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OMEGA (Boku no Hero) por Princess Yaoi

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Cuando Kacchan se relajaba, sus facciones se transformaban por completo para descubrir el rostro lindo y bien parecido que normalmente pasaba desapercibido por su terrible carácter. Había tenido tiempo de sobra para descubrirlo, luego de que decidió quedarse. Y parecía que toda su vida había estado ignorando ese detalle tan importante.

A diferencia de su habitual ceño fruncido, su rostro relajado dejaba ver un gran encanto. No podía imaginar lo bonitas que serían una sonrisa y una mirada más cálida, pero temía que su agrio rostro malévolo se rompiera si intentaba hacer una expresión amigable.

El Kacchan que conocía era un bastardo orgulloso que se cortaría un brazo antes de ser amable con él, pero soñar con un rubio más dulce que con algo de esfuerzo le mostraba su lado tierno, era esperanzador. Y quizás el autoengaño más cruel que podía hacerse a sí mismo mientras ideaba cómo sobrevivir una vida al lado de ese chico.

Justo ahora no podía imaginar como serían sus días de convivencia. El rubio tenía un carácter imposible y más allá de la colaboración y sus lazos de alfa y omega le preocupaba que no tuvieran nada en común.

Era difícil creer que en el pasado realmente habían pasado tardes enteras jugando juntos, cuando ahora no podía imaginar un solo tema de conversación que no los llevara a una pelea o desatara un nuevo conflicto.

El Kacchan que estaba delante de él justo ahora, era un misterio que no sabía cómo abordar. Y justo cuando creía conocerlo, lo abofeteaba en el rostro con una nueva faceta completamente incomprensible, haciendo retroceder todos sus avances sin ninguna explicación.

Era como si el pequeño bastardo simplemente se lavara las manos de lo que le resultaba muy complicado. Y sabía dios que su relación era muy complicada, pero tenía la vaga ilusión de que esta vez iba a tardar dar un poco más en decepcionarlo. Sin embargo, no podía molestarse con el del todo y eso lo hacía sentir aun más frustrado. Pues era ridículo pedir que la noche a la mañana todos sus problemas se esfumaran y el rubio empezara a tratarlo como a un ser humano con el que podía hablar civilizadamente lo que le preocupaba. Y entendía que le preocupara el pequeño avance que habían tenido.

Después de todo había sido algo un poco abrumador. La conexión que compartieron por unos segundos después de la marca había roto una barrera entre ellos, los acercó a un nivel que no conocían y era un tanto aterrador sentirse tan expuesto y confiando frente a alguien que apenas empezaban a considerar su aliado. Así que comprendía que Kacchan prefiriera evadir el tema y simplemente ignorar que pasó, pero se sentía algo decepcionado.

Al parecer el tenía una mayor necesidad de comunicación que el rubio y mientras Kacchan estaba tan cómodo que podía dormir simplemente no hablando de ello, el estaba agonizando por no tener nadie con quien aclarar los cientos de cuestiones que lo atormentaban. Parecía algo injusto.

Podía sentir el suave e hipnótico ritmo de la respiración del omega rozándolo e invitándolo disfrutar de la paz de un buen sueño para compensar todo el ajetreo que habían tenido esas última semanas, pero su mente era demasiado estrepitosa. Pasaba de un estado a otro llevándolo por cientos de cuestiones e ideas que no creía poder resolver en usa sola noche y menos en un lugar tan silencioso.

La habitación de Kacchan de pronto se había hecho demasiado apacible. Le transmitía una sensación de completa tranquilidad que no era habitual de nada que estuviera relacionado con el rubio. Y tanta calma y armonía eran inquietantes, lo obligaban a pensar para mantenerse alerta y considerar las posibilidades más remotas, tratando de no ser tomado por sorpresa por alguna ocurrencia malvada de su compañero.

