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Pedazos del corazón... Pliroy Yuri On Ice por konohanauzumaki

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Capítulo 3. Entre presente y futuro...

Presente...

Yuri, atónito, escuchaba todo lo que le contaba J.J., mientras sus cuerpos comenzaban a estar cálidos por la cercanía del otro, como si nada malo de esto hubiera pasado, como si fuera una noche más que compartían ambos.

—Y si tú no sentías nada por ella, y estabas tan convencido, ¿porqué simplemente no te negaste y ya? ¿Acaso piensas que soy tan imbécil para creerme eso? —reclamó Plisetsky, soltándose de los brazos del canadiense, dando tres pasos lejos de él, tapando el espejo donde momentos atrás se reflejaban.
—Porque no podía abandonar, así como así a mi familia a la deriva. Sé que fui un estúpido, pero, no tenía la forma de apoyarlos más que esa. Era mucho dinero, y, solo podía pensar que estuvieran bien. Me sentí responsable por el apoyo que me dieron mis padres siempre, a ahora, regresarles el favor. Quizás no hay excusa, pero cuando se trata de la gente que amas, no puedes pensar más que verles bien, aunque tengas que hacer esta clase de cosas. Mi error fue no decirte, pero, pensé que, si solo podía ocultártelo lo suficiente, no te dañaría y jamás te enterarías y seguiríamos como si nada. 
—No confiaste en mí...
—No, por idiota. Y por no dañar aquél a quien tanto amo. 
—Pues el daño está hecho ya. Ahora, es mejor que te marches J.J. —respondió Yuri, cuando, de mirada suplicante, el moreno dio tres pasos hasta quedar pegado a él, para agregar, en el tono más sincero y lleno de verdad.
—Perdóname...
—Vete... —contestó el ruso, orgulloso y herido, en el laberinto entre hacer lo que le dictaba su corazón o respetar el duelo al que la persona que amaba, lo había sometido, por no decirle la verdad. 

J.J. solo pudo bajar la mirada, y, voltear, para empezar a guardar sus cosas, cuando Yuri, solo pudo intentar saciar su curiosidad.
—¿Puedo saber que pasó cuando me fui? 
—El pandemonio se soltó...

Pasado...

Cuando J.J. despertó, estaba en el hospital, con el brazo vendado hasta su mano. 
—Hijo, ¿cómo te sientes? — le preguntó su madre, a su lado, aliviada de verlo bien.
—Bien yo, ¿dónde está Yuri? —preguntó el joven, sentándose de golpe en su cama. 
—Yuri, ¿ese es el nombre de ese muchacho? 
—Si, él... ¿sabes algo de él? 
—No hijo. Solo te encontramos a ti, bueno, Isabella lo hizo. Al caer te cortaste y pediste mucha sangre. Pero bueno, ahora ya estás aquí y... J.J., ¿qué demonios haces? —dijo su madre, al verlo quitarse las sondas del cuerpo, sonando los monitores, a lo que varias enfermeras entraron, y con ellas, su padre.
—Con que ya despertaste. ¿Me quieres decir lo que pasó contigo? Te das cuenta que Isabella está tan enojada que podría perder que su padre nos...
—¡Ya basta padre! —gritó J.J., dejando atónitos a todos, saliendo las enfermeras al ver que no pasaba nada, y cerrando, el joven siguió—. Ya deja todo esto, ya no seguiré con ello.
—¿Pero de qué hablas? Tú te vas a casar con Isabella y punto.
—No. Ya no. No pensaba hacerlo, y esto se acabó. 
—¿Que rayos? —gritó su padre, para ir a zarandearlo, pero, su esposa se puso frente a él.
—Querido, escucha a Jean. Ya, esto se acabó.
—Si él no se casa, nos arruinará.
—Eso no es verdad. Tendremos que trabajar, pero lo haremos. Es nuestra culpa por perder todo el dinero que nos dio. Jean tiene derecho a ser feliz. Ya, basta.
—Feliz será con Isabella. Ella es una gran mujer y fue su novia y será su esposa. ¿O es que acaso me vas a salir con alguna estupidez? 
—¿Estupidez? —preguntó Jean, visiblemente molesto, a lo que su padre, sarcástico, respondió.
—No sé, tu negativa a casarte, y ahora que recuerdo, esa chica que llegó y por la que te saliste y a quien fuiste a seguir. ¿Es a ella a quién quieres? 
—Cariño, ya deja a tu hijo —terció la madre, notando el enfado de su hijo.
—Déjalo que responda. Total, esa chica no tiene nada que ver con Isabella, la vi y era horrible, y, además, supongo que ya no quiere saber nada de ti.

