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AM/ARTE por Strawberryloveless

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Notas del capitulo:

Renata decide compartir por primera vez como se enamoro de Luisa, sin saber que su historia sera pieza clave para que su pareja deje de dudar. La comunicacion siempre es fundamental.

Capítulo 2: El arte de amarte

 

— No comprendo ¿a qué te refieres? ¿tratas de decir que fue a propósito? 

 

Ella suelta una carcajada y corre en prendas menores hasta el sillón, sentándose cómodamente. Lanza el plástico vacío por los aires, en dirección al bote de basura junto a la puerta, y encesta. Cuando vuelve a verme, su rostro desborda esa expresión. Está llena de excitación, como cuando tiene ganas de molestarme.

 

— No te diré — suelta. 

— ¿Por qué no? — la miro atenta y sé lo que está por decirme. No se rinde. 

— Ven aquí — ordena, pues sabe que ha logrado ponerme curiosa respecto al tema. 

No lo pienso mucho, camino lentamente hasta el sillón y ella me mira de arriba abajo mientras me desplazo. 

 

Me planto frente a sus pies y tomándome de ambas manos, Renata inmediatamente me atrae hacia su cuerpo, sentándome sobre sus piernas desnudas. Luego deja descansar sus manos sobre mis caderas y la parte alta de mi trasero. No dice nada, simplemente se limita a observarme.

 

— Dime — insisto tratando de mantener la concentración — ¿Fue una farsa? 

— Podría decirse — se limita a responder y yo pongo los ojos en blanco. 

— No pienso jugar si esas van a ser tus respuestas.

 Exhalo con fastidio y me incorporo dispuesta a levantarme de su regazo, pero ella me jala de nuevo, tumbándome en un dos por tres bajo su cuerpo y abrazándome con fuerza. 

Pesa más de lo que recordaba.

— No te estoy preguntando — espeta. 

— Ren…

Su beso interrumpe mi oración.

— Es curioso pero… — comienza a hablar entre besos — En Arte — sus manos bajan hasta los botones de mi camisa de mangas cortas, desabrochando con rapidez — Nunca fui la mejor de la clase — ella me lame los labios antes de introducirme la lengua una vez más a la boca — Tampoco me gustaba del todo.

Ella separa momentáneamente nuestras bocas y un hilo de saliva la acompaña, pero se rompe en cuestión de segundos. La miro embelesada mientras trato de entender lo que dice.

— Sin embargo, no era tan mala como crees — me vuelve a besar con profundidad y cuando se aleja, aprovecho para tomar la palabra.

— ¿Por qué tenemos que hablar de esto así? — pregunto entre cortada a causa de sus besos. 

— Es tu castigo.

Responde sin rodeos y yo arqueo una ceja interrogante.

— Por dudar de mi amor. 

Abro la boca llena de asombro.

— Ya te dije que solo fue un momento de debilidad. 

— No me importa — vuelve a besarme, robándome el aliento por completo — Dudaste, así que ahora te daré una prueba de mi amor.

— ¿De qué hablas?

— Te haré sentir lo mucho que te amo mientras te cuento como me enamoré de ti, así que pon atención porque no pienso volver a repetirlo después.

Pienso que será difícil hacer ambas cosas al mismo tiempo, sin embargo prefiero acceder a su “castigo” y me dejo llevar por sus manos, la suavidad de su piel y el calor de su cuerpo. 

 

Ella me quita la blusa de botones y la deja caer al suelo, mientras su boca explora la mía detalladamente. Sus manos pasan a mi espalda y en un dos por tres, el sostén le hace compañía a la prenda anterior. Su hábil lengua desciende hasta mi cuello y se me eriza la piel cuando sus manos toman mis pechos en un solo movimiento. 

 

La escucho hablar, su boca pronuncia un sinfín de palabras, contando y haciendo énfasis en las partes más importantes de la historia. El silencio reina cuando ella clava la vista sobre mis senos y sus manos no pierden el tiempo, ya que comienzan a masajear con maestría y delicadeza. Cuando sus ojos vuelven a los míos su mirada está llena de deseo, pero su boca continua relatando. 

 

— ¡Ahh! ¡Renata!

 

Sus manos aprietan y sueltan mis senos infinitas veces mientras ejerce presión en mi entre pierna con su rodilla, y yo decido que es momento de actuar. 

Dirijo mis manos hacia la parte de atrás de su cuerpo y suelto el sujetador. Sus enormes pechos caen al instante, tambaleándose frente a mi rostro y ella parece sorprendida.

 

— Veamos si tú también puedes hacer ambas cosas — la reto.

 

Ella sonríe desafiante y yo tomo sus senos entre mis manos, acercándolos hasta mi boca para comenzar a lamer. Rozando apenas la punta de sus pezones, la escucho gemir por primera vez y casi al instante, noto como su cuerpo empieza a reaccionar. Renata me mira ardiendo de deseo y une inmediatamente sus labios a los míos, besándome con incluso mucha más pasión y urgencia que antes, mientras correspondo fogosamente al demandante beso. 

Poso mis manos sobre su trasero aún cubierto por su encaje negro, masajeando y apretando la abultada piel de sus glúteos. Sus labios atrapan mi lengua y ella succiona con fuerza moviendo la cabeza de arriba hacia abajo, incrementando la humedad en mi entrepierna. La comisura de mi boca desborda en saliva y ella no ha soltado mis pechos ni un segundo. Cuando se separa, veo que se lame los labios, deseosa. 

 

Su cabeza comienza a descender hasta donde sus manos continúan masajeando mis pechos y el flequillo de su frente me hace retorcer de placer durante el recorrido. Toma con firmeza mis senos entre sus manos y lame, succionando y chupando por completo cada uno de ellos, empapando la piel desnuda e irguiendo mis pezones como consecuencia. 

 

Una vez que se ha asegurado de que no se le ha escapado ni un pedazo de piel en ellos, continúa camino abajo, en línea recta hasta mi ombligo. Introduce la lengua en el hueco y sus manos descienden hasta mis caderas, posicionándose en el borde de la segunda prenda. Su cuerpo se hace a un lado para poder sacar la falda por debajo de mis pies, dejándome únicamente con las bragas puestas, mientras su boca continúa descendiendo poco a poco. Me llena de besos durante el recorrido hasta mi vientre, y en momentos vuelve a lamer los alrededores. Sus manos me tocan sutilmente, pareciera que solo rozara mi piel pero el contacto es tan placentero, que me eriza el cuerpo entero. 

 

Finalmente su boca llega al punto débil: mis caderas. 

