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Caminando entre dragones por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

Perdonad la tardanza, no se me da bien escribir de bodas XD

30. Arreglar una boda en llamas

 

Un rato antes de la entrada de Shota

—Ya estamos… —suspiró nerviosa Kobayashi.

—Adelante, que puedes con ello.

Takiya era su acompañante. Con Tohru se había decidido que cada acompañante de la novia la traería al juzgado por su cuenta. No habría iglesia ni nada, pero por lo menos algo de misterio sobre cómo vestirían las novias… tenía su gracia.

—Dime que me queda bien el vestido.

—Te queda genial.

—Mientes. Me gusta eso.

—Eres incorregible —se rio Takiya.

Kobayashi salió del taxi con la ayuda de su amigo. El vestido era bastante ceñido y, aunque parecía más bien una falda blanca que terminaba en los tobillos con una camiseta de tirantes cosida a ello (era lo mejor que le quedaba a la pobre), necesitaba un empujón de Takiya para levantarse de los sitios. No era lo más cómodo del mundo, pero con el pelo suelto lucía bastante femenina.

—Tohru se reirá de mí.

—En cualquier otro día y en cualquier otro color de vestido sí. Pero no hoy, y no en blanco.

Las palabras reconfortantes de Takiya dieron su fruto y se acercó a las puertas del juzgado con una sonrisa en sus labios. Dentro, Tohru y Kanna ya estaban aguardando en la sala de espera.

—Uoooh, Kobayashi, ¡que guapa! —exclamó Kanna con su vocecilla apagada y su cara de póker de siempre. Alzó los brazos, con ganas de que la cogieran, pero cuando vio que su madre prácticamente ni se podía agachar, desistió.

—Lo siento —se disculpó ésta—. Tú también estás preciosa.

Su vestido también era blanco, pero no tan brillante como el de la novia, y tampoco era tan apretado. La falda iba más libre y los hombros iban descubiertos. Además, Tohru le había arreglado el pelo con trenzas por encima de las orejas que daban la vuelta a la cabeza, como agarrando la melena que iba por debajo.

Kobayashi sonrió con confianza y alegría cuando vio a Tohru. Estaba allí, tranquila, esperando, con un vestido bastante más liberado que el suyo, también sin tirantes en los hombros, con medio vestido agarrado a las piernas para que no fuera arrastrando el blanco por el suelo. Ella también llevaba trenzas. Debía de ser cosa de dragones.

—Al final acerté —dijo la dragona. Kobayashi la miró sin comprender—. Vestido, no traje.

—Takiya me convenció.

—Ay, si no hubiera sido por mí —se rio éste, quien sí llevaba un buen traje y corbata.

Kanna bajó un instante la cabeza.

—Ojalá Saikawa estuviera aquí.

—La verás luego, no te preocupes —le aseguró Kobayashi.

Fue entonces que los padres de la humana aparecieron y, fue cosa de un puñetero segundo, pero el padre le enseñó a la madre la mano, y ésta le dio de nuevo diez mil yenes.

—¡¿Otra vez?! —renegó su hija.

—Apostamos a que irías o no de traje —dijo su padre, tan tranquilo—. Pero yo sé que quieres mucho a Tohru y que le harías un regalo así.

Esa ternura de frase aplacó la repentina ira de Kobayashi y le dio ganas de abrazar a sus padres, que lo aceptaron con sonrisas emocionadas.

—Pasad adentro —les invitó—. Ya está todo preparado.

Les acompañó dentro y volvió a salir enseguida, justo a tiempo para ver aparecer a Lucoa y a Shota en esa escena caótica que se llevaría a cabo

*  *  *

Tohru observaba absorta las llamas que devoraban la esquina sur del edificio. Una parte del techo y la pared había quedado destrozada completamente. Mucha gente gritaba huyendo o llamando a los bomberos o intentando apagar ellos mismos las llamas. Desde fuera, se oían gritos más propios de una pelea y ensombreció la mirada cuando descubrió de quiénes eran.

Salió fuera con calma, sin perder la paciencia. Kobayashi le intentaba preguntar algo, pero tenía la mirada fija en sus padres, en Shota y en Iruru. Los niños eran los que se estaban peleando.

—¡Te voy a machacar, humano de pacotilla!

—¡¡Pero si ni siquiera has podido atravesar mi muro mágico con tus llamas!!

Fafnir y Lucoa estaban en medio, intentando que los dos alborotadores no encontraran sus miradas. Los pobres humanos solamente se llevaban las manos a la cabeza por el desastre. Los padres de Tohru simplemente observaban la escena sin cambiar la cara, pasivos, “como todo lo que habían hecho en su vida”, pensó Tohru.

