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Desnudo ante los ojos del Halcón II. por ErzaWilliams

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¿Cómo estáis? 

Tal y como veis, estoy de vuelta! Sé que dije que esta vez podía alargarse más la espera también, pero al final he sacado el capítulo de un solo tirón y ¡tachán! No me puedo creer que lo haya acabado tan deprisa esta vez, de verdad. Pero estoy contenta por poder cumplir con mis fieles X3 

No os entretengo, ¡adelante!

Por un momento pensó que era una mentira. ¿Dracule Mihawk siendo padre? ¿Cómo iba alguien como él a criar a un niño como el que tenía delante? Sin embargo, por más que le resultase absurdo pensar en Mihawk cambiando pañales o preparando biberones, lo que sus ojos veían no podía negarlo nadie. Soltó una carcajada resignada cuando el muchacho enredó los dedos en su pelo negro completamente mojado para apartarlo de su cara. Definitivamente era idéntico al Shichibukai. Incluida la parte de la belleza escultural y el aura desafiante e imponente.

Sanji se puso entonces de pie y le tendió la mano al pelinegro.  

- ¿Puedes levantarte?

- Gracias.

Airen se aferró a esa mano y se levantó con ayuda del rubio. Cogió una toalla que había colgada sobre una barra de metal al lado del lavabo para secarse. Le lanzó otra a Sanji para que hiciera lo mismo. El rubio la cogió al vuelo y la dejó sobre el lavabo después de quitarse la mayor parte de humedad que había pillado.

- ¿Te ha hecho algo? – le preugntó entonces, mirando a Airen de reojo.

- Si lo dices por la habitación revuelta y mi ropa por el suelo, no. Lo intentó – confesó en voz baja, dejando también la toalla -. Pero he salido a la sangre de mi padre. No soy una persona fácil de domar.

- Lo creas o no, me alegro de oír eso.

- ¿Qué está pasando ahí fuera? – quiso saber Airen.

- Mi capitán está causando un revuelo importante mientras trata de liberar a mis compañeros.

- ¿Y mi padre?

A Sanji le costaría un poco acostumbrarse a ese nombre para referirse al Shichibukai.

- Está con Zoro – respondió el rubio -. ¿Le conoces?

- ¿Al cazador? Claro. Peleé junto a él en una ocasión. Es bueno. Y con Mihawk como maestro, lo será aún más.

Sanji tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para ocultar un gesto de absoluta incredulidad. Zoro conocía al hijo del Shichibukai. Lo sabía todo de él. Y a pesar de eso, seguía creyendo ciegamente en ese hombre.

- Sabes que están… - No supo cómo definir la relación entre ellos. Porque ni siquiera los implicados le habían puesto nombre a aquello que les unía.

- Lo sé – contestó Airen -. Zoro es la razón de que mi padre haya vuelto a luchar por su propia existencia. Es por él que ha recuperado las ganas de seguir vivo.

El rubio tragó saliva imperceptiblemente ante aquellas reveladoras palabras tan aplastantes. La certeza de haberse perdido demasiados capítulos de aquella historia le hizo sentirse fuera de lugar por un momento. Fuera de la vida de Zoro.

- ¿Estás bien? – Elpelinegro interrumpió sus pensamientos.

- ¿Qué? Sí. – Sacudió levemente la cabeza -. Creo que es hora de salir de aquí.

Airen asintió y se dirigió hacia la habitación. Recogió los pantalones del suelo y se los puso. Sanji por su parte se quedó apoyado contra el quicio de la puerta, con los brazos cruzados frente al pecho, mientras el pelinegro se vestía. Había encontrado el rey de la partida de ajedrez. Aquel por cuya defensa pugnaban todas las piezas.

Esto cambia las cosas. Y Zoro tiene que saberlo.

Airen sujetó entre las manos su camisa y descubrió un agujero enorme en la espalda. Bufó en voz baja y se acercó al armario de la habitación. Al abrirlo encontró un sinfín de camisas blancas con las hombreras características de la Marina. Cogió una cualquiera y se la puso. Subió las mangas hasta los codos, porque le quedaban grandes, y después arrancó las hombreras de cuajo. Abrochó tres botones, dejando parte de su blanquecino pecho al aire, y se volvió hacia Sanji. El rubio tenía la mirada clavada en él con fijación. Airen ladeó la cabeza con suavidad.

