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Una promesa congelada por Miky15E

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Notas del capitulo:

¡Disfruten! 

—Yo… Yo no podré cumplir tu sueño porque soy estéril.


—¿Es eso? ¿Estás preocupado porque no podrás tener a nuestro bebé creciendo dentro de ti? —preguntó el pelinegro, separándose de su omega para voltearlo y obligarlo a que lo mirara cara a cara—. No estoy contigo porque espero un bebé. Estoy contigo porque te amo.


—P-Pero estabas ilusionado con la idea de ser padre —balbuceó el peliplata, quien sólo agachó la cabeza—. ¿No lo entiendes? ¡Ni siquiera sirvo para dar a luz a un niño!


—¡Viktor, ya basta! —exclamó sosteniendo a su novio por los hombros—. Cálmate, por favor.


—¿Calmarme? ¿Cómo quieres que me calme? Te arruiné la felicidad. Soy una basura y tú me dices que me amas. ¿Hasta cuándo? —Su voz titubeó en el último instante, rompiendo en llanto a los pocos segundos. Ése había sido su límite emocional—. N-No funciono. Nada en mí funciona.


—Tú eres la persona más hermosa que he conocido en toda mi vida. No me hagas esas preguntas tan dolorosas. ¿Crees que mi amor es así de frágil? —Soltó al mayor y se giró a su derecha—. Sé que es difícil que confíes en la gente, pero yo soy el hombre que te marcó. Yo soy tu alfa, Viktor. Este lazo que formamos no es producto de una noche desenfrenada. Nosotros nacimos para estar juntos —afirmó seguro de cada frase dicha y empezó a caminar hacia la puerta de la cocina, de donde salió y se encontró con Yurio espiando.


—¿Lo dejarás? —interrogó el rubio que no se atrevió a intervenir en la discusión de su padre y pareja.


—No, iré a refrescarme —anunció pasando de largo.


Yuuri era un chico muy paciente y no solía alterarse por cualquier detalle. Él prefería relajarse, aun si el mundo estuviera a punto de estallar en una guerra. No diría que sus nervios no lo traicionaban, pero lograba controlarlos a su manera.


Sin embargo, cuando estaba con Viktor y lo veía romperse de esa forma cruel, sus emociones colapsaban rápido. A veces era incapaz de comprender cómo un hombre con lujos, dinero y fama podía autodestruirse con unas simples palabras. Nadie pensaría que el gran Viktor Nikiforov utilizaba sus secretos para dañarse a sí mismo.


Su omega y el adulto empresario eran los dos lados opuestos de una moneda. El primero le temía a su alrededor, lloraba y se angustiaba, se escondía de las miradas de la sociedad y mentía. El segundo sobresalía, brillaba, se enorgullecía de su trabajo y de sus logros, le gritaba al universo entero que era un hombre inalcanzable, pero era una máscara que ocultaba dolor y tristeza; una imagen lamentable.


¿Quién era el verdadero Viktor? ¿A quién elegiría?


-n-


—¡Oh, Dios! —Chris ingresó a la oficina del jefe con ojitos centellantes y corrió a sentarse frente al peliblanco—. ¿Qué te hiciste? ¡Es sábado y tú vienes a trabajar! ¿Por qué desapareciste diez días? ¿Con quién follabas, cabrón?


—Estuve enfermo y no molestes o te echaré a patadas —bufó sin interrumpir la redacción de un contrato en su computadora portátil.


En realidad, no había asistido porque, después de su celo, la mordida de su marca no cicatrizaba y Yurio no le hablaba. No se dio cuenta de que el tiempo afuera avanzaba y se sumió en sus propios problemas. Gracias a ello, ahora tenía una pila de documentos por revisar y varias citas pendientes.


—No me creo tus mentirillas. Hueles diferente, ¿te enredaste con un omega? —Apoyó sus codos en el escritorio, entrelazó sus dedos y le sonrió a Nikiforov.


—Sí —asintió tragando saliva—. De hecho, yo…


—¡Jefe! —Ana, la secretaria, empujó la puerta y se apresuró hasta el peliplata—. El cartero trajo esto. No tiene remitente, pero el muchachito dijo que era de suma importancia. —Extendió un sobre amarillo muy sencillo en su mano izquierda.


—Gracias. —Agarró el paquete y en seguida lo abrió—. ¿Sigue el cartero aquí?


—Sí, jefe.


—Llámalo —ordenó y la secretaria se marchó, por lo que se dedicó a sacar unas fotografías de él y Yurio con JJ.