Se sentía obligado a estar preparado para todo y probablemente estuviera analizando las coas de más, como era su naturaleza obsesiva, pero alguien tenía que hacerse cargo de sacar su relación a flote y ese definitivamente no iba a ser Kacchan.

Era consciente de que todos los primeros pasos iba a tener que darlos él y que el éxito de su vínculo dependía casi completamente de las decisiones que tomara, así como de su paciencia. Y era justo en ese momento que agradecía tener un temple tan duro, pero su personalidad insegura y poco diestra socialmente era otra historia.

No sabía cómo reaccionar o comportarse correctamente ante situaciones concretas. Era un completo desastre dándole rienda suelta a todas las dudas y posibles situaciones que venían a su mente, preguntándose una y otra vez cómo debía actuar con Kacchan como pareja.

No había pensado en ello como un problema mientras visualizaba de manera general su futuro y buscaba desesperadamente la forma de acercarse a él, porque siempre la posibilidad de cercanos de nuevo pareció muy lejana. Había estado luchando en una fantasía un poco utópica por la aceptación de Kacchan y ahora que la tenía en cierta medida, no sabía cómo manejarla.

¿Debía esperar lo peor? ¿Darle espacio? ¿Acercarse esperando no estar malinterpretando las cosas? ¿Había alguna especie de protocolo que dijera cómo manejar una relación? ¿Ese protocolo hablaba sobre sexo, romance y todas las cosas complicadas que necesitaba que alguien le explicara?

Se llevó las manos al rostro completamente estresado. Las relaciones no eran su fuerte. No entendía la complejidad de los sentimientos y cómo funcionaban los vínculos afectivos, no sabía si estaban yendo muy rápido o si siquiera estaba bien preocuparse por esas cosas, pero parecían que no podía pensar en nada más.

Su relación a partir de allí era un mundo completamente desconocido en el que se estaba adentrando a tientas y no estaba muy seguro de querer conocer a los monstruos que había allí dentro, pero ansiaba desesperadamente tener todas las respuestas.

Por estúpido que fuera, y pese las evidentes señales de advertencia que le daba el universo sobre poner su confianza en el rubio otra vez, quería llegar a ser apreciado por él. Y aunque parecía un deseo egoísta de cariño, quería creer que era una cuestión estratégica que valía la pena.

Kacchan no era el tipo de persona que pudiera desarrollar ese tipo de emociones de manera casual. Había demasiados sentimientos amargos de por medio y no parecía fácil hacerlo abrazar un sentimiento tan puro por alguien a quien le guardaba tanto rencor, pero no podían pasar la vida como un par de extraños.

Trabajar por el afecto de Kacchan, parecía la forma más efectiva de sobrevivir a su relación. Y aunque no podía negar que también era querer ir demasiado lejos y en una fantasía de cuento de hadas que no iba para nada con lo que tenían, en el fondo también se preguntaba si era remotamente posible hacer que ese omega sin corazón se enamorara.

Él no era precisamente su tipo, si es que tenía uno. Y parecía que cada detalle sobre su personalidad le disgustaba, pero quería creer que su larga historia era suficiente para compensarlo y hacerlo buscar el afecto de la misma forma que lo hacía él o sería una vida muy solitaria.

Suspiró con tristeza, sintiéndose cada vez más molesto consigo mismo. Kacchan era el problema más difícil al que podría haberse atado por el resto de su vida y no lograba entender por qué después de todo seguía interesado en él y con tantas ganas de seguir enterrando la cara en el lodo por su causa.

Se giró sobre sus codos, observando más de cerca su rostro, que eventualmente se giraba hacia el o hacía alguna mueca.

De forma suave, pasó su mano por su cabello, retirando de su frente algunos mechones rebeldes para verlo directamente a la cara como si tratara de interrogarlo, pero ese rostro aparentemente inocente no le dio ninguna respuesta.

