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Caminando entre dragones por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

Bueno, siguen los capítulos con ese individuo de por medio jaja a pasarlo bien :) Este va a ser cuco, ya veréis :3

35. Mamá

 

Lejos de Okinawa, de vuelta a Tokyo, se confirmaban todas las sospechas de Kobayashi encontrando a Kanna perfectamente acomodada en la falda de su abuela. Ella miraba la tele tranquilamente mientras su marido empezaba a dar señales de vida, abriendo y cerrando la puerta del baño.

—Este hombre… ¿Kobayashi sigue haciendo eso?

—Sí. Es muy ruidosa.

—Son tal para cual. Las maids, el desorden, los ruidos…

Abuela y nieta se habían despertado tempranito, para aprovechar el día juntas. Por desgracia, allí el día se había levantado bastante nublado y, aunque no parecía que fuera a llover fuerte, la pereza de pensar que esto ocurría en Otoño era más que suficiente para quedarse en casa haciendo el vago. Además, Kanna ya había estado toda la semana yendo al colegio, era sábado y solamente quería un poco de atención familiar.

—En cualquier momento vas a ronronear como los gatos.

—Puedo hacerlo si quieres —contestó inocentemente la pequeña.

—No, no, no es necesario. Qué dulce eres.

Y la estrujó entre sus brazos como si fuera un cojín. Kanna se lo devolvía con la misma energía, siendo que echaba de menos a su madre.

—La vas a ahogar, a la pobre —dijo su abuelo, apareciendo finalmente al comedor.

—Ay, es que es tan diabéticamente mona… ¡mírala!

Kanna miró a su abuelo con esa carita seria y relajada, sin dejar de coger por el cuello a su abuela, y el pobre hombre tuvo que admitir que la niña era una derritecorazones en potencia.

El día podría haber seguido así perfectamente. Podrían haber mirado la tele, Kanna hubiera acabado los deberes, hubieran hecho todos juntos la comida, quizás por la tarde Kanna hubiera quedado con Saikawa para hacer travesuras juntas y se hubieran dormido cansadas.

Pero no fue eso lo que sucedió.

Nadie le contó a Kobayashi que aquel traspase de maternidad que le hizo Tohru antes de ir a Midgard no era uno cualquiera, que no era simplemente que Kanna y su madre biológica no se reconocieran como familia. Era mucho más. Los dragones sabían reconocerse entre ellos a distancia, Tohru bien lo había demostrado, pero padres e hijos iban más allá. Se podían detectar fuera donde fuera y cuando fuera siempre que uno de ellos estuviera en verdadero peligro. A veces era casi premonitorio.

Nada más notar que Kobayashi se había quedado inconsciente, Kanna giró la cabeza en la dirección exacta hacia donde se encontraba Okinawa, rígida como una estaca de hielo.

—¿Qué ocurre, cielo?

—Mamá.

—¿Qué?

No había dicho “Kobayashi”. Había dicho “mamá”. Sus abuelos no habían tenido demasiado tiempo para descubrir esa peculiaridad, pero cualquiera que la conociera se hubiera dado cuenta enseguida.

—Corre peligro.

—¿Qué? —repitió su abuelo—. ¿Cómo lo sabes?

A Kanna ya le daba igual, la vida de su madre corría peligro.

—Os hemos ocultado algo —dijo, brevemente—. Tohru y yo somos dragones.

—¿Qué? —repitieron una tercera vez, esta vez con varios pelos deshilachados por el susto.

—No hay tiempo para explicarlo. Me voy. Volveré pronto.

Kanna se puso de pie en un salto y salió corriendo hacia el jardín, que era lo suficientemente grande para tener a un dragón durmiendo allí. Sus abuelos vieron justo a tiempo cómo la niña se transformaba en un majestuoso dragón y alzaba el vuelo a toda velocidad.

—¡Es un dragón! —exclamaba su abuelo, anonadado. Su mujer tenía la boca abierta.

Apenas unos segundos después, Kanna se había perdido en el horizonte.

*  *  *

Mientras Kanna y Tohru se aproximaban a Kobayashi, cada una por su cuenta, la humana estaba realmente incómoda en el suelo de ese granero. El dragón, que ni se había presentado, había salido a mirar si el propietario del granero se acercaba. No le había dado oportunidad a la humana de asegurarle que podrían solucionar aquello gracias a Tohru.

—Por lo menos ya no me duele tanto la cabeza…

Fue decir aquello y que el ruido de la puerta del granero abriéndose le despertara todos los males. El dragón acababa de volver. Se fue derechito a Kobayashi, la sentó en una silla y le puso algo muy frío en la cabeza.

—¡Coño!

—¡Lo siento! —La voz volvía a ser más aguda. ¿Qué pasaba con aquel dragón?—. Perdona, en serio, no quería que sufrieras daño.

—¡Y me tienes atada!

—Por precaución.

—Oye, podemos ayudarte. ¿No te has preguntado cómo sé que eres un dragón?

