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Caminando entre dragones por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

Perdonad la demora, aquí llega jeje no me acababa de salir como quería XD

31. Plato principal: Cola de dragón

 

Kobayashi y Tohru se miraron, sonrientes, cogidas de la mano. Estaban sudadas, metidas a toda prisa en el coche de los padres de Kobayashi y pisándose los vestidos y más felices que nunca.

—¿Ya sabéis dónde hay que ir? —preguntó la nuera.

—Sí, lo hemos revisado unas cuantas veces —respondió el suegro. La madre levantó la mano con el móvil y Google Maps abierto.

Las recién casadas se miraron de nuevo y dieron un largo suspiro.

¿Qué razón había para haberse metido a toda prisa en el coche? ¿Y de sudar? Bueno, pues la había, el efecto hipnótico del padre de Tohru se agotó apenas segundos después de salir todos de la sala principal del juzgado y empezaron a oírse gritos cavernosos, de ira y también de pánico. Los padres de Tohru se quedaron atrás para calmar la situación y obligaron al resto a salir por patas hacia la montaña.

Fue gracioso que, al cabo de unos minutos en el coche, tanto Tohru como Kobayashi sonrieran señalando el cielo. Los padres de Kobayashi, evidentemente, no sabían dónde miraban.

Llegaron con una hora de retraso, entre el incendio y todo. Todos los dragones, excepto Kanna, que iba en el coche de Takiya por falta de espacio en el de Kobayashi, ya estaban allí sentados y preparando la comida. El padre de Tohru, como supervisor, observando la parrilla de la barbacoa.

—¿Qué hace tu padre? —preguntó la madre de Tohru.

—Nunca lo admitirá, pero tiene gusto por la cocina japonesa, siempre curiosea si hacen carnes a la parrilla.

Tohru lo dijo tan feliz, como si por fin hubiera encontrado algo más en común con su padre aparte de la destrucción. Kobayashi no estaba tan segura de esa afirmación.

Nada más bajarse del coche, todo el grupo aplaudió con ganas. Elma se abalanzó a Kobayashi para felicitarla (lo que disparó el primer ataque de celos como casada por parte de Tohru) y Lucoa y Fafnir se acercaron a Tohru para musitarse apenas cuatro palabras dulces pero llenas de sentimiento. Y luego mostraron a Iruru y a Shota, uno en cada lado de la mesa, desafiándose con la mirada.

—Han estado así todo el rato.

—Pensaba que se estarían peleando de nuevo —comentó Kobayashi.

—Oh, no va a ser posible, les he inmovilizado con mi poder —hinchó el pecho con orgullo Elma—. Cuando he sabido lo que habían hecho, ha sido lo primero que les ha caído.

—Bien, bien, menos altercados.

Justo después aparcó Takiya y ayudó a salir a Kanna que, con el vestido y su pequeñez, solo tenía que problemas para moverse. Saikawa saltó de la mesa, seguida por Georgie, y corrió a recibirla y a “competir” por ver cuál de las dos estaba más preciosa. En lugar de eso, la pequeña humana no tuvo tiempo ni de saludar:

—Hala, Saikawa está preciosa… —susurró con admiración, como si ésta no estuviera delante de ella—. Me gusta más su vestido que el mío.

El grupo hizo un silencio sepulcral (algunos aguantándose la risita de adorabilidad) esperando una reacción por parte de la humana.

—T-tú también estás muy guapa —balbuceó, ni siquiera mirándola a los ojos—. ¿M-me das… me das la mano?

—Claro.

Fue como la versión en pequeño de la boda de Tohru y Kobayashi, aunque fuera solamente caminar unos metros hasta la mesa. Todos empezaron a hablar entre ellos “casualmente” para que no se sintieran observadas, pero, excepto los dragones más seriotes, todos dejaron escapar un suspiro ahogado cuando Saikawa tropezó y se llevó a Kanna al suelo con ella. Final feliz para la humana, ¿no? Kanna tuvo que cargar con todo el peso de Saikawa hasta su silla.

Kobayashi, entretanto, hablaba con Takiya, relajada y ya despreocupada de lo que había pasado en el juzgado.

—Por fin.

—Por fin…

—¿Qué hace tu suegro allí…?

—Me temo que hacerme cumplir mi parte del trato.

Entonces el padre de Tohru se giró hacia ellos, como si le hubieran invocado. Kobayashi tragó saliva y decidió por voluntad propia acercarse a él. Estaban solos al lado de la parrilla.

—Al final ha sucedido —empezó, solemnemente, el padre.

—Te dije que lo haría.

—Sí, sí, lo dijiste —repitió, algo fastidiado—. Ahora tienes que cumplir tu parte. Lo tendré listo en un rato.

