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Una promesa congelada por Miky15E

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Notas del capitulo:

Primer capítulo de la semana; el siguiente será para el viernes o sábado. 


¡Disfruten! 

—Buenos días —saludó el peliblanco sentándose en la silla opuesta a su médico de confianza.


—Viktor, ¿qué te trae por aquí? —preguntó. Su espalda chocó con el respaldo de su asiento y miró fijamente a su paciente, quien tenía un semblante perturbado—. ¿Sucedió algo que deba saber?


—Los supresores dejaron de funcionar —murmuró desviando su atención al portarretratos de la derecha, aunque tampoco le interesaba—. Ayer me encontré con un chico y al llegar a casa devolví las pastillas. Tuve que inyectarme, pero los efectos sólo duraron dos horas o menos.


—¿Cómo te sientes hoy? ¿Tu celo regresó?


—¿Hoy? —replicó. Viktor no sabía qué responder, pues estaba seguro de que, si volvía a toparse con el pelinegro, su cuerpo no saldría corriendo. No, si ese estudiante era su pareja destinada, incluso le permitiría marcarlo—. Hoy siento que mi mente no está conectada con mis deseos.


—El celo no se completó porque te has medicado por años, pero supongo que las pastillas y la inyección no servirán con ese chico. —Suspiró al descubrir la única razón detrás de ese retroceso en su paciente—. Es tu pareja destinada.


—¡Eso lo sé, Francis! —exclamó frustrado. Toda la noche se desveló pensando en qué hacer o cómo actuar con ese desconocido que, tal vez, ya no vería más—. ¿Qué sigue? ¿Cambiarás la dosis?


—No, no lo haré —negó. El peliplata devolvió sus ojos al doctor, estaba confundido y se lo dejó saber al mayor con ese gesto—. ¿Dónde lo viste?


—En la universidad.


—¿Y por qué te alteras? —Rió aliviado. Viktor se comía las uñas por un encuentro que no ocurriría una segunda ocasión y hasta lo había preocupado—. ¿Te inscribirás a la universidad? ¿Tu hijo ingresó a la universidad? ¿No es claro? Continuarás con las dosis y pronto olvidarás a ese chiquillo.


—S-Sí —afirmó con la cabeza. ¡Cierto! ¿Por qué no se fijó en ello antes? Se había comportado igual que un verdadero tonto.


—Recuerda no ingerir más de tres pastillas al día y las inyecciones son de emergencia. No te excedas o habrá consecuencias —advirtió levantándose para despedir a Viktor—. Yurio tiene cita en una semana, tráelo sin falta.


—Gracias. —Se paró y dio la media vuelta rumbo a la puerta.


—Desayuna, come y cena. No te esfuerces innecesariamente, Nikiforov —sermoneó como un padre a su hijo.


Francis Wood era un médico reconocido a nivel mundial, pero además de ser un profesional muy capacitado en su área, también apoyaba a científicos que trabajaban en los supresores de los omegas. Dentro de los muchos proyectos inútiles que desechaba junto a su equipo, lograron descubrir un fármaco capaz de inhibir los síntomas del celo. A pesar de que había sido un éxito, las consecuencias en los experimentos resultaron de la peor manera.


Wood no se rindió e investigó el porqué de los fallos. Así, creó una píldora que no era perfecta, pero podía revolucionar al mundo. Sin embargo, sus colaboradores se retiraron y, justo en ese momento, conoció a Viktor Nikiforov; su rayo de esperanza y ratoncillo de laboratorio.  


En ese entonces, Viktor tenía dieciséis años y cargaba a un niño rubio pequeño. Ese pobre omega parecía un cadáver de lo flaco y enfermo que estaba, pero su hijo, al que protegía con garras y dientes, fruncía el entrecejo y le sonreía a su progenitor comiendo un pan barato. El omega era guapo, su apariencia destacaba y lo mejor, él sería el sujeto de pruebas.


Francis convenció al jovencito con lo que ellos necesitaban: ropa, techo, comida y educación para ambos. Y sí, quizás fue suerte o quizás mala suerte, pero Wood se encargó de registrarlos bajo el apellido de su difunta esposa y Viktor siempre se lo agradeció, incluso después de abandonar la residencia cuando el experimento fue perfeccionado transcurridos dos años.


Luego de ese encierro, su ratón se esfumó acompañado de su cría y sólo se reunían para intercambiar unas cuantas oraciones y supresores.


...