El pobre se quedó anonadado unos segundos. Parecía que no lo había planeado todo, ni siquiera comprendido. ¿Qué parte de “sé que eres un dragón” no había oído bien?

—Por un segundo pensé que había caído en un mundo donde habría más.

—¿Tampoco tienes poder sobre eso?

—No —susurró, apenado.

Kobayashi vio, por la luz que entraba, que era la mano del dragón la que le sujetaba la herida. Era gélida.

—¿Cómo es que ahora eres más amigable que antes? Dabas miedo.

—Es la sangre. Me altera. Ahora que has dejado de sangrar estoy mejor.

Kobayashi ni se había dado cuenta de ello. Además, eso le indicaba que muy probablemente fuera un dragón del Caos. Eran los que se dejaban llevar por estas cosas.

—Creo que es casi imposible que no me conozcas —rezongó Kobayashi, después de pensarlo un momento.

—¿Cómo?

—Mi mujer es un dragón. Se llama Tohru. Y mi hija es Kanna, que también lo es.

—Me estás tomando el pelo.

—¡No! Tohru debe de estar a punto de llegar y es muy posesiva, ¡te va a hacer trizas! Te andaba buscando, por favor, no hagas una locura.

Entonces la mano del dragón empezó a temblar violentamente y la retiró de la cabeza de la humana. Empezó a caminar de un lado al otro, nervioso.

—¡¿Por qué no me lo has dicho antes?! ¡Por Odín! La hija del Emperador de la Muerte… Me va a matar, dios, ¿por qué siempre me tienen que pasar a mí estas cosas? ¡Siempre todo lo malo me pasa a mí!

—Tranquilízate, puedo hablar con ella.

—¿De veras?

—¡Claro! Pero tienes que quitarme las ataduras, o se pensará que me has secuestrado.

—Oh, sí, claro…

—¿Cómo te llamas?

—Drudkh. —Con la “kh” pronunciado como “j”.

—Qué nombre tan raro.

—Lo sé.

*  *  *

Conforme se acercaba velozmente, Kanna se daba cuenta de que su madre se encontraba mejor. Había despertado, y aún notaba el peligro que le transmitía sin saberlo, pero parecía que las cosas se arreglaban solas, casi sin querer. Sin embargo, no la tranquilizaba.

Cuando sobrevoló las primeras islas y vio las altas montañas de la isla principal, también sintió a Tohru moviéndose velozmente. Ésta aún no había reflexionado sobre la posición final de Drudkh y volaba por el otro lado de la isla.

—Tohru…

Pensó que sería buena idea encontrarla a ella primero. Podrían rescatar a Kobayashi juntas y sabía que lo agradecería también. Parecía que estaba buscando algo a oscuras. Por desgracia su detector de dragones no estaba tan bien afinado para encontrar a Drudkh y su extraño multiposicionamiento.

Notó que cambiaba de rumbo cuando ella ya estaba en la costa norte. Iba hacia ella. No sabía si buscaba a Kobayashi o no, pero fuera como fuese, se sabría en unos instantes.

—¡Kanna! ¿Qué haces aquí? ¡Deberías estar en casa de tus abuelos!

Kanna nunca hablaba en su forma de dragón, así que solamente echó la cabeza hacia un granero que se encontraba bastante escondido, en la ladera de la montaña.

—¡Allí es donde está ese dragón también! ¡Lo sabía, la ha secuestrado!

Ambas se lanzaron hacia el granero y aterrizaron con gran estrépito justo en la entrada. Dentro del edificio se oyeron gritos asustados.

—¡Quienquiera que seas, vamos a entrar y no lo vas a impedir! —gritó con furia Tohru, en forma humana. Kanna la había imitado.

Kanna y ella dieron un severo manotazo a la puerta, que salió volando, dando vueltas sobre sí misma, hasta el fondo del granero. Un grito extraño le precedieron y encontraron a Kobayashi sujetando como a un bebé a un chico que a parecía menor y mayor que ella a la vez, temblando como un poseso.

—¡No me hagáis daño, Señora de la Muerte, por favor!

—¡Devuélveme a Kobayashi!

—¡Toda tuya!

—¡Tohru, ha sido todo un accidente! —se apresuró a decir Kobayashi, viendo que su mujer se abalanzaba sobre el pobre Drudkh, que se escondía a su espalda. Luego vio una sombra pequeñita y no pudo evitar sonreír—. ¿Kanna?

Ella apenas había entrado un poco en el granero y, viendo la cara de alegría de su madre, echó a correr para abrazarla todo lo humanamente fuerte que pudiera. Allí, arrodillada en el suelo arenoso del granero, Kobayashi sintió que había hecho sufrir mucho a Kanna sin saberlo, pues ésta estaba sollozando en silencio, en sus brazos. Pese a su dolor de cabeza, se esforzó en cargarla en brazos.

