— Disculpe, ¿podría repetirme lo que acaba de decir?
Bruce Wayne miró a la agradable mujer rubia de expresivos ojos castaños y sonrisa apenada— No podemos aceptar a Richard en clases hoy. Lo lamento mucho.
La voz de la mujer hizo eco en su cabeza, la miró largamente y luego miró a su hijo, estaba a su lado tomado de su mano, llevaba su mochila escolar en la espalda y tenía la cara llena de pequeñas ronchas rojas.
— Escuche señorita, le aseguro que no es nada contagioso, es una simple reacción alérgica a una bebida energética —Alegó tratando de mantener la calma— Y no es que yo le haya dado una bebida energética a mi hijo, él la tomó de la nevera sin mi permiso a media noche—Le dedicó una mirada severa a Dick y volvió su atención a la mujer— Le aseguro que no volveré a comprar esa porquería.
— ¡Pero Alfie ama la Kryptonite y Clark Kent también! — Dick se quejó y luego se rascó la mejilla.
La coordinadora escolar comenzó a juzgar las habilidades paternales de Bruce mientras se ponía las manos en la cintura.
— Escuche, señor Wayne, no puedo arriesgarme a una epidemia, lleve a su hijo al médico y cuando tenga una constancia de que no es algo contagioso lo dejaremos reanudar sus clases. Mientras tanto que vaya a casa a descansar.
— No puedo llevarlo a casa, tengo un desayuno importante en un par de minutos.
—Envíelo con su chofer, le ayudaré a conseguir un taxi para usted.
— No voy a enviar a mi hijo solo con el chofer, ¿conoce el índice de secuestro infantil? La mayoría de los casos se cometen en los horarios de entrada o salida de los colegios.
— Bueno, lamento no poder ayudarlo señor Wayne —La mujer dejó de mostrarse amable, era obvio que no iba a ceder.
Cuando volvieron al auto, Dick estaba eufórico.
— ¡No regresaré a la escuela nunca más! — Arrojó su mochila al suelo del automóvil e intentó saltar sobre el asiento pero se golpeó en la cabeza.
La mano de su padre lo atrapó y lo hizo sentarse debidamente, se dio prisa en apresarlo con el cinturón antes de que siguiera moviéndose— Oh, ya lo creo que volverás a la escuela Richard.
Era demasiado temprano para tener una jaqueca, Bruce recargó la nuca en el asiento y tomó aire de forma profunda. De todas las mañanas de todos los días, tenía que ser justamente aquella la mañana en que todo debía complicarse y salir mal. Comenzó a considerar la idea de suspender la cita pero si lo hacía seguramente Kent pensaría que él estaba huyendo del encuentro y no pensaba ceder terreno. No iba a ceder ni un milímetro de poder.
— ¡Papá mira!
Dick se había soltado del cinturón y había bajado la ventana de su lado, tenía la cabeza asomada fuera del vehículo.
— ¡RICHARD, NO! — Sintió una sacudida de terror que le dio un vuelco en el estómago al ver a su hijo en aquella peligrosa postura. Lo jalo dentro con fuerza— ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡Eso es peligroso! ¡No vuelvas a hacerlo jamás! ¿Me escuchas? ¡JAMAS!
El silencio profundo que se quedó en el aire después de sus gritos, le hizo darse cuenta que había dejado que su tensión estallara sobre la persona equivocada. Dick lo miraba con profundo arrepentimiento, sus bonitos ojos azules se llenaron de lágrimas y un sollozo le hizo temblar los labios.
— No Richard, no llores. Lo lamento, lo lamento mucho hijo — Lo acercó a él y lo abrazó pero el niño había comenzado a llorar con verdadero sentimiento. Aquel sonido siempre lo mortificaba, necesitaba una alternativa para todo lo que estaba pasando y la única que tenía delante de él era convertir el problema en la solución— Oye, ¿te gustaría conocer a Clark Kent en persona?
Las palabras tuvieron un efecto mágico e inmediato. Los sollozos se detuvieron y el niño levantó la cara, dedicándole a su padre una mirada de duda— ¿A Clark, el hombre de acero?
El adulto asintió.
