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Caminando entre dragones por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

Volvemos con la obsesión de estos dragones jeje probablemente ya os lo habáis imaginado, pero es que yo llegué a un punto en el que me había olvidado del objetivo de esta parte del fic jajaja

17. ¡Queso! (Parte I)

 

Es que tendría que haberlo imaginado. O pensado. O recordado, porque por algo hicieron ese viaje. Lo tenía ahí enterrado desde hacía semanas, desde que el incidente de su cumpleaños manifestó esa obsesión y luego le revelaron ese mito y la fiesta. Es que no podía ser más evidente, pero lo había perdido de vista. Había pasado tantas aventuras y estaba sufriendo tantos cambios, nervios y angustias por tantas cosas peligrosas a su alrededor, que ya ni recordaba que todo aquello había empezado siendo algo cómico y singular.

—Queso. Maldita sea, era el queso —dijo Kobayashi, riéndose un poco.

Se miraba la red mágica, que flotaba y rotaba lentamente con la ayuda del poder de los dragones. Era hipnótico. Casi todos los dragones hacían lo mismo, estaban mirando el regalo de Auðumbla con sus caras aterradoras, que en aquellos momentos escondían el brillo de un niño ilusionado por su nuevo juguete. Era algo extraño ver al padre de Tohru, con su presencia y sus cuernos, poniendo una cara tan infantil.

—¿Cuánto tardará en fermentar?

—No mucho —susurró Tohru—. La red mágica acelera el proceso, puede que en unas horas haya acabado. Ya llevamos un par.

Era extraño ver casi toda la llanura en silencio, observando un solo punto. Se oían conversaciones de un lado al otro del sitio, por muy susurro que fueran. Kobayashi consiguió enterarse de una escalofriante batalla de Iruru contra los humanos porque un dragón del Orden lo comentó despectivamente con los demás de su facción. Probablemente Iruru se hubiera henchido de orgullo en ese momento, pero la humana no la encontró.

También observó a los pocos dragones en movimiento mover árboles partidos, piedras y demás cosas a un lado de la llanura. Con el paso de las horas, más dragones (como Lucoa, que apareció de la nada para saludar a Kobayashi y su familia) se apuntaron a ese trabajo colosal. La humana pensó que sería tontería preguntar. De momento le parecía haber visto algo así como una mesa y varios espacios cerrados.

“Estas criaturas me asombran a veces”.

Claro, no era común ver a colosales animales en calma, sin hacer nada, o mejor, haciendo algo que no fuera destruir (sin contar los árboles, claro, pobrecillos).

Ya era de noche cuando la red mágica cayó sola y un montón de dragones le rugieron al oído de Kobayashi.

—¡Me cago en…!

—¡Kobayashi! ¡Queso, queso! —saltaba Kanna, en su forma humana. La imagen adorable cautivó a su madre, que se calmó y se puso a su nivel—. ¿Vas a comer queso?

—¡Claro que sí! No todos los días puedo probar un queso que viene de más allá de un mundo.

—Me alegro de que vinieras —le agradeció, echándose a sus brazos.

—Pues claro. —Aunque no pudo evitar pensar con una punzada que en ningún momento había tenido opción… Sin embargo, había valido la pena.

A la vez que esto sucedía, los tres reyes dragón se acercaron a una esfera amarillenta, aceitosa y dura que había aparecido del interior de la red. Hablaron unos segundos entre ellos y partieron tres grandes trozos, dejando un cuarto trozo (más grande) intacto. Cada uno de esos trozos, por eso, era tan grande como tres dragones de los más corpulentos cogidos de las patas en círculo. Es decir: ENORME.

—Ya hemos dividido el queso en cada una de las facciones —anunció el rey de la facción del Orden. Los que os creáis merecedores de más, empezad a dirigiros a los espacios señalados para superar las pruebas.

—¿Pruebas?

—Sí. Es una fiesta, ¿recuerdas? Todo esto es por el queso, es por divertirse, es por competir.

—Me recuerda a las competiciones deportivas de finales de verano en Japón —pensó en voz alta la humana.

—¡Algo así!

Cada uno de los reyes se llevó flotando el trozo de queso para su facción y, entonces, Kobayashi vio algo que pensó que no llegaría a ver nunca: todos los dragones que querían un pedazo inmediatamente lo pedían con toda la humildad ¡bajo una forma no-dragón! Se convertían en elfos, humanos, enanos, criaturas de estatura “normal”, conseguían un trozo y cada uno se iba a ver a su familia a compartirlo.

—Kobayashi se ha perdido —detectó Kanna.

—No se acuerda —le dijo Tohru. Le tocó un hombro a su chica con el dedo—. Es que si no se pueden acabar el queso de un mordisco. Comiéndolo bajo otra forma se cansan y se llenan enseguida.

—Ah, claro, su estómago también se encoje…

Fafnir el silencioso se desmarcó de su grupo para ir a una de esas supuestas pruebas. No había anuncios ni carteles ni nada, así que no tenía ni idea de qué haría para ganarse un pedacito más del queso sagrado.