 

Renata comienza a bombardear de besos toda la zona y pierdo el control. Sus juegos previos me han puesto mucho mas sensible de lo normal. Se incorpora aparentemente satisfecha y me mira fijamente.

 

— Espero que estés poniendo atención a la historia .

 

Es verdad. Por un minuto he olvidado que ella no ha parado de hablar desde que comenzamos y aunque he estado escuchando, no estoy segura de haber prestado suficiente atención a sus palabras.

 

— Claro que si — digo tratando de sonar convencida. 

— Bien, entonces sigamos — anuncia sonriente mientras desliza la única prenda restante por mis piernas, hasta que cae al suelo. 

 

Su negra noche analiza mi cuerpo rápidamente de arriba abajo. Estoy completamente desnuda y a merced suya. En cuestión de segundos la veo lamerse los labios. Me desea, y aunque lo hemos hecho dos veces esta mañana, al despertar y en el camerino, Renata nunca tiene suficiente, y yo tampoco.

 

Se acerca y sus labios encuentran los míos por octava ocasión. Siento sus pechos tocarme, sus pezones rosarse y hundirse contra los míos, mientras nuestras lenguas bailan, empapando nuestras comisuras y aniquilando el oxígeno en nuestros pulmones. 

Renata se separa para respirar y de pronto, una de sus manos invade mi entrepierna, haciéndome gemir de sorpresa. 

 

— Estás lista — me dice complacida al notar lo mojada que estoy.

 

Sin darme si quiera tiempo de decir algo, mi clítoris comienza a ser hábilmente masajeado en círculos, y yo siento que mi cuerpo está ardiendo. Se me nubla el juicio y aunque procuro poner atención a su historia, ella no parece tener problemas para hacer ambas cosas. Sonríe cuando mis caderas se comienzan a menear al ritmo marcado por sus manos y la carga eléctrica en mi vientre anuncia que no tardaré mucho en correrme, pero no quiero hacerlo, no todavía. 

 

— ¡Renata! — gimo cuando ella acelera los movimientos sobre mi sexo. 

— Eso es, así mi amor — me susurra al oído antes de besarme otra vez.

 

Estoy por ser liberada, siento que en una fracción de segundo alcanzaré el orgasmo. Y como si ella me hubiese leído la mente, detiene la dulce tortura sobre mi sexo y sus palabras cesan. La miro agitada tratando de regular mi respiración, pero trago saliva cuando noto que empieza a descender. Sonriente se coloca entre mis piernas.

¡Oh no! ¡No de nuevo! A este paso yo…

 

Mis pensamientos son interrumpidos por los maestros movimientos de su lengua. A posicionado sus manos sobre cada uno de mis senos, apretando con cuidado mis pezones y endureciéndolos bajo las múltiples caricias. Mis caderas se mueven al ritmo de su boca y yo me aferro a su cabello, agarrándola con fuerza de sus largos mechones negros. 

Me tiemblan las piernas y siento mi palpitar acelerarse por completo, al igual que mi respiración. 

 

Ella lame circularmente sobre mi clítoris y cuando sé que estoy por correrme, incorporo el cuerpo con rapidez, privándolo de mi propio placer. Renata me mira estupefacta y yo me lanzo sobre ella, besándola con fuerza y probando mi sabor desde su boca. Jadea roncamente, pero continúo besándola impaciente. Roso nuestras lenguas en repetidas ocasiones y aprieto sus pechos deseosa. Ella gime ahogada y una sensación de satisfacción se apodera de mi cuerpo. 

 

Rompo el beso y dirijo inmediatamente mi boca hacia sus senos, tomando ambos y juntándolos para lamer los dos pezones en un solo movimiento. Ella jadea y siento la temperatura de su cuerpo comenzar a incrementarse mientras me abro camino entre sus piernas con ayuda de una de mis rodillas. Cuando el área esta accesible a mis manos, suelto uno de sus pechos para bajar a su intimidad.

 

— ¡Ahh!

Renata suspira hondo cuando mis dedos la acarician por encima de la ropa interior. 

— ¡Luisa! — jadea mi nombre con excitación. 

Estoy ardiendo, pero logro articular palabras para retarla nuevamente.

— Has pausado la historia — reacciona abriendo los ojos con sorpresa — Pensé que podías hacer ambas cosas. 

— Puedo hacerlo.

Sonríe motivada mientras acepta el desafío. 

 

Sus labios vuelven a articular palabra y yo aumento la velocidad de mi mano sobre su sexo. Ella jadea, pero la historia sigue siendo entrecortadamente narrada. La beso, enmudeciéndola solo un par de segundos hasta que decido bajar a sus pechos y hundirme en ellos. Su piel es tan suave y el olor que desprende su cuerpo es exquisito. No puedo resistirme, es algo que siempre me ha gustado en ella. 

 

Lamo la base de su seno derecho y asciendo hasta la punta, envolviendo su pezón con mi lengua y lamiendo circularmente su alrededor, para después morderlo ligeramente con cuidado. A cambio recibo un largo gemido y es entonces que decido hacer las bragas a un lado para sentir mejor la textura de su suave sexo. Está empapada y el hecho de saber que la causante de esto soy yo, me complace, humedeciéndome solo de pensarlo. 

 

Renata respira con dificultad mientras trata de retomar la historia, pero sus palabras cesan una vez más cuando me introduzco en ella con rapidez.

 

— ¡Ahhhhh! — gime. 

Su cuerpo esta empapado de sudor y en su rostro predomina un color rosado. Tiene los ojos cerrados y parece gozar. Si, está disfrutando mis caricias plenamente. 

 

Decido que es momento de introducir un segundo dedo y sus caderas se menean gustosas por mi acción. Ella jadea incluso más fuerte y yo comienzo a entrar y salir repetidas veces. Mantengo mi boca ocupada, lamiendo sus pechos que rebotan ligeramente por el movimiento de sus caderas, las cuales siguen mi ritmo, sumisas al placer que les está siendo otorgado. 

 

— ¡Ah, ah, ah, ah! — gimotea. 

 

La miro y ella abre los ojos. Quiere más, me está pidiendo más. Accedo y desciendo hasta su entrepierna. 

Me deshago por completo de las bragas, lanzándolas junto a la pila de ropa en el suelo. Luego me recuesto boca arriba sobre el sillón y tomándola de la mano, la animo a subirse en mí, colocando su sexo frente a mi boca. 

Ella pone ambas piernas a los costados de mi cabeza y yo la sujeto de las caderas cuando elevo el rostro para lamerla por completo. 

