Bitácora cuatro
La mirada de Quill se mantuvo sin expresión alguna mientras asimilaba las palabras de Rocket. Los ojos del mapache sólo se concentraban en el suelo y su respiración seguía igual de acelerada. Peter se humedeció los labios y se retuvo de soltar algún monosílabo que le hiciese parecer un desalmado imbécil y suspiro.
Ya estaba comenzando a entender.
—Y esa es la razón por la que has estado tan distinto últimamente —aquello fácilmente podría ser confundido con una pregunta, pero era más bien una afirmación. Rocket toma una inhalación profunda y continúa mirando el suelo, agarrando con fuerza el antebrazo de Quill, rehusándose a soltarlo.
—Los recuerdos sólo me invaden. Me torturan… —dice lentamente, cerrando sus ojos y agitando su cabeza hacia los lados queriendo deshacerse de los recuerdos que para ése momento lo inundaban—. Yo sólo estoy ahí, sufriendo —su voz se quiebra a la mitad de la frase y se sorbe la nariz. Peter sólo lo observa con miedo, teniendo una sensación de no querer saber lo que le había sucedido a él en el pasado, pero sintiendo en lo más profundo de su ser, que necesita escucharlo—. Tengo frío y puedo sentir que me hacen algo en la espalda… me duele la cabeza y escucho una voz diciendo que el sujeto de prueba está tolerando aquella fase del experimento —solloza, sintiéndose desnudo ante la mirada penetrante del terrano frente a él y ahí le mira—. Después… ya puedo caminar en dos patas…
—Rocket…
—Hay una aguja gigante que se acerca hasta mi cabeza y… aún puedo sentir el dolor cuándo sólo penetró en mi cráneo y me inyectó algo que me dejó aturdido y adolorido —su voz cada vez se hace más fuerte y temblorosa. Cómo si pronto fuese a gritar de la impotencia y Peter, sin saber qué más puede seguir haciendo, lo abraza—. La luz me molesta en los ojos y me duele respirar… —Rocket se silencia durante unos segundos y toma unas cuántas respiraciones profundas, queriendo conservar la calma—. Estoy sangrando y encadenado, apartado de mi familia, completamente solo…, sin saber quién soy; sin saber qué soy… y sólo estoy esperando por mi muerte o por alguna otra tortura que sólo me haga más diferente de lo que ya soy…
—Rocket… —Quill vuelve a intentar hablar pero se queda en silencio cuándo siente al mapache temblar entre sus brazos. No sabe qué decir, está estupefacto. Sabía que él había sido alterado artificialmente; pero nunca pensó en que quizás aquello le hubiese traído aquellos problemas psicológicos. Y no podía ni siquiera alcanzar a imaginar qué habría sentido él en aquellos momentos.
Y un sentimiento de dolor le oprimió el pecho. Sentía la angustia invadir cada parte de su cuerpo y la tristeza lo envolvió de una manera que le hizo llorar, también.
—Tenía miedo y sufría… pero no tenía las fuerzas para hacer algo al respecto y sólo… sólo dejé que pasara. Dejé que me convirtieran en lo que ahora soy —la impotencia hizo que Rocket experimentara un sentimiento de furia que sólo le hizo sentirse asqueado consigo mismo y cierra los ojos con fuerza, dejando escapar un bufido de resignación.
Peter iba responderle, iba a decirle que lo tenía a él para ayudarle a superar aquello que todavía lo perturbaba, pero un fuerte movimiento lo hizo trastabillar y ambos cayeron al suelo, Rocket encima de Quill y por instinto, ambos retuvieron la respiración mientras se miraban a los ojos y por un momento, el mapache logró verse reflejado en los ojos hermosos ojos claros del terrano, dónde se observó a sí mismo patético y fue incapaz de quedarse en ésa situación por más tiempo.
Se separó abruptamente de él y, momentos después, Gamora entró por la puerta, agitada.
—Tocamos tierra —dice, sin más, observándolos a ambos y frunciendo el entrecejo cuándo supo que allí había pasado algo más.
—Sí, nos dimos cuenta —dice el mapache, igual de sardónico que siempre y se limpia la nariz antes de pasar por el lado de la mujer y así salir por la puerta—. Todo el planeta se dio cuenta, se sacudió y todo. ¿Qué acaso no sabes aterrizar? —la mujer verde sólo rueda los ojos y se abstiene a responderle.
No tenía el mejor humor cómo para tener que aguantarse las sarcásticas respuestas de Rocket.
Gamora mira detenidamente como Quill se levanta del suelo y ambos se quedan observándose, el terrano lleno de incomodidad y ella con inquisición. Estaba esperando que él dijese algo pero sólo salió de allí, caminando en silencio hasta que llegó dónde estaban Drax y Rocket, quiénes observaban el lugar en el que habían aterrizado con un sentimiento diferente surcando sus rostros.
—Creo que mejor deberíamos irnos —comentar Peter, observando cómo el mapache se veía incómodo y asustado por estar en aquel lugar y mira a los demás guardianes a la espera de su respuesta.
—¿Por qué? —Pregunta toscamente Gamora, cruzándose de brazos—. ¿Sólo por qué Rocket lo dijo? —Peter abre la boca para negar aquel hecho, pero Rocket le interrumpe.
—Gamora tiene razón —suspira, su voz suena rasposa y sus ojos no han dejado observar aquel lugar que tantos recuerdos le traía—. Si una nave nos trajo aquí, debe tener una razón. Hay que ir a averiguarla —comenta, alejándose de dónde se encuentra con intenciones de salir de la nave y ver qué estaba sucediendo.
Los demás asienten.
—Sólo espero que no sea una trampa… —susurra Rocket, procurando que nadie le escuchase. Tenía un mal presentimiento en la boca de su estómago y sentía que algo no andaba bien.