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Pedazos del corazón... Pliroy Yuri On Ice por konohanauzumaki

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El abrazo entre J.J. y Yurio había durado más de lo que cualquiera de los dos hubiese pensado. No había palabras entre ambos, únicamente la lluvia, su ruido ensordecedor, el frío de la noche y el destino a sus espaldas, quienes eran los mudos testigos de aquel instante cargado de sentires.

De repente, un fuerte trueno cayó al unísono de iluminarse el cielo, separando por mera inercia ese momento entre ambos.

—Ya han pasado tus cinco minutos —dijo Yuri, mirando al suelo, con sus cabellos empapados y su rostro apesadumbrado.
—Yuri... Tan solo... ¿Puedo ir a recoger mis cosas a tu apartamento? —cuestionó el moreno, queriendo retomar la mirada que el hombre frente suyo había esquivado.
—Ok...

Sin más, tomando sus paraguas, los dos se dirigieron en silencio al lugar. J.J. sentía que debía expresarle algo más a Yuri, pero sabía que el joven, impetuoso y frío, ya no se lo permitiría... quizás no por el momento.

Al entrar al apartamento, el rubio lanzó su paraguas al suelo y se dirigió a su habitación, agregando al aire, sin voltear a ver a su antiguo inquilino, quién iba cerrando la puerta.

—Iré a ducharme. Cuando salga, no quiero verte más aquí. Y cierra la puerta bien al hacerlo.

Desapareciendo entre el umbral del baño y las pocas luces encendidas, Plisetsky se encerró a ducharse, al tiempo que, resignado, el canadiense comenzó a guardar solo unas pocas prendas de ropa suya, pero, al empezar a recordar sus vivencias con el joven, y lo que ya no podría ser, sentándose a la cama, comenzó a llorar de forma desconsolada.

No le importaba si Yurio llegaba y le reclamaba por no haberse marchado, puesto que ello era justamente lo que el moreno no quería hacer. No podía dejar todo atrás cuando el pasado estaba tatuado en su piel, y el presente le parecía solo una elección perdida y cruel. Cerrando sus ojos, pudo recordar esas noches cálidas donde podía contemplar los ojos dulces de Yuri, justo antes de dormir, sabiendo que la felicidad verdadera va más allá de lo que los demás crean o se pueda explicar... Que él era esa dicha que, llenada su vida, y que, la había ahora apagado de forma permanente.

—Fui tan imbécil. Debí de decirle la verdad. Ahora, creo que lo he perdido. A él, a esa parte de mí que nadie había develado porque solo llevaba su nombre...

En tanto, en la ducha, el de ojos azules dejaba el agua hirviendo cayera a su cuerpo, inmóvil, mientras mil y una cosas a su mente pasaban y él las bloqueaba. Quería tanto salir de la ducha y no ver a J.J. más, pero también quería tanto salir y verlo como esas noches que compartieron, con él, en una camiseta blanca y sus boxers negros, recostado en la cama, jugando videojuegos a la espera de que él saliera, para salir corriendo a su encuentro y recibir sus cosquillas, mientras su cabello empapado lanzaba gotas por aquí y por allá, en su habitación llena de risas y felicidad... terminar por observar ese tatuaje en su espalada baja que tanto le gustaba, y, sentir que no necesitaba más.


Al salir de la ducha, como antes, con esos rubios cabellos escurriéndole por la camiseta negra y con la expresión de aquél que ha perdido todo, Yuri miró a J.J. sosteniendo una sudadera, su favorita, y la que él solía ponerse, pero le quedaba enorme, para, encontrarse en el punto de oscuridad rota por la farola de la calle encenderse, en las pupilas del otro fijamente. Unos ojos suplicando regresar a donde no hay adiós, y otros que no pueden el pasado perdonar.

—Me iré enseguida, solo pensaba que hacer con esto —dijo el canadiense, mostrando la sudadera.
—Llévatela si quieres, me da igual —contestó el de ojos verdes, bajando su mirada, al no poder ya más aguantar.
—De acuerdo. Entonces te la dejaré —contestó J.J., poniéndose de pie y tomando su pequeña maleta vacía.
— ¿Me estás retando? —reprochó el ruso, tomando la sudadera de la cama y aventándosela a la cara—. No quiero nada tuyo, ni te quiero a ti de vuelta. Compréndelo. 
—Yuri, por favor, escúchame, lo que pasó en Canadá no es lo que crees.
— ¿No es lo que creo? ¡No me jodas! —gritó Yuri, furioso y soltando la nula calma que aún poseía.
—Yuri, cálmate por favor, escucha —le pidió el moreno, acercándosele e intentando agarrarlo con su mano derecha, la cual, mostraba una cicatriz reciente, que el rubio notó—, tan solo escucha lo que te tengo que decir, todo aquello que, es la verdad...