- ¿Nos vamos?

Sanji se incorporó despacio y se dirigió hacia la puerta. Abrió levemente y escuchó. Silencio. Le hizo un gesto con la cabeza al pelinegro y ambos salieron sin hacer ruido de la que podría haberse convertido en la tumba del joven halcón.

 

Mihawk abrió la puerta de acceso a las mazmorras con firmeza. Los guardias que estaban custodiando la entrada se giraron rápidamente hacia él.

- El capitán os reclama en la celda.

- Pero… - Se miraron entre ellos, recelosos de la palabra de un pirata y de la repentina supuesta orden de su superior.

- ¿Estáis seguros de que preferís que salga él a llamaros? – En su tono había un deje de amenaza que les convenció.

Los dos atravesaron la puerta con rapidez. Mihawk volvió a cerrar tras su espalda. Enganchó al soldado que estaba a su derecha por el cuello, apretándole contra su pecho para robarle todo el aire. El otro se giró para intentar ayudarle pero Zoro apareció detrás de él. Le pasó una de las cadenas por el cuello e hizo el mismo procedimiento que Mihawk hasta afixiar al marine y dejarlo inconsciente en el suelo junto al otro.

- ¿Y ahora qué?

- En el pasillo no hay más soldados de momento. Cambian el turno dentro de poco, pero las escaleras estarán llenas de guardias. –Maldijo en voz baja -. No soy capaz de moverme solo de pensar que cualquier sospecha podría poner en peligro a Airen – soltó entonces.

-  No pienses en eso, vamos a intentar ser lo más discretos que…

Mihawk alzó de repente la mano para hacer que Zoro se callara. Tenía los ojos fijos en los guardias que estaban incosncientes en el suelo. El cazador acabó desviando la mirada también hacia los hombres.

- ¿Cuál es la única manera de camuflar al lobo entre las ovejas? – susurró el Shichibukai.

Zoro sonrió con incredulidad. Bajo presión, Mihawk era todavía más brillante de lo normal. Se agachó al lado del que parecía más fornido y le quitó la camisa para ponérsela él. Luego, cogió la gorra y también se la puso.

- Odio este uniforme – se quejó Zoro en voz baja.

- Ya me encargaré luego de quitártelo – le susurró en la oreja antes de besarle el cuello en un roce fugaz -. Coge la espada, aquí no puedes quedarte desarmado.  

- De hecho, un marine desarmado en esta situación llamaría la atención – añadió Zoro, cogiendo el arma -. Esta parte ya me gusta más.  

- Encerremos a estos dos en otras celdas y salgamos de aquí.

El cazador asintió y ayudó al pelinegro a meter a los inconscientes guardias dentro de dos celdas separadas. Cerró la reja metálica con el pesado pestillo y echó un último vistazo a Eros. Le habían dejado en la que era su celda, con el pañuelo azul que solía llevar al cuello puesto a forma de mordaza y encadenado al techo como el cazador había pasado las últimas horas. De esa forma, aunque despertase, no podía dar la alarma y ganarían bastante tiempo, que en ese momento era lo que más necesitaban.  

Mihawk se asomó despacio al pasillo. Comprobó que no había nadie y le hizo una seña a Zoro para que le siguiera. Recorrieron el corredor con bastante suerte pero al llegar a las escaleras, dos marines se cruzaron en su camino. Zoro bajó la mirada y Mihawk trató de pasar a su lado, altivo y en silencio, como si esa fuera amenaza suficiente para que les dejasen marchar sin preguntar. Sin embargo, los soldados se detuvieron. El Shichibukai chasqueó la lengua y, ante la primera pregunta que le hicieron, optó por dejarles inconscientes a ambos de sendos golpes en el cuello.

- ¿No crees que te has precipitado un pelin? – le preguntó Zoro al ver a los marines en el suelo.

- Está pasando algo – dijo entonces Mihawk -. Los marines no son tan listos. Normalmente no se pararían a cuestionarme. Es como si estuvieran en guardia. No iban a dejarnos pasar sin más.

De repente, una sirena empezó a emitir un sonido de alerta que resonó por todo el barco de una forma tremendamente ruidosa. Ambos se sobresaltaron al escucharlo.

- ¿Qué es eso? – bramó Zoro.