J.J. se quedó en silencio, y, poniéndose de pie, le contestó lo que menos esperó el hombre, burlón y provocador al enojo de su hijo.
—La persona que vino, y a la que perdí por toda esta estúpida idea de ese compromiso con Isabella, es la persona a la que amo. No es cariño, ni capricho como lo que quizás Isabella me tiene. Yo le tengo amor. Y sé que me correspondía en la misma medida hasta antes de que llegara aquí. Y, ahora, no me importa lo que suceda padre, pero iré a buscarle y, a mí, mejor ya no me busques más. No quiero saber de ti en mucho tiempo. 
Los señores se quedaron callados, y J.J. empezó a vestirse.
—Hijo, aún no debes de hacer esfuerzos, anda, regresa a la cama.
—No madre, si no me voy ahora, perderé a Yuri para siempre.
—Yuri. Así se llama esa chica, tan insignificante. Vaya J.J., te conocí novias y mujeres que te asediaban más bellas. Vas de mal en peor —contestó su padre, queriendo que se enojara su hijo más—. Como sea, haz lo que quieras, total, nos iremos a la quiebra y.…
—Y no me importa ya padre. Me duele ver que seas así, pero, me da igual, al ver que clase de persona eres. Lo siento madre, pero, esto es lo que debo hacer. 
—Hijo, ve entonces... —confirió su madre, y, poniéndose frente a su padre, el patinador agregó, serio y hablando con toda su fuerza interior.
—Padre, Yuri no es una mujer. Es un chico. Es el mejor patinador del mundo, y, el hombre al que amo. Y, aunque te duela admitirlo, es el ser más hermoso que has visto jamás. Me siento tan afortunado de que él se haya fijado en mí, que, haré lo que sea en adelante por recuperarlo tras lo que pasó. Yuri Plisetsky es la persona a la que amo, y, quiero que lo sepas, y que también sepas que, no permitiré en adelante que vuelvas a hablar mal de él. Es todo. 

El señor, atónito, no daba crédito a lo que oía, y su madre, asombrada, derramaba lágrimas, pero, estaba conmovida por el corazón de par en par que su hijo les acababa de develar. 
—Entonces eres un maldito gay. Vaya, lo que me faltaba, que mi hijo fuera gay. 
—Lo soy. Y si lo aceptas o no, es tu problema. Debo irme —dijo J.J., acercándose a la puerta.
—J.J., no voy a permitir que un hijo mío sea gay. Puedo perdonarte que pasara todo esto con Isabella, pero no que seas gay. Si tú sales de esa puerta, olvídate de tu familia. Si te quedas, no quiero volver a oír esas estupideces de que amas a ese tipo. 

—Adiós entonces, padre... —terminó Jean, cruzando la puerta, dirigiéndose a su nueva vida, y, a la vez, a tratar de recuperar su antigua vida. 

Presente... 

—Cuando me fui, tomé mis maletas de casa y me preparé para tomar el primer vuelo a Rusia. Apenas hoy que llegué, mi madre me habló y me dijo que mi padre le dijo al de Isabella que me corrió porque descubrió que estaba con un gay. Aunque, eso es lo que menos me importa. Solo que tú, que me... 
—Si esa es toda la historia, creo que ya va siendo hora de que te vayas. Tú no confiaste en mí, y yo, ya te dije que pienso. Vete ya, anda... —soltó Yuri, tan frío, que, hizo enojar a J.J. para, al rubio intentar salir de la habitación, el joven detenerlo al abrazarlo por la cintura, y, jalarlo hacía su cuerpo.
—No voy a irme, no y no.. —gritó J.J., sorprendiendo a Plisetsky, al tiempo que sus manos dirigió al miembro del chico, para tocarlo, ante el impacto del rubio, quien, de inmediato, quiso con más fuerza soltarse.
—¡Déjame! —gritó el ruso, pero, aunque le pegaba en sus muñecas, el chico no le soltaba, mientras, bajo la ropa, lo tocaba de manera lasciva.
—Si no puedo volver a estar contigo, yo, por lo menos, quiero poder haberte tocado siquiera una vez —respondió Leroy, teniendo entre sus dedos la parte sexual de su chico, quien, rojo, en una mezcla de gozo y de furia, intentaba aún soltarse.
—¡Que no! —gritó Yuri, pero era inútil, porque Leroy estaba fuera de sí, tan dolido y desesperado, que no escuchaba razones, hasta que, en un tono bajo, sintiéndose morir y revivir ante tal momento, agregó—. Por favor... J.J. —al tiempo de pegarle a J.J. en la herida de la mano, con lo que, reaccionando el canadiense, lo soltó de golpe, respirando ambos de manera rápida y entrecortada, y, sentándose a la cama el rubio, mirando con miedo al moreno. 

