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Caminando entre dragones por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

Disculpad la tardanza, he tenido algunos problemillas últimamente. Como recompensa, posiblemente el capítulo más largo hasta ahora del fic jaja

33. Mi esposa, mi maid


 


Nos encontramos en la habitación del hotel donde se hospedan Kobayashi y Tohru. Es de noche, y ellas duermen apaciblemente. Bueno, Tohru quizás se ha despatarrado demasiado y puede que esté invadiendo un poco el espacio de su mujer, pero a ella no parece molestarla.


Kobayashi se libró de una buena unas horas antes. Si no hubiera sido porque Tohru estaba algo cansada del vuelo y de caminar por el pueblo, habría dejado a Kobayashi más seca que una pasa. La humana dormiría plácidamente por eso mismo, aunque había temido por su propia seguridad durante la cena.


Las horas pasan. Ellas se van moviendo en la cama, renegando en sueños. Tohru se queda medio colgando de la cama. Kobayashi empieza a sudar. El sol aparece en el horizonte, pero aún es demasiado de noche. Kobayashi sigue sudando, frunce el ceño entre sueños, pone mala cara. Luego enrojece y se tranquiliza un poco.


—¡Ah! —exclama Kobayashi, asustada. Se nota todo el sudor, y no le gusta. Mira por la ventana, y luego al otro lado, hacia Tohru. Y sonríe—. Uf…


*  *  *


Kobayashi no se volvió a dormir. Se quedó tumbada, esperando a que su esposa despertara para darle un beso de buenos días en el paraíso. Hizo falta que se hiciera de día del todo para que ella se despertara finalmente. Se giró, buscando a su esposa, y, tanteando, encontró su mano. La cogió con firmeza y luego se giró cara ella. Kobayashi cumplió su propia promesa y le plantó un beso tierno en los labios.


—Buenos días.


—¿Has estado observándome mientras dormía? —le preguntó, con un toque de esa antigua ansia de atención de Kobayashi. Ella asintió, con su sonrisa más natural y apacible—. Me vas a volver loca.


Kobayashi se rio un poco de su reacción y se quedaron un rato simplemente tumbadas cara a cara. La humana corría el enorme riesgo de ser devorada sexualmente por su esposa, pero no sucedió. A Tohru se le había contagiado un poco ese toque de su mujer de tener momentos silenciosos y llenos de paz.


Cuando pensaron que era mejor ponerse en marcha (pues no tenían tantos días para explorar la isla), se prepararon, cogieron comida de desayuno del hotel y salieron literalmente volando. En ningún momento a Kobayashi se le pasó por la cabeza explicarle que había tenido una pesadilla.


Desayunar en la naturaleza, pasearse por los bosques (con la seguridad de nunca perderse y nunca recibir daño, gracias al poder de Tohru), visitar pequeños pueblecitos perdidos… Era algo que ambas podrían hacer toda la vida. Kobayashi sintió nostalgia de cuando fueron a Midgard con todo el grupo, y supo que sin ellos la cosa perdía un poco de gracia.


—¿Te gustaría ir más al sur? —le preguntó Tohru, sacándola de sus pensamientos.


—No, es una zona muy poblada, me gusta más esta tranquilidad.


—Sí, yo también.


Las playas por las que se pasearon eran limpias, algunas de piedras, otras de arena, o con algas, y aunque no se bañaron porque ya refrescaba, fue agradable sentirse al lado del mar sin escuchar bocinas o el estruendo de los barcos en el puerto, o de los turistas.


Después de dar la vuelta por el norte de la isla, comieron y decidieron volver al pueblo, a descansar.


—Creo que ayer vi unas aguas termales cerca del hotel. ¿Te apetecería?


—¡Claro!


Kobayashi hizo mal en no pensarlo mejor. Le faltó tiempo a la dragona para hacerles aparecer en el hotel, cambiarse e ir derechitas a los baños. Era por la tarde, había un poco de gente, no era todo lo romántico que podría haber sido y Kobayashi ya se estaba dando cuenta de su error.


—Menos mal que no hay muchas mujeres… —suspiró.


—¿Qué pasa? ¿Las mirarías?


—No, en realidad me preocupas tú. Es como si viera tu próximo paso —se rio.


Tohru se enfurruñó un poco, pero siguió adelante con su plan. Dejó que Kobayashi se metiera primero en el agua, con el bañador puesto, y la dragona “se puso” su mejor bikini, gracias a sus escamas.


—Ya vengo —dijo, anunciando su llegada, para que la humana le prestara atención. Dejó su toalla al lado de la de Kobayashi mientras entraba en el agua y le echaba una mirada seductora a su mujer, sin ningún tipo de pudor—. ¿Qué te parece?