—Probablemente vaya a la batalla de maldiciones.

—Ugh, no me digas que hay de eso…

—¡Por supuesto! Y él es bueno echándolas, seguro que gana.

—Desde luego —dijo, suspirando—. ¿Qué otras pruebas hay?

—Pues, déjame ver… ¡Oh, mira! ¡La carrera a velocidad supersónica está a punto de empezar!

Nidhogg en persona (bueno, “en dragón”, estaba en su forma original), con el queso de su facción a su espalda, estaba levantando en el aire varias hileras de troncos y rocas, que debían ser los carriles de la pista aérea. Aquello no era “como” una competición de inicio de curso. ERA una competición de inicio de curso.

—También suele haber el reto de la llama más alta, peleas cuerpo a cuerpo controladas como en el sumo y suele terminarse con la transformación más pequeña durante más tiempo.

—¿Transformación pequeña?

—Los dragones necesitamos nuestro espacio, nos agobiamos estando en formas menores a la habitual durante mucho tiempo. Este reto es más bien una broma que otra cosa. Mi padre me contó que una vez Nidhogg se transformó en una cría de gato durante cinco horas, ganó el reto y luego necesitó lanzar llamas por la boca y el culo durante tres horas seguidas por aguantarse tantos gases en tan poco espacio.

—Vaya, parece que no todo es muerte y destrucción —se rio de buena gana Kobayashi, que ya se había acostumbrado que fuera precisamente el rey del Caos el que más escenas cómicas protagonizase.

Mientras hablaban, varios dragones ascendieron a la posición de salida para la carrera supersónica. Kobayashi no conoció a ninguno de ellos, por supuesto, pero tenía curiosidad por ver cómo sería una carrera de ese tipo.

—Kobayashi, acércate a mí.

—¿Qué? ¿Por qué?

Kanna paró y se sentó. Tohru y Kobayashi hicieron lo mismo. El cuerpo voluptuoso de la dragona atrapó a su chica de forma muy dulce y delicada y, de repente, Kobayashi tenía las orejas tapadas. Por alguna razón, el contacto de esas manos suaves con sus orejas la sobresaltó y su corazón dio un bote de felicidad. Se puso roja como un tomate, sabiendo qué significaba eso, pero no le dio tiempo a pensarlo mucho, pues una explosión de sonido en sus oídos y una fuerza invisible que la empujó contra Tohru le impidió hacer nada más que mirar arriba: la carrera había empezado… y terminado.

—¿Y ya está?

—Pues sí, por eso es velocidad supersónica. Apenas dura unos segundos.

—¿Y ya veis quién ha ganado?

—Sí, estamos acostumbrados.

—Pobre Kobayashi —dijo Kanna, dándole la manita. ¡Hasta ella podía ver quién había ganado!

Pasaron un rato viendo las salidas constantes de los dragones. A veces parecía que si parpadeabas, ya te lo perdías. Kobayashi contó unas treinta carreras, contando las semifinales y finales. Claro que probablemente se había descontado en uno de esos empujones hacia atrás que le pegaban los “corredores”. Los sonidos eran como explosiones auditivas, como una bomba pequeña. Qué suerte que Tohru cubría bien los oídos de su chica.

—Espero que estés disfrutando mucho de esto —susurró Kobayashi con acidez, empujada una y otra vez contra los pechos de Tohru. Y menos mal que estaba de espaldas a ella.

—¡Desde luego!

—Maldita… —Pero acabó diciéndolo con una risa escondida entre las sílabas.

Cuando acabaron las carreras y por fin Kobayashi pudo ser libre de la sensualidad de su chica-dragón, las tres fueron a ver a Nidhogg, quien ya descargaba de nuevo la pista de vuelo. Cuando vio a la segunda de su reino en cuestiones de poder mágico, se transformó en humano, tan alegremente.

—Hola, Tohru y familia. —Esa sonrisa amable nunca faltaba—. ¿Os ha gustado esta prueba? Bueno, creo que os habrá gustado más el ritual para recoger la leche.

—Sí, la verdad —dijo, algo nerviosa por la escena de la que acababa de salir, la madre de Kanna—. Ha sido algo maravilloso ver la estela de Auðumbla, muchísimas gracias por dejarme.

—Nos alegramos nosotros de que cuides tan bien de los nuestros —le devolvió el gesto, rascando la cabeza de Kanna—. Tomad, vuestra parte. Ha salido muy bueno esta vez.

Sin siquiera hacer un movimiento, un trozo del tamaño de tres quesos normales de bola se desgajó del bloque principal y acabó flotando entre los brazos de Tohru, quien sacó de su mochila de viaje un cuero del tamaño de una camiseta para envolverlo.

Nidhogg parecía dispuesto a hablar más rato con Kobayashi (pues tenía bastante curiosidad por esa extraña familia), pero le reclamaron en otra de las pruebas y tuvo que despedirse. Prometió que volvería por lo menos para despedirse, antes de que la fiesta acabara, y  volvió a su forma original para ayudar con sus poderes a pleno rendimiento.

