XIX: Abre bien los ojos
Habían sido amigos desde la infancia; Naruto, Sasuke y ella eran inseparables. Por eso, cuando, durante una conversación con un Sasuke algo pasado de copas, éste le confesó que efectivamente sí, estaba enamorado, Sakura imaginó ser ella el objeto de ese sentimiento.
«Es alguien que siempre ha estado a mi lado» habían sido las palabras exactas de Sasuke. ¿Cómo, entonces, no pensar que era ella?
Durante un tiempo, Sakura había sido más atenta y cariñosa con Sasuke. Cierto era que en el pasado ambos habían aclarado ese asunto de las preferencias que Sakura hacía desde que entraron a la pubertad, y todo había tomado tintes más tranquilo entre los dos. Hasta esa noche, cuando salieron a celebrar que los tres habían aprobado los finales de la universidad.
—Dime, Sasuke. —Ella había sido la primera en iniciar la conversación, motivada a tocar tal tema tabú sólo por el alcohol, que aunque le proveyó de valentía aún no conseguía eliminar la timidez de su osadía—. ¿Te gusta alguien?
Muchas copas de más habían ayudado a que la lengua de Sasuke se aflojara. Ambos estaban sentados en la barra de bebidas, mientras Naruto bailaba muy animado y resuelto en medio de la pista.
Sakura recordaba haber visto a Sasuke voltear hacia ella, mirándola fijamente con sus intimidantes y hechizantes irises negros, y producir una pequeña y casi imperceptible sonrisa antes cortar distancia y besarla como ella siempre había soñado.
Porque Sakura estaba totalmente segura de ser esa persona de la que Uchiha Sasuke se había enamorado.
Incluso, Sasuke había acercado el taburete para poder besarla a profundidad, de manera posesiva, y tomarla de la estrecha cintura con esas grandes manos cálidas, con el fin de que no se separaran aún.
Sakura siempre había soñado con recibir un beso de lengua de Sasuke. Con poder tocarle los fuertes brazos y acariciarle el sedoso cabello tras la nuca sin ese aire amistoso con el que se obligaba siempre que podía eliminar la distancia propia del perímetro personal que Sasuke delimitaba.
Oh, cuántas veces lo había soñado.
—Es alguien que siempre ha estado a mi lado.
La voz de Sasuke se diluía en el aire, como si paso a paso se alejara de ella, pese a que permanecía allí, a su lado, sentado y respetando la distancia inicial. Sakura sentía los párpados pesados y la boca seca, la garganta le ardía y la necesidad irracional de romper a carcajadas por cualquier cosa casi la dominaba. Casi.
—¿Eh? —se preguntó a sí misma al ver que, efectivamente, todo estaba igual que antes. Sasuke levantó el vaso con su bebida y se lo llevó a los labios sin mirarla siquiera, por lo que pensó que no había escuchado esa exclamación.
¿No se suponía que Sasuke la estaba besando como respuesta a su pregunta?
Se sostuvo la cabeza al sentir un leve mareo que la tomó por sorpresa; alcohol mezclado con confusión netamente psicológica. Y al voltear, vio los labios de Sasuke moviéndose, hablándole, pero sólo alcanzó a escuchar lo último:
—…Naruto. Quizá no sea el mejor momento, pero quería ser yo quien lo hiciera.
Lo único que pudo relacionar en su actual estado de grave embriagues era que seguramente quería ir por Naruto, quien estaba igual o peor que ellos dos, y, además, bailando como si no hubiera un mañana. Cada vez que salían a clubes nocturnos, era Sasuke quien iba por Naruto, y siempre debía llevarlo directo a su respectivo apartamento en el edificio departamental donde los tres arrendaban, así que no se sorprendió.
—Descuida —respondió con una sonrisa amistosa, una que seguro habría conseguido enamorar a cualquier chico allí presente—, no tienes que preocuparte —continuó, bebiendo un poco más y jadeando extasiada luego—. Ya lo sabía.
Sasuke la miró ligeramente sorprendido por varios segundos. Esta vez, sí le sonrió, pero mucho más visible de lo que Sakura recordaba que «había hecho antes», y cuando se puso de pie, posó la mano diestra sobre sus cabellos suaves de color rosado.
—Has madurado, Sakura —le dijo, y ella no comprendió a qué se debía, hasta que lo vio tomar a Naruto de entre tanta gente ebria bailando, sostenerlo con cuidado, susurrarle algo al oído, muy, pero muy cerca, y luego a Naruto mirarla con esa enorme sonrisa deslumbrante.
Ah, claro, y después se besaron sin mucho pudor, como si lo hubieran estado anhelando por años.
El vaso a Sakura casi se le escapa de los dedos y de golpe se le borró la sonrisa que podría enamorar a cualquiera. Menos a Sasuke. O a Naruto. Y mientras dejaba el vaso sobre la barra, volteándose de espaldas a la pista de baile, lo único que cruzaba su mente obnubilada por semejante epifanía era que definitivamente lo anterior no habría podido ser más que un sueño producto de su imaginación.
Después de todo, ella misma lo había dicho: de alguna forma, ya lo sabía.
.
.
.