— ¿De verdad? ¿Cuándo?
Bruce sonrió más relajado. —Hoy mismo —Comenzó a limpiarle la nariz con un pañuelo de papel— Iremos a desayunar con él y podrás tomarte una foto y pedirle un autógrafo.
Dick sintió que toda su piel se erizaba, aferró los puños a la ropa de su papá y emitió un grito agudo y largo de emoción pura. Sus pupilas se dilataron por la increíble descarga de endorfinas que le causó la noticia.
—Respira Richard.
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Los jardines del gran hotel Plaza Imperial estaban llenos de delicado follaje, los jardineros cultivaban elaborados enramados con árboles de ciruelo, el color de sus flores, blancas, rosas y violetas, creaba un ambiente primaveral y elegante. Bruce lanzó una mirada de contemplación a las mesas distribuidas en zonas específicas para permitir que los comensales y huéspedes, disfrutaran del espectáculo natural.
—El señor Kent lo está esperando por allá —El host le señaló con amabilidad el lado derecho del jardín pero Bruce no quiso ver en aquella dirección.
No estaba listo aún, ¡era una estupidez haber accedido a tener aquel ridículo desayuno!, Selina podría haber cerrado el trato por él, no era necesario que el líder de la empresa se encargara de menesteres tan simples como aquel. Aquella cadena de pensamientos lo estaba acercando de nuevo a la ansiedad, pero, sentir la mano de Richard en la suya lo hizo enfocarse de nuevo. “Negocios, son solo negocios” Se repitió y al fin se armó de resolución.
Cuando miró de nuevo a Clark Kent, no supo a dónde escapó todo el aire del lugar.
El capitán de los meteoros se había puesto de pie de inmediato al verlos acercarse, los años no habían hecho otra cosa que resaltar sus mejores rasgos y darle más brillo a sus ojos azules, las líneas rectas de su rostro dibujaban a un hombre templado y apuesto.
“No sonrías, por favor no sonrías”
— Buenos días, señor Wayne — Sonrió y extendió su mano con educación.
“¡Maldito seas Kent!”
Bruce respondió al saludo de forma mecánica y fría, intentó desviar la mirada a cualquier otro lugar que no fuera el rostro del futbolista, pero el resto de su persona era exactamente igual de fascinante.
— Señor Kent — Se aclaró la garganta.
—Llámame Clark.
—Prefiero que conservemos los protocolos.
Los ojos de Bruce ardían y Clark estaba bastante seguro de que no era un buen augurio.
— Realmente eres Clark Kent.
Una vocecita que fue poco más que un susurro, rompió la pequeña burbuja que comenzaba a crearse entre los dos hombres. En algún punto de aquel breve saludo, Dick había soltado la mano de su padre y se había acercado poco a poco sin parpadear y de forma silenciosa hasta Clark. Ahora, su mano tocaba el brazo derecho de aquella leyenda viviente. Pensar que estaba tocando el brazo lanzador del hombre de acero provocó en Dick una descarga de emoción violenta pero sabía que no debía gritar, su padre se lo había advertido en el auto.
— Hey, hola — Clark acarició el cabello oscuro de aquel niño poniendo su mano sobre su cabeza — ¿Quién eres tú?
— Richard es mi hijo.
Clark pareció sorprendido, miró a Bruce a la cara, confuso.
— Soy Richard Wayne, tu más grande fan en todo el universo, se todo de ti, mides un metro noventa y dos, pesas ciento y tres kilogramos, has jugado siete súper bowls y has ganado los siete, tu record de yardas por aire es de veintisiete mil y corres cuarenta yardas en cuatro segundos, te gusta el pay de manzana y tu cumpleaños es el veintinueve de febrero, ¿me invitas a tu fiesta de cumpleaños? ¡Yo te invito a la mía!
Las mejillas de Richard estaban totalmente enrojecidas, había hablado sin pausas y sin respirar y era muy evidente que había dejado impresionados a ambos adultos. Clark no pudo evitar reírse.
— Cielos, me siento muy halagado. Me encantaría que vinieras a mi fiesta de cumpleaños.