—Mamá… —susurraba Kanna, débilmente.

—¿Me has venido a buscar? —Kanna asintió, con la cara enterrada en el pecho de su madre—. ¿Cómo has sabido que tenía problemas?

—Eres mi madre —repitió, como si fuera algo evidente.

Tohru se giró bruscamente ante la palabra “problemas”.

—¡Estás sangrando! —Y de nuevo a Drudkh, que estaba casi de rodillas—. ¡Qué le has hecho, desgraciado!

—Tranquila, Tohru, ha sido un accidente, me he caído y me he dado contra un árbol.

—No me mate… —suplicó Drudkh.

Tohru abrazó a su familia con fuerza y se apresuró a explicar que, como hija de Kobayashi, Kanna la podría encontrar en cualquier parte y en cualquier momento si ésta tenía problemas.

—Vaya, eso no me lo contasteis antes de ir a Midgard.

—Ehm, esto… perdonad… —pidió permiso Drudkh—. ¿Habéis hablado de Midgard? ¿Sería posible que me devolvierais allí?

—¡No! ¡Antes cuéntame porqué te detecto por toda Okinawa! —exclamó Tohru, furiosa.

—¡Tohru! Deja que se relaje por lo menos… Vayamos a un sitio tranquilo.

—No, Kobayashi, tú te vas al hospital más cercano. Yo hablo con éste.

—Eh, tengo derecho a saber yo también —replicó ella—. Al fin y al cabo soy yo quien le ha encontrado primero.

Drudkh estaba viendo la escena entre perplejo y aterrorizado. Parecía como si se estuvieran decidiendo para ejecutarle, en vez de hablar con él sobre sus problemas. Cuando vio que Tohru cedía ante la humana, suspiró, aliviado.

—Vayamos a un sitio donde no nos vean —propuso Kobayashi, totalmente amarrada a Kanna aún.

Los cuatro salieron del granero y empezaron a subir por la cuesta. A Kanna le preocuó que su madre cargara con su peso por esa cuesta y decidió despegarse. Ya tendría tiempo luego de abrazarla. Tohru estaba al lado de Kobayashi también, pero mirando desconfiada a Drudkh, que miraba al suelo, buscando las palabras adecuadas para empezar.

—Soy un dragón del Caos problemático…

—No se había notado, no… —replicó Tohru.

—Nací con un problema fisiológico: mi energía desbordaba y no era capaz de retenerla. Mi cuerpo liberaba la energía cuando quería y como quería… Abría portales, soltaba bocanadas de llamas sin venir a cuento, incluso mi localización era difícil de averiguar para los dragones.

—¿Es por eso que siento que estás en ocho lugares a la vez?

—Sí —suspiró.

—Pero, por lo que dices, te consiguieron controlar —comentó Kobayashi.

—Así es —Su voz sonó más infantil que nunca—. Mi padre habló con los altos elfos, sabiendo que ellos eran expertos en magia de control. Éstos encargaron una joya verde a los enanos y luego la imbuyeron de su poder. Me la pusieron en el pecho, pegada a mis escamas, y mi vida por fin empezó a ser algo normal.

—Hasta que la perdiste.

—Así es. Entonces aparecí aquí en un portal, incendié esa casa y… el resto ya lo sabéis.

Drudkh siguió en silencio por unos segundos, hasta que se cansó de subir. Kobayashi y Tohru se miraron, pensando.

—Una joya pegada a tu cuerpo no se cae así como así —señaló la dragona.

—¡Lo sé! Pero aquel día me peleé con mis hermanos y quizás uno de sus rayos de energía lo arrancara, o se quedara sin poder o… ¡Siempre a mí, no es justo!

—Aaah, está bien… —suspiró Tohru, ante las quejas del joven—. Te ayudaré a encontrar esa maldita joya. Te devolveré a Midgard.

—¿En serio?

—En serio —aseguró, cansada.

—¡Gracias! —Y quiso echarse a sus brazos, pero Tohru se lo impidió poniéndole la mano en la cabeza—. ¡De verdad, gracias!

—Kanna, lleva a Kobayashi a un hospital, a que le miren esa herida. Yo me voy con él.

Kanna asintió, cogió de la mano a Kobayashi y la alejó de Tohru y Drudkh entre quejas de la humana. Unos segundos después, la niña ya era de nuevo dragón y obligaba a su madre a que se subiera a su lomo.

Tohru, por su lado, se encaró a Drudkh:

—Menos mal que no le has hecho nada a mi amada esposa. Te hubiera caído la de Ragnarok encima. Ahora monta, que me enseñarás tu estropicio.

Drudkh tragó saliva varias veces, y más viendo transformarse a uno de los dragones más poderosos de Midgard, y prácticamente subió al lomo de Tohru solamente por los temblores que le empezaron a dar de nuevo.

Notas finales:

Para los que se lo pregunten, el nombre Drudkh lo he sacado de una banda de black metal ukrainesa que se llama así XD


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