Pasado...

—¿Qué sucede? —preguntó el padre de J.J., llegando junto con todos a la entrada del lugar, para ver a su hijo en estado de shock y el jarrón roto, con fragmentos de cristal en el suelo, y la mano del patinador cubierta de sangre.
—J.J. estás sangrando —agregó su madre, agachándose e intentando tocar su mano, cuando, el joven, poniéndose de pie, intentó ir afuera, pero, la mano de su prometida lo detuvo.
—¿A dónde vas? —terció Isabella, mientras J.J. miraba como la figura de Yuri se perdía en la distancia, con lo que, desesperado, jaló su brazo para liberarse de la joven.
—Lo siento... —respondió Leroy a todos, echándose a correr rumbo a alcanzar a Yuri, entre la nieve caer y la noche desvanecer su rostro.

— ¡Yuri!, ¡Yuri! — gritaba J.J. en un paraje donde no se veía nada ni nadie. Así, tras varios minutos de verdadera desesperación, llegó a una parada de autobús, donde, la maleta y la figura del ruso pudo divisar gracias a las luces distantes del autobús que ya venía en camino. Alentando una esperanza, corrió hasta subir a la pequeña plataforma de madera dispuesta en el camino, estando de nueva cuenta frente a él.

Ante ello, Yuri, furioso como nunca antes, apretó con su mano izquierda su maleta, con los ojos inundados en lágrimas.
—Yuri —alcanzó a pronunciar J.J., pero el rubio le soltó una bofetada que le dejó pasmado, deteniendo el tiempo entre los dos.
—Nunca vuelvas siquiera a osar pronunciar mi nombre —respondió, en el tono más cruel y triste Yuri, llegando el transporte y abriendo sus puertas.
—Yuri, déjame explicarte, por favor —le pidió, lleno de desesperación J.J., pero, subiendo al autobús el rubio, solo pudo contestarle aquello que marcaba el final.
—Adiós para siempre, J.J.

Partiendo el gris autobús, a lo lejos del final, J.J. solamente podía llorar, sin poder ya pelear a sabiendas de lo que acababa de pasar, mientras un charco rojo se tendía a sus pies, proveniente de su mano derecha, y en donde unas cálidas y destrozadas lágrimas se perdían en el silencio.

Presente...

—Ya perdiste tus cinco minutos para que te escuche —respondió Yurio, frío, para al intentar salir de la pieza, J.J. abrazarlo por la espalda, y, a su oído derecho, en el forcejeo del rubio, decirle.
—Aunque no quieras escucharme, te lo diré... Porque, no descansaré no solo hasta que lo escuches, sino hasta que entiendas mi verdad Yuri.
Ante eso, Plisetsky dejó de oponer resistencia, para y sin voltear a ver al chico, cerrando sus ojos y apretando sus puños, se permitió escucharle una vez más, con lo que Leroy, compartió la realidad, mirándose ambos a través de un espejo a su frente, mientras su confesión era dada al oído, tan cerca que, la piel de los dos se hacía estremecer. 
—Aquella tarde que recibí esa llamada, mi familia me pidió que regresara a Canadá, no solo porque había pasado mucho tiempo fuera, sino porque...


Pasado...

—Papá, mamá he regresado —dijo J.J. al estar en el portón de su casa, siendo recibido por sus padres y hermanos. 
—Que bueno que has regresado hijo, ahora si podrás ayudarnos con la granja y...
—Sobre eso quería hablarte Padre, yo...
—Será mejor que lo hablen después de que Isabella llegue, no debe de tardar.
— ¡Madre! —exclamó el patinador, desconcertando a sus padres. 
—Niños, vayan a jugar. Tú, ven con nosotros Jean —siguió su padre, severo, entrando los tres al comedor.