— ¡¿De verdad?! — Cuando Clark asintió, Dick no pudo seguir conteniendo su grito de alegría.
—Richard baja la voz, tranquilízate hijo —Bruce temía que su pequeño fuera sufrir un ataque, su pecho subía y bajaba de forma acelerada como el de un pajarillo asustado, pero Dick no estaba asustado, estaba emocionado— Ven aquí Richard — Lo tomó de la mano y lo acercó a él pero los ojos de su hijo seguían clavados en Clark— Vamos a sentarnos, toma, bebe un poco de agua.
Bruce se sentó frente a Clark y dejó a Dick en uno de los lugares laterales, entre ambos adultos.
— Entonces, ¿dejarás que tu hijo venga a mi fiesta de cumpleaños? También pueden venir tú y tu esposa —Se aventuró, esperando que no fuera obvio para Bruce que estaba tratando de obtener información.
El dueño de empresas Wayne lo fulminó con la mirada pero no respondió. El mesero a cargo se acercó y sirvió café para ambos, tomó la orden y se marchó. Durante un momento de silencio los adultos se dedicaron a preparar su café, Clark lo tomaba con leche estilo latte y muy dulce, Bruce lo prefería cargado y con poca azúcar.
— Hablemos de negocios, el equipo de desarrollo de industrias Wayne ha estado trabajando bajo el concepto de movilidad verde, hemos logrado un producto ecológicamente amigable. Queremos que su rostro represente nuestra nueva línea de automóviles eléctricos, señor Kent— Bruce intentó re direccionar la conversación, después de todo no estaba ahí para socializar— Nuestro producto está dirigido a los hombres adultos y jóvenes en su mayoría, estamos consciente de que hablando de la población nacional, son las mujeres y los niños quienes más se preocupan por el medio ambiente así que queremos lograr un cambio en los hombres, queremos demostrar que la energía limpia puede ser tan poderosa y eficiente como otras fuentes no renovables, petróleo, principalmente.
Dick miraba a Clark con la misma fascinación que Clark miraba a Bruce. Resultaba adorable, hablando de negocios con toda propiedad, con esa voz elegante y regulada, mientras untaba mantequilla en un pan para su pequeño hijo y le ponía la servilleta en las piernas.
— Me parece formidable. Estoy especialmente interesado en proyectos que tengan un impacto positivo en el mundo.
Bruce sonrió de lado, sin humor— Es usted todo un idealista señor Kent.
— Bueno, no soy yo quien invierte en la creación de autos eléctricos. Así que, ¿Cuándo podré leer el contrato? Podrías llevarlo contigo a mi fiesta de cumpleaños. No me respondiste ¿Vendrán tú y tu esposa? —Clark levantó su taza y la llevó a sus labios.
— Mi mamá se fue cuando yo era muy pequeño. Ella y papá están divorciados.
El jugador tuvo que hacer un esfuerzo sobre humano por beberse el trago de café que tenía en la boca sin escupirlo. Bajó su taza y miró a Dick con profundo arrepentimiento, no había querido traer un recuerdo desagradable a la mente del pequeño. Su curiosidad había ido demasiado lejos.
— Lamento mucho escuchar eso, estoy seguro que tu mamá te ama aún sino está contigo —Estiró su mano con la intensión de tocar al niño, pero se detuvo de inmediato cuando Bruce apuñaló un bísquet con el tenedor justo a un centímetro del trayecto de la punta de sus dedos.
— Richard sabe que su madre lo ama profundamente y que él no tuvo nada que ver en el hecho de que nuestro matrimonio no funcionara.
El niño asintió desanimado, con la mirada clavada en la mesa. Era obvio que a pesar de las veces que habían hablado sobre aquello, Dick aún se sentía responsable por la ausencia de su madre, estaba en una etapa donde se preguntaba qué había de malo con él para que su mamá no lo quisiera.
— Oye Richard… — Clark comenzó.
—Mis amigos me dicen Dick —El pequeño apuntó con una sonrisa débil mirando un poco hacía Clark.
— Dick, ¿te gustaría venir conmigo a entrenar después del desayuno? Me reuniré con un amigo en el campo, quizá lo conozcas, lo llaman Flash.