- Es la alarma del buque – susurró el Shichibukai.

Los dos corrieron escaleras arriba y, al asomarse al pasillo de la segunda cubierta, descubrieron un número enorme de marines corriendo por todos lados, armados y en guardia.

- ¿Qué está…?

- ¡Atención! ¡A todos los marines! ¡El pirata Monkey D. Luffy se ha escapado! ¡Repito! – rugió el hombre tras el altavoz -. ¡El pirata Monkey D. Luffy se ha escapado! ¡Todos los soldados deben prepararse para capturarlo de nuevo antes de la llegada a Impel Down!

- No puede ser – masculló Mihawk -. ¡¿En serio tu capitán es tan gilipollas?!

- Es impulsivo – reconoció Zoro, poniendo los ojos en blanco.

- ¿¡Impulsivo!? No seas benevolente con él, por favor – bufó el pelinegro -. Ahora nos hemos quedado sin tiempo.

Aquellas palabras fueron un susurro que cargaba con un mal augurio que a Zoro le dio escalofríos.

- ¿Por qué dices…?

- ¡Atención! – Los altavoces seguían vociferando -. ¡Shichibukai Dracule Mihawk! ¡Preséntate ante el Vicealmirante en cubierta! ¡Es una orden directa!

- Por eso – susurró Mihawk.

- No puede ser – farfulló el cazador, sintiendo un nudo en el estómago.

- Van a utilizarme contra vosotros. – El Shichibukai apretó los dientes con fuerza -. Y no puedo negarme.

- Vete – le dijo al instante Zoro, poniéndole la mano en el hombro para calmarle -. Tienes que hacerlo.

- ¿Matarte? – exclamó, ligeramente desesperado.

- Fingir que eres capaz de hacerlo – respondió el cazador -. Yo encontraré a Airen. Te lo devolveré vivo, Mihawk, te lo…

- No lo jures – le interrumpió el pelinegro -. Mira la situación en la que estamos. Es muy probable que no puedas cumplir una promesa como esa. Así que, por favor, no prometas algo que me hará odiarte si al final no podemos encontrar a mi hijo.

- Mihawk, confía en mí. Haré lo que haga falta para traerte a Airen – insistió Zoro.

El Shichibukai negó suavemente con la cabeza.

- No puedes cargar con esa responsabilidad.

- No tengo más remedio que hacerlo si quiero liberarte de esta gente – hizo notar el cazador.

- Si te pasara algo por salvar a Airen, Zoro… - susurró entonces el pelinegro.

Zoro le interrumpió con un beso húmedo. El Shichibukai intentó negarse a disfrutar de aquel roce en un lugar como aquel y con las circunstancias que les rodeaban. Sin embargo, le resultaba imposible no responder a los labios ávidos y exigentes de su cachorro. Al separarse de él, apoyó la frente contra la del pelinegro y sonrió de forma torcida.

- Volveremos. Los dos. Te lo juro – pronunció de forma solemne.

El Shichibukai no pudo por más que acpetar esa promesa. Era su única oportunidad. Nunca había creído en esas cosas. Él mismo había roto todas las promesas que le había hecho en el pasado a la gente que quería. Confiar en la palabra del cazador no le resultaba tan sencillo como Zoro esperaba. Pero no tenía otra opción más que hacerlo. Todavía le quedaba enfrentarse a una situación peligrosa ahí arriba, al lado de los Marines. Antes de salir hacia la cubierta donde le reclamaban, Mihawk sacó el un objeto pequeño del bolsillo de su chaqueta.

- Coge esto – le dijo, poniéndoselo en la mano -. Te ayudará.

- Es un DenDen Mushi – comentó Zoro al verlo -. ¿Es de la Marina?

- No. Es mejor que eso. Una voz amiga te espera al otro lado.

- Mihawk… - Zoro no comprendía tanto misterio.

- Tengo que irme.

Le dio un beso rápido de despedida al cazador y salió hacia la cubierta superior. Zoro se quedó detrás de la puerta, mirando el DenDen Mushi. Y de pronto, el aparato empezó a moverse y hacer ruido. Zoro lo descolgó inmediatamente para que ningún marine lo escuchara.

- ¿Se puede saber qué pasa? – gruñó.

- ¿Eh? ¿Zoro? – Al otro lado, alguien le reconoció.