—Tenéis un rey estupendo —dijo Kobayashi.

—Sí, siempre he querido ser como él.

—Pues te le pareces bastante.

—¿En serio? ¡Ay, Kobayashi! —Y le estrujó en uno de esos abrazos de la muerte que tanto le gustaba dar. La pobre humana se quejó del apretón, en vano—. ¡Vamos a comer queso! ¡Te va a encantar!

—No te olvides de mí, Tohru —se quejó Kanna.

—¿No esperamos a los demás?

—Bah, ellos ya tienen su parte y están ocupados.

Y corrieron a sentarse en una zona con pocos dragones liantes de por medio, con buena vista de aquella mesa gigante, donde muchos dragones de todas las facciones se reunían para comerse su parte del queso (o más bien devorarla sin piedad, como los dragones del Caos).

—Te va a encantar. A todos les encanta —le aseguró Tohru a la humana, mientras desenvolvía el queso.

—Huele muy bien.

—¡Queso, queso! —saltaba Kanna, en su sitio.

Estaba realmente curado, olía a las mil maravillas y, bueno, no veían el color porque era de noche y había poca luz, pero seguro que tendría ese toque tostado. Tohru le acercó la bola informe de queso a Kobayashi y ella sacó un trocito.

—Hasta se puede partir fácilmente, ¡es el queso perfecto!

Las dos dragonas estaban expectantes de qué sabor le iba a encontrar la humana, pero ésta le metió de sorpresa el trozo en la boca de Kanna, quien puso cara de sorpresa y de ilusión a la vez. Empezó a mover la boca lentamente, saboreándolo y soltando vocecitas de “mmm”, como diciendo “buenísimo!”. Si tuvieran cámara de hacer fotos, hubiera sido el momento perfecto.

—¡Gracias, Kobayashi! —Y de nuevo se echó a sus brazos. Se pasó un buen rato así.

—Ahora te toca a ti —le dijo Tohru, que ya tenía un trozo en la mano preparado para imitar la escena. Kobayashi se acercó un poco abriendo la boca y esperó a tener el queso sobre su lengua para cerrar la boca repentinamente en un beso para Tohru. Ésta enrojeció, avergonzada y contenta—. ¿M-me has besado en la mano?

—Claro, para darte las gracias. ¿No puedo?

—No, no, claro que sí…

—Uau, ¡es el mejor queso que he probado nunca! Así tan seco y tosco, un sabor potente que no es como los demás curados… Por los dioses, esconde la bola, que me lo terminaría todo.

—Sí, tiene ese efecto en todos —se rio Tohru, cogiendo un trozo para ella—. Por eso estamos obsesionados con conseguir ese queso y proteger el resto. Adoramos el queso.

—¡Lo entiendo perfectamente! —exclamó a medias, saboreando el trozo, que era bastante grande—. Te daría un trozo yo también, pero creo que Kanna se ha dormido abrazada a mí.

—¡Ay, qué ricura! —susurró, para no despertarla—. Será mejor que durmamos un rato, esta fiesta dura todo el día de mañana también.

Kobayashi se tumbó con cuidado encima de su saco de dormir (que le preparó Tohru en un segundo), procurando que Kanna siguiera dormida. Luego esperó a que Tohru se tumbara para indicarle que se acercara a ella con un dedo y una sonrisa en los labios. Ella se acercó, saco incluido, pero Kobayashi pidió más.

—Vas a hacer que piense mal, Kobayashi.

—Tú acércate.

Tohru enrojeció por la montaña de pensamientos perversos que empezaban a agolparse en su mente, pero no dudó en seguir acercándose, hasta que tuvo a Kobayashi a pocos centímetros. Ésta alargó un poco su cuello y sorprendió a la dragona con un beso apasionado que pedía paso a su lengua. Tohru estaba a punto de dejarse llevar cuando notó que Kobayashi le daba boca a boca una parte del trozo de queso que ella misma le había dado.

—Creo que me va a gustar darte la comida así —dijo, inexplicablemente perspicaz, la humana. Una parte de ella se estaba avergonzando enormemente por tal comentario descarado.

—Este queso está mucho más rico cuando te lo da tu novia con su propio sabor —dijo sin pensar la dragona, muy puesta a tono.

—Desde luego, por eso lo he hecho. —Y seguía con la perspicacia. Luego recordó que tenía a Kanna en el pecho y se apagó su calentura de repente—. Deberíamos dormir.

—¡S-sí! Claro…

Qué corte.

Notas finales:

Aháaaa, os ibais a creer que sucedería algo en este último momento eeeh? Pues no! Esto es como un anime de esos que se hacen esperar para lo mínimo :V


Ahora en serio, gracias por seguirme tantos de vosotros, todos los comentarios y todos los votos, me animan a seguir escribiendo :)


PD: ya sé cómo va a continuar después del arco de Midgard ;)


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