El rostro del niño se iluminó de nuevo.
— ¿Barry Allen? ¿El corredor más rápido de todos los tiempos? ¡¿El corredor de los meteoros de metrópolis?!
— ¡Si! Y podrás conocer al resto del equipo también — Clark se rio fascinado con la ilusión de aquel niño. Le encantaban los niños, aunque no tenía ninguno propio.
— Deja de ofrecerle cosas a mi hijo, por si no lo has notado tiene nueve años y no puede decidir por sí mismo su agenda social. Yo soy su padre y yo decidido lo que él puede o no puede hacer. Y no va a ir contigo a ningún sitio sin mi supervisión. Además tiene una intoxicación.
— Pero papá, ya casi no tengo comezón — Sonrió y se rascó.
— ¿Ya dejamos de lado los protocolos Bruce?
La sonrisa del futbolista y la insistente voz de su hijo lo enervaron. Apretó los dientes, recargó el codo izquierdo en la mesa y se sujetó la frente con los dedos. Fue una suerte que el mesero llegara en ese momento y pusiera los platos en sus respectivos lugares.
Clark de inmediato cortó un trozo de su pay de manzana y lo masticó con agrado. Dick había pedido un pancake pero al ver el plato de Clark se arrepintió de su orden.
— El tuyo se ve más rico que el mío. ¿Me lo cambias?
— ¡Por supuesto que no!
—Claro que sí.
Bruce y Clark respondieron al unisonó.
Hicieron el cambió de platos y entonces Dick se fijó en el plato de su padre, un par de claras de huevo con tocino.
— Creo que se me antoja más algo salado, papá…
Sin dejarlo terminar de hablar, Bruce cambió su plato con el de su hijo de inmediato y de mala manera. Así que terminó teniendo frente a él, el pay mordido de Clark Kent, al ver la forma en que el futbolista lo miraba, adivinó sus intenciones así que entrecerró los ojos con advertencia. — Ni siquiera se te ocurra Kent.
Para bajar un poco la energía de la mesa, Bruce comenzó a comer en silencio, el hojaldre del pay estaba crujiente y ligeramente salado mientras que el relleno de manzana tenía un sabor agridulce suave y delicioso. Tuvo que fingir que no disfrutaba demasiado de aquel postre.
— ¿Sigues practicando esgrima? Recuerdo que eras sensacional — Clark bañó su pancake con miel— Eran buenos tiempos ¿no?
El tenedor de Bruce hizo chirriar la porcelana del plato.
— No — Englobó ambas preguntas en una sola respuesta contundente.
¿Cómo esperaba Clark que estuviera de acuerdo con aquello? La universidad no había sido un buen tiempo para él, lejos de su ciudad natal, rodeado de personas que estaban más interesadas en su dinero que en él, y claro, siendo rechazado por el único chico que le gustaba de forma genuina. Quería preguntarle por qué, ¿por qué se había negado cuando él le había ofrecido todo? Pero ya no eran muchachos y era obvio que para Clark había sido insignificante. Tomó un trago de café para pasarse el suspiro que intentaba escapar de su boca.
— ¿Mi papá fue contigo a la escuela? ¿A la primaria? —Dick intentaba cortar su tocino con el tenedor, pero aun no tenía buenas habilidades con los cubiertos, así que tomó una de las tiras con los dedos y le dio una mordida.
— No fuimos juntos a la primaria, fuimos juntos a la universidad — Clark se inclinó hacia el niño y le ayudo a cortar el resto de su comida. Miró de reojo la forma en que Bruce vigilaba cuidadosamente sus movimientos, sin duda era un padre sobre protector— ¿Nunca te contó que fuimos novios?
Dick recargó la nuca contra la silla totalmente impresionado por aquellas palabras, pero la reacción más abrupta la tuvo el millonario quien se había tirado el café encima cuando sus manos no pudieron controlar un temblor repentino.
— Suficiente, No le hables de eso a mi hijo. No fuimos novios — Apresurado tomó una servilleta y comenzó a secarse la camisa.
