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Una promesa congelada por Miky15E

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Notas del capitulo:

Utilizo dos marcas en mis historias, así que las explicaré: 


... = significan cambios de escena en un mismo día. 


-n- = significa un cambio de fecha, que puede ser de un día, una semana, un mes o años. Especifico la fecha cuando es importante, pero si es irrelevante no lo hago. 

Viktor se encontraba sentado en una silla negra giratoria muy cómoda, elegida por él porque debía ser como un trono. En sus manos tenía unas carpetas con contratos y delante de él, encima de su escritorio, su computadora portátil parpadeaba a punto de bloquearse. A su izquierda había un portarretratos plateado con la foto de un niño pequeño gruñón comiendo un helado y a su derecha el teléfono inalámbrico empezó a sonar, por lo que contestó de inmediato.


—Creí que te habías olvidado de mí —murmuró dejando los papeles en la mesa.


—¿Olvidarme de ti? ¿Eso es posible? —preguntó sarcástico. Viktor esbozó una enorme sonrisa al oírlo, pues ahora podía estar seguro de que su vida no había sido difícil—. ¿Qué necesitas?


—Yo no, mi hijo sí. —El sujeto al otro lado dejó ir una bocanada de aire a causa del asombro—. Es una historia larga, pero quiero contratar tus servicios a tiempo completo.


—¿Cuidaré a un príncipe igual a ti o a una princesa?


—Supongo que es una princesa en el cuerpo de un príncipe. —Carcajeó recordando a su rubio niño, o bueno, el niño en etapa de desarrollo que le provocaba tantos problemas.


—Si es así, estaré llegando dentro de dos días. Mándame tu dirección y yo me encargaré de adiestrar a tu fiera —aseveró. El peliplata encendió su computadora y tecleó su contraseña.  


—Bueno, mucha charla. Nos vemos en dos días, JJ —se despidió y colgó a los pocos segundos.


-n-


—¿Tienes clases? —Yuuri interceptó a Phichit en el pasillo de la entrada mientras descolgaba su mochila del perchero.


—No, pero ayer me asignaron a un estudiante. Seré tutor privado —le informó radiante. Hoy su humor estaba por los cielos porque finalmente uno de sus sueños se cumpliría: ser maestro—. ¿Y tú?


—Voy a comer con Yuko en la tarde —musitó abriendo la puerta, misma que su amigo cerró con llave.


—Entonces acompáñame. Las tutorías duran tres horas y de ahí te doy un aventón a casa de Yuko, ¿sí? —Miró al pelinegro con ojitos suplicantes, ésos a los que sabía no se resistiría ni queriendo.


—¿Tengo elección? —Resopló bromeando y continuaron avanzando hacia el elevador.  


Los dos jóvenes bajaron por el ascensor y se metieron al automóvil. Y claro, Phichit manejó quince minutos hasta estacionarse cerca de un edificio de apartamentos modernos. Ambos chicos se quedaron boquiabiertos al entrar al condominio y maravillarse de lo hermoso que era, como un palacio en donde los ricos gobernaban en la época actual.


El interior de ese palacio brillaba en cada esquina y parecía estar hecho de oro puro con candelabros de diamantes y tapices bañados en cobre. Incluso las plantas de adornos, que ni siquiera eran naturales, relucían en ese espacio grande. Los muebles de la recepción eran de piel negra y combinaban a la perfección con los detalles dorados de las paredes. ¿Qué persona podía pagar esos lujos?


—¿Las clases son gratis? —cuestionó Yuuri dentro del elevador, que estaba construido con vidrio grueso.


—S-Sí —balbuceó fantaseando con vivir en ese sitio algún día, cuando sea millonario o se gane la lotería.


Luego de haberse extraviado en los pisos y haber pedido ayuda, los dos se pararon frente al número 102 y presionaron el timbre un par de veces hasta que un chiquillo de melena rubia y mirada enardecida los recibió.


—¿Por qué vienes con ése? —Señaló fulminando a Katsuki con la vista y Phichit tembló sin saber qué decir—. Mi viejo me habló de ti, pero no de él.