- Espera. ¿Sanji? – El cazador también reconoció la voz amiga de la que Mihawk le había hablado.

- ¿Qué demonios haces tú con ese DenDen Mushi? ¿Dónde está el Shichibukai?

- ¿Y qué haces tú con un DenDen Mushi conectado al de Mihawk?

- ¿Cazador? – La voz cambió -. ¿Dónde está mi padre?

- ¿¡Airen!? – exclamó Zoro -. ¿¡Estás con Sanji!?

- Sí. Tu compañero me salvó cuando uno de los marines intentaba matarme.

Zoro se apoyó contra la puerta y respiró hondo. Mientras Airen siguiera con Sanji, estaría a salvo. Y él podría cumplir la promesa que le había hecho a Mihawk.

- ¿Pero qué haces en ese barco? Pensé que seguirías aquí.

- Querían alejarme lo más posible de mi padre, y me cambiaron de barco. Pero con lo estúpidos que son, no se dieron cuenta de que yo me estaba enterando de todo lo que pasaba a mi alrededor aunque llevase la cabeza tapada.

- ¿Qué quieres decir?

- Que tenemos un plan. Sé cómo hacer volar por los aires este barco con todos los marines dentro, cazador. Sé exactamente dónde está el punto débil de este acorazado.

- Eso minaría todas sus fuerzas y podríamos concentrarnos en los que quedasen en este barco.

- Ese es el plan – dijo el rubio.

- ¿Los demás ya están libres?

- Luffy se ha encargado de eso – respondió Sanji -. De momento, Franky ha ido a liberar el Sunny con Brook y Chopper. Usopp y Nami-san están con él. Y nosotros hemos encontrado a Robin-chan. 

- ¿Cómo lo haréis? – quiso saber.

- Luffy ha ido a entretener a los marines. Nosotros acompañaremos a Airen a la bodega para poder colocar la pólvora.

- El problema está en tu barco, cazador – dijo entonces Airen -. El capitán y el Vicealmirante están allí. Si vienen para este buque, tendremos que enfrentarnos a ellos aquí y no podremos volarlo por los aires porque estaremos todos en medio del fuego cruzado.

- No os preocupéis por eso – dijo entonces Zoro -. Vosotros volad ese barco. Yo os daré el tiempo necesario para hacerlo – susurró.

- ¿Qué piensas hacer?

- Mantener al Vicealmirante en este barco.

- ¿Cómo? – exclamó Sanji. Por alguna razón, el plan de Zoro le sonaba suicida incluso sin conocerlo.

El cazador sonrió de forma torcida, aunque nadie pudo verlo.

- Dándole el espectáculo que quiere ver.

Colgó el DenDen Mushi antes de que Sanji le entretuviera más. Lo guardó en el bolsillo y desenvainó la espada con la mano derecha. Se asomó a la escalera y, al primer marine que vio pasar, le sujetó por la solapa de la camisa, le empujó contra la pared y le acorraló con el filo de la espada sobre el cuello. Le desarmó, quitándole su propia espada y le miró de forma amenazante.

- Llévame hasta mis katanas – le susurró al oído -. Evita que nos vean y ni se te ocurra hacer un movimiento en falso porque antes estás muerto, ¿entendido?

El marine asintió varias veces con la cabeza y guió al espadachín por los pasillos de las cocinas, que en esos momentos estaban vacios, hasta llegar al despacho del Vicealmirante, en la segunda cubierta. Con un golpe seco en el cuello dejó inconsciente al soldado dentro del despacho y cambió la espada que había cogido prestada por sus tres katanas.

- Esto ya es otra cosa – suspiró, con una sensación de tranquilidad inundándole al llevar sus propias armas en el cinturón -. Ahora, arriba. Tengo que ganar todo el tiempo que pueda.

El cazador salió de allí y, pese a dar un par de vueltas alrededor de la misma cubierta antes de encontrar las escaleras que daban a la cubierta superior, finalmente llegó a cielo abierto. Miró a su alrededor para ver cómo iba la situación. El otro buque de la Marina estaba bastante cerca. Parecía bastante ruidoso, seguramente sonido provocado por los que perseguían incansablemente a su capitán. Se giró, dejando a su espalda el otro buque, y encontró un regimiento de soldados en formación de defensa que protegían la última línea de batalla: el Vicealmirante y el Shichibukai.

