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El vampiro y el plebeyo por ryuzaki uzumaki

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Notas del capitulo:

¡Pedradas y amenazas de muerte al final!


¡A llegado la hora!


¡Descubriran si dejo vivir a Shun o a Hyoga o simplemente me los cargo!


¡A LEER!

Las llamas se expandían con ferocidad, calentando la cadena que rodeaba aquellos delgados y pálidos brazos, la mirada opaca de aquel chico había recobrado el brillo al ver a su salvador aproximarse, pero eso no evito el correr del tiempo, con cada segundo que se demoraba al apartar a la gente de su paso Shun recibía más humo causándole mareo, las cadenas poco a poco se calentaban quemando la delicada piel del pequeño y los guardias al percatarse de aquel intento de rescate corrieron contra el rubio para atacarle.

-¡No le harán nada!- grito el rubio golpeando a cuantos se le interpusieron en su camino

En el publico Saori estaba molesta, su plan estaba a punto de ser estropeado por aquel tonto, solo podía mirar de reojo a Shun sufrir por las llamas de la hoguera que ya habían empezado a consumir el borde de su camisola blanca en la parte baja, Hyoga estaba preocupado, los rayos del sol se estaban haciendo más calientes en su piel comenzando a arderle como si del mismo Sol del desierto se tratara.

No podía seguir perdiendo tiempo, por lo que mostro sus colmillos -¡Un vampiro! ¡Un monstro!

Eso basto para que la multitud se alejase de inmediato por su vida, Hyoga sonrío victorioso y corrió nuevamente en dirección de Shun, al llegar aquel chico estaba más desmayado que cuerdo –Tranquilo ya estoy aquí- destruyo el poste de madera con un solo golpe, tomando a Shun por su cintura evitando que callera, retiro aquellas cadenas calientes de los brazos de su pequeño dejando ver sus brazos ligeramente colorados por el calor.

Acomodándolo entre sus brazos, salto de aquel escenario y de esas miradas perdidas que se llegan a dar la vio, vio a Saori entre la gente mirándolo con rabia, con deseos de matarlo a él y al que llevaba en brazos, aquella venganza había sido estropeada, pero si ella era la causante ¿Por qué Shun no le había dicho nada? Estaba seguro que le había dicho el nombre de aquella mujer.

Aquella mirada fue interrumpida por el dolor en su piel, los rayos del sol estaban quemando su cuerpo al descubierto, tenía que salir corriendo si quería salvar a Shun, miro un breve instante al menor cerciorándose de que este estuviera bien.

Sus ojos estaban apenas abiertos y con una sonrisa de alivio inmensa –Viniste por mi…

Hyoga sonrió enternecido -¿Qué dices? Siempre estaré tras de ti – Hyoga choco levemente su frente con la del menor –Ahora salgamos de aquí

Shun se aferró con las pocas fuerzas que le quedaban al cuello y hombros de su salvador mientras que Hyoga se giraba a buscar a aquella mal nacida pero para su suerte ya no la localizo entre la gente que corría, posiblemente había huido como los demás o tenía algún malévolo plan de reserva.

Como sea ya no podía perder más tiempo, la piel le estaba ardiendo hasta los huesos tornándose en un color rojizo como si estuviese irritada por el rose de la ropa, comenzó a correr de prisa entre las calles pero sin falta había guardias del castillo, aquel rubio quería evitarlos el ardor incrementaba considerablemente a cada segundo, ¿Pero cómo evadirlos sin pelear?

Fue una sorpresa cuando una ráfaga de fuego ataco a aquellos guardias, Shun estaba intentando defenderlo con las limitadas fuerzas que le quedaba, aquello lo había dejado jadeando intentando recuperar el aliento, Hyoga no perdió tiempo y los rebasó  de un salto, pronto llego a las afueras de la aldea lo cual le alivio, pero no todo podía salir perfecto Hyoga cayó al suelo al sentir su espalda haciéndose ceniza, Shun cayó escasos centímetros más adelante aun mareado, levanto sus orbes esmeraldas y al ver la situación se llenó de preocupación.

-Hyoga…- intento estirar su mano para tomar la de aquel joven que había arriesgado su vida por él

-Corre… ¡Ha!- Hyoga comenzó a retorcerse de dolor en el césped

-No puedo dejarte… ¡No quiero dejarte!- el menor se arrastró hasta llegar a lado de Hyoga  y sin saber que más poder hacer lo abrazo -¡Quiero ayudarte!

-¡No puedes! ¡Necesito sangre! ¡Haaaaaa! –Aquel grito le destrozo el alma al menor, su salvador estaba sufriendo y poco a poco veía como su piel se abría por las quemaduras del sol -¡Vete! ¡Aún estamos cerca de la aldea pueden venir por ti! ¡Vete!

Pero no lo haría, no lo abandonaría de nuevo, había salvado su vida y este haría lo mismo –Toma la mía… toma toda la que necesites

Hyoga le miro asustado –No puedo… si te encajo los colmillos y no termino de beber tu sangre te volverás como yo – Shun se colocó sobre de Hyoga intentando cubrirlo de la mayor cantidad de rayos de Sol posibles

Shun le miro enternecido, convirtió una de sus finas uñas en una filosa garra que se le compararía a una daga y con ella corto su nívea piel dejando salir aquel liquido carmín oscuro –Supongo que estará bien si solo chupas y no me muerdes

El menor extendió su muñeca sangrante a los labios de Hyoga, este quería evitarlo pero sus instintos eran mayores, perdió el control como en aquella noche y sin dudarlo comenzó a succionar aquella sangre, era lo más glorioso que había saboreado, no había nada que se le comparara, tenía un sabor dulce pero acido a la vez, no era ni muy liquida ni muy espesa su sangre, estaba en un punto perfecto.