—Vale.

—Prepara bien tu cuerpo.

—No sé cómo tomarme eso, pero lo intentaré.

Y se volvió a alejar. Elma le cambió la posición y se puso a vigilar la comida que ya se estaba haciendo, ignorando completamente el hecho de que tuviera un enemigo de alto rango a su lado, observando cómo giraba la carne.

En la mesa, Tohru y sus amigos dragones estaban hablando tranquilamente, mientras Kobayashi se sentaba, algo compungida. Precisamente se distrajo de su fatal destino cuando Lucoa puso toda la carne en el asador (no he evitado gastar la broma):

—Bueno, ellas ya están casadas, ¿para cuándo vosotros dos? —preguntó a Fafnir y a Takiya.

—No creo que Fafnir soporte tanta alegría de golpe —se rio Tohru. El dragón oscuro le echó una mirada de odio, a lo que ella respondió comiendo un aperitivo cualquiera y enseñando la lengua a la vez.

—Hemos decidido no casarnos —contestó Takiya, en tono conciliador—. No creo que seamos del tipo de estar casados.

Se hizo un silencio bastante incómodo. Todos sabían por dónde iban los tiros. Fafnir llevaba escrito en su cara de póker (irónicamente) que no se iba a poner llorón y cursi por vivir más que su pareja, pero que tampoco iba a dejar que Takiya lo fuera todo hasta el punto de casarse. Tohru puso cara triste por ello.

Por suerte, allí estaba Saikawa para romper el hielo:

—¿Os iréis de luna de miel? ¡Seguro que será un sitio muy romántico! La montaña, con nieve, las estrellas, los bosques, los pueblos… ¡O la playa en un hotel de lujo!

—Saikawa, babeas —le corrigió Kanna, dándole un pañuelo. Todos se rieron bastante con esa salida.

—Pues no había pensado en nada —dijo Kobayashi, inocentemente—, pero sí que podríamos hacer un viaje, ni que fuera al campo o algo así.

—¡O a una zona tropical! —exclamó entusiasmada Tohru.

—Pero si acabamos de acabar el verano, no ha llegado ni Halloween…

—Bah, el frío es aburrido, no te da posibilidad de hacer cosas fuera de casa… ¡quiero más calor!

—Anda que… —suspiró Takiya.

—Os podríamos vigilar a Kanna si hiciérais ese viaje —comentó la madre de Kobayashi—. Nos haría ilusión pasar un tiempo con ella.

—¿De veras? ¿No sería molestia? Con vuestros trabajos y tal… —dudó Kobayashi.

—Bueno, hace mucho que no hacemos vacaciones, nos las tomamos y nos quedamos en vuestra casa.

—Qué miedo me dais…

—¡Oye! Te criamos a ti, ¿no?

Al cabo de nada, la comida caliente empezó a llegar a la mesa. Había que estar pendiente igual de la parrilla, pues toda la carne de golpe no cabía. Los invitados se turnaban para vigilar la carne, aunque el padre de Tohru estaba visiblemente emperrado en no querer sentarse. Iruru, en cambio, mataba a su enemigo con la mirada, y Shota le devolvía la misma mirada. Ninguno de los dos se levantó una sola vez en toda la comida, hasta compitieron por ver quién se acababa antes la comida. Era curioso ver que la madre de Tohru, en cambio, sí se ajustaba a los turnos, pero no decía una sola palabra.

Cuando fue el turno de Tohru de vigilar la comida y se encontró con su padre al lado de la parrilla, vio un trozo de carne visiblemente distinto del resto que reconoció de inmediato.

—¡Padre! ¡¿Pero qué haces?!

—Deja, es parte del trato.

—¿Qué…? —Y entendió: la conversación al final del festival—. ¿Pero qué narices le dijiste?

—Preveía que algún día se casaría contigo, aunque no sabía cuándo —explicó, mientras cogía el trozo de “carne” y se lo plantó delante de Kobayashi, ante las caras de asombro de todos los comensales. La pobre recién casada miró con espanto ese trozo de carne negra con nervios blanquecinos del que salía líquido verde—. Así que, a cambio, le dije que se comería un trozo de mi carne.

Los padres de Kobayashi le miraron, espantados, y el resto a ellos, pues eran de los pocos que no sabían quiénes eran Tohru y los suyos, pero el padre de Tohru se apresuró a alzar las manos de forma irremediablemente poco natural, como para decir “no es lo que parece”.

—¡No puedes hacer eso! ¡Ese… plato especial es mío! ¡Tengo que cocinárselo yo!

