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Una promesa congelada por Miky15E

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Notas del capitulo:

Casi siempre actualizo en la madrugada porque sufro de insomnio uvu. 

 

 

 

¡Disfruten!

Su dedo índice derecho había oprimido el timbre hace un minuto, pero parecía que el tiempo transcurría muy rápido. Era eso o sus nervios que lo estaban carcomiendo vivo por haber venido a la dirección de Phichit a investigar por Yuuri. ¿Cómo se excusaría? ¿Qué le diría a ese moreno con tal de obtener una pista de su alfa?

 

Y antes de que se desmayara a causa de las preguntas que atacaban su despistada mente, la puerta fue abierta por quien menos esperaba. Bueno, sí lo deseaba, pero era una sorpresa que los dioses lo hayan escuchado.

 

—¿Viktor? —Balbuceó entreabriendo la boca—. ¿Qué haces aquí?

 

—¿Tú qué haces aquí? —Contratacó evadiendo la pregunta de Katsuki.

 

—¿Yo? Yo vivo en este apartamento con Phichit —dijo aún aturdido.

 

En ese veloz segundo, el peliblanco sintió que su alma y espíritu abandonaban su cuerpo. ¡Genial! ¿Qué más sigue? Él se hallaba ahí, enmudecido y sin saber qué carajos decir porque no tenía un pretexto que justificara sus actos.

 

—Perdón, es tarde. —Agachó la cabeza. Estaba acorralado y se lo había ganado por desesperado—. Me voy —avisó dándose la media vuelta, casi huyendo.

 

—Detente. —Yuuri lo tomó del brazo y lo obligó a parar sus torpes pasos—. ¿Necesitas algo de Phichit?

 

—Sí, es decir, no. —Se mordisqueó el labio inferior rogando para que esa escena vergonzosa finalizara—. Me equivoqué. —¿En serio? ¿Equivocado? ¡Qué tontería! ¿No pudo inventarse una excusa más creíble?

 

—¿Quién es? —La voz de una chica interrumpió ese pequeño interrogatorio sin sentido. Yuuri soltó a Viktor y éste se volteó para observar a la mujer que se asomaba detrás del pelinegro.

 

—Es el padre del alumno de Phichit.

 

—Oh, ¿por qué no dejas que pase? —Empujó a Katsuki a un costado y jaló a Viktor de la mano izquierda—. Vamos, vamos —canturreó emocionada arrastrando al mayor de regreso al comedor—. Tenemos invitados, Phichit.

 

—¿Quién? ¿Quién? —El recién mencionado salió de la cocina con dos platones de palomitas, cacahuates y frituras—. ¿Señor Nikiforov?

 

—Es un mal entendido. —El peliplata se liberó del agarre de la jovencita y suspiró resignado—. Venía porque iba a pedirles a los dos que continuaran yendo a las tutorías.

 

—¿A los dos? —replicó Yuuri, quien se colocó enfrente de Viktor.

 

—Sí —asintió—. Yurio no está asistiendo a clases en una preparatoria y no quiero que se atrase. Pensé en contratar a maestros profesionales, pero su carácter no es fácil de manejar. A pesar de eso, con ustedes estuvo tranquilo y noté que sus niveles académicos son perfectos para la educación de mi hijo, así que, si no es una molestia… ¡Por favor!, quiero que vayan los dos.

 

Definitivamente, los discursos que no se planeaban ni se practicaban eran los mejores. Nadie dudaría de su palabra porque cualquiera concluiría que es un excelente padre y que sólo busca lo más beneficioso para su preciado hijo.

 

—Por supuesto que son unos profesores talentosos. —Rió la chica propinándole un codazo al pelinegro—. No por nada mi Yuu es mi prometido, ¿verdad?

 

Viktor tragó saliva y miró a Yuuri en seguida, como si al toparse con sus preciosos ojos negaría esa confesión. Sin embargo, Katsuki desvió su vista a la mujer de su lado y le sonrió confirmando a su vez el temor de Nikiforov. Era el momento de marcharse, conducir a su casa y encerrarse a gritar o llorar, incluso a insultarlo por haberlo ilusionado.

 

No, Yuuri jamás lo ilusionó. Él se había ilusionado porque era un idiota. ¿Quién en su sano juicio permitiría que ese alfa anduviera soltero? Sí, era obvio que no sería correspondido. ¡Ya! Una sonrisita de despedida, un vago saludo y todo se habrá arreglado.