El rubio sintió como su piel dejaba de arder conforme más sangre bebía, pero no podía decir lo mismo Shun, poco a poco el mareo en su cuerpo se hizo más notorio, su visión se nublo casi de inmediato y sus brazos perdían la fuerza necesaria para sostenerse así mismo, sin previo aviso se dejó caer lentamente en el pecho de Hyoga.

El mayor de inmediato sintió aquel peso de más e instintivamente dirigió la mirada al menor que estaba más que pálido por la falta de sangre, si seguía por el camino que estaba este moriría, ¿Pero cómo detenerse?, su corazón gritaba porque separara aquella muñeca de sus labios pero sus manos no respondían, inclusive las sujetaron más fuerte, comparado a ese último agarre, esmerándose a no zafarse.

Fue cuando se percató de la sonrisa sincera de Shun, aquella sonrisa que siempre le lleno el corazón de calidez de un inmenso sentimiento reconfortante, esa sonrisa por la que él moriría con tal de protegerla, apretó sus parpados y con toda la fuerza cuerda que aún no dominaban sus instintos poco a poco alejo sus labios de la muñeca pálida de su pequeño hibrido.

Hyoga jadeaba intentando recuperar el aliento y el control, aquella había sido una experiencia llena de adrenalina, gratificante, excitante, Dios si tenía la oportunidad de volver a probar aunque sea una gota no dudaría en pelear por esa minúscula cantidad que lo había hecho vibrar, los guardias habían llegado presurosos, con claros deseos de destruirlos a ambos.

Alrededor de 15 hombres los rodearon, el rubio se levantó mientras dejo a Shun tendido en la fina hierva descansando, una sonrisa fanfarrona se adueñó de sus labios mientras una riza macabra le siguió -¿De verdad piensan que tienen oportunidad?- miradas horrorizadas y confundidas fueron la respuesta y antes de que hubiera otro sonido Hyoga ya estaba masacrando a cada uno de los guardias.

La noche había llegado sin problema alguno y Shun se encontraba cálido debajo de una manta de seda blanca aun con la camisola de la ejecución, sus parpados poco a poco se fueron abriendo con lentitud para encontrarse con un castaño acostado al borde de la cama, el peliverde sintió un leve mareo mientras se enderezaba, instintivamente dirigió una de sus manos a su frente, una inmensa jaqueca se hizo presente y fue cuando noto el vendaje en su muñeca, todo recuerdo regresaba brevemente a su memoria –Hyoga…

Seiya despertó al sentir los leves movimientos en el colchón, levanto su mirada encontrándose con un peliverde confundido –Despertaste… me alegro, ya me estaba preocupando- Shun parpadeo algo atontado y como si se tratase de un bebé buscando a su mama Shun comenzó a mirar por toda la habitación buscando a su salvador –Me imagino que buscas a Hyoga- su sonrisa de tranquilidad desapareció –Esta afuera… pero la verdad no te recomiendo verlo

-¿Por…que?

-Sabes… -Seiya soltó un suspiro resignado, no servía de nada explicarlo, quizá porque no se sentía capaz de lograrlo o consideraba que era mejor el que Hyoga lo hiciera por sí mismo –Bueno… digamos que no está en sus mejores momentos, no desea que lo veas así

-¡¿Esta herido?!- Shun de inmediato se levantó de la cama intentando correr a la puerta, sin embargo las piernas le fallaron sintiéndose aun débiles para sostenerlo

Seiya lo tomo por la cintura evitando que este callera –No, no lo está, solo esta…- Shun miro al castaño de manera alarmante, solo veía en su rostro inseguridad mientras que en su mirada se veía como pensaba con cuidado cada palabra –Deprimido…

-Por favor quiero verle… quiero agradecerle por salvarme, quiero preguntarle cómo se encuentra ¡Por favor!

Seiya le miro asombrado, aquella mirada la había visto antes, en él mismo, el castaño sabía exactamente por lo que Shun pasaba, sabía que significaba ese sentimiento de impotencia, ese sentimiento de muerte al no saber cómo poder ayudar al amor de tu vida, fue por eso que asintió –Vale… Pero te advierto, está muy alterado

Shun llego a la puerta con ayuda de Seiya, el castaño giro el pórtico y con cuidado abrió la puerta, dejando ver la luna llena en todo su esplendor alumbrando aún más que el propio sol y debajo de ese gran brillo estaba él, sentado en las escaleras de madera mirando la luna perdido en sus pensamientos, en sus recuerdos.

Shun se soltó amablemente del apoyo de Seiya y camino con tranquilidad hasta llegar a su espalda, este se arrodillo y los tomo por los hombros – ¿Hyoga…?

El rubio se giró con una mirada opaca y con los rabillos de sus ojos más que enrojecidos e hinchados por tantas lágrimas derramar –Shun… Los mate… simplemente los mate

Notas finales:

¡¿Que ocurrio con Ikki?!


¡¿Saori se dara por vencida?!


¡Descubran eso y más en el siguiente capitulo!


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