—E-Es mi amigo —tartamudeó, atrayendo la atención de su alumno—. Él es Yuuri Katsuki y yo soy Phichit Chulanont.


—¿Qué? —replicó estallando en risas—. ¿En serio es tu nombre?


—¡Soy extranjero, niño! —exclamó intentando detener las risillas de su estudiante, que ni lo respetaba.


—Sí, no me interesa —bufó y se dio la media vuelta. Los recién llegados ingresaron persiguiendo al menor, quien los condujo a una sala muy ordenada con sofás y componentes electrónicos de último modelo.


Si el exterior los había dejado pasmados, el apartamento de la familia Nikiforov los hizo tragarse sus palabras. Los sillones hacían juego con la mesita de vidrio del centro y los estantes con libros, las paredes estaban pintadas en tonalidades claras de beige, el comedor de ocho piezas era negro con detalles dorados, las lámparas con diminutos focos colgaban del techo y al fondo a la izquierda se veía otro pasadizo, en donde deberían ubicarse las habitaciones. A la derecha se hallaba la cocina, que también estaba equipada con todo lo necesario e innecesario para cocinar cualquier alimento o preparar una bebida con alcohol. Y lo que destacaba e iluminaba era el ventanal con puertas corredizas que conectaba a un balcón. Lo de afuera no era oro puro ni diamantes, sólo una pobre imitación.


—¿Está bien la sala o prefieren el estudio? —murmulló Yurio sin percatarse de que sus no invitados rebuscaban algún defecto en su hogar.


—La sala es bonita… —articuló Phichit—, es decir, está bien aquí.


—Iré por mis útiles y esas cosas —avisó retirándose y, al contemplar que entraba a uno de los cuartos, los mejores amigos intercambiaron titubeos y risitas vergonzosas.


Gracias a los amplios conocimientos de Phichit y a que enseñaba de una manera didáctica, las horas trascurrieron con los tres individuos sentados en el piso alrededor de una mesa. Yurio no tenía muchas dificultades para aprender, por lo que se acostumbró rápido al ritmo de su nuevo maestro y de su acompañante, que en momentos también le explicaba unas fórmulas matemáticas. Estaban tan inmersos en el estudio, que ni habían escuchado el ruido de la alarma desactivándose en la entrada, hasta que unas llaves cayeron al piso y los asustó.  


—Viejo, ¿qué te pasa? —Yurio agarró un borrador y se lo lanzó a su padre, que todavía no reaccionaba.


—P-Perdón, es mi culpa. —Desvió sus ojos rumbo a su hijo antes de que lo traicionaran y se encontraran con el pelinegro que ya lo devoraba con la mirada—. ¿Ellos son tus tutores? Creí que sería uno.


—Yo no soy tutor. —Yuuri se levantó al observar que ese perfecto hombre comenzaba a marearse y a tambalear—. ¿Se siente mal?


—¿Quieres tus pastillas? —Yurio también se reincorporó y en seguida se marchó corriendo a la recámara de su progenitor.


Viktor había jurado no toparse con su alfa, pero el destino jamás estuvo de acuerdo. Por el contrario, Yuuri se acercó y, deshaciéndose de su fuerza de voluntad, sostuvo al peliplata de los brazos y casi lo obligó a verlo. ¡Y joder! Tocarlo no se comparaba a imaginárselo desnudo o jadeando debajo de él.


Un simple roce significaba demasiado y ellos lo sabían; estaban conscientes de las emociones que empezaban a desbordarse en sus cuerpos. Sus sentimientos los consumían, y era tan lento, que ardía y ansiaban más contacto y menos ropa; piel con piel, boca con boca. Viktor aún trataba de resistirse, pero sus piernas se doblaban y los latidos de su alocado corazón lo delataban ahí. Él, sí, él era su pareja destinada y ya no había ninguna duda.  