— Por supuesto que fuimos novios, yo estaba locamente enamorado de él, pero él estaba saliendo con una chica de la que nunca me habló— Clark seguía hablando con Dick pero lo miraba a él.
Aquella información lo desconcertó. ¿De qué diablos estaba hablando Kent?
— ¡Yo no estaba saliendo con nadie! — El puño de Bruce golpeando la mesa hizo temblar la vajilla. Respiró profundo e intentó calmarse, llevaba toda la mañana intentando controlarse, intentando mantener a raya una ola de emociones que lo estaba intoxicando. Llevaba años formando aquel dique fuerte y sólido en su mente, conteniendo ahí un rio salvaje de sentimientos que lo ahogaban cuando se salían de control— Eres un desgraciado Clark Kent— Enfurecido y aturdido tomó a Dick de la mano y lo obligó a ponerse en pie.— ¡Vamos!
— ¡Papá, espera! ¡Espera! — Dick intentó soltar su mano, no comprendía exactamente qué acababa de pasar, pero no quería marcharse — ¿Por qué estamos escapando?
La pregunta lo hizo detenerse.
¿Por qué estaba escapando? ¿De qué estaba escapando?
Soltó la mano de Dick y se giró lentamente. Su hijo lo miraba asustado, un mesero también estaba viéndolo fijamente, pero de forma rápida y prudente fingió ocuparse en algo. Clark estaba detrás de ellos a un par de pasos, los había seguido.
— Hijo, escucha. ¿Puedes ir a esa mesa de allá, sentarte y esperar un momento? —Se arrodilló frente al pequeño y le acarició los oscuros cabellos.
Dick asintió y obedeció yendo a una mesa sola, jaló una silla y se sentó ahí silencioso y atento.
— Es un niño maravilloso Bruce — Clark le ofreció una mano para ayudarlo a ponerse en pie, pero el hombre frente a él, desdeñó su gesto— Sé que no tengo derecho a exponerlo a este tipo de conversaciones.
Bruce no le respondió pero le indicó con la mirada que lo siguiera hasta la mesa donde habían estado compartiendo el desayuno. El sol había avanzado, estaba cerca del medio cielo y componía una armonía de luces y sombras a través de las delicadas hojas y ramas de los ciruelos. El empresario se sentó, intentando ser dueño de la situación, renunciando a seguir huyendo de aquello, de él. ¿Cuánto había pasado ya?
— ¿De qué se trata esto Clark? — Por primera vez en años, miró directo a aquellos ojos azules que durante un tiempo habían sido su debilidad— ¿Por qué era necesario hablar del pasado? ¿Accediste a esta reunión con la intención de quebrar mi temperamento? No tenías ningún derecho a tocar el tema delante de mi hijo— Al menos aquello último pareció causar cierto remordimiento en el futbolista.
— Lo lamento. No esperaba que reaccionaras de forma tan…
— ¿Tan violenta? —Sesgó una sonrisa fría— ¿Y qué esperabas? Tomas ventaja de una reunión de negocios, la conviertes en un circo de situaciones personales y me haces quedar frente a mi hijo como si yo hubiera sido una mala persona. No tuvimos una relación, nunca. ¿Sabes por qué no la tuvimos? Por ti, tú me dejaste de pie a la mitad de tu maldito campo de futbol con ese estúpido ramo de rosas. Yo nunca había comprado rosas para nadie más —Sus palabras tenían un tono forzado y amargo.
Por primera vez, Clark no estaba sonriendo y el azul de sus ojos lucía turbio. Cuando habló de nuevo, su tono de voz era conciliador.
— Oliver Queen me dijo que estabas saliendo con alguien más. Alguien de tu nivel social y que yo era tu manera de divertirte y experimentar. Me hizo darme cuenta que no tenía nada que ofrecerte, era joven, orgulloso y tonto. Me tomó años comprender que no necesitabas que te ofreciera nada. Nunca me pediste nada que no pudiera darte— Clark cambió de lugar, se sentó más cerca y puso su mano con cuidado, cerca de la de Bruce, atreviéndose a rozar su piel con la punta de sus dedos.