 

— ¡Mmmpphh! ¡Ahhh! — suspira, y mi entrepierna no tarda en reaccionar debido a sus dulces sonidos.

 

Su sexo está completamente a mi disposición y yo lamo sin parar, introduciendo mi lengua en ocasiones. Ella se aferra al borde del sillón cuando sus caderas se menean con fuerza sobre mi boca, sintiendo placer. 

Masajeo su clítoris con la punta de mi lengua y su néctar me escurre por los labios, las comisuras y el cuello. Es deliciosa, realmente exquisita. 

 

Abro los ojos y lo primero que capta mi atención son sus pechos. Enormes y moviéndose circularmente por el meneo de sus caderas, me incitan a tocarlos una vez más. Elevo las manos hasta alcanzarlos y tras frotarlos un par de veces, jalo sus pezones, apretándolos con fuerza y haciéndola gemir incontables veces.

Ella abre los ojos e inclina la cabeza para mirarme desde lo alto. Su boca abierta exhala con dificultad aire caliente. Luego se muerde el labio inferior, enrojeciendo la piel del mismo y cierra con los ojos con fuerza. Está por correrse. 

 

Suelto uno de sus pechos y desciendo hasta su trasero. Renata respira agitada y es entonces que decido darle una nalgada. Ella pega un grito lleno de excitación y sin detener el movimiento de mi lengua sobre su clítoris la penetro con los dedos una vez más. 

 

— ¡Luisa! — gime mi nombre extasiada. 

— La historia… — digo apartando mi boca de su sexo pero sin interrumpir el trabajo de mis manos — Continúala — le ordeno. 

— ¡Ah! — ella jadea reaccionando al movimiento en su interior y me lanza una mirada lujuriosa — No puedo — admite. 

 

Sorpresivamente, la veo arquear la espalda y mover su brazo derecho hasta el sur de mi cuerpo. Me separa ambas piernas con la mano y toca mi centro, estremeciéndome. 

 

— Aquí vamos — anuncia motivada. 

Tomo una bocanada de aire y casi al instante ella entra en mí.

 

Me revuelvo sobre el sillón, jadeando entre cortada. Elevo la mirada y ella me mira sonriente, motivándome a seguir con mi labor, y lo hago. Mis dedos vuelven a penetrarla y mi lengua continúa masajeando su sensible músculo. 

Trato de no distraerme bajo sus maestras caricias, pero me es casi imposible hacerlo. Ella reclama mi cuerpo por completo, mientras mi clítoris es torturado con suaves movimientos ejecutados por su pulgar. 

 

— ¡Renata! — gimo y ella acelera el ritmo.

 

Mi temperatura corporal incrementa y siento que la cabeza me va a estallar. No puedo más. 

El movimiento de sus dedos, sus gemidos, sus pechos tambaleándose frente a mis ojos, su sabor, sus palabras y su cuerpo abrazándome han hecho que mi cuerpo desee liberarse con una desesperación casi agobiante. 

Siento mi vientre tenso y las piernas me han comenzado a temblar. Estoy por llegar y Renata no está lejos de hacerlo también. 

 

— ¡Ya casi, un poquito más! — resopla. 

Continúo complaciéndola con mis dedos y boca, mientras ella me devuelve el favor a través de sus manos.

— ¡Aaah! ¡Sí!

Mis caderas toman un ritmo más violento, mientras mi espalda empieza a arquearse y siento la presión del vientre a punto de ser liberada. 

 

Renata se mueve con rapidez en mi interior, mientras sus caderas se balancean sobre mi lengua. Ella gime mi nombre una vez más y mis piernas se tensan como consecuencia, dejándome inmóvil para entregarme completamente al placer de sus manos. 

 

— ¡Aaagghh! ¡Renata! — grito cuando mis caderas se contraen, liberándome primero y otorgándome un fuerte y largo orgasmo. 

 

Respirando con dificultad y con el cuerpo temblando, abro los ojos y la miro. Ella me libera del abrazo de su cuerpo y suelta su larga cabellera de la media coleta que le han hecho las aprendices. Luego me lanza una mirada ardiente y se acomoda sobre mí, uniendo nuestros sexos. 

 

— No hemos terminado aún — sentencia acercándose a mi rostro.

— ¡Ahh! 

El primer roce me hace gemir y ella me calla con un beso.

— Dame una segunda ronda — susurra — Córrete otra vez. 

— Rena… ¡ahh! 

Soy interrumpida por otro de sus besos que vacía mis pulmones, mientras roza nuestros sexos y profundiza la unión de nuestras bocas. Esto es incentivo suficiente para que la chispa en mi interior se encienda una vez más. 

 

Sus caderas se mueven sobre las mías a un ritmo suave que me eriza la piel. Ella está muy mojada, sin embargo ha logrado aguantar hasta ahora y yo no paro de preguntarme ¿de dónde saca tantas energías? Repentinamente se detiene. 

Trago saliva cuando la veo llevarse una de mis piernas al hombro, luego vuelve a unirse a mí y esta vez el roce es más intenso. 

 

— ¡Ah! — gime excitada por nuestro contacto — Eres preciosa Luisa.

Tiene la mirada llena de amor. 

Jadeo, una y otra vez. Su roce contra mi cuerpo es delicioso y no puedo dejar de mirar sus pechos, que rebotan armoniosamente de un lado a otro con cada meneo. 

Ella aumenta el ritmo en sus caderas y la veo cerrar los ojos mientras un fuerte gemido escapa de su garganta. Lo está disfrutando y está cerca del orgasmo, puedo sentirlo. 

 

— ¡Luisa! — jadea y el rubor en sus mejillas incrementa. 

 

Lame la parte interna de mi pierna sobre su hombro y una de sus manos alcanza mis pechos, palpando y apretando la abultada piel. Suspiro como consecuencia y noto que Renata comienza a jadear con mucha más fuerza. 

 

— ¡Mi amor! — sus gemidos me aceleran el corazón.

Ella toma mis dos pechos con firmeza y clava sus pupilas en mis esmeraldas.

 

Su respiración, mi nombre en sus labios, el calor de su cuerpo y la forma en que me mira, me transmiten la excitación, el deseo y el amor que siente por mí, cosa que rápidamente me hace hervir de deseo.

 

— ¡Córrete preciosa!

 

Pero sin duda, son sus palabras las que siempre logran hacerme perder la razón.

 

—  ¡Juntas! — ella deja caer mi pierna desde su hombro y se reacomoda sobre mí, rozando con extrema lentitud nuestros sexos mientras habla — Leguemos juntas Luisa.