Lucía completamente tranquilo y libre de remordimientos, como si el único culpable de tragarse toda esa mierda fuera él, y probablemente lo era. Parecía que él era el único idiota dispuesto a pasar el resto de su vida con ese bastardo.

Su mano se deslizó suavemente por el contorno de sus pómulos admirando sus rasgos con detalle. Esa cara bonita era un completo descubrimiento que no le importaría observar por un par de horas más.

Ciertamente le gustaba la apariencia Kacchan. Quizás había perdido un poco de peso y lucía un poco más pequeño de lo que podía recordar, pero sus formas masculinas seguían ciñéndose en los lugares correctos y eso era atractivo. Lo apuntó en su lista mental para tratar de sumarle más puntos a su escaso conteo de cualidades.

A diferencia de los demás omegas, Kacchan no era delicado y suave. Su cuerpo era una extraña y atractiva mezcla entre los mejores atributos masculinos y los rasgos característicos de los omegas. Pero, no era algo que hubiera podido notar sino hasta ahora, que todo lo que tenía para distraerse mientras trataba de resolver los acertijos de la vida, era su cuerpo extendido descuidadamente junto al suyo.

No era como si la oportunidad de observar al rubio tan de cerca lo hubiera tentado antes. Los atributos físicos de su oponente nunca significaron más que un problema en batalla y no había estado siendo lo suficiente consiente, pero ahora que lo tenía en frente el hecho lo golpeaba en la cara como algo obvio.

Quizás si hubiera estado prestando más atención, el género del rubio no lo habría tomado por sorpresa. Kacchan siempre había tenido ese cuerpo a diferencia de él que no había notado cambios hasta después de descubrirse como alfa.

Su desarrollo en todos lo sentidos parecía seguir el mismo patrón tardío. Su cuerpo a penas empezó a darle señales unos días después de haberse definido a sí mismo con cosas pequeñas como un par de centímetros de altura y músculos más tensos, probando que la teoría de su madre sobre que aún le quedaba mucho potencial físico por desarrollar, no era un simple consuelo para remediar lo de su baja estatura.

Quizás su cuerpo seguiría cambiando hasta convertirse en el de un alfa. Y lo más probable era que Kacchan no ganara más centímetros por su naturaleza omega.

Eso lo hizo sentir un poco más estresado. No sabría cómo lidiar con ello cuando llegara el momento. A penas sabía cómo hacerlo ahora que eran aparentemente iguales.

Realmente el futuro lucía tan incierto, cambiante y extraño que no sabía cómo iban a lograrlo y el tiempo avanza mientras él seguía tendido allí sin saber por dónde empezar. Quizás explicarle a su madre por qué tenía una enorme macha roja en la camisa era un buen lugar.

Soltó un gruñido bajo y frustrado, para luego despegarse de la cama con pesar y empujarse lentamente hacia la puerta con la vista pegada en la tranquila figura de Kacchan, esperando que pudiera dormir unas horas más antes de tener que confrontarlo de nuevo.

Caminó por el pasillo adivinando cual de las puertas podía ocultar un botiquín, sin preocuparse demasiado por el tiempo mientras se detenía a observar las fotografías que colgaban de las paredes.

Algunas imágenes de Kacchan en sus primeros años se le quedaron metidas en la cabeza nostálgicamente, haciéndolo sonreírle al espejo un par de veces mientras se ponía una gasa en el cuello y arreglaba su camisa, para bajar las escaleras unos minutos después con un discurso ensayado sobre por qué, que Kacchan lo hubiera marcado estaba bien.

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Cuando despertó, lo hizo de golpe, agitado y con un profundo sentimiento de urgencia taladrándole el pecho.

A penas abrió los ojos, se percató de que Deku no estaba en el cuarto y el doloroso vuelco asustado de su estómago vació lo hizo sentir nauseas. El pánico lo invadió como el fantasma de un trauma amargo en el que el pecoso no dejaba de abandonarlo. Lo golpeó justo en la herida más vulnerable y abierta que tenía, para hacerlo sentir el duro frío de la traición, de la burla y la decepción.

