabado en letras doradas y elegantes, que formaban su nombre sobre la piel que lo revestía. Ese era un regalo que Dazai tenía planeado darle cuando partieran, pues a su novio siempre le había gustado el portafolio negro que él solía llevar para guardar las apariencias sobre su falso trabajo como oficinista. Probó subir aquel objeto a la cama, pero era muy pesado, o tal vez era simplemente que todavía se encontraba muy débil luego de haber dormido durante días. Al final, lo dejó en el suelo y se sentó frente a éste. Giró una a una las ocho hileras de números tal y como indicaba ese papel; la combinación era la fecha y hora en que había conocido al castaño, aunque ya no recordaba nada de eso. En su mente no había rastro alguno de esas noches en que durmió fuera de casa, acurrucado entre los brazos de otro chico, ni de los días en que era sorprendido con diferentes clases de flores cuando Dazai le llevaba al trabajo. Ya no tenía ni una pizca del amor que le había hecho sentir que pertenecía a un lugar por primera vez en su vida.

Abrió con cuidado el maletín y dejó de respirar unos segundos al darse cuenta de que dentro había una enorme cantidad de billetes de alta denominación, acompañados de una nota donde decía que esa fortuna le pertenecía.

En cuanto a Oda, mientras el castaño continuaba viajando a diferentes ciudades por trabajo, un día en las noticias matutinas vio el reportaje de un tiroteo que había tenido lugar en un pueblo al este del país. Se sospechaba que era un ajuste de cuentas entre la mafia y un joven hombre pelirrojo no identificado. Dazai supo que se trataba de su amigo, quien no había podido huir lo suficientemente rápido del país.

Su pena se vio interrumpida cuando el chofer le indicó que habían llegado a su destino, quince minutos antes de la hora indicada. El castaño bajó del auto, mientras los que parecían ser los empleados del crucero se acercaban y acomodaban sus maletas en un carrito. Fue a la recepción del barco y saludo a la mujer encargada de recibir los boletos, al parecer apenas había un par de personas aparte de él que ya habían abordado. Entregó su identificación para confirmar que él era Dazai Osamu, y abordó en cuanto las llaves de su camarote fueron entregadas. Rechazó que alguien le acompañara y sólo pidió indicaciones para llegar.

Sin prisa, se dedicó a mirar la lujosa y enorme embarcación, sintiéndose melancólico. A Atsushi le habría encantado aquello; habría dado todo por ver qué expresión ponía el chico al encontrarse frente al océano por primera vez.

Continuó recorriendo los pasillos hasta que encontró su habitación, marcada con el número doscientos once. Insertó la llave en la ranura del picaporte y abrió la puerta, pero cuando estaba por entrar, un gran estruendo llamó su atención y abandonó lo que estaba haciendo para regresar por donde había venido. Al final del pasillo ver un montón de toallas y sábanas, de las que un par de zapatos negros asomaban.

Rio por lo bajo y se acercó a ayudar a aquella desafortunada persona, comenzando a retirar las cosas de encima de ésta, cuando una mano nívea lo sujetó por la muñeca y un cuerpo surgió de debajo de ese montón de telas.

Gracias por ayudarme. Demonios, he hecho un desastre los ojos chocolate, usualmente inexpresivos, del mayor se abrieron mucho al toparse con una cabellera plateada y desordenada, mientras unos orbes dorados le miraban con alegría y esa voz volvía a llenar sus oídos. Bienvenido a bordo, señor. Mi nombre es Atsushi, Nakajima Atsushi.

Notas finales:

Este capítulo quedó un poco más larguito de lo que yo esperaba jejeje, pero no quería cotarlo porque creo que todo el rollo era necesario ^^ No voy a mentir, se me salieron unas cuantas lagrimillas con esto :'T Pero me gustó mucho cómo quedó :B

Bueño, ojalá que les haya gustado tanto como a mí x3 Sus opiniones son oro para mí :D

Nos leemos luego <3


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