Afirmo con la cabeza y ella se acerca para besarme. 

 

La suavidad de su sexo contra el mío, nuestros cuerpos empapados en sudor, dos néctares que se mezclan volviéndose uno, imparables lluvias de besos, gemidos que sustituyen palabras y dos personas que más que el cuerpo, están entregando el alma con un simple acto de amor. 

 

Renata rompe el beso y la velocidad de nuestras caderas alcanza lo inimaginable. 

 

— ¡Si, si! ¡Ah! — sus gemidos me motivan y una vez más, siento que estoy al borde de tocar el cielo — ¡Luisa!  

Ella pega su frente contra la mía y abro los ojos para verla gemir y disfrutar nuestro encuentro. 

— ¡Renata! ¡Yo…! ¡Ya casi!

No quiero llegar antes que ella, pero no puedo aguantar por más tiempo.

— ¡Yo también! — anuncia, y el hecho de verla llena de placer me satisface.

Ella abre los ojos e inmediatamente su noche me atrapa y con un simple contacto visual se lo que está por decir.

— ¡Te amo! — jadea — ¡Te amo, Luisa!

 

Sus palabras me liberan y casi al instante ella arquea la espalda mientras sus manos se entrelazan a las mías y su cadera domina por completo la situación, tomando un ritmo mucho más rápido e intenso. Mi placer continua mientras la veo gozar, gimiendo repetidas veces, hasta que por fin alcanza un placentero y largo orgasmo.

 

Cae rendida entre mis brazos, jadeando completamente cansada. Yo he recuperado el aliento casi por completo y la mantengo así, sobre mi pecho. Beso su frente mientras ella suspira incontables veces y cierro los ojos.

 

Cuando despierto, Renata sigue dormida. Afortunadamente hemos logrado acomodarnos en el sillón de tres y dormir cómodamente. Ella descansa entre mis pechos y su respiración se ha normalizado. Miro el reloj de mano y veo que pasan de las doce de la noche. Es tarde. 

 

Trato de levantarme pero me siento agotada, realmente fatigada, por lo que decido quedarme acostada un poco más. Cierro los ojos y rápidamente caigo en un profundo sueño, en el que Renata, es la narradora de la historia.

 

Un ruido se cuela entre mis sueños. Es un móvil, creo. 

 

Abro los ojos y noto que estoy cubierta por un abrigo negro de algodón. Me incorporo medio sonámbula y froto mis ojos con pereza. Una vez que me siento más despierta, miro alrededor y me percato de que Renata está mandando mensajes de texto desde el otro lado de la habitación.

 

Ese era el sonido.

 

— Perdón ¿te desperté? — dice alarmada cuando nota que estoy levantada. 

— No — balbuceo. 

— Hablaba con Ana — comenta mientras deja de lado el celular. 

Está cambiada y parece que se ha hecho un peinado rápido.

— ¿Qué cuenta? — pregunto desinteresada buscando mis ropas por el suelo. 

— Nada en particular. Solo quería saber porque desaparecimos de repente — me vuelvo a verla y ella sonríe traviesa. 

— En realidad nunca nos fuimos, estuvimos aquí todo el tiempo — comento sarcástica.

— Pero ella no lo sabe.

Ambas reímos y yo vuelvo a mi búsqueda de ropa interior. 

 

Me he puesto las bragas y ahora estoy colocándome el sujetador. Las manos de Renata me toman por sorpresa y abrochan la prenda por detrás, sobre mi espalda. 

 

— Gracias.

— De nada, mi amor. 

Ella toma el resto de ropa y continúa vistiéndome.

— Puedo hacerlo yo, no te preocupes — le digo avergonzada.

— Y yo puedo ayudarte, déjame hacerlo.

Suspiro y la dejo seguir en ello.

 

Cuando estoy casi lista, Renata abre inesperadamente la boca para preguntar:

 

— ¿Y? ¿Qué te pareció mi historia? 

La miro arqueando una ceja.

— No terminaste de contarla.

Y por un momento me siento victoriosa. He ganado el desafío.

— Entonces déjame continuar.

— No es necesario.

Ella me lanza una mirada, aparentemente sorprendida y le sonrío.

— Fue suficiente con lo que escuché.

— ¿Segura? — asiento y ella parece tranquila — Esta bien. 

— Vayamos a casa, tenemos que dormir un poco más — suelto un bostezo al final de la frase y mi novia sonríe.

— Tenemos que regresar aquí antes de la diez. Mañana es el cierre de mes.

 

 

 

Recojo mi bolso, el celular y mi saco gris mientras Renata me espera paciente. Se ha puesto el abrigo negro del sillón y recargada sobre el marco de la puerta observa todos y cada uno de mis movimientos. 

Cuando estoy lista, me vuelvo a verla y nuestras miradas se encuentran.

 

 

“Me gustaba verte.”

 

 

Sus palabras regresan a mi mente y sonrío. 

Ella me extiende la mano y yo entrelazo la mía a la suya. 

Apagamos las luces y cerramos el camerino con llave.

 

 

“Y se volvió una costumbre, un hábito mío el mirarte constantemente. Con el tiempo descubrí que más allá de agradarme, me gustabas y la curiosidad de conocerte o hablarte se volvió una necesidad.”

 

 

Caminamos en silencio hasta llegar al auto, mientras pedazos de su historia se repiten en mi cabeza sin parar.

Ella me abre la puerta dejándome subir primero, como de costumbre. Después, rodea rápidamente el auto y sube también.

 

 

“Mi estrategia se basó únicamente en eso. No fije un día, una fecha y mucho menos una hora. Tampoco sabía cómo y con qué pretexto lograría acercarme a ti, simplemente tomé la primera oportunidad que vi y funcionó.”

 

 

Una vez arriba, abrochamos nuestros cinturones de seguridad. 

Ella enciende el motor y la radio comienza a sonar. Es nuestra estación favorita y justo es la hora de baladas románticas.

 

 

“Si me hacía pasar por una mala estudiante obtendría la atención de la maestra y aunque ese no era mi objetivo, sabía que estaría demasiado ocupada como para hacerse cargo de mis malas calificaciones”

 

 

Renata pisa el acelerador y arrancamos con rapidez. 

Es de madrugada y las calles están totalmente vacías.

Los semáforos con luz roja detienen nuestro andar, permitiéndonos charlar e intercambiar un par de besos.