Fue ese sentimiento apremiante el que lo hizo levantarse a tropezones ignorando el sentido común, para correr hacia las escaleras y buscar desesperadamente al pecoso.

El aire a penas llegaba a sus pulmones cuando tocó el pomo de la puerta de entrada. Sus piernas temblaron resentidas por el repentino esfuerzo cuando tiró de él y trató de aventurarse a las calles, pero su sentido del olfato, que parecía demasiado despierto desde hace algunas semanas, lo guio por un camino distinto, haciéndolo retroceder cautelosamente sobre sus pasos, para descubrir que el alfa que buscaba, estaba en el sofá de su sala y sin la más mínima intención de escapar.

Se quedó estático en el portal de la puerta, haciendo un repentino y un poco sorpresivo contacto visual que hizo a Deku pararse de un salto olvidándose de los modales y del líquido que había en su taza. Escuchó la porcelana romperse en el suelo y seguidamente perdió la atención de los ojos de muchacho; sus orbes nerviosos se habían desviado hacia abajo apenados por el desastre que había salpicado su ropa.

El sonido estrepitoso lo hizo trastabillar un par de veces, volviéndose consiente de las miradas de los presentes y la extraña escena que estaba representado. La adrenalina lo abandonó de golpe, dejándolo desorientado y confundido mientras alternaba la mirada entre la de sus padres y la madre del pecoso.

Los recuerdos lo invadieron del golpe, haciéndolo revivir la sensación vibrante de la excitación que le dejó la mordida, reavivando en su cuerpo el calor, la emoción y el placer que le habían transmitido la mirada del pecoso, una mirada que nunca le había parecido tan intensa y expresiva. Y que, al interceptarla nuevamente, lo hizo caer en cuenta de la confusión y la culpabilidad que le causaban dejarse llevar por las sensaciones.

Un recuerdo tras otro lo hizo sentir más irritado, hasta llegar al punto exacto en el que toda la ira y el dolor se reunieron para hacerlo desatarse completamente contra el alfa: el momento en el que despertó y él no estaba allí.

Alguna regla implícita le decía que, aunque el no quisiera hablar de un carajo y hubiera decidido ignorar lo que pasó, el maldito peliverde tenía la obligación de quedarse con él hasta el final. No era su intensión quedarse dormido, no estaba huyendo, simplemente necesitaba calmarse y conseguir algo de espacio, pero eso no le daba derecho al jodido nerd de largarse y dejarlo solo.

Y sabía lo estúpido, inseguro y posesivo que sonaba eso. Pero justo en ese momento no sabía como sentirse de otra forma que no fuera estúpido, inseguro y posesivo. Estaba furioso, se sentía humillado y todo lo que quería golpear a ese idiota por hacerlo sentir de esa forma.

Antes de darse cuenta estaba caminando hacia él y sus puños estaban apretados, pero su madre, que se había puesto de pie para ayudar al muchacho a levanta la porcelana, se interpuso antes de que pudiera lograr su cometido.

Todo lo que consiguió, fue atrapar la camisa del muchacho mientras la mujer lo sujetaba por la cintura tratando de poner entre ellos una distancia prudente.

― ¡Katsuki, suéltalo! _escuchó la dura voz de la alfa, advirtiéndole de no desafiarla_

― ¡No te metas en esto bruja! _le respondió tirando del pecoso para atraerlo hacia él, demostrando lo poco que le importaba su opinión_

―Kacchan, no creo que...

― ¡Cállate!

El pecoso suspiró haciéndose hacia atrás. No tenía la menor idea de que pudo haber hecho para que el rubio se cabreara. Sabía lo inútil que era tratar de entenderse en esas circunstancias y no quería forzar las cosas o tentar su suerte más de lo necesario. Ya habían hecho suficiente por esa noche y lo mejor era dejarlos a todos descansar.