Se deseaban y se lo comunicaban sin expresarlo. Debían estar juntos para siempre porque Viktor Nikiforov y Yuuri Katsuki estaban unidos por un lazo forjado por años y años, aunque no conocían la existencia de ese pasado. Sin embargo, el presente los había reunido con un propósito y sin importar cuántas luchas necesitaban perder, sus vidas permanecerían entrelazadas. Ellos no eran dos, eran uno.


—Soy Yuuri Katsuki.


—Soy Viktor Nikiforov.


En ese instante y sin que se enteraran, sus corazones brincaron y palpitaron al unísono. Era extraño, pero sentían cómo vagaban hacia un mundo en el que eran los únicos supervivientes. Nadie los hería, nadie aplastaría sus deseos de entregarse al otro y nadie los separaría.


Ésa era su promesa eterna.


—Viejo, ¡responde! —vociferó Yurio interrumpiendo esos gloriosos minutos—. ¿Qué les sucede?


—Lo siento —Yuuri fue el primero en distanciarse del peliblanco para que el rubio se interpusiera y le entregara un botecito a su padre.


La mañana finalizó con un Phichit dispuesto a castigar a su alumno por la falta de respeto cometida hace un rato, así que le ordenó realizar distintas actividades. Mientras tanto, el pelinegro y Viktor no disimulaban la atracción que emergía y chispeaba al cruzar sus ojos o al sonreírse, aun estando alejados por unos metros.


—¿No quieren quedarse a almorzar? —preguntó el mayor de todos. Yurio no comprendía por qué su padre actuaba de esa forma, si a él ni le gustaban los desconocidos.


—¿Cocinas? —dijo Katsuki emocionado. Descubrir aspectos y facetas de ese hombre que lo traía loco y con las hormonas alborotadas le fascinaba.


—No soy un excelente cocinero, pero me sé defender —se paró del mueble y con una seña le anunció que lo siguiera—. ¿Cuántos años tienes, Yuuri?


—Diecinueve. —Nikiforov se abrió paso en la cocina, donde fue al refrigerador y sacó una jarra de limonada—. ¿Puedo saber tu edad?


—¿Cuántos me calculas? —Se giró para jalar dos vasos del escurridero y sirvió en éstos el líquido contenido en el recipiente.


—Eres padre de un adolescente, ¿el señor Nikiforov localizó la fuente de la juventud? —Viktor se relamió los labios, un gesto que el pelinegro interpretó como un inocente coqueteo y del cual disfrutaba.


—¿Quizá? —Deslizó el vaso de agua por la encimera y le regaló una hermosa sonrisa—. Soy un viejo pervertido y tú eres el joven que está con este pervertido.


—No te considero viejo. —Ignorando el vaso, caminó hasta Viktor y se le plantó enfrente, comiéndolo con una mirada sugestiva que ni él mismo entendía—. El señor Nikiforov es un hombre que define a la belleza.


—Yuuri… —susurró en un suave canturreo—. Yuuri es muy educado.


—Yuu, nos vamos. —La voz de Phichit los hizo volver a la realidad y sólo rieron, cómplices de ese amor que surgía entre ellos.


—Adiós, señor Nikiforov.


—Regresa pronto, Yuuri. —El peliblanco no lo dejaría fugarse tan fácil, así que sujetó el mentón de su alfa y depositó un casto beso en la comisura de su boca—. No te olvides de mí.


El menor salió a reencontrarse con Phichit, que lo esperaba con la típica cara de: ¡quiero saberlo todo! Todavía no se iba y ya lo extrañaba. Sin ser novios o amigos, sin siquiera descifrar sus sentimientos, sus labios quemaban por ese leve contacto. ¿Qué sería de él si sus manos recorrían esa piel blanquecina? 

Notas finales:

Este fanfic contendrá tintes Pliroy, es decir, habrá escenas románticas entre JJ y Yurio. Más adelante, en otro fanfic, escribiré Otayurio porque esa pareja también me fascina, pero esta vez la balanza se inclinó por el rey. Espero no llegue a ser un inconveniente para ustedes y sigan leyendo. 


 


¡Nos leemos pronto! <3


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