Bruce evitó aquel contacto. La comprensión de lo que había pasado, le generó un profundo malestar. ¿Cuál era el objetivo de aquella conversación? Si, Oliver siempre había estado celoso de su relación con Clark y ahora comprendía un poco mejor lo que había pasado.
— ¿Por qué creías que estaba saliendo con alguien más? ¿Siempre creíste todo lo que los demás decían de mí? ¿Me rechazaste por un rumor de Oliver Queen? — Bruce se sentía acalorado, no podía creer que aquello realmente estuviera pasando, estar ahí, comportándose de nuevo como un joven tonto y sentimental.
Clark negó moviendo la cabeza lentamente.
— Te vi besar a esa chica, Thalía, y la vi rechazar el ramo de rosas que luego me llevaste a mí —El futbolista se puso en pie, su voz había adquirido un tono oscuro. Era obvio que Bruce no era el único que había pasado años obsesionado con el pasado. Clark dio un par de pasos lejos de la silla le dio la espalda un instante y levantó la cara al sol para sentirlo sobre su piel, luego, volvió a mirarlo totalmente mortificado— Nadie me contó esa parte de la historia Bruce, yo la viví.
En el momento en que Clark terminó de hablar, fue como si una neblina densa se disipara en la mente del inteligente hombre nacido en gótica. De pronto y de la manera más simple, las cosas que habían pasado cobraban sentido. Cada pieza del rompecabezas de aquella historia ensambló de forma perfecta en su cabeza.
— Siéntate Clark. Vamos, siéntate. Tienes que saber el resto de la historia que creíste ver — Señaló con paciencia la silla frente a él y esperó hasta que su acompañante encontró la motivación para escuchar la parte de la historia que no conocía.
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Era el mes de otoño de su segundo año en la universidad, el ambiente festivo comenzaba a inundar el campus, las vacaciones estaban cerca y el equipo de futbol de la universidad acababa de ganar el campeonato. Aun había días estivales, como aquel jueves.
—Borra esa sonrisa de bobo —Bruce puso su mano sobre el rostro de Clark para dejar de ver su absurda expresión dulce y complacida. Las sabanas de la cama estaban enredadas alrededor de sus cuerpos aún calientes y agitados. El día anterior cuando Clark había entrado cargando el enorme trofeo, había causado un revuelo al ir directo hacía Bruce en mitad de la práctica de esgrima, le había arrancado la careta de protección y lo había besado con furor frente a todos, luego lo había convencido para tomar unos tragos con “los chicos” que eran en realidad un grupo de gorilas y trúhanes, todos ellos miembros del actual equipo campeón. El festejo había terminado en la cama del esgrimista, y Clark había terminado varias veces entre sus piernas, tres durante la noche y una más después de desayunar un paquete de galletas y un vaso con agua.
Bruce estaba agotado y absurdamente feliz, sintió que el chico de Kansas comenzaba a besar su mano y simplemente desvió la mirada, había algo poético y romántico en el conjunto de sus ropas en el suelo, la ropa blanca del espadachín y el uniforme sucio y victorioso del futbolista. Se sintió absurdo por haber pasado la noche de copas vestido con aquel traje pero Clark no le había dado ninguna oportunidad para pensar con claridad. No tenían una relación formal, simplemente, sus acercamientos habían escalado hasta lo inevitable y ahora estaban ahí, con el deseo satisfecho.
— ¿Estás orgulloso de mi? Traje el trofeo para ti — Clark apartó la mano que insistía en alejarlo y la puso a un lado. El perfil de Bruce era perfecto— ¿Por qué siempre eres tan silencioso? Anoche no estabas tan callado.
Un almohadazo lo hizo reír, Bruce aprovechó aquel momento para quitárselo de encima y se enderezó bajando las piernas de la cama quedándose sentado en ella. Clark no tardó demasiado en ir a su encuentro sentándose detrás de él, abrazándolo, recargando la barbilla en su hombro.
— ¿Comemos algo juntos? —Besó la piel de aquel hombro.
— No, tengo algo que hacer hoy. Pero podemos vernos después de las seis —Bruce inclinó la cabeza a un lado, aceptando las atenciones de esos labios que vibraron en un gemido de consternación contra su piel— ¿Qué ocurre?