Kobayashi miró a su alrededor, comprobando sus posibles vías de escape, pero había más mujeres bañándose y quedaría como raro salir corriendo de allí. Tragó saliva. Tohru estaba más que deseable y sabía que sería capaz de ocultarlas a ambas con su bloqueo de percepción solamente para tener sexo en los baños. No sabía si ese poder cubría los olores o, peor, los sonidos. Como poco, el chapoteo del agua resultaría sospechoso.


—E-estás estupenda… —“¡Vamos, Kobayashi, piensa, has salido airosa de situaciones peores!”


Tohru se apretujó contra ella, sabiendo que el contacto físico la incomodaba y la obligaba a mirar sus atributos.


—Esta vez no te vas a librar tan fácilmente —le susurró Tohru.


Solamente tenía un contraataque posible, la pesadilla, aunque podría ser peor el remedio que la solución. “Sin riesgo no hay gloria”, pensó, tragando saliva.


—¡Te-tengo que contarte algo!


—¿Eh?


—Es importante… —Tohru se descompuso, justo lo que había querido Kobayashi. Ella hizo un ademán para que acercara su oreja y pudiera contárselo. Los nervios la traicionaron un par de veces, pero lo consiguió—. Bueno… ¿Qué te parece?


—Aaah, por eso te veía sudada esta mañana —reflexionó ella, despistándose por un segundo—. Creo que podría funcionar.


—Pero ahora quiero relajarme.


—Vale —Y la dragona se apretujó de nuevo, pero sin intenciones perversas—. Ay, mi mujer, que está nerviosa…


—Te encanta llamarme “mi mujer”, ¿verdad?


—¡Claro! Aún no me hago a la idea de que estemos casadas…


Kobayashi consiguió relajarse… por un par de horas. Conforme se iba haciendo de noche y se acercaba la cena, estaba más nerviosa y pensaba más en cómo iba a sobrellevar lo que acababa de proponerle a Tohru. ¡Para ella era fácil! Era algo a lo que estaba acostumbrada. Kobayashi, en cambio, necesitaría algo para centrarse.


“Kobayashi, era la mejor opción”, se decía, para autoconvencerse, “te hubiera violado allí mismo”.


Ella no era la única que pensaba en ello. Tohru se hacía preguntas y se veía con ganas de, por lo menos, organizarse:


—Kobayashi, antes de que vayamos a cenar… —Y le enseñó una hoja.


*  *  *


Kobayashi comió a desgana. Tenía el estómago cerrado. No veía y veía demasiado bien (todo a la vez) el momento de llegar a la habitación. Ese runrún que tenía en su cuerpo instalado era parecido al pánico escénico de cuando iba al instituto. Maldita sea, era tremendamente parecido…


Suspiró, y al segundo siguiente ya estaba en la habitación. Suspiró de nuevo. Cuando los nervios atacaban, el tiempo pasaba volando.


—Voy al baño un segundo —le dijo Tohru, encerrándose justo después.


—Vale.


Ella se sentó en el borde de la cama, buscó una cerveza y se la bebió todo de un golpe. Yendo algo contentilla le resultaba más fácil hacer ese tipo de locuras. Apenas diez segundos después de tirar la lata a la basura, se oyó la puerta del baño abrirse. “A escena”, se dijo Kobayashi.


Tohru apareció sin ningún tipo de timidez, pero con delicadeza, llevando un vestido de maid que no era el habitual: había transformado sus escamas en un vestido de maid francés, claramente hecho para el placer sexual del que lo viera. Lo había adaptado totalmente a su cuerpo, así que estaba justo a su medida, resaltando su escote y su canalillo, con una falda que apenas cubría todo su trasero (sin cola, la había ocultado), un lazo que aguantaba el vestido desde atrás y que dejaba ver un poco la espalda. Llevaba también ese típico plumero de vestido erótico, que seguro que había “cogido prestado” de por ahí.


—¿Qué? ¿Te gusta, Kobayashi?


Ella tuvo dos segundos para ver la potente sexualidad que desprendía su esposa y luego reaccionar adecuadamente:


—Dime, ¿quién eres?


—Soy una maid.


—¿Y qué tarea es la que te han encomendado? —preguntó, intentando no tartamudear ante la voz indefensa de Tohru.


—Servir sexualmente a mi ama. —Tohru puso su famosa mirada voraz, pero sin cambiar el tono de su voz. Kobayashi casi se desmonta, pues la palabra “sexualmente” la había improvisado perfectamente.


—Correcto.


—¿Y qué quiere que haga, mi ama?


—Sedúceme, sin tocarme. Usa el plumero. —El aplomo era más potente con una cerveza en el cuerpo.