 

En las tardes no llegaría temprano para no encontrarse con ellos. Se tomaría sus supresores por las noches, le engañaría a su Yurio y la vida lo golpearía por esas mentiras, pero estaba acostumbrado. Ése es su destino. Fue un estúpido al creer que cambiaría sólo porque su pareja destinada apareció.

 

Es más, él ni era un omega. Él era un alfa. Fin de la historia y fin de ese fugaz, absurdo y odioso coqueteo.

 

—Felicidades. —Murmuró esbozando una sonrisa falsa, las cuales eran habituales en su día a día—. Me retiro. Tengo un hijo cocinando y un amigo en casa. —Se giró y caminó hacia la entrada del lugar, siendo perseguido por Yuuri—. Si no puedes ir, no te preocupes.

 

—¿No quieres que vaya por mi prometida? —Viktor abrió la puerta y Yuuri lo sacó para encargarse de cerrar—. Yuko es una amiga de la infancia y mis padres me comprometieron con ella.

 

—Hm, ¡qué interesante! —exclamó sarcástico—. ¿Por qué me cuentas tu relación con esa chiquilla? ¿Tú y yo somos amigos? ¿Acaso no me enteré de que éramos novios o algo parecido? ¿Sabes? Le diré a Ana que revise los correos electrónicos porque se extravió la información.

 

—¿Qué hay de tu amigo? —Bufó Yuuri cruzándose de brazos—. ¿Por qué te enojas de repente si no somos ni amigos?

 

—¿Por qué te molesta mi amigo? Nos conocimos hace poco y te sientes con el derecho de interrogarme sobre mis amistades. —El pelinegro no lo soportó más y sujetó a Viktor de los hombros para voltearlo.

 

—Estoy celoso, ¿y qué? Hace poco no sabía que podía m-mastu… —Tartamudeó y prefirió silenciarse, pero sus mejillas se colorearon de un intenso rojo carmesí, delatándolo.

 

—¿Te masturbaste pensando en mí? —Carcajeó feliz, aunque Yuuri no había terminado la oración por pena—. Y yo creyéndome el pervertido.

 

—C-Cállate, Nikiforov. —Apartó sus manos del peliblanco y frunció los labios, formando una tierna mueca—. Tú tienes la culpa porque eres muy hermoso y no dejo de soñar contigo.

 

—Oye, eso suena a declaración, Yuuri —siseó acercándose al oído izquierdo del contrario—. Nos estamos declarando y no hemos tenido citas ni un besito.

 

—¿Pero me dirás quién es tu amigo? —Lo encaró con una mirada seria, misma que para Viktor resultó ser una muestra de celos.

 

—Se llama Jean Jacques Leroy o JJ. Él será el guardaespaldas de Yurio durante un lapso de tres o cuatro meses, tal vez más. —Katsuki sostuvo el mentón del mayor. ¿Por qué necesita a un guardaespaldas? ¿Están en peligro? —Yuuri, nada me sucederá. Soy precavido y ya.

 

—¿Seguro? No quiero que te lastimen. —Deslizó sus dedos encima de la suave y tersa piel de Viktor y acarició su mejilla—. No sé qué me pasa, pero cuando te veo, mi corazón tiembla. Siento que no puedo estar separado de ti o enloquezco.

 

—¿Y estás comprometido con esa clase de sentimientos hacia otro hombre? —Rió burlándose y depositó un beso en la punta de la nariz del pelinegro—. Soy problemático, infantil, millonario y extremadamente guapo. ¿Me aguantarás?

 

—Si me concedes unas horas a solas y si dejas que yo te enamore… —Se acalló para unir sus labios con los de Viktor, quien enrolló sus brazos alrededor de la cintura de Yuuri.

 

El menor palpó esos delicados labios que le fascinaban. No erró al imaginarlos tan cálidos y deliciosos en sus fantasías porque lo eran; eran hechos por los dioses, al igual que sus ojos azules y su escultural cuerpo. Ni mencionar a su redondo trasero o babeaba. Viktor Nikiforov debía ser un pecado, como la manzana prohibida de Adán y Eva.

