XI: No todo es lo que parece
Sasuke lo engañaba.
Durante los últimos días, Sasuke se comportaba más huraño con él, más esquivo y ya ni siquiera conversaban como antes. Naruto había llegado a esa conclusión, apañada también por el hecho de que aquel había estado saliendo mucho en ese lapso.
No obstante, lo que desencadenó la tragedia fue una conversación que escuchó sin querer entre Itachi y Sasuke. Naruto llegaba de la universidad cuando, mientras se dirigía a la habitación que compartían, escuchó las voces de ambos entonadas con un incomprensible nerviosismo. Curioso como era, pegó la oreja a la puerta para oír mejor, y escuchar reiteradas veces la frase «¿Crees que podrás engañarlo por más tiempo?» de boca de Itachi no ayudó a su salud mental para que esta la descifrara a través del raciocinio nacido de la confianza como pareja. Aunque el «Si aún no lo ha descubierto es porque lo estoy haciendo bien.» de Sasuke terminaba por descuartizar la base de toda relación sana.
En ese momento, conducido por la ira y el dolor de saberse engañado, estuvo a punto de abrir la puerta y enviar seis años de relación al infierno. También iba a golpear tan duro el atractivo rostro de su pareja que ya nadie más lo vería encantador; sin olvidarse en el proceso, claro, de su vil y cómplice cuñado. Lamentablemente, la campana los había salvado: su celular, siempre en modo vibración, comenzó a «sonar» y la imagen de su madre se mostró de inmediato en la enorme pantalla táctil. Y si había algo que Naruto temía era la furia de Uzumaki Kushina. Por eso relegó de momento su venganza para atender asuntos de urgencia superior. Mas no había olvidado, claro que no. Los siguientes días, conducido por el deseo de creer que todo no estaba perdido, esperando alguna explicación o reacción, sólo se dedicó a devolver el mismo trato frío que Sasuke le dedicaba, llegando al punto en que ya ninguno buscaba conversación con el otro.
Seis años de su vida arrojados por la borda.
Y mientras los días parecían llevarse a rastras el amor que un día pensó eterno, las horas perdidas siguiendo a Sasuke para averiguar quién era el otro o la otra lo acompañaban.
No conseguía comprenderlo; Sasuke no se había visto con nadie en plan romántico, pero a él seguía ignorándolo. ¿Se habría aburrido simplemente de él, de ellos, de la vida que habían creado juntos? ¿Entonces, por qué no se lo decía y ya? A Naruto la sola idea de que le tuvieran lástima le provocaba náuseas, por ello había decidido terminar con todo ese día, sin más prórrogas para entender lo inexplicable, en cuanto llegara de la universidad.
Lo habría hecho sin dudas, de no ser porque allí estaba Itachi otra vez hablando con Sasuke. A través de la madera escuchó sólo el final de la conversación, donde el «Esta noche será el último día que siga con esta farsa.» matizado por la voz de Sasuke le dio una nueva pauta para actuar.
—Esta noche será, entonces —susurró, de acuerdo con dar fin a aquella farsa.
Llegado el momento culmen de su historia, Sasuke lo invitó a comer afuera aludiendo a lo aburrido que se tornaba comer siempre en el mismo lugar. Naruto no lo rechazó, aunque las ganas de estamparle el puño en la cara estuvieran allí, muy presentes. Llegaron a un restaurante elegante, como no podía ser de otra manera hablando de Uchiha, y fueron de inmediato conducidos a una zona privada, apartada del resto, lo que tampoco era de extrañar cuando al menor de una de las familias más adinerada se refería.
Antes de llegar a destino, Naruto se detuvo, incapaz de sostener por más tiempo el peso de las palabras que tenía atragantadas desde hacía días, sobre los hombros.
—No, Sasuke —dijo al fin, bajando la mirada con evidente frustración—. Tenemos que hablar.
Sasuke, como siempre, ignoró su petición, lo tomó de la muñeca y de un jalón lo obligó a entrar al lugar reservado sólo para ellos dos. Los golpes e insultos malsonantes no llovieron por una simple razón. Dentro, sus padres y todos sus amigos estaban sonriéndole y aplaudiendo, gritando un «sorpresa» tan bien sincronizado que le quitó el habla y la capacidad a sus neuronas para hacer sinapsis. ¿Qué demonios estaba ocurriendo?
—No te enojes —habló Sasuke, mirándolo con cierta picardía entremezclada con un deje de culpabilidad brillando en sus irises—. Que fuera un idiota contigo durante los últimos días era parte del plan. Se supone que la euforia que experimentarías sería más inolvidable así. Espero que lo sea o acabaré con Itachi y Suigetsu.
—¿Parte del plan? —repitió todavía muy confundido, pero emocionado por todo lo que sus ojos veían, por aquella fiesta sorpresa para él.
—No sabes lo difícil que fue tenerte cerca y no poder siquiera besarte. —Aunque su tono denotaba desolación, Sasuke le sonrió por primera vez en días, de esa forma retorcida que sólo él conseguía formar, pero le sonreía al fin, tomándolo de la mano con suavidad.
—Eres un idiota —le dijo sin ocultar la felicidad ni intentar disimular la humedad que le empañaba los ojos—. Cuando lleguemos a casa voy a matarte lentamente por hacerme pensar estupideces.
Sasuke soltó una ligera risa divertida, afianzando el agarre de sus manos, mientras él se secaba los ojos descuidadamente con el puño del traje.
Acababa de recordarlo: era su cumpleaños.
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