—¿Qué es? —cuestionó Giacometti al contemplar cómo el semblante amigable de Viktor se deformaba.


—M-Me está persiguiendo. —Aventó el sobre al piso y se levantó de su asiento—. Me está buscando.


—Oye, tranquilo. —Chris se reincorporó de un salto para intentar ayudar a su amigo, quien temblaba aterrado—. ¡Ana! —vociferó sin dudarlo.


—Se fue. —La mujer llegó cansada y exhalando grandes bocanadas de aire—. ¿Qué le sucede al jefe?


—Dile a su médico que venga —respondió ignorándola, pues su prioridad era el peliblanco que tiritaba y sudaba frío.


Transcurrieron tres largas horas hasta que Viktor recobró la conciencia. El doctor lo había sedado y, debido a ese incidente, Chris y Ana fueron informados de la naturaleza omega de su jefe. Al principio pensaron que era una absurda broma, pero Francis nunca carcajeó, así que les mostró la marca de la nuca, hecha por un alfa, y eso confirmó la noticia.


—¿Dónde estoy? —susurró observando a su alrededor.


—En mi consultorio —contestó Francis desde una de las esquinas de la habitación, fumando un cigarro—. Marqué a tu casa y no me atendieron. Supuse que no querrías que Yurio se enterara y le mandé mensaje a tu guardaespaldas—. ¿Recibiste un aviso de tu padre? ¿No te lo advertí? Si aceptas mi trato, desaparecerás de la faz de la Tierra y Yurio estará sano y salvo.


—Tengo alfa —musitó bajando de la camilla—. No te soy útil.


—Puedo deshacer la marca. —Apagó su cigarrillo y se avecinó con paso lento hacia el menor de los dos—. También puedo hacer que te acostumbres a mí.


—No te necesito —gruñó a la defensiva y retrocedió, topándose contra la camilla.


—Me necesitas, pero estás encandilado con ese jovencito al que envolverás en tus asuntos familiares. ¿Pretendes que lo maten? —Rodeó la cintura de Viktor con su mano derecha y con la otra lo sujetó del mentón—. Bueno, si lo matan me conviene porque ese dichoso lazo morirá con él.  


—No te metas con Yuuri —siseó, pero su médico únicamente rió.


—Yuuri se metió con mi precioso tesoro. Tú eres mío, yo soy tu salvador y deberías reconocerme como tu dueño. —Deslizó los dedos del mentón con dirección a la nuca de Nikiforov y enterró sus uñas en esa zona de piel.


—N-No, déjame —rogó en una súplica. Su marca ardía y se sentía débil, ni siquiera podía alejarlo—. ¡Francis!


—Si corto la maldición, ¿el lazo se destruye? —Eludiendo los lamentos del contrario, prosiguió a arañar la marca hasta hacerla sangrar—. ¿Por qué te enamoraste de un alfa? El destino no existe.


Francis Wood era un científico capacitado en diversas áreas de la ciencia, pero la mayoría de sus experimentos iban dirigidos a los omegas y alfas. Él se había graduado con excelentes calificaciones, lo que todos imaginaban de un alfa, pero su soberbia lo llevó a cometer errores que le costaron caro. El precio más grande que pagó fue el de transformarse en un beta y eso jamás lo olvidó.


—No soy el culpable de tu accidente —bramó Nikiforov, haciéndolo a un lado.


—Si todavía fuera un alfa, te habría marcado. —Tomó al peliplata del brazo y lo arrojó a la camilla—. Ese maldito tuvo suerte.


—Yo amo a Yuuri —aseveró forcejando para liberarse—. ¡Amo a Yuuri!


—¡No! El destino no existe y tú eres mío. —Se trepó a la cama, subiéndose encima del omega que trataba de huir—. Yo te encontré solo y te ayudé a ti y a tu asqueroso hijo.


—¡Suéltalo! —gritó Katsuki, quien enfureció al ver la escena que se desarrollaba delante de él—. ¡Infeliz! —Corrió hasta ellos y golpeó a Wood, quitándoselo a Viktor—. Vámonos —articuló y cargó a su novio sin esperar a que Francis reaccionara—. Ni se te ocurra tocarlo porque este hombre ya tiene a alguien que lo defiende —aseguró y dio la media vuelta. 

Notas finales:

Francis odia a los alfas porque él lo era antes y se convirtió en un beta por un accidente en su laboratorio. Debido a esto, también odia a Yuuri porque él sí pudo marcar a Viktor. 


 


¡Nos leemos el miércoles! <3 


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