- Los encontré.

Todos miraban hacia él. Parecía que había captado la atención, tal y como pretendía.

- Mihawk. –La voz del Vicealmirante le heló la sangre -. Mátalo.

El Shichibukai no pudo responder. Aquella situación estaba completamente fuera de control. No entendía qué estaba pasando o cómo las cosas habían acabado así. Pero una vez frente a todos los marines, no podía retroceder. Echó a andar despacio pero firme hacia Zoro. Los marines le abrieron un camino para que lo hiciera. Mihawk llegó a una distancia prudencial de Zoro y sus miradas se cruzaron. Mientras que el espadachín pudo ver inseguridad, confusión y sorpresa en el pelinegro, Mihawk se encontró de frente con una amplia sonrisa socarrona y divertida y una confianza típica de Zoro aunque inapropiada en ese momento. El Shichibukai desenvainó la espada sin decir palabra. Y el cazador hizo lo mismo, empuñando solamente dos de ellas. Wado Ichimonji quedó dentro de su vaina blanca. Mihawk la miró un instante. Esa espada era realmente especial. Luego alzó los ojos hacia Zoro otra vez.

- ¿Qué estás haciendo? – atinó a preguntarle.

- Esperarte – respondió Zoro, despreocupado -. Cuando quieras.

Mihawk gruñó por lo bajo y se lanzó contra él. Zoro detuvo la acometida cruzando las dos katanas. Esa primera embestida fue fuerte. El Shichibukai no iba a andarse con tonterías frente a los marines. Eso hizo que espadachín le echara más entusiasmo a aquella pelea improvisada y completamente descabellada.

- ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos?

- Ni siquiera eras capaz de detenerme armado con una daga – respondió Mihawk, enarbolando de nuevo la espada contra Zoro.

- Han pasado muchas cosas desde entonces – coincidió el cazador, cruzando las espadas para detener la estocada del pelinegro.  

En el cruce entre ambos golpes, los espadachines quedaron a apenas unos centímetros el uno del otro.

- Estás loco – murmuró entonces Mihawk entre dientes -. Esto no era lo que…

- El halcón ya está en el nido – le susurró Zoro, interrumpiéndole -. Todo está bien.

Mihawk frunció el ceño. Zoro hizo fuerza hacia atrás para empujar al Shichibukai lejos de él y ponerse otra vez en guardia antes de iniciar un nuevo ataque. El pelinegro hizo un movimiento rápido para zafarse del cazador y, pivotando sobre su pie izquierdo, cambió la espada de mano y Zoro no tuvo tiempo de esquivar el enorme filo de esa espada. Notó cómo le rozaba. Estaba extremadamente frío. Zoro se apartó rápido de esa espada y respiró hondo. Entonces se miró el brazo, con la camisa rasgada y un corte que empezó a sangrar, y alzó los ojos hacia a Mihawk con incredulidad.

- ¿Acabas de herirme? – soltó el espadachín.

- Esto no es ningun juego de niños – le recordó Mihawk, completamente tenso.

- Pero has cambiado la espada de mano y tú siempre dices que no hay que cambiar la espada de mano – le espetó, como un auténtico alumno indignado con su maestro.

- Cuando seas el mejor espadachín del mundo, vienes y me lo cuentas – respondió el pelinegro -. Ahora, concéntrate – le exigió.

Zoro gruñó por lo bajo y se lanzó a por su maestro con ambas katanas enarboladas y bien amarradas. De repente, por las escaleras de cubierta apareció el capitán Eros, completamente desorientado, enfadado y a medio vestir. Al ver al Vicealmirante de pie en la cubierta, corrió hacia él para informarle de la situación.

- ¡Vicealmirante!

- Capitán. Hasta que por fin apareces.

- ¡Ese hijo de puta se ha escapado! – bramó.

- ¿Te refieres a ese? – le preguntó, señalando hacia la contienda.

Eros se giró y contempló, con bastante estupor, la batalla que se libraba a unos cuantos metros más allá, después de un enorme muro de marines que esperaban pacientemente al final de lo que estaba siendo una batalla épica entre dos fuerzas casi iguales.

- ¿Eh? – masculló -. ¿Pero qué…? Esto es absurdo. Ha sido Dracule Mihawk quien ha liberado a Roronoa Zoro.