Tohru sonrió y obedeció la orden. Empezó tapándose la cara con el plumero, acercándose un poco a Kobayashi, y lo fue deslizando por su piel, sus labios, su cuello, sus pechos. Puso su mejor cara de placer, como si en cualquier momento fuera a fingir un orgasmo, y el plumero viajó hasta su falda y acarició sus piernas hasta los pies. Luego, soltó una risita, mirando a Kobayashi, e hizo como que le quitaba el polvo a sus pechos, que en esa posición doblada, casi le enseñaban todo a la humana. Volvió a subir, pasando el plumero casi sin querer por su entrepierna, y acabó girando sobre sí misma, a un lado, para mostrar su silueta. Dobló su cuerpo para resaltar sus pechos y también le quitó el polvo a sus nalgas, que en esa posición no quedaban tan tapadas por el vestido.


Kobayashi estaba babeando mentalmente, temblaba, y, buf, no sabía cuánto tiempo aguantaría fingiendo serenidad como ama que era. Luego, cuando Tohru se acercó a ella con esa sonrisa perversa para seguir con su juego, decidió que tenía demasiado calor:


—Muy bien, Tohru, me ha gustado mucho —le dijo, con una sonrisa, y con sus manos en las cinturas—. Ahora, quítame la camisa.


Tohru solamente necesitó agacharse un poquito y pasar un dedo travieso por todos los botones para que éstos se desabrocharan con la presión. Debajo de la camisa, para sorpresa de la sirvienta, no había nada de ropa.


—Me alegro de que te guste —dijo Kobayashi. La camisa no cayó del todo, pero Tohru no se fijó y (la humana pensó que a propósito) no acabó de quitársela y se dispuso a besarle el pecho, que era lo que pedía atención—. Ah, ah, mal. No has acabado de quitarme la camiseta.


Sin decir nada más, y casi de inmediato, Kobayashi le propinó un azote en una de las nalgas de Tohru. Ella soltó un corto y adorable “¡ah!”. La humana sonrió por ello.


—Hm, me gusta ese gemido.


Se acercó un poco más a Tohru, para llegar bien a su trasero, y el estallido de otro azote, esta vez en la otra nalga, hizo levantar de golpe a Tohru.


—¡Ah!


Kobayashi pensó que ya había tenido suficiente castigo. En ese momento, miró por debajo de la falda de Tohru y vio que tenía la ropa interior mojada.


—Y creo que a ti también te ha gustado esto. —Tohru miró las piernas de su esposa, algo avergonzada—. Acércate y mírame.


—¿Puedo apoyarme, ama?


—Claro.


Tohru se acercó, algo compungida y pensando en esos azotes, y miró a Kobayashi a los ojos. Ésta sonrió y le dio un beso tierno en los labios.


—Me gusta que te excite.


—¿Sigo con mi trabajo?


—Puedes seguir.


Kobayashi se dejó quitar la camisa y retrocedió hasta el centro de la cama, sentada. Hizo un ademán a su sirvienta y la siguió.


—Ahora ya puedes atender a mi pecho como creas conveniente.


Tohru se estiró en la cama, entre las piernas de su ama, y empezó a besar sus pequeños pechos con entusiasmo. Kobayashi no tardó mucho a dejarse caer del todo a la cama, embriagada por las atenciones, y Tohru se acomodó, rozando la entrepierna cubierta aún de Kobayashi con su barriga. La presión en esa zona hizo cerrar los ojos a la humana, mientras Tohru se ponía algo más agresiva, usando la lengua y a veces dando un pequeño mordisco a los pechos de su pareja. Ésta acariciaba la cabeza de la dragona para agradecérselo e indicarle que le gustaba.


—Ya puedes parar —ordenó Kobayashi, sudando, con todo el aplomo que supo encontrar. Estaba preparada para el siguiente nivel—. Quítame los pantalones y las braguitas.


Kobayashi se dobló un poco, más serena, y dejó que Tohru le retirara la ropa, con cuidado. La ropa cayó a un lado de la cama y la propia Kobayashi quitó el cubrecama, porque sabía que lo dejaría perdido con sus fluidos al descubierto. Cuando Tohru vio lo que mojada estaba, intentó contener su sonrisa victoriosa.


—¿Estás sonriendo?


—No, mi ama.


—Estabas sonriendo. Y puesto que el otro castigo te gustó demasiado —añadió, sonriendo. Le gustaba que le gustara, pero ahora no era ese papel el que tenía que hacer—, vas a limpiarme con la lengua sin tocar con ella nada más que las ingles y las piernas, si es necesario.


—Sí, mi ama.


Tohru se agachó para empezar la limpieza. Su respiración tan cerca de la entrepierna de Kobayashi excitaba más a la humana y era un poco una tarea inútil, pero Tohru, muy diligentemente, empezó limpiando la humedad en las piernas poco a poco y luego pasó a las ingles. Cuando pensó que más o menos ya estaba, se levantó un poco. Kobayashi tardó un par de segundos en darse cuenta, porque estaba tensa, esperando a que su pareja se saliera de la orden y empezara a hacer algo más que limpiar.