Más cabreada con sus padres que con los niños, les agarró la cabeza a estos últimos y les dijo con mirada asesina:

—Lo que me acabáis de hacer no tiene precio. Si al final del día de hoy no termino casada os lanzaré a las fauces de Jordmungandr para que se os coma lenta y dolorosamente. Luego os arrancaré personalmente de sus entrañas y arderéis con todo el veneno de esa serpiente en vuestros cuerpos hasta que seáis menos que polvo.

Dejó a los niños en manos de los que les estaban separando, ignorando cualquier cara, se metió en el fuego con el vestido puesto. Ignoró los gritos y desapareció entre la runa. Allí dentro, sola y cabreada con el mundo, tuvo ganas de hacer volar por los aires todo el juzgado pero, en lugar de eso, encontró toda chispa, llama y cualquier otro tipo de fuego, como si fueran partículas de su propio cuerpo… y empezó a aspirar con fuerza, soltando aire de vez en cuando. Todo el fuego se reunió a su alrededor como si estuviera vivo y, como más se acercaba, más pequeña se hacía cada partícula, hasta que desaparecían apenas a unos milímetros de la dragona.

En cuestión de un minuto, todo el fuego se había extinguido.

Cuando salió, los bomberos ya habían llegado, preparados para apagar un incendio que ya no existía y para buscar en la runa posibles víctimas. Nadie del grupo dijo nada. Iruru y Shota tenían la cabeza gacha, una renegando con rabia que sabía que era demasiado poderosa para ella, y el otro temblando como una hoja del miedo.

—¿Estás bien? —le preguntó su novia.

—Ahora mejor —contestó, con un tono algo más relajado.

—Tendríamos que hablar con el juez.

—¿No sería mejor dejarlo para otro día? —preguntó Takiya, a riesgo que le cayeran mil rayos de Tohru encima.

Tohru miró a sus padres, sin hacer mucho caso. Ellos estaban allí, simplemente, observando la escena en su forma humana. Era una escena muy extraña, pues estaban totalmente apartados del grupo. Los padres de Kobayashi les iban mirando, buscando alguna excusa para acercarse.

—Padre. Madre —les nombró, dando unos pasos fuera del grupo. Ellos se acercaron—. Necesitamos vuestra ayuda. Ya que un dragón ha causado esto, un dragón puede solucionarlo.

—Ya sé qué pretendes —advirtió solemnemente el padre—. No debemos inmiscuirnos.

—Eso se lo cuentas a Iruru, que se ha saltado ese pacto como quien salta a la comba. No te dolerá usar un poco de tu poder aquí.

La madre miró a su marido (si es que se le podía llamar así) por primera vez con cara que reflejaría alguna pizca de compasión por su hija y éste entendió.

—Está bien.

Se fueron caminando hacia el interior del edificio, saludando al resto del grupo, esperando encontrar al juez de guardia con el que habían reservado la hora.

—¿Te das cuenta? Ella sola ha enderezado toda la situación —le susurró Takiya a Kobayashi. Ella sonrió, orgullosa del aplomo de su prometida.

Kanna se abrazó a su joven madre, como para apoyarla a su manera. Los padres de Kobayashi intervinieron en esa adorable escena para preguntar qué harían.

—Está todo bajo control. Con un poco de suerte, la boda sigue en pie —anunció.

—Tohru es una mujer de armas tomar —sonrió su madre—. Me encanta.

Lo gracioso de todo era que ellos no habían visto nada de Tohru. Estaban distraídos y buscando heridos en el momento que ella entró a las ruinas y apagó el fuego. De hecho, nadie a parte de los que sabían que era un dragón lo notó. Nadie vio tampoco de dónde salió la bocanada de fuego de Iruru, solamente una llamarada evadió a un niño indefenso y engulló una zona de despachos del juzgado. Todos los dragones se habían ocultado con acierto a todo movimiento extraño a ojos de un humano corriente.

Tardaron un buen rato, pero los bomberos acabaron de asegurar que no hubiera llamas y clausuraron el ala quemada. Permitieron a todo el mundo volver a sus casas o a su trabajo.

Los padres de Tohru salieron al cabo de poco y su hija salió a recibirles. Los de Kobayashi aprovecharon para cotillear:

—Son muy seriotes, ¿no? La madre viste bien y parece ordenada, pero el padre, es como que esa barba de vagabundo no pega con ese traje que parece del siglo pasado.

—Mamá, no seas así… —Kobayashi sintió un escalofrío por la mirada de su suegro y probó de distraerse—. Aunque tienes razón, son gente difícil de tratar.

—Tohru es el polo opuesto.

—Bueno, cuando nos conocimos no lo era tanto.

—Vaya, no la imagino así.

Kobayashi pensó que acababan de presenciar un ejemplo perfecto de ello con la forma tan brutal de amenazar a los niños, pero claro, sus padres no lo habían oído. Todo muy casual.

—¡La boda se reanuda! —exclamó Tohru, de vuelta a su energía habitual.

—Perfecto. Fafnir y yo nos llevamos a estos dos traviesos de vuelta a la montaña —anunció Lucoa, haciéndose cargo.