 

 

“Y la responsabilidad caería en manos de la presidenta de la clase, es decir, tú”

 

 

Sonrío al recordar que solo fui delegada de la clase por un año. 

Llegamos al departamento y ella abre la puerta silenciosamente, procurando no molestar a nuestros quejosos vecinos. 

Luego se hace a un lado y me deja pasar primero. Le sonrío y ella corresponde. 

Escucho la puerta cerrarse detrás mío y un suspiro escapa de mi garganta. Estoy exhausta.

 

 

“Y aunque nadie me garantizaba que las cosas saldrían como quería, sabía que  intentarlo valía completamente la pena.”

 

 

Lanzo el bolso y el abrigo sobre el sofá y me estiro con pereza. 

Ha sido un día mucho más largo de lo acostumbrado y necesito dormir. 

Las manos de Renata me toman por los hombros, exaltándome. Miro por encima del hombro y ella sonríe radiante.

 

 

“Fue demasiado sencillo fingir ser un desastre durante la evaluación que me hizo Claudia, pero mis esfuerzos no dieron frutos de inmediato”

 

 

Sus manos me atraen y yo me dejo llevar. 

Doy un paso hacia atrás y mi espalda choca contra sus pechos. 

Siento su respiración sobre la nuca.

¿Había mencionado que ella es más alta que yo? Bueno, siempre lo ha sido.

 

 

“Primero me asignó tareas y trabajos extra, que para mí no eran más que una pérdida de tiempo.”

 

 

— Esta tensa — susurra.

— Es cansancio. 

Muevo la cabeza de un lado a otro tratando de relajarme, pero no resulta muy efectivo.

 

 

“Y en mi desesperación por parecer convincente, decidí tomar un gran riesgo: reprobar los exámenes parciales”

 

 

Renata vuelve a sobresaltarme dándome un beso sobre la piel desnuda del cuello. Me vuelvo a verla por encima del hombro y ella sonríe.

— Te daré un masaje.

 

 

“Con eso Claudia no tuvo más remedio que asignarme como tutora a la más brillante de la clase, es decir: tú.”

 

 

Sus manos comienzan a frotar suavemente los tensos músculos de mi nuca, cuello y hombros. Siento que la piel se me eriza bajo su toque y ella suspira al notar mi reacción instantánea.

 

 

“Querer conocerte era una cosa, que me gustaras otra pero, jamás pensé que acercarme a ti sería la mejor decisión de mi vida.”

 

 

Cierro los ojos y disfruto el delicioso contacto de su piel contra la mía.

Ella realmente es una genio, puede hacer cualquier cosa. 

 

 

“Jamás imaginé que me enamoraría tan rápido de alguien”

 

 

El roce de sus dedos y su acción sobre los músculos, empieza a liberar poco a poco la tensión en mí cuerpo. El cansancio. 

Repentinamente ella me toma en brazos y yo jadeo de sorpresa.

— Renata ¿qué haces?

 

 

“Quede cautivada. No era solo tu belleza o tu inteligencia, amaba el esfuerzo ponías para enseñarme. Y sobretodo, adoraba que mucho más allá de aprobar, querías contagiarme tu amor por el Arte”

 

 

Renata me recuesta con cuidado sobre el sofá y la miro incógnita. 

— Ha sido un día pesado para ti. Déjame consentirte — planta un beso sobre mi frente y se incorpora — Voy a preparar la tina, necesitamos relajarnos antes de dormir.

Asiento con la cabeza sin poner objeción alguna y ella desaparece por el pasillo.

— El problema es que siempre me consientes, Renata — murmuro.

— ¡Puedo escucharte! — ella grita desde la otra habitación.

Risas divertidas escapan de mi garganta.

 

 

“Tu carácter y esa forma tan propia de ignorar críticas y comentarios negativos. Tu empeño por ayudar a otros sin esperar nada a cambio. Me conmovió”

 

 

Me tumbo completamente sobre la cómoda piel negra del mueble de la sala. 

Más que un día de trabajo, ha sido un día mentalmente pesado, es decir, mi fatiga se debe principalmente a que he pasado la mayor parte del tiempo agobiándome yo misma con ideas vanas y completamente absurdas. Es una suerte que las cosas se resolvieran tan bien.

Cierro los ojos y las palabras de Renata inundan mi mente.

 

 

“Bromeaba contigo y ser el motivo de tu sonrisa, era razón suficiente para despertar de buen humor cada mañana.”

 

 

— ¿Preciosa? — su voz me hace abrir los ojos — ¿Estabas dormida? 

— No, solo estaba pensando un poco.

— ¿En mí? 

— Y en otras cosas — ella sonríe debido a mi respuesta y vuelve a hablar.

— La tina está lista, vamos.

Renata me extiende una mano y yo me incorporo con extrema lentitud.

 

 

“Las horas se iban como agua entre las manos cuando estaba contigo, y aunque pasábamos mucho tiempo juntas después de clases, yo quería más. No me era suficiente. Por eso decidí abandonar el CLUB POPULAR que solo era una pérdida de tiempo”

 

 

Una vez desnuda miro a Renata a través del espejo, esta desabrochándose el sujetador. Giro sobre los talones y le echo una mano. Ella me regala una sonrisa como agradecimiento mientras deshace su alto e improvisado peinado. 

Junto las prendas de ambas y me encamino a depositarlas en el cesto de ropa sucia.

 

 

“Desde el principio fuiste directa, malhumorada, dedicada y siempre sincera conmigo.Tu forma de enfrentar los problemas y el apoyo incondicional que me diste desde el comienzo, inevitablemente me enamoró más con el tiempo”

 

 

Entramos a la tina y el agua caliente me relaja al instante. 

Renata me moja el cabello con ayuda de un recipiente transparente y yo cierro los ojos otra vez. 

El olor del jabón de burbujas me inunda el olfato en escasos segundos.

 

 

“Claro que tenía miedo de decírtelo, porque aunque me gustaban las chicas, no tenía mucho de haberlo descubierto y hasta donde yo sabía, a ti te gustaban los hombres”

 

 

Ella masajea haciendo espuma sobre mi cabeza y la tranquilidad que eso me da, no sabría describirla con palabras. 

Me inclina la cabeza hacia atrás, luego toma el recipiente y enjuaga mi larga cabellera rubia.

 

 

“Pasé el examen con una de las mejores calificaciones, pero más allá de la nota final, habías logrado contagiarme de amor”

 

 

Me giro lentamente, causando una tormenta de olas que se rompen contra la piel desnuda de Renata. Me coloco frente a ella y le planto un beso, ella sonríe y me pasa el shampoo. Vierto un poco del líquido en ambas manos y en cuestión de segundos creo montones de espuma sobre su cabeza. Limpio muy bien su cabello y enjuago con cuidado.