― No sé por qué estás molesto, pero si hice algo mal, lo siento. Me iré ¿de acuerdo? Creo que es mejor que todos vallamos a descansar por hoy.

Dio otro paso hacia atrás tratando de liberarse, pero contrario a lo que la expresión rabiosa del rubio decía, no lo dejó marchar. Lo agarró con tanta fuerza que creyó que iba a desagarrarle la ropa.

Así, un frustrante forcejeo se prolongó entre él y el rubio, con la alfa como intermediara, llevándose la mayoría de los insultos de su hijo. Y en ningún momento, ninguno de los dos logró comprender la actitud del omega, que pasaba de la rabia, a la desesperación tan intermitentemente que parecía que algo se había descompuesto en su máquina de emociones, haciéndolo cada vez más desastroso y difícil de controlar.

Era una especie de berrinche infantil con el que la mujer no creyó tener nunca que volver lidiar pasada la pubertad, pero allí estaba Katsuki, gritando incoherencias, con una fina capa de lagrimas en los ojos y con el ceño tan fruncido que parecía que iba romperse algún nervio o todos.

Era algo extraño, Izuku no sabía cómo manejarlo. Por una parte, se sentía confuso y sabía que era mejor darle ese espacio que siempre era bueno guardar con Kacchan para evitar involucrarse demasiado cuando no lo quería cerca, pero tenía la necesidad de saber que ocurría con el y solucionarlo. Porque algo definitivamente estaba saliendo de lo que era una rabieta habitual en ese demonio explosivo.

Era algo en su voz, en la forma en la que sus puños habían dejado de golpearlo para tratar de sujetarlo y su expresión lucía tan descompuesta. El propio Katsuki sabía que estaba yendo muy lejos, pero finalmente supo que había tocado fondo cuando su cuerpo se liberó lo suficiente para alcanzar al pecoso y sus extremidades actuaron sin su permiso.

Se había abalanzado hacia el frente y Deku había dado un par de pasos torpes hacia atrás tratando de mantener el equilibro.

De forma instintiva había recibido su peso y pasado sus brazos por debajo sus piernas para sostenerlo como si ya lo hubiera hecho unas cuantas docenas de veces más y supiera exactamente cuál era la fuerza y la forma que debía usar para cargar al omega sin problemas.

El cuerpo de Kacchan se había aferrado a él con brazos y piernas, clavándose dolorosamente en sus hombros y en sus caderas como una camisa de fuerza. Y su agarre era tan firme que estaba seguro de que podría haberle partido el cuello si la voz de su madre no lo hubiera hecho desistir de lo que sea que estaba haciendo.

Sintió el sobresalto de su cuerpo cuando la mujer lo llamó por su nombre y como empezó a decaer la fuerza de su agarre cuando el alboroto quedó en silencio, haciéndolo excesivamente consciente de que todos en esa sala estaban consternados y confundidos por su reacción. Y realmente, ni siquiera Katsuki sabía que era lo que estaba haciendo.

El horror se hizo palpable en su rostro. El asco y la vergüenza lo invadieron haciéndolo necesitar desesperadamente alejarse de Deku, pero su cuerpo no estaba respondiendo y todo lo que consiguió fue hacer al pecoso malabarear con su peso y encontrarse por accidente con su mirada.

―Kacchan ¿estás bien?

No lo estaba. Y ya no tenía jodida una idea de lo que significaba estar bien. Pero no llegó a responder o al menos creía estar seguro de eso. Todo era confuso y brumoso mientras Deku lo abrazaba.

Le pareció sentir el tacto de su padre en su cabeza y algunos pasos siguiéndolo de cerca, pero lo único de lo pudo estar seguro fue que de nuevo estaba en su cama, era casi medio día y no podía mover un solo músculo.