- Seguramente – respondió de forma tranquila el Vicealmirante -. Pero ahora no le queda más remedio que detenerlo de nuevo. Sabe que tiene que hacer esto si quiere de vuelta lo que le pertenece. Aunque lo que intenta proteger, ya no está en este mundo – confesó en voz baja, con bastante satisfacción en su tono. 

- ¿Lo has matado? – musitó Eros.

- Ordené que lo hicieran, sí. Pero eso él no lo sabe.

- Y no ha tenido tiempo de salvarlo – comprendió el capitán.

- Ha estado en este barco desde que zarpamos. El muchacho viajaba en el otro buque. Es imposible – zanjó el Vicealmirante.

Eros sonrió con suficiencia y se giró hacia la pelea entre los piratas. Disfrutaría de ver cómo esos dos se mataban entre ellos a pesar de lo que habían proclamado en la oscuridad de la celda. El que no muriera, tendría un castigo ejemplar. Fuera como fuese, iba a poder torturar bien a gusto a uno de ellos. Con eso, se conformaba más que de sobra.

Las acometidas entre los dos espadachines se volvían cada vez más asombrosas. Los movimientos de Mihawk no tenían nada que envidiar a los de Zoro, que parecía bailar al paso del Shichibukai. De repente, el buque que tenían frente a ellos empezó a zozobrar. En su interior sonaban ruidos extraños. Y, de pronto, una primera explosión empujó el otro barco con bastante fuerza, deteniendo la lucha entre Zoro y Mihawk.

Entre las llamas que consumían las entrañas del acorazado, los marines menos dispuestos a morir saltaban por la borda ante la atónita mirada del Vicealmirante, el capitán, y parte del regimiento que quedaba en el barco. De entre las figuras que saltaban, aparecieron varias de ellas que no se dirigían precisamente hacia el mar, sino que cambiaban una cubierta por otra. Los piratas de la tripulación de Monkey D. Luffy aterrizaron unos metros por detrás de donde se erguía el espadachín Roronoa Zoro, que parecía esperar con ellos con un gesto divertido pintado en la cara.

- ¡No puede ser! – bramó el capitán de la Marina.

- Te dije que esto no saldría bien – se mofó abiertamente de Eros.

- ¡Mátalos a todos! – le gritó al Shichibukai.

- ¿Quién cojones te has creído que soy yo? – le espetó Mihawk, alzando una ceja.

- ¡Eres un jodido Shichibukai! ¡Tienes que poder con ellos! ¡Obedece! ¡Vamos! – le azuzó, con cierta desesperación -. ¡Si no lo haces…! – trató de amenazarle.

- ¿¡Si no lo hace qué!?

La voz de Airen reberveró por toda la cubierta del barco. Mihawk se giró en redondo hacia la tripulación y descubrió a su hijo de pie junto a Sanji y Nico Robin. A simple vista parecía estar bien y por la forma de enfrentarse a Eros, algo le decía su “pequeño yo” estaba muy enfadado.  

- Airen. – Mihwawk nunca había sentido tanto alivio al ver al pelinegro.

- No vais a utulizarme más contra mi padre, maldijos hijos de puta – sentenció Airen.

- ¿Qué? ¿¡Tú qué!? ¿Tu padre? ¡Jajajajajajajajajaja! ¿Qué padre? – se burló el Vicealmirante, incapaz de contener la risa -. Tu padre está muerto, muchacho.

Mihawk perdió el aliento un instante al escuchar aquellas palabras. Todo empezaba a tambalearse. Su realidad entera amenazaba con caer sobre él con el peso de la mentira que había guardado tan celosamente durante años. Se aferró con fuerza a la empuñadura de la espada. Con un mandoble, podría detener aquella locura. Después de todo, no quería que Airen se enterase de que no era su padre, y mucho menos que lo hiciera de aquella forma. Sin embargo, no se movió.

- Y fue precisamente Dracule Mihawk quien lo asesinó.

El pelinegro tragó saliva y siguió impasible. Por más que quisiera ocultarlo durante toda la vida, la realidad era esa, no iba a cambiar. Y Airen se merecía conocerla del todo. Tenía derecho a saber quién era su padre y por qué había muerto su madre. Airen dio unos pasos lentos pero seguros hacia delante. Mihawk respiró hondo. A pesar de que tenía que estar preparado para aquello desde hacía mucho tiempo, el corazón parecía que se le iba a salir del pecho.