 

 

“Sin embargo, pasar el examen final significaría alejarme de ti. Tu tarea como asesora y mi objetivo como aprendiz terminarían, al igual que el ciclo escolar. Las vacaciones jamás fueron una tortura tan larga’’

 

 

Nos hemos lavado el cuerpo y ahora simplemente descansamos. 

Estoy sobre el regazo de Renata y su suave respirar me hace sentir soñolienta. 

Ella tararea la canción que sonaba en la radio de auto y su melodiosa voz, arrulla mis pensamientos.

 

 

“No encontraba la manera de explicarte como me hacías sentir. Me hacías temblar, sudar, nadie me había puesto tan nerviosa. Y aunque tu mirada siempre estuvo atenta a mí, no sospechabas que te quería”

 

 

Faltan un par de horas para el amanecer y no hemos dormido mucho.  

La presentación final de la obra de teatro es al medio día y Renata necesita descansar, por lo que a regañadientes, la obligo a salir de la bañera.

 

 

“El ultimo día de clases me arme de valor y te invite a una cita”

 

 

Hemos salido de la bañera hace un rato. 

Renata está usando la secadora y yo he metido la ropa sucia a la lavadora. 

Miro mi reloj de mano y faltan quince minutos para las cuatro de la mañana. 

Siempre se nos hace tarde para todo, incluso para dormir.

 

 

“Durante nuestro tiempo juntas mencionaste que además de la pintura, te gustaba el teatro y la literatura”

 

 

Regreso al baño y me coloco frente al espejo. Estoy cansada y las ojeras bajo mis ojos lo comprueban. 

Suelto un largo suspiro y tomo el cepillo para untarle un poco de pasta de dientes. Su sabor a menta me hiela la boca por completo.

 

 

“Durante días rogué a mi padre para que comprara dos boletos que nos permitirían ver, una obra de teatro de tu escritor favorito”

 

 

Luego de usar el enjuague bucal, coloco todo nuevamente en orden y regreso a la habitación. Renata está sentada a orillas del colchón con la vista clavada al teléfono. 

Tomo el cepillo y comienzo a desenredar su lacio y largo cabello oscuro. 

La miro a través del espejo frente a nosotras y noto que ha dejado el aparado de lado. Su mirada está fija en mí y eso inevitablemente me hace sonreír.

 

 

“Jamás he olvidado la expresión de tu rostro aquella noche. El brillo en tus ojos y la espectacular sonrisa que iluminó tu cara durante la función. Amabas el teatro, incluso antes que yo”

 

 

Termino de trenzar su cabello y ella toma la secadora para ayudarme con el mío. 

Cojo el celular y respondo un par de mensajes de mi madre. Luego, abro mi correo electrónico y checo la bandeja de entrada. Carla mi jefa, ha enviado el itinerario de hoy, ya que debido al cierre de mes tendremos mucho más trabajo de lo acostumbrado. 

 

 

“Y descubrí que yo también quería ganarme esa expresión, quería que me miraras como los veías a ellos. Quería tu admiración, tu amor, quería todo de ti’’

 

 

Renata se dirige al baño y mientras tanto, yo imprimo y ordeno un par de documentos que serán fundamentales dentro de unas horas. 

 

 

 “Antes de mi primera audición, tomé clases de artes escénicas a escondidas. Nunca te lo dije porque quería hacerte creer que nací para actuar, aunque no sea así ”

 

 

Apago las luces cuando entro a la habitación nuevamente, y Renata ya está acurrucada sobre el colchón, pero me espera. Cuando me quito las sandalias y me adentro en las cobijas, ella me abraza por la espalda y es así, como caemos rendidas una vez más.

 

 

“El único don nato que me concedió la vida, fue el de amarte desde el primer día”

 

 

Abro los ojos y el sol ilumina parte de la recámara. 

Escucho la respiración de Renata y el calor de su cuerpo me indica que sigue dormida. 

Son las ocho de la mañana y aunque he dormido tan solo un par de horas, la fatiga nocturna ha desaparecido casi por completo. 

Me levanto con cuidado y cobijo a la dormilona. Luego, me encamino a la cocina dispuesta a preparar el desayuno para ambas.

 

 

“Te besé y aunque estaba llena de miedo e inseguridad, me correspondiste de tal forma que las dudas quedaron atrás y supe desde ese momento que todo lo que creía imposible, sería posible mientras estuvieras a mi lado”

 

 

Escucho el timbre del celular de Renata y seguido de aquello, su adormilada voz. Ha despertado, o mejor dicho, la han despertado. 

Rio bajo al imaginar lo furiosa que debe estar.

 

 

“Actué para ti. Siempre ha sido y será únicamente para ti.”

 

 

He preparado coctel de frutas, un par de sándwiches de jamón y jugo verde. Necesitaremos bastante energía el día de hoy.

Mi novia aparece por el pasillo y soñolienta, se sienta junto a mi.

— Buenos días preciosa.

— Buenos días amor.

Ella abre los ojos con sorpresa, mirándome extrañada. No suelo ser muy afectiva.

 

 

“Papel tras papel y mi recompensa diaria es tu sonrisa, hacerte feliz.”

 

 

El día es fresco como cada año en noviembre y nosotras disfrutamos de nuestra mañana platicando tranquilamente de lo más insignificante del mundo. 

Luego de mi saludo matutino, Renata pareció mucho más animada que antes. Tal parece que una palabra así de pequeña puede hacerla realmente feliz.

 

 

“Lograr que me miraras como hiciste con esos desconocidos aquella noche, significaba más para mí, que obtener el papel principal en una obra. Ser todo para ti, eso era lo único que quería. Lo único que sigo queriendo cada mañana al despertar”

 

 

El desayuno ha transcurrido con normalidad. 

Hemos tomado una ducha rápida y por falta de tiempo, Renata no ha insistido mucho en hacer el amor hoy, lo cual debo admitir me sorprendió un poco. Sin embargo, intuyo que querrá hacerlo durante el descanso de esta tarde.

 

 

“Tú eres lo que me levanta cada mañana, quien me propone mejorar y superarme. Gracias a ti puedo estar de pie hoy en el escenario, porque fuiste tú quien me introdujo a este mundo.”

 

 

Hemos dejado el auto en el estacionamiento y justo ahora nos dirigimos al camerino. 

Pasan de las diez y una vez más me he retrasado. 