El silencio se hizo entre ambos, y, J.J., entendiendo lo que acaba de hacer, terminó por meter sus cosas a la maleta, para marcharse ahora sí.
—Lo siento...

J.J. salió del lugar, sabiendo que había cometido una estupidez aún más grande, o quizás equiparable, y que, con todo, ya no habría perdón. Saliendo a la helada noche ya sin lluvia, pero helada, comenzando a caminar tan lentamente, que hasta las hojas de los árboles eran llevadas con más rapidez por el viento.

Al tiempo, Yuri, atónito aún, miró que el chico había dejado la sudadera en la cama. En un impulso, la tomó entre sus manos, y, abrazándola, percibiendo el aroma del moreno aún en ella, no evitó caer en llanto, en el quiebre de sus sueños y la incertidumbre de su futuro; en la tribulación de su corazón.
—Yo, no sé qué hacer... Lo amo, pero, lo que hizo, eso... Ese idiota, engreído y bruto que amo... J.J., yo...
Y, mirando en su corazón, en la retrospectiva de lo que en esa alcoba y entre ellos había pasado, hablándole su corazón acerca de lo que acababa de oír, lo que acababa de pasar, y lo que sucedía al marcharse J.J., vistiéndose, salió corriendo con la sudadera en la mano, rumbo a encontrarse con el canadiense.

Siguiendo el camino habitual de sus paseos, Yuri avanzó y por fin, en el camino, en un paseo lleno de pinos con finas gotas de lluvia sobre ellos, brillando con la luz de la noche y las farolas, vio al joven alejándose, cabizbajo y lento, a lo que, solo tuvo que gritarle...
—Espera...

De inmediato J.J. dio la vuelta para ver, a unos quince pasos a Yuri, y, caminando uno y otro a su encuentro, los dos se quedaron mirando, sin decirme nada.
—Supongo que viniste porque olvide la sudadera, ¿no? —cuestionó J.J., sabiendo que había perdido y agradeciendo que, pese a todo, Yuri aún ese gesto con él había tenido.
—Si, yo... —soltó el rubio, entregándosela, con lo que el moreno, guardándola en su equipaje, intentaba mostraste entero para no destruirse ahí mismo frente a quien no le daría su perdón.
—Gracias Yuri, anda, regresa al piso que hace mucho frío —respondió el moreno, dirigiéndole una sonrisa que intentaba mostrar calma, allí, donde la tormenta golpeaba, para, tornar a regresar su camino, dando uno, dos; tres pasos y continuando.
Ante eso, Plisetsky, con las palabras sin poder salir de su boca, apretó sus manos, para, gritarle, al tiempo de volver sus lágrimas derramar.
—J.J.
—Dime Yuri —dijo el de tatuajes, tornando a mirarlo, ante sus siete pasos de separación.
—Solo, solo quiero saber una cosa... —contestó el rubio, sintiendo temblar y estrujarse su corazón.
—Dime —pidió, esperanzado el de alto de ojos verdes.
—¿Por qué no confiaste en mí? 
—Yuri... —susurró J.J., acercándose hasta quedar a su frente, para, quitándole suavemente los cabellos del rostro, responderle, en el color más sincero que podía darle su interior, fundiéndose ambas verdes pupilas, como había sido tiempo atrás.

—Tal vez suene ilógico, pero nunca dejé de confiar en ti, de hecho, justamente, por la confianza que me tenías, y la que yo quería me siguieras teniendo, es que hice lo que hice. Quise confiar en ti, pero, sabía que te lastimaría, y, eso es lo que no quería. No tengo redención a lo que hice, pero, y entre todo esto, espero puedas confiar en mí al decirte una sola cosa —y, tomando sus mejillas entre sus manos, siguió, llorando por el sentimiento en su interior—, y eso, es que te amo Yuri. Porque mi corazón supo lo que era latir cuando vi tus ojos fundiéndose en los míos. E hice la peor estupidez al no decirte lo que pasaba, pero, no quería dañarte, no a ti, quien sonreías como el sol, y me regalaba sin esperar nada a cambio, su amor. Por eso quise protegerte, por eso me negué a tocarte pese a cada noche morir por querer entregarme a ti. No puedo sentir ni quiero sentir nada por nadie que no seas tú, porque desde que te vi, aunque no lo creas, aunque te molestara y no me vieras, no pude dejar de pensar en ti. Estabas en mis sueños, y por eso te molestaba, por lograr tu atención captar. Y ahora, guardo todo ello como mi más grande tesoro, como la parte de mi ser que nació desde que te conocí. Y sé que lo que te hice no se puede perdonar, y si fuera tú, quizás yo tampoco me perdonaría, pero creo que más allá del dolor, el amor es algo que no se puede acabar, no cuando se siente en la intensidad en la que tú y yo lo sentimos. Por eso, solo por un instante te pido que me mires a los ojos y me digas que no me amas. Y si tu repuesta es negativa, daré la media vuelta y no volverás a saber nunca más de mí. Pero, pero si tu respuesta es afirmativa, por favor, déjame demostrarte que te amaré por siempre, y que haré lo que sea por tu sonrisa en mis ojos poder volver a vivir. 