—Tengo reunión del equipo por cierre de temporada, es la última antes de las vacaciones así que no puedo faltar, pero estaré libre a las seis y media, ¿te parece si nos vemos en el campo a esa hora?
— De acuerdo.
Bruce tocó con la punta de su pie derecho, el número doce de la playera de Clark que estaba en el suelo, sonrió de forma casi imperceptible.
— Oye granjero… estoy orgulloso de ti.
En aquel instante, ninguno de los dos podía saber que esa tarde de jueves otoñal, su relación terminaría incluso antes de empezar.
Bruce tenía una cita importante con Thalía Al Ghul, la preciosa chica de belleza exótica era su compañera sexual ocasional. Lo cual había estado bien hasta antes de conocer a Clark Kent, ahora, si deseaba una relación con el futbolista, primero debía terminar toda relación con Thalía, el problema era que ella estaba resentida por los meses de abandono y se había estado negando a proporcionarle un espacio para hablar. La única opción que le había dejado era tenderle una trampa, hacerla creer que se trataba de una cita romántica, así podría verla a la cara y terminar sus asuntos sin dejar cabos sueltos. No deseaba que Thalía fuera una complicación en su futuro.
Por desgracia Clark había presenciado aquello, pero no había escuchado nada, mal interpretando la situación, el beso que había visto no había sido más que una despedida y el polémico ramo de rosas había sido siempre un regalo para Clark, que Thalía había tomado solo un momento para admirarlo y luego lo había regresado con desdén a las manos de Bruce. A ninguna mujer le gusta ver el ramo de flores que recibirá la persona por quién la están dejando.
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— Y cuando fui al campo de futbol y te pedí salir conmigo…
— Te rechacé…
El peso de las palabras podía sentirse en el aire, los dos desviaron la mirada. Escuchar la verdad no estaba resultado tan liberador, en realidad, era devastador pensar en las cosas que se habían perdido, por algo tan insignificante. Sus vidas no serían iguales, pero en el fondo ambos sabían que las cosas habían sucedido tal como debían ser.
— De cualquier forma, el pasado no va a cambiar — Bruce buscó sacudir un poco de migajas de la mesa, solo por la necesidad de moverse un poco.
— Pero podemos cambiar el presente.
Cuando Clark tomó su mano, una sensación cálida nació en el centro de su pecho.
— ¿De qué estás hablando Kent? — Apartó su mano, con desgana— La vida no funciona así, no puedes estar aquí asumiendo que las cosas entre nosotros siguen siendo igual que en la universidad. Las personas cambian y los sentimientos también.
Algunas veces, Clark tenía una increíble facilidad para imitar el gesto suplicante de un cachorro y Bruce no sabía si lo hacía a propósito o no.
—Por supuesto, no estoy sugiriendo que sigas enamorado de mí… simplemente. Me gustaría que pudiéramos ser amigos —Apretó su mano y compuso una sonrisa tranquila— ¿Sabes? Mañana es mi cumpleaños y realmente, en serio me gustaría que Dick viniera a mi fiesta y tú también.
Una risa triste sacudió los hombros de Bruce, se sentía melancólico, no podía evitarlo y encontraba un sentimiento gemelo en los ojos del jugador. Al menos ahora se sentía tranquilo, como si alguien le hubiera quitado de encima una enorme placa de concreto, el aire le parecía más ligero.
— No seas absurdo Kent.
—Hablo en serio, vengan mañana a mi fiesta. Déjame verte de nuevo.
Ahí estaba otra vez su expresión suplicante. No pudo resistirse a ella.
— ¿Firmarás el contrato con mi compañía?
El futbolista asintió con solemnidad y dibujó una cruz sobre su corazón.
Bruce sonrió, aquel hombre seguía siendo como un niño.
— Entonces será un gusto para Richard y para mí, acompañarte en tu cumpleaños.
Estrecharon las manos como aquella primera vez en el gimnasio dejándolas en contacto más tiempo del necesario.
— ¿Ahora se van a casar? — Dick los miraba con mucha seriedad— Honestamente papá, tienes que dejar de jugar así con mis emociones. Solo tengo nueve años.