—¡Nos vemos allí!

Y se fueron con los castigados. Tohru no había dicho nada de sus padres, que en teoría también se tendrían que ir, pero Kobayashi supuso que habían usado algún truco de los suyos para convencer al juez, así que no se quejó por su presencia.

—¿Qué han hecho? —le susurró Kobayashi a Tohru, mientras se acercaban de nuevo a la sala del juez.

—Técnicas de persuasión.

—¿Es decir?

—Una hipnosis muy realista.

—Lo que suponía.

Llamaron a la puerta del juez y este les dejó pasar.

—Sentaos todos, excepto las novias, claro. —La cara que puso al ver a los padres de Tohru juntarse con los de Kobayashi hizo reír a la propia Tohru. Seguro que sus suegros estaban atemorizados—. En fin… espero que después de un incendio en toda regla no se os haya olvidado de por qué queréis casaros. Muchos huirían ante tan buena posibilidad.

El juez tenía cara de bonachón y, probablemente por la hipnosis de los dragones, se reía de la situación de su propio juzgado. Las novias sonrieron también un poco, por el nerviosismo, y los dragones aprobaron el humor negro, pero los padres de Kobayashi se quedaron algo chocados, obviamente.

—En fin, antes de que pasemos a la parte más pesada, quizás querréis compartir porqué queréis casaros.

—¡Por supuesto! —exclamó Tohru, convertida en saco de nervios de nuevo.

—¡Tenemos una voluntaria! —se rio el juez. Definitivamente tenía que estar hipnotizado.

Tohru respiró profundamente, miró a los ojos a Kobayashi y le tomó las manos.

—No sé cuántas veces te habré dicho esto, pero te quiero infinitamente. Me vale la pena cada segundo de mi vida y siempre lo valdrá. Quién me iba a decir que me acabaría casando contigo, después de todo este tiempo, ¡y encima llevando tú un vestido! —Los humanos se rieron de buena gana—. Espero que a lo largo de esta vida te pueda seguir viendo así de guapa para quererte más.

Y le puso el simbólico anillo en el dedo. El juez le sonrió y luego miró a Kobayashi, que parecía que en cualquier momento fuese a provocar un terremoto con sus nervios. Ella se armó del poco valor que un introvertido como ella puede tener para esas cosas y prefirió cambiar el discurso que se había memorizado:

—Yo iba preparada para decirte un montón de cosas bonitas que todo el mundo sabe que no me pegan, pero después de conseguir lo imposible hoy, con el incendio y todo… Estoy sin palabras. Todo lo que se me ocurre decirte es que no sabría qué hacer sin ti, que no me puedo creer que tu sola presencia haya cambiado tantas cosas de mí, de mi alrededor y… hemos formado una familia. Nunca pensé que siquiera llegaría a abandonar el placer de estar sola y te tengo a ti, y a Kanna y… no creo que haya mejor regalo del universo que este. Ahora vamos a hacer que todo el mundo lo sepa antes de que me ponga a llorar.

De nuevo, el público se rio, con ternura, mientras ella le ponía el anillo en el anular de Tohru.

—Y por las llamas de mi propio juzgado, que casualmente pertenecen al territorio de Japón, yo os declaro simbólicamente mujer y mujer… hasta que firméis los papeles, que entonces ya ni simbólico ni nada. —Se oyeron risas, de nuevo—. Solamente hay una manera mejor que el papel de sellar esto, ¿no creéis?

Tohru se acercó un poquito a Kobayashi y ella, con la sonrisa de tonta que ponía le dio un beso dulce en la comisura de sus labios. Todo el mundo aplaudió, incluso los dragones, durante un buen rato, y se extendió hasta que ellas alzaron los papeles oficiales en el aire que decían que estaban casadas.

Notas finales:

Me inclino ante vosotros, mis mas que preciados fans, por haberme dado tantas ganas de escribir el 30avo capítulo de este interminable fic y de haber aguantado hasta una puñetera boda (que sabemos que en anime o en manga nucan sucederá XD)


Mi sensibilidad viene con una contrapartida. Muchos ya sabéis que he ido preguntando cosas que escribir en este mismo fic, y es que... bueno, toda historia tiene un final. Creo que en el caso de Tohru y Kobayashi más o menos sabemos cuál sería y me niego a escribir un final que no sea feliz. Por tanto... bueno, diagmos que en algún momento hay que parar. Me quedan unos cuantos capítulos en mente, pero a partir de (más o menos) una supuesta luna de miel, el futuro es incierto.


 


Supongo que por eso estoy tan sensible... este fic que empecé por casualidad y por puro hobby se ha convertido durantem más de miedo año en algo constante, posiblemente el único toque de disciplina que tenga en mi cuerpo, y vosotros lo habéis hecho crecer mucho. Por eso creía conveniente que supierais qué pensamientos tengo ahora mismo.


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