Le tomó unos minutos recobrar la movilidad y el tacto, distinguir las formas de su habitación de manera más clara y enfocar la vista de forma adecuada en la figura que tenía enfrente para reconocerla como el cuerpo de Izuku.

Lo primero que había podido distinguir fueron sus risos, que revoloteaban dispersos por la almohada como un sedoso manto desordenado que se alborotó aun más cuando levantó la cabeza y se acercó a él tocando su hombro.

― ¡Kacchan! ¿puedes moverte? ¿te sientes bien?

El rubio parpadeó un par de veces, tanteó la fuerza de su brazo y dirigió su mano al rostro del pecoso para estamparla bruscamente en el centro haciéndolo alejarse.

― ¿Por qué sigues aquí? _preguntó con un tono brusco, concentrándose en estirar el resto de su cuerpo_

― Tu madre me pidió que me quedara. Dijo que dormirías mejor si estaba cerca, pero creo que realmente me excedí con las feromonas. Lo lamento, aun no sé como controlarlas.

Tras un par de movimientos tentativos, notó que ya no le dolía ningún músculo. Su cuerpo se sentía más ligero y fresco, cosa que se reserva para sí mismo, mientras se levantaba para estirarse completamente de pie junto a la cama.

― Creo que las emito inconscientemente cuando creo que estás en peligro _continuó el peliverde con una voz seria e irritantemente analítica_ Ayer lucias algo consternado y me sobrepasé un poco. El efecto debía calmarte, no enviarte a dormir de forma indeterminada... es probable que mis emociones definan el efecto y la duración, pero es evidente que mi cuerpo solo reacciona cuando las tuyas se salen de control, podría ser algo recíproco que....

― Deku _lo llamó haciéndolo elevar la vista y sacarse la mano de la barbilla para descomponer su habitual pose de pensamiento_ cállate...

El rubio no tenía idea de que carajo había pasado, pero por alguna razón se sentía bien y completamente renovado, lo último que quería era arruinar el único día bueno que había tenido en meses, con los murmullos neuróticos del pecoso.

Quería bajar, tomar su desayuno de forma decente y ya luego explotaría si era necesario. De momento no le interesaban los detalles ni las formalidades de lo que sea que significaba Izuku quedándose en su cama, sus instintos saliéndose de control y obligándolo a hacer cosas estúpidas o las molestas habilidades de alfa de su compañero, solo quería mantener por el mayor tiempo posible esa agradable calma que de alguna forma había devuelto todas las partes caóticas de su mundo a su lugar y el resto podía esperar. 

 

Notas finales:

Esto tardó mucho más de lo planeado. 


Había perdido el USB en dónde trabajo la historia y no tenía un buen backup, fueron momentos de terror, pero por suerte nadie lo encontró antes que yo. Por otra parte la primera fase de mi tesis está a un paso de estar lista y casi puedo respirar tranquila, así que al fin tengo tiempo para escribir. 


No sabía muy bien en dónde finalizar este capitulo, ya que es un pequeño intermedio pacifico necesario para llegar a uno de los momentos más importantes de la historia, donde finalmente se empezaran a dar pasos para una relación real. Es una de las partes que más ansío escribir, así que los intermedios me están desesperando un poco (¡que quiero escribir de sexo, joder!), pero es necesario y les aseguro que valdrá la pena. 


Algo que cabe mencionar, es que no estaba muy satisfecha con el final del último capitulo, así que lo modifiqué. Quizás sea bueno darle una ojeada ;) disculpen las molestias, mi perfeccionismo no me deja dormir por las noches. 


Muchas gracias por acompañarme hasta aquí. Aprecio y admiro mucho su paciencia. y muchismas gracias por su comentarios, siempre me sacan una sonrisa y más de una vez me han hecho reconsiderar mis ganas de mandarlo todo al carajo.  Pero, estoy decidida a terminar estar historia y espero sinceramente que aun halla alguien conmigo para leerla.


¡Hasta la próxima!


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