—Bien hecho —le sonrió. Tohru le sonrió de vuelta—. ¿Te gusta complacerme?


—Me encanta, mi ama —contestó la dragona. Estuvo a punto de preguntarle si podía darle más placer, pero la iniciativa no estaba dentro de lo correcto.


—Entonces haremos una última cosa antes de darte tu merecida recompensa. —Quitó el cojín, acabó de abrir la cama y se hizo a un lado—. Túmbate boca arriba. —Tohru le hizo caso. Kobayashi se puso un poco encima de ella y se fue acercando—. Como te ha gustado tanto limpiarme, vas a usar la lengua para darme lo que necesito. Te daré alguna orden más, así que estate atenta.


—Sí, mi ama —dijo Tohru, feliz por ¡por fin!, poder hacer lo que estaba deseando.


Kobayashi posó su entrepierna justo debajo de la nariz de Tohru y le dio una señal para que empezara. La dragona empezó a lamer los labios externos, de abajo hacia arriba, para tentar un poco a su ama para que le diera más órdenes. Enseguida, Kobayashi tuvo que pegar sus manos a la pared para aguantarse y no ahogar a su dragoncita sumisa. La respiración excitada de Tohru y su tibia lengua la obligaban a cerrar los ojos y a perder la noción del papel que estaba haciendo. La dragona sabía hacérselo muy bien.


—Mmmh… —soltó Kobayashi. Abrió los ojos un instante y vio que Tohru tenía los suyos cerrados—. Mírame. —Tohru hizo caso. No pasaron ni cinco segundos mirando a la dragona, con esa cara excitada que le ponía, que Kobayashi no pudo aguantarse el segundo—. Mmmh… me encanta que me mires así… —Esperó un par de segundos más—. Pon la lengua dura.


Tohru hizo caso y vio cómo su carga de trabajo se reducía, pues Kobayashi había empezado a mover las caderas de forma algo torpe, para darse ella misma el placer que necesitaba. La dragona se salió solamente un poco de su papel para coger a su pareja de las nalgas y ayudarla a moverse.


—Dios, Tohru, aah… Estoy a punto… —Tohru se lo tomó como una señal para meter la lengua en la entrada de su pareja, lo que sorpresivamente aún gustó más—. ¡Aguanta la respiración!


Tohru tuvo un segundo para reaccionar y coger aire, porque el orgasmo de Kobayashi se sobrevino y se dejó caer totalmente encima de la boca de Tohru. Su lengua seguía ahí dentro, dándole esa oleada de placer tan preciada, a cambio de que la dragona no pudiera coger aire ni por la nariz. Estaba intentando no quejarse, pero ya empezaba a necesitar aire y Kobayashi no acababa. Se agarró fuertemente a las nalgas de la humana y, entonces, ella alivió la presión.


—Aaah… Dios, te mereces una buena recompensa —soltó ella, totalmente fuera de control—. Perdona. ¿Estás bien?


—Al parecer también, sabe cuánto tiempo aguanto la respiración, mi ama —le sonrió levemente.


—Menos mal… —suspiró, algo asustada. Bajó a su nivel y le besó en los labios de forma delicada. Luego, le quitó con el dedo los restos de sus propios fluidos—. Creo que ya hemos tenido suficientes órdenes por hoy.


—¡Ha estado bien!


—Bueno, solamente una más.


—¿Qué es?


—Quítate el vestido.


Ella se incorporó, de rodillas en la cama, miró a Kobayashi, que estaba debajo, de nuevo con esa cara perversa y solamente con dos dedos tiró del lazo de su espalda y todo el vestido sexy cayó solo.


—¿Preparada? —dijo una Tohru hambrienta de placer. Sus pechos endurecidos y sus piernas algo húmedas de su lubricante lo demostraban más que nunca.


Kobayashi simplemente enrojeció y se hizo pequeñita ante la ferocidad de su esposa, que no esperó dos segundos a recibir su placentera recompensa: cruzó las piernas con las de Kobayashi y se “vengó” de todas las órdenes de la humana moviendo sus caderas contra ella hasta que sació toda su sed de placer, gimiendo sin ningún control y dándole más orgasmos a Kobayashi de los que ella misma habría creído posible.

Notas finales:

Más buenas noticias: he estado pensando en extras y alguna opinión final sobre el fic, al final de éste, para que acabemos de atar cabos con algunas cosas jeje no os vayáis cuando acabe el fic!


PD: nuestro reto literario en Mundo Yuri sigue activo, en capítulos anteriores podéis encontrar un link :)


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