Un reloj tic tac rompía el silencio del lugar, impecable, y lleno de fotos de J.J. con trofeos.
—Me parece increíble que te haya tenido que pedir que regresaras para que te responsabilizaras de esta familia —reclamó el señor Leroy, dejando en guardia a su hijo.
— ¡¿Qué?! —exclamó atónito el de tatuajes.
—Mira hijo, ya no nos queda otra opción y...
— ¿Dé que me hablas? Padre, cuando me fui a participar en el Grand Prix te dije que no iba a regresar a la granja a trabajar y que el dinero de mis regalías lo podías usar para cubrir mi ausencia y las deudas. Tengo entendido que es una buena cantidad, entonces, no entiendo porqué me hiciste venir en calidad de urgente a casa, y de paso, salir con lo de Isabella, cuando bien les dije que ya había terminado con ella —reclamó J.J., muy molesto, enfureciendo a sus padres aún más.
—No lo entiendes Jean, ese dinero no ha servido de nada. Seguimos con muchas deudas y el padre de Isabella amenazó con pedirnos lo que nos ha prestado si tú no regresabas con ella, porque se ha puesto muy mal y ha estado muy triste desde que te fuiste. Por eso... —contestó su padre, haciéndole hervir la sangre a su hijo, por lo que tenía que escuchar.

El reloj pareció detenerse ante ese estruendo, en el unísono de hervirle la sangre de furia a J.J., y en la completa pasividad de sus padres al respecto.

—Eres nuestra única opción J.J. y es algo que nos debes, al final, siempre apoyamos tu sueño de ser patinador, y ahora tú debes ayudarnos; es tu deber como hijo.
—Les di todo lo que podía y ahora me obligan a unirme con una persona por la que no siento nada. ¿No se dan cuenta de lo que me están haciendo? 
—Ella fue tu novia, y lo fueron desde niños, entonces, no veo problema, al final se conocen y... —dijo el hombre, pero, el moreno le interrumpió, en un tono severo de ira.
— ¡Y no la amo! 
—Pero tendrás que hacerlo.
—Escucha padre, yo no amo a Isabella, y tengo otra vida que me espera en el otro lado del mundo, así que, no me pidas que venga y me case con alguien que no amo, solo para subsanar tus errores. 
—Pues no hay otra opción Jean. Así que, espero que cuando ella llegue, la recibas con buena cara, porque, si no te casas con ella, ¡la familia se irá a la ruina, y tú cargarás con ello en tus hombros!

La cabeza de J.J. era un caos, y sentía como si le fuera a explotar de tanto enojo y frustración. Sentado en el pórtico de la casa, miraba los campos y no sabía que podía hacer para ayudar a su familia y a su vez, no dañar a Yuri con todo esto. No sabía si decírselo, porque Yuri era temperamental, pero, tampoco podía ocultarle todo eso.

De pronto, Isabella apareció, y mirando a joven, quiso lanzarse a sus brazos, pero, el joven se lo impidió. 
—Vaya recibimiento le das a tu novia —le reclamó la chica, mirándolo con desafío.
—No somos novios desde mucho antes que me fuera al Grand Prix —respondió él, frío.
—No, pero lo seremos de nuevo, porque si volviste es por mí, ¿no? 
—Isabella, yo no te... —soltó él, pero ella lo interrumpió al lanzarse a su cuerpo y besarlo, para, quitándose, mover de forma negativa su cabeza, al tiempo de escuchar detrás de ellos a alguien llegar.
—Vaya, me da gusto que ustedes dos se hayan reconciliado —dijo, en tono falso, el padre de la joven—. Y me da gusto, porque esto le hará muy bien a las familias, sobre todo a la tuya, ¿verdad J.J.?

Al chico le daba vueltas la cabeza de tanto enojo, y, saliendo sus padres a darle el encuentro a la familia de la joven, el tema pareció perderse, ante tanta falsedad y ambición en el aire. Así, entrando todos a la casa, el día empezaba a caer.

Habiéndose ido Isabella, quien jamás soltó el brazo del moreno, este, furioso, trabajaba en el granero, moviendo paja y sudando por el esfuerzo, sin importar la hora de la noche que era, cuando su padre entró a confrontarlo.
— ¿Te das cuenta que en tus manos está el arruinar o llevar a la gloria a la familia? 
— ¿Y tú te das cuenta que en tu egoísmo está arruinarme y llevarme al infierno? 
—Pues no tenemos más opción. Eres tú, o todos nosotros. Al final, eres joven y siempre puedes dejar a Isabella en el futuro.
—Padre, yo no quiero este presente al lado de ella, yo ya tengo un presente que quiero siga siendo mi futuro, entiéndelo. 
—Pues tú debes entender lo que te digo y punto —terminó el señor, saliendo del lugar.