—¿Dónde te metiste? Te busqué por el campus y tú desapareciste. —Phichit se hallaba acostado en el mueble grande la sala editando una foto de él con un traje negro.


—Ah, lo siento. Me dolía la cabeza y fui a visitar a Yuko. —Se desplomó en el sillón individual, ubicado a la izquierda de su amigo.


—¿Cómo está? ¿Cuándo es la boda? —El beta bloqueó su celular con el fondo de un hámster color arena y le echó un vistazo a Katsuki.


—No hablamos de la boda —murmulló en voz bajita y exhaló una gran bocanada de aire. Esa señal era fácil de interpretar—. ¿Alguna vez has querido ignorar a una persona, pero no has podido porque la imagen de él reaparece en tus pensamientos?


—Ha sido una pregunta muy extensa —se burló riendo—. ¿Por qué? ¿Yuko y tú cruzaron la línea de la cama?


—N-No —balbuceó avergonzado, y no por imaginarse a su prometida en prendas reveladoras, sino porque su mente acababa de dibujar a ese hombre. Lo traicionaba y odiaba que le pasara esa clase de cosas absurdas.


—¿Y bien? ¿Por qué Yuu se sonrojó?


—¡Porque me masturbé pensando en él! —De inmediato se cubrió el rostro, sintiendo cómo los ojos de su amigo lo comían vivo—. Lo conocí ayer y mi corazón aún está palpitando excitado. No sé por qué me descompuso tanto.


—¿Era omega? —cuestionó en un tono lascivo, tratando de corromper la inocencia de Yuuri. ¡Por fin se interesaba en las necesidades del ser humano y no perdería la oportunidad! —¿Era lindo?


—¿Lindo? —Apartó sus manos y, sin querer observar a Phichit, asintió—. Era guapo y sus ojos azules brillaban intensamente, como si pudiera hundirme en dos lagos y… —se acalló entreabriendo sus labios—, él era hermoso.


—¿No deseas romper tu compromiso con Yuko? —Carcajeó inundando la sala con el sonido de sus risas alegres—. ¡Dios, Yuuri! ¿Eres tú? ¡Mi Yuu nunca hablaría de otro hombre con adjetivos que lo avergüencen!


—¡Es que…! —titubeó esbozando una sonrisa de oreja a oreja y volvió a resoplar. ¿Es una adolescente enamorada o qué? —Es que no lo entiendes. —Se atrevió a encarar al beta que lo observaba emocionado—. Mi cuerpo reaccionó al instante y sentí que… ¡Ay, olvídalo! Estoy actuando estúpidamente.


—No, de hecho, me gusta que seas abierto con tus sentimientos. —Se levantó del sofá y caminó hacia Yuuri. Estando delante del pelinegro, se arrodilló—. Tú no demuestras tus emociones y que ese extraño te haya desbarato así, ¡wow! ¿Por qué no me lo presentas para darle un trofeo?


—No es un estudiante y yo estoy comprometido —recalcó alzando el dedo anular izquierdo, en donde destellaban unos brillos plateados.


—¿Qué hay de las parejas destinadas? ¿No crees en ellas? ¿Y si él es tu destinado? —Yuuri tembló al oírlo. También había pensado en eso, pero era imposible porque los dioses no estaban de su lado.


—Como sea —musitó empujando al moreno sin lastimarlo y se reincorporó—. Cenemos y vayamos a dormir.


—No dejaré de molestarte con el sensual omega del que te enamoraste —reiteró divertido y persiguió a Katsuki.


—Te darás por vencido cuando me case con Yuko —contratacó entrando a la cocina para prepararse un licuado de frutas.


—Dime, ¿lo escuchaste conversar? —Insistió y Yuuri se arrepintió de haberle contado sus secretos. Ahora no se lo quitaría de encima.


—Phichit, ya basta.


—¿Te lo quieres follar?


¿Fallárselo? ¡Joder, había soñado con esa escena, pero claro que no se lo confesaría! 

Notas finales:

En el capítulo anterior cometí un error con los diálogos de Yurio y Viktor, pero ya lo solucioné. A veces leo y leo, pero no me fijo bien. xD 


En fin, este capítulo es algo revelador en cuanto a lo que oculta Viktor. Pensé en escribir que era omega hasta la mitad del fanfic, pero creo que ya se daban una idea clara y no quise seguir alargando ese tema porque Viktor es una cajita de secretos. 


Gracias por continuar leyendo y comentando. ¡Nos leemos pronto! <3


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