- Dracule Mihawk asesinó al bastardo que nos arrebató a mi madre – soltó entonces Airen, con firmeza en la voz -. Ese hombre me crió, me cuidó, me protegió, y si esta hoy aquí, en medio de una guerra que no es la suya, es por mí, porque me quiere. Eso solamente le convierte todavía más en mi padre.

El Shichibukai no podía apartar la mirada de Airen. Nunca en la vida se había sentido tan orgulloso de ese chico. Y jamás se había sentido tan tranquilo y tan aliviado al notar cómo aligeraba esa carga que había llevado tanto tiempo sobre sus hombros de una forma tan inesperada como espectacular.

Airen lo sabe. Lo sabe todo. Antes de venir él ya sabía que yo… Y aún así…

- Lo que no te atreves a decir es que fuiste tú quien descubrió dónde estaban mis padres y envió a aquel hombre para secuestrarme – añadió de pronto Airen, lleno de rabia.

Mihawk se giró en redondo hacia el marine, despacio, amenazante. El gesto de calma del Vicealmirante cambió. Se quedó pálido durante unos segundos que tardó en reaccionar al ver aquella mirada asesina en el Shichibukai, encendida en fuego, sangre y venganza.

- Cállate, muchacho, no sabes lo que dices – le ordenó el Vicealmirante.

- ¡Fuiste tú quien se alió con el ex alcalde para manipularlo todo y llevaste a ese hijo de puta hasta nosotros! – insistió Airen -. Pero tu peón se te fue de las manos, maldito inútil, y no pudiste controlarlo. ¡Por eso, mi madre está muerta!

- ¡No importaba! ¡Tu madre solo era un daño colateral!

- ¡Se llamaba Sarah! – rugió entonces Mihawk -. Y tú hoy, vas a morir – le sentenció. 

Mihawk echó a andar despacio, amenazante, hacia los marines que se agolpaban delante del Vicealmirante para impedirle el paso.

- ¡A por él! – les ordenó entonces Eros -. ¡Atacad en conjunto! ¡Sois Marines! ¡Un pirata no puede acabar con nosotros!

Alentados hasta cierto punto por las órdenes del capitán, los soldados se lanzaron hacia el Shichibukai. Mihawk esquivó algunos y asestó certeras estocadas contra otros. Eran muchos y se agolpaban para atacarle, pero lo único que iban a conseguir era retrasar lo inevitable. En ese momento, sobre la cabeza del Shichibukai volaron puñetazos. El pelinegro se detuvo un instante y, en menos de medio minuto, los marines que le impedían el paso estaban en el suelo inconscientes. Se giró a medias hacia su espalda y vio a Monkey D. Luffy sonriendo como un estúpido después de su repentino ataque.

- No te metas en esto – le advirtió Mihawk, muy serio.

- No lo haré – aseguró Luffy, despreocupado -. Pero no tienes por qué entretenerte por el camino. Yo me quedaré la parte divertida – le dijo, con una sonrisa socarrona.

El cazador soltó una carcajada entretenida ante la actitud de su capitán. Luffy siempre era así. Era posible que Mihawk lo entendiera porque se parecía mucho a Shanks después de todo, y el pelinegro había tenido que lidiar mucho con el pelirrojo en su momento.

- ¡Zoro! – le gritó entonces Luffy -. Creo que tú también tienes algo que terminar, ¿no es así?

A pesar de ser un desastre, Luffy era bastante observador. Y le había resultado suficiente con ver las miradas que Zoro le dirigía a Eros para comprender que tenía una cuenta pendiente con ese marine.

- Sí, capitán.

- ¡Pues ve!

Zoro se aferró con fuerza a las katanas, respiró hondo y se dio media vuelta para echar a caminar directamente hacia Eros. Por fin había llegado el momento. Después de tantos años, empuñaba las katanas con la promesa de la sangre de aquel que había estado a punto de destruirle una vez. Sin redención.

- Que empiece la fiesta.

Notas finales:

Ahora sí que no sé decir cuándo habrá nuevo capítulo, pero espero (rezo para ello) no tardar como la última vez (sigo pidiendo perdón por eso u.u) 

Gracias a tod@s por el apoyo, por los reviews y por leer, y hasta la próxima!

Erza.


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