— ¿Qué voy a hacer? —se preguntó en voz alta Leroy, dejándose caer al suelo, casi presa de un ataque de ansiedad, al saber que la decisión que tomara sería mala para unos u otro, y lo cierto es que no quería herir a nadie, ni causar más problemas, pero, no sentía hubiera salida.
—No te preocupes— le respondió una voz tímida, desde la puerta del lugar.
—Madre... Yo...
—Siento que pases por todo esto hijo —respondió ella, llegando a su lado y agachándose para poder mirarlo—. Esto no es tu culpa y tú suficiente has hecho por nosotros. Lamento que te estemos poniendo entre la espada y la pared.
—Madre, si me hubieran pedido esto antes del Grand Prix lo hubiera hecho, pero, ahora no puedo... —susurró, desconsolado el de ojos azules, llorando con dolor por su destino anunciado.
— ¿Le amas?
— ¿Eh?
—Sé que tú estás enamorado de alguien. Lo noté cuando tu padre te dijo lo de Isabella. Ese es tu motivo, ¿cierto? —preguntó la mujer, comprensiva y limpiando las lágrimas de su hijo.
—Si, yo... conocí a alguien que, me llenó el corazón cuando menos lo esperé y, no puedo hacerle esto, no cuando me espera en Rusia y regresar a su lado, es lo único que quiero.
—Entonces no queda otra opción más que...
—Madre, ¿Qué? —terminó él, anonadado al oír eso.

Así, los días le pasaron a J.J. en aparente calma, entre el desánimo por la situación y por tener que ocultarle a Yuri algo tan importante, pero, sobre todo, con el peso de tales decisiones, y el futuro incierto al que le llevarían, llegando a la noche fatídica donde tendría que anunciar su matrimonio con Isabella, sin dejar de pensar en lo mal que estaba todo, y que solo tendría que esperar un poco más para salir corriendo y regresar a los brazos del chico al que amaba.

De ese modo, teniendo a tanta gente reunida para celebrar la pedida de mano, y deseando con todo su corazón que todo saliera bien para poder regresar a Rusia, J.J. veía a Isabella, a su padre y a su familia, recordando lo que su madre le había dicho.

—Tu padre solo necesita que te comprometas con ella. Pasando ese día, su padre renovará el préstamo y tú podrás cancelar todo. Solo te pido que esperes al otro día de pedir su mano para dejarla, e ir con esa persona. Ya del resto nos tendremos que encargar nosotros, le guste a tu padre o no.
—Pero Madre, ¿estás segura?
—Si. Tiempo tenemos para remendar nuestros errores, pero, es justo que tú vivas el tuyo con esa persona, y seas feliz. Dime hijo, ¿Esa persona te ama? 
—Sí, estoy seguro que sí, y aún no fuera de ese modo, sé que siempre seguiría ahí, a su lado, hasta lograr ganar su amor —respondió Leroy, sonriendo al recordar a Yuri, agradándose de eso su madre.

Sin embargo, justo en el momento en que pensaba en el hada, en que veía su rostro en su mente, dulce y bello, su teléfono timbró, para, revelarle que, en el mismo lugar, en la pedida de mano de su parte a Isabella, estaba ahí él, la única persona a la que realmente a quien amaba: Él... Yuri Plisetsky.

Y, saliendo corriendo tras él, no pudo más que tropezar al camino, abriéndose la mano, y aun así correr tras él, para tener que dejarlo ir, con todo el amor y el dolor revueltos en su pecho, ante la duda de si habría futuro para los dos, o siquiera amor, para, al perderse la luz del transporte, el joven mirar de nuevo todo el sitio oscuro, perdiendo de golpe el color el rededor y el negro llegar a sus ojos. Y es que, una de sus venas se había cortado por los vidrios y había perdido tanta sangre, que, sin evitarlo, caía desmayado.

Dejando en aquel instante, entre la nieve teñida de rojo, pedazos del corazón.

Continuará...

Notas finales:

Esperen en el próximo capítulo el deselnace!! 


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