—¡No digas chiquilladas! No la sabes cocinar adecuadamente aún. Además, seguro que en un impulso de los tuyos se lo habrás ofrecido antes. ¿Le quitaste todo el veneno de entre los nervios? Una sola gota la mataría.

—¡Pues claro, no soy idiota!

—Además, eres muy joven, no has madurado suficiente, no te serviría de nada, su cuerpo lo rechazaría.

—¿Cómo que…?

—Dioses, esa carne debe ser muy cara para que conlleve tantos problemas —replicó el padre de Kobayashi, inocentemente. Los que sabían que era cola de dragón estaban más que asustados.

El padre de Tohru dejó a su hija para centrarse en su nuera.

—Kobayashi, es hora de cumplir tu destino. Por suerte para ti, si consigues comerte este trozo de carne sin que tu cuerpo lo rechace, obtendrás un beneficio inmediato: vivirás cincuenta años más.

—¡Eh, eso no me lo había dicho! —Sus padres la miraron—. Qu-quiero decir… ¿cómo que cincuenta años más?

—La cola bien madurada y cocinada conserva parte de las enzimas y componentes que regeneran el cuerpo de su portador original. —Y menos mal que no dijo “dragón”, aunque quedó bastante raro también—. Un solo bocado es suficiente para que tu cuerpo absorba su composición y se adapte. Lástima que aunque te comas cincuenta colas tu cuerpo retenga la misma cantidad de componentes, ¡sino seríamos todos inmortales!

Oír la risa grave y cavernosa del padre de Tohru solamente consiguió congelar a su audiencia y aterrorizar a la pobre Kobayashi, que miraba ese cacho de carne de cola de su suegro, con todas sus “enzimas y componentes” con el mayor asco posible. Pero, cincuenta años más con Tohru…

—Es mi regalo de boda —le susurró su suegro—. Lo prometiste.

Probablemente lo único que ese tipo de padre hiciera por su hija y por su mujer. Era muy dulce, y la carne estaba hecha a conciencia, pues no tenía tanto aspecto a dragón requemado o cocido, como el que hacía Tohru. Más bien parecía sushi.

—O-oye… ¿cómo que vivir más? —preguntó el padre de Kobayashi.

Por suerte, su consuegro recordó inmediatamente ante quién estaba: un puñado de humanos inocentes.

—Es un ritual de mi familia, es simbólico. Nuestro plato especial —Esa vez no sonó raro— tiene un sabor bastante peculiar, no gusta a todo el mundo. He intentado amenizarlo un poco con una pequeña superstición en la que creo.

—E-entiendo… ¿Le va a doler?

—Es una hu… persona —se corrigió— bastante fuerte. Como mucho le sentará mal.

Acabó mirando a su hija, pero Tohru estaba que trinaba: le quitaba el privilegio de cocinarle la cola; le decía que era una novata; le quería meter media vida más a Kobayashi sin preguntar (aunque ella hubiera hecho lo mismo), y encima todo eso sin que ella supiera nada. Entre eso y el incidente de esta mañana, ya empezaba a estar harta de su padre.

Pero su padre sabía todo eso, por eso se acercó:

—He hecho todo lo que he podido. No hay nada más. Cincuenta años más son muchos.

Tohru se relajó un poco y observó a Kobayashi, quien miraba el plato con indecisión. En un momento de pura telepatía, cruzó la mirada con su mujer y sonrió sin querer. Cogió el trozo de carne de dragón y se lo metió en la boca sin pensar. Apenas habiendo masticado un par de veces, soltó:

—¡Por todos los dragones, esto está asqueroso!

—¡Venga, Kobayashi, mastica y traga, rápido! —la animó Tohru, que sabía que retener la cola de dragón demasiado tiempo en la boca era peligroso para la salud de cualquiera, incluso de los propios dragones. El efecto en los demás fue que la estaba animando, así que todos la imitaron, hasta que Kobayashi suspiró y se dejó caer sobre la mesa—. ¡Bien, bien! ¡Ya está! Bebe agua.

—¿Cuándo sabremos si le ha sentado bien? —le preguntó la madre de Kobayashi a su consuegro.

—En apenas unos segundos.

Todos observaron a Kobayashi, quien levantó la cabeza de repente, notando un retortijón potente en su estómago. Se puso blanca como la cera y se tiró un pedo digno de lanzallamas.

—Lo ha digerido bien —la felicitó el padre de Tohru.

—¡Caramba! ¡Imagina si no le llega a sentar bien! —bromeó el padre de Kobayashi.

Todos se rieron, y Takiya y Tohru intentaban reanimar a la moribunda Kobayashi, que no quería saber nada de nadie en esos momentos.

Notas finales:

Espero que os haya gustado, y tengo algo que anunciar:

 

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