Ambas caminamos a paso rápido y pese a ello, nuestras manos continúan entrelazadas.

 

 

“Soy yo quien siempre ha corrido detrás tuyo y desde hace mucho tiempo supe que te seguiría a cualquier parte, a dónde quiera que fueras”

 

 

Me es inevitable poder relajarme. Hoy es la presentación final de la obra, además es cierre de mes y el fin de semana debemos viajar a la ciudad vecina para continuar con la gira teatral. 

 

 

“Soy quien obedece tus consejos y toma muy en cuenta todo aquello que sale de tu boca’’

 

 

Repasando mi lista interminable de deberes, camino junto a Renata y ambas cruzamos el escenario cuidadosamente. Trotamos por los telones traseros con rapidez y es entonces que erróneamente chocamos con el director. 

Mierda.

 

 

“He tenido la fortuna de elegir y ser elegida por una gran mujer que me ha acompañado en mis triunfos, pero principalmente en mis derrotas”

 

 

Tras una corta reprimenda por parte del director, nos hemos separado. Renata corre a ponerse el vestuario y yo me encamino hasta donde mi jefa espera impaciente. 

Trato de excusarme cuando me planto frente a su arrugado rostro y logro salir viva de la situación. 

Suelto un suspiro y sin perder más tiempo, tomo mis utensilios de trabajo, Renata me espera.

 

 

“Para mí no existe nadie más que tú. Siempre ha sido así y siempre lo será”

 

 

 

Llego al camerino y Ana, otra de las estilistas que colabora para la obra de teatro, se encuentra peinando a mi mujer. Trato de mantener mis celos – profesionales – en su lugar y asimilo que probablemente esto se deba al poco tiempo que nos queda. 

Renata me lanza un beso por los aires cuando me ve acercarme. 

— Tardaste más de lo esperado, así que te cambie por Ana — bromea.

 

 

“Porque nuestro amor es real y esto… lo que hemos formado con el pasar de los años ha funcionado bien desde el principio”

 

 

La tercera chica pone los ojos en blanco y yo me rio internamente. Sé que es una mujer casada y completamente heterosexual, pero realmente me molesta que alguien más haga mi trabajo, sobre todo cuando se trata de Renata.

 

 

“Entiendo tus inseguridades, tus miedos y debilidades, porque tú has aceptado los míos”

 

 

— ¿Quieres continuarlo tú? — me pregunta sonriente Ana y yo asiento encantada por la propuesta. 

— Gracias, y por cierto, Olga te espera en su camerino.

Ana frunce el ceño y yo sonrío. Nadie se lleva bien con aquella mujer, excepto Renata. Son muy buenas compañeras de trabajo desde hace algunos años. 

— De acuerdo, entonces iré con ella. Nos vemos en media hora.

Y sin decir más, sale de la habitación.

 

 

“Soy consciente de que algunos días te levantas con ganas de dar solo el 10% de ti, pero entonces yo doy el 90% ese día y es así, como entre nosotras siempre ha existido un 100% de amor”

 

 

Miro a mi amada y noto que Ana no le ha hecho la gran cosa, tan solo le ha planchado un poco el cabello y para mi fortuna, no le ha tocado ni un trozo de su preciosa cara. Sin duda, puedo empezar de cero. 

— ¿Qué tal todo allá afuera, preciosa? — pregunta mirándome fijamente y yo tuerzo la boca — ¿Te han vuelto a regañar por mi culpa? 

— Estoy acostumbrada — ella se ríe y yo muevo la cabeza con desaprobación. 

— Lo lamento — dice tomándome una mano y plantándome un beso en la muñeca — Prometo que seré más puntual, no quiero seguir afectando tu trabajo. 

No digo más, asiento con la cabeza y me meto de lleno a trabajar. 

Se nos acaba el tiempo.

 

 

“Cuando me aceptaste como compañera de clase me sentí en el cielo, pero cuando accediste a ser mi amiga con derechos, realmente no sabes lo feliz que fui. Claro que se volvió un arma de doble filo, porque yo estaba muy enamorada de ti y tus dudas sobre nosotras me dolían. Sin embargo, desde entonces y hasta ahora me he propuesto disipar todas y cada una de tus inseguridades. No importa cuantas veces te sientas temerosa, yo estaré siempre para demostrarte que esto es real, que mi amor por ti nunca cambiará”

 

 

Renata camina delante de mí y yo la sigo hasta la parte trasera del escenario. 

Se han reunido todos los del elenco y estamos por comenzar la función, a tan solo quince minutos, para ser exactos. 

Ella se aleja para hablar con sus compañeros y yo me uno al grupo de Ana y mi jefa, pero no le quito los ojos de encima, creo que nunca me había sentido tan atraída a Renata.

 

 

“Podremos tener fallas como cualquier pareja, pero si algo he aprendido es que las mejores relaciones están hechas de trabajo en equipo, respeto mutuo, admiración e interminables dosis de amor”

 

 

— Están completamente enamoradas — suelta una de las chicas y yo me vuelvo a ver sonriente al grupito. Asiento con la cabeza, corroborando el comentario. 

— Hablando de enamoradas… — repentinamente Olga aparece detrás de nosotras y todas la miramos por encima del hombro. 

Lleva puesto el vestuario correspondiente a su papel y el maquillaje hace que luzca espectacular, sin duda esto es obra de Ana 

— El otro día les tome una foto — dice mirándome muy fijamente — Mientras la maquillabas en el camerino — añade sonriente — Te la enviare más tarde. 

No dice más, simplemente desaparece.

 

 

“Gracias por contagiarme tu amor por el Arte’’

 

 

Sin volver a tocar el tema, la obra da inicio y el escenario cobra vida. Me mantengo ocupada retocando y maquillando a personajes secundarios y terciarios, pero cuando sé que Renata está por salir a escena, dejo el resto a cargo de las demás chicas. 

Me coloco para verla mejor y allí esta ella, radiante.

 

 

“Gracias por enseñarme el Arte de amar’’

 

 

Podrá decir que yo fui el motivo y que ella no nació con el don de actuar pero, basta con echarle un ojo para ver que tiene un gran futuro como actriz.

 

 

El primer descanso es anunciado por los altavoces y yo no he parado de trabajar, al contrario, mi labor no hace más que incrementar. 

 

— Hola mi amor — la voz de Renata me hace sonreír. La miro a través del espejo.

— Hola, ¿vienes a retocarte? — pregunto, aunque ya sé la respuesta.

— Así es.