 

Yuuri metió su lengua en el interior de la cavidad bucal del peliblanco y saboreó la sinhueso de Viktor, entrelazándola en una danza apasionada que ninguno deseaba ganar. Se degustaron y recorrieron milímetro a milímetro como si sus existencias dependieran de ello. No querían perderse de algún detalle porque ese beso significaba más que un roce o un intercambio de saliva. Ese contacto natural en los humanos les transmitía cuánto se deseaban y cuánto esperarían hasta que fuera insuficiente.

 

—Me gustas mucho, Viktor.  

 

—Yuuri, ¿te gusto siendo un alfa? —Cuestionó sin evitarlo. Él era omega, pero quizá al decírselo, el pelinegro se decepcionaría.

 

—Que seas un alfa o un beta es irrelevante. —Nikiforov exhaló aliviado, quitándose un peso que le estorbaba—. Mis padres optaron por casarme pronto porque Yuko es una amiga, pero si te presento con ellos podré romper mi compromiso. La situación sería diferente si fueras omega, pero no lo eres, Viktor. No te angusties.

 

—¿Diferente si fuera omega? —Retrocedió tiritando y al borde de las lágrimas. De un instante a otro le habían destrozado su mundo entero con Yuuri. ¿Y únicamente por ser omega?

 

—Es que mis padres no quieren que me case con un omega por la condición de ellos. Ya sabes, los omegas no tienen control de sus acciones —murmulló sin entender el porqué del distanciamiento de Viktor—. Ah, ¿tu hijo es omega?

 

—S-Sí, lo es, pero él… —Negó con la cabeza—. Lo siento. Te veré mañana. —Se despidió y corrió a través del pasillo.

 

Subió al ascensor que lo llevaría a la planta baja y se arrodilló llorando. Sus lágrimas impactaban contra el suelo sin cesar mientras anhelaba haber nacido como un maldito alfa o un beta, porque hasta un beta tendría más posibilidades de estar con Yuuri, pero ¡no! Viktor no era ni beta ni alfa, él era un simple omega que suprimía sus impulsos.

 

¿No podía la vida regalarle felicidad sin cobrársela? Primero tuvo que vivir excluido por años en un sitio en donde no lo quería ni su papá; después de que su estudio arrojara que era omega, su padre se encargó de echarlo a la calle y casi lo asesinan con Yurio en una estación de trenes. Sufrió y lo hizo sintiéndose una mierda, pero lo soportó por su hijo. Necesitaba estar bien por su niño rubio y eso había hecho.

 

Construyó una enorme mentira con muros débiles que podrían caerse con un resoplido y adornó esa mentira para hacerla bella ante la inocencia de Yurio, pero ahora que trataba de pensar que Yuuri lo amaría, lo rechazaban por ser omega. Pasado o presente, siempre sería marginado por su condición.

 

—Listo. —Se reincorporó al aterrizar en el piso uno y limpió la humedad de sus cachetes—. ¿Compro la cena?

 

Viktor salió del elevador y del edificio. Estando en el exterior, inhaló grandes bocanadas de oxígeno y sonrió. Fuerte y valiente por Yurio, por su hijo. Además, disfrutar un rato con Yuuri no sería dañino.

 

-n-

 

—Huele a tocino y pan tostado o quemado. —Olisqueó un JJ hambriento contemplando a Nikiforov.

 

—Es pan tostado, JJ. —Carcajeó acomodando una tira de tocino en el sartén con aceite caliente—. Despierta a mi tigrito sin que lo asustes o lo enfurezcas, ¿quieres?

 

—Sí, lo haré, pero… ¿A qué hora llegaste ayer?

 

—Supuse que ustedes habían cenado y me fui a beber con Chris. ¿Por qué? ¿Yurio preguntó por mí? —Agarró la espátula de plástico y le dio la vuelta al huevo.

 

—La princesa sabe de tus andadas nocturnas, pero tú estás marcado con un cártel pegado en la espalda y él no tardará en cazarte, Viktor. ¿Qué crees que le harán a Yurio?

 

—Sé que no lo lastimarán porque tú lo cuidas. 

Notas finales:

No tengo internet e intento sobrevivir con datos, pero no lo lograré porque se me están agotando. ;A; Espero y vengan pronto a arreglar el problema con el internet, por lo que actualizaré el fin de semana. 

 

 

 

¡Nos leemos en unos días!

 

 

Gracias por continuar leyendo esta historia y por comentar. :'D


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