Yuri, callado, derramaba lágrimas que se deslizaban por sus mejillas, abriendo y cerrando al unísono las heridas que no se podían olvidar. Y J.J., apelando a un sentimiento que él sabía, no podía haber muerto, se acercó para besarlo, para ambos besarse, en una noche donde el frío transformó la lluvia en nieve, cayendo los copos a sus cabellos, en el unísono de sus labios juntarse, por el amor.

La escena era bella, digna de plasmar en un lienzo. Allí, en la solitaria calle que se llenaba de nieve, dos hombres se besaban, mientras la ciudad corría y la noche avanzaba.

Tras varios, quizás muchos segundos, los dos jóvenes se separaron. Las manos de Yuri, inmóviles a sus lados, fueron tomadas de golpe por el mayor, quién, lanzándole una bella sonrisa, enunció.
—Solo dime que no me amas...
Yuri, inmóvil, sabía que no podía mentirle. Y tampoco podía engañarse. 
—Quisiera que pudieras sentir lo mucho que me dolió, y que aún me duele lo que pasó. Quizás no tengo tanto dinero, pero pude haberte apoyado con todo lo que tenía. Y, tal vez nunca pueda compararme con tu ex novia, pero, aquí estaba yo... Aquí estoy yo.
—Yuri...
—Y no, no te diré que no te amo, porque sabes que sin importar cómo, cuándo o donde, ese sentimiento surgiría en i de nueva cuenta si tan solo me llegaras a rozar. Puedo perdonarte todo, pero lo que no puedo hacer es olvidar todo aquello que hemos vivido y somos. Por eso, aunque seas un imbécil, solo puedo amarte, porque, fuiste hiciste vibrar mi pasado, porque marcas mi presente y porque sé que harás mi vida feliz en el futuro. No fui lo suficientemente fuerte para aguantar tanto dolor, pero, al verte ir y ver un pedazo de ti en la habitación, supe que hay cosas que el viento no se puede llevar, y que, cuando el amor es como el que por ti siento, entonces, todo puede quedar atrás. Lo que hiciste por tu familia, no puedo negarlo, ni lo que tuviste que pasar. Siento no haber estado contigo en todo eso.

Los dos jóvenes, mirándose de forma dulce, con ojos llorosos y sus cabellos entre el blanco de la nieve, se sonrieron, cómplices del amor en su interior.
—Gracias Yuri... Y perdona lo que te hice hace rato —respondió J.J., apenado, sonrojando al ruso.
—Eso, no importa...
—Am, y, sobre la pregunta... Tú...
—Creí que ya te había quedado clara —respondió Plisetsky, aún más rojo.
—Pero quiero oírla de tu dulce voz.
—Pues no te lo mereces.
—Por favor —pidió el rey, a lo que el hada, dulce, confirió.
—Te amo J.J.

Y, así, tomándose las manos, caminando de vuelta a su apartamento, entre la nieve cayendo y la fuerza de su amor, sus sonrisas entremezcladas con el fulgor de sus miradas al corazón, unieron en el tiempo sus pedazos del corazón...

FIN

 

 

Notas finales:

Gracias por leer. La inspiración llegó cuando quería y no cuando tenía, pero, por fin quedó listo.
Hay veces que perdonar a la persona amada cuesta, pero, creo que -y en algunos motivos- debe importar más el amor que el orgullo o el dolor. 
J.J. hizo esto por su familia, y aunque Yuri lo tomó mal, sea por dolor o inmadurez, al final comprendió los motivos del Rey y, bueno, el resto ya lo leyeron ustedes.
Espero les haya gustado. 
P.D. Yo quiero imaginar que regresaron al apartamento y terminaron lo que J.J. empezó o despertó en Yuri. ¿Y ustedes? :)


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