— Tendrás que hacer fila — bromeo — Escribe tu nombre bajo los demás.

Señalo la lista de papel sobre el mueble que está a mi derecha, hay alrededor de unas ocho personas anotadas, todas en espera. Renata analiza el papel mientras frunce el ceño.

— ¿En serio? — me mira ladeando la cabeza confundida y veo que no ha podido captar la broma. 

— No — sonrió — Basta con que mires el primer nombre en la lista para que sepas que siempre serás la primera.

Ella conduce sus oscuras pupilas a la parte superior del papel y sonríe al ver su apellido por encima de todos. 

 

— Tu ya tienes asegurado el lugar desde el primer día.

 

Ella me mira divertida y se acerca para plantarme un beso casto en los labios, dejándome completamente inmóvil. Cierro los ojos y escucho que nuestras clientas y compañeras de trabajo enloquecen con la escena. 

 

Probablemente mis dudas e inseguridades se deben a que siempre recibo cariños y atenciones por parte de ella, pero generalmente yo no se las doy. No suelo ser una persona que exprese con facilidad sus sentimientos y mucho menos cuando se trata de hacerlo en público. Sin embargo, sus palabras de anoche, me han rondado la cabeza sin parar todo el día. Ella siempre da y creo que es tiempo de empezar a cambiar algunas cosas en mí y dar también. De esa forma estoy segura que mis dudas desaparecerán.

 

Cuando termino con la clienta que estaba antes, Renata toma asiento muy sonriente. Saco el estuche especial que solamente empleo en su rostro y le retoco el maquillaje. Basta con un par de segundos para que vuelva a quedar perfecta. 

 

Está por comenzar la segunda parte de la obra y ella se despide lanzándome besos al aire que vergonzosamente finjo atrapar con las manos.

 

— Nos vemos al final preciosa.

— Si… — ella sonríe y continua alejándose.

 

Repentinamente me siento motivada a decirle algo más.

 

— ¡Renata!

Mi novia gira sobre los talones deteniendo su andar y me lanza una mirada incógnita.

— No tenías que rogarle a tu padre por esos boletos.

 

A mis palabras, reacciona abriendo los ojos de par en par y un leve sonrojo se posa en sus mejillas. Probablemente no imaginaba que recuerdo esa parte de la historia. Sonriente separa los labios para gritar:

 

— ¡Valió la pena! 

Nuestra charla en la distancia, ha logrado captar la atención de varios espectadores. 

– ¡Te amo, Luisa! 

 

Camino con rapidez hasta ella y parándome sobre las puntas de los pies, le planto un beso. Ella reacciona con sorpresa pero casi al instante me rodea con los brazos, correspondiendo. 

— Jamás volveré a dudar de ti y de lo nuestro.

 Trato de sonar lo más seria posible.

— Yo también te amo, Renata. 

 

Un montón de chiflidos y aplausos invaden el lugar y por primera vez no siento vergüenza, por el contrario, me siento orgullosa de haberlo hablado y encontrado una solución. Estoy contenta de poder demostrarle al mundo que no es solo Renata la que siempre me mira y que tampoco soy solo yo quien la persigue, somos las dos, porque nos amamos, porque estamos enamoradas.

 

— ¡Basta chicas! — grita el director — ¡Renata, te están anunciando! Regresa al escenario ¡Ahora!  

Forzadamente volvemos a separarnos.

 

— Te veo en un rato precios.

Se despide y rápidamente la observo subir cuidadosamente las escaleras para colocarse detrás del telón. 

— ¡Renata! — grito por segunda ocasión su nombre  y de inmediato obtengo su atención — ¡Tú ya eras todo para mí, incluso antes de actuar! — un murmullo crece alrededor pero decido continuar — ¡Y lo seguirás siendo si algún día decides dejarlo! 

— ¡Me alegra saberlo! — confiesa aliviada y el rostro se le ilumina por completo. 

 

El telón se abre y Renata toma su posición, encarnando el papel de Anastasia.

La segunda parte de la historia cobra vida sobre el escenario y yo dirijo mis ojos única y exclusivamente hacia ella, recordando escasamente la historia que narró ayer y sus palabras de hoy.

 

De pronto, mi celular suena. No tengo el número registrado, pero se trata de un mensaje de texto con una imagen adjunta. Lo abro y quedo sorprendida con las palabras escritas:

 

 

De: Desconocido

Hora: 8:36 p.m. 

No dudes de ella. Basta con ver la forma en que te mira para saber que lo suyo es especial. Solo confía.

 

 

Es de Olga. Renata debe haberle contado sobre nuestros problemas.

Miro atenta la foto, es perfecta. Captura el momento exacto en el que sus ojos reflejan más que amor por mí. La noche anterior vuelve a mi mente ¿cómo pude dudar de ella?

Cada fracción de su cuerpo, cada palabra y cada mirada, demuestran y prueban que ella siempre me ha amado, que me ha sido fiel. 

 

Miro la imagen a detalle, sintiéndome inevitablemente avergonzada por mi comportamiento en los últimos días. Levanto la vista y noto que Olga me mira sonriente detrás del telón, luego mueve los labios y descifro sus palabras:

 

 

“Cuando dudes, solo mírala”

 

 

Pego las pupilas al escenario y veo que Renata me está observando desde lo alto. 

Su diálogo ha terminado y al parecer su escena también. Me sonríe de inmediato y mi palpitar enloquece. Dibuja un corazón con las manos y yo me sonrojo cuando escucho a un par de chicas suspirar detrás de mí. 

Recuerdo entonces la promesa que me hice y tomando un poco de valor, me aferro a estos leales sentimientos y decido lanzarle un beso, el cual ella corresponde sonriente antes de regresar a escena.

 

La contemplo y corroboro lo perfecta que es.

 

Renata Castrejón es una famosa actriz de 25 años. 

Posee una mente brillante y un corazón bondadoso. 

Es fanática de las películas románticas y en sus tiempos libres lo que más disfruta es leer y cantar. 

Podría comer una tonelada de pastel sin engordar y prefiere los días nublados o lluviosos.

Ella es mi mejor amiga y la mujer con la que comparto mis días, mi trabajo y la vida.

 

Si, sin duda alguna, es el amor de mi vida, pero más que eso… Renata es mi más valiosa obra de Arte.

 

 

FIN

Notas finales:

Como mencione era un fic corto y una idea que traia desde hacia rato, pero por fin pude escribirla. Espero les haya gustado. No olviden comentarme para saber si fue de su agrado o no. Les mando muchos besos, hasta la proxima. 


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