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Wolf's Sonata por Pandora09

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Notas del capitulo:

Misplaced ~ Sonata Arctica

Every single moment pains me…
Never felt like home here
I am missing something
My soul’s in a wrong shell
.

 

Una semana después de haber aterrizado en suelo coreano, Oh Sehun cargaba cajas de un sitio a otro, siguiendo las indicaciones de MinSeok, que simplemente hacía espacio en la cocina para dejar su cafetera sagrada.

Estaba cansado y solo quería dormir, pero aún debía acomodar las camas y desempacar. Acaban de llegar a Seúl y ya estaba cansado de la vida en aquella urbe. MinSeok no tenía piedad con su espíritu pueblerino.

- Del baño y la cocina me encargo yo –Sehun bufó, él ya había ordenado el baño y la cocina. Pero Kim MinSeok era así, tan perfeccionista que nadie debía tocar sus cosas. Sehun no se molestaría en organizar la sala porque MinSeok lo haría más tarde.

Tomó su maleta y se dirigió a la que sería su habitación de ahí en adelante. El lugar no era muy amplio, pero era lo suficientemente cómodo como para que no quisiera salir corriendo. También estaba bastante lejos del bosque como para no sentirse cazado por los fantasmas del pasado.

Sacó su ropa y la guardó de forma ordenada en la cómoda junto a la ventana, observando las desiertas calles de la ciudad. A esa hora, poca gente se aventuraba a salir.

- ¿Estás cansado? –MinSeok apareció bajo el marco de su puerta casi una hora después, con sus labios formando una sonrisa perfecta. Sehun seguía impresionándose por la perfecta dentadura de la que hacía alarde, recordando la sonrisa de roedor que tenía en su infancia.

- Un poco.

La semana que habían pasado en Guri había sido agotadora, yendo de un lado a otro junto a su amigo, que terminaba de hacer los preparativos para su nuevo trabajo en la capital del país.

- Hablé con los chicos, esperan que podamos salir con ellos. Quieren darte la bienvenida.

Sehun no tenía la más remota idea de quiénes eran los chicos, pero no podía negarle algo a la mirada emocionada de MinSeok.

Asintió y se levantó de la cama para buscar una toalla. Le pidió a MinSeok el shampoo y se encerró en el baño. Pensó tomar un largo y relajante baño, pero no encontró la forma de hacer salir el agua caliente, así que tomó una ducha militar y, en menos de diez minutos, ya estaba esperando en la sala a que MinSeok lo llevara a comer algo.

- ¿Y qué haremos?

MinSeok vio su reflejo en el espejo de cuerpo entero junto a la entrada, se delineaba los ojos con una habilidad magistral.

- Vamos a un bar –se encogió de hombros y pestañeó varias veces, asegurándose de que todo en su rostro era perfecto-. BaekHyun va ahí todos los fines de semana, o eso dice. También quiero que conozcas a alguien.

- Hyung, te dije que no vine a buscar novio o algo –le sorprendía que estuviera recién llegando y MinSeok ya tuviera tales ideas.

- No es un novio para ti, es el mío.

 

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Lay vio a LuHan ir de una lado hacia otro, emocionado. Odiaba esos días en que su amigo se comportaba tan energético, a veces hasta parecía un humano común y corriente.

Era un viernes por la noche y la Luna estaba oculta, lo que significaba que nadie podía juzgar sus acciones y Kris nunca se enteraría. Luhan era el más emocionado por estar lejos del radar de su madre.

El mayor le sonreía sin descanso, había pasado una Luna desde la última vez que correteó la cola de ese humano que lo traía loco, casi podía verlo treparse por las paredes el resto del tiempo. Luhan era, de toda la manada, el más cauteloso a la hora de ser descubierto rompiendo las reglas y eso a Lay le encantaba. Sabía que, siendo el más joven de la manada, no podría –ni quería- acostumbrarse muy rápido a las reglas, no cuando no le temía a ningún castigo porque no había nada que pudiera perder.

LuHan amaba la vida de una forma envidiable y siempre arrastraba a Lay que, siendo el favorito de Kris, lograba salvarlo de su castigo.

No le molestaba ser el chivo expiatorio de LuHan, disfrutaba demasiado la poca libertad que tenía con su amigo y sabía que Kris nunca le haría daño. Al ser el más joven de la manada, todos los mayores buscaban protegerlo.

- ¿Qué harán esta noche? –Chen llegaba cubierto de ramas y hojas secas y se sacudía las botas en la entrada de la casa.

Lay alcanzó a ver las luces de la ciudad en la lejanía, en esa época del mes comenzaba a extrañar la algarabía de Seúl, las luces y la música. Su mitad animal disfrutaba de las cosas nuevas, como un cachorro corriendo detrás de una pelota. A su mitad humana, por otra parte, le gustaba la tranquilidad del bosque.

- Iremos a Wolf, ¿vienes? –Luhan se puso una chaqueta de cuero y se sacudió el cabello castaño.

- No, alguien debe cuidar de ChanYeol y creo que debo ser yo.

Chen se sentó junto a Lay y le sacudió el cabello amistosamente y luego lo abrazó. Lay no respondió, pero tampoco se alejó. No podía acostumbrarse a esas muestras de afecto. LuHan era el único con quien se sentía cómodo y solo hasta cierto punto.

A veces miraba a los demás miembros de la manada y se preguntaba quiénes era ellos, qué había sido de sus vidas antes de todo. Se preguntó si realmente habían sido alguien alguna vez.

- ¿Serán humanos esta noche? –Lay se encogió de hombros y escuchó una carcajada de parte de LuHan, cuando lo miró, este acariciaba con la lengua sus colmillos.

- ¡Por supuesto que sí!

LuHan era todo vida y sonrisas, Lay se preguntaba si seguiría siéndolo cuando su séptima vida llegara a su fin. Solo conocía la leyenda detrás de esa sonrisa, el séptimo hijo de un séptimo hijo que no tenía nada que ver con las leyendas humanas y la magia. LuHan simplemente había sido maldecido y debía ver pasar siete vidas antes de ser libre.

Sacudiendo de la cabeza los pensamientos trágicos de su amigo, se concentró en los pasos que lo llevaron hacia afuera luego de que Chen se despidiera.

Es viernes por la noche –pensó con algo de ilusión. Cada día lo vivía con la esperanza de encontrar una razón de ser.

Los humanos eran seres tan curiosos como idiotas. Se refugiaban en las sombras y se liberaban en la oscuridad, para volver a esconderse cuando la luz del Sol brillaba. Acudían a lugares como bares o clubes nocturnos con identificaciones falsas; se reunían ahí y, al otro día, fingían no haberse visto. Creaban personalidades que el mundo aceptaba y se volvían parias rechazados en las noches, cuando creían que nadie los juzgaba. Lay no era uno de ellos, no buscaba libertad refugiada por sombras, ni siquiera sabía qué buscaba. Pero le gustaba mezclarse entre los humanos en ese mundo de tinieblas donde todos fingían ser quienes no eran. Él hacía lo mismo, fingía pertenecer a un lugar al que realmente no pertenecía. No se sentía como un humano completo, tampoco era un lobo del todo, pero ahí, en la oscuridad del mundo humano, podía ser solo un hombre.

No recordaba sus días siendo humano –si es que realmente lo fue alguna vez-, así que no sabía si había escapado de algo o si había sido todo lo libre que había querido. Tampoco importaba, porque esa vida humana había quedado completamente en el pasado la noche que despertó en el acantilado.

- Tienes dos opciones –había dicho Kris hablando en chino, para luego hacerlo en inglés y finalmente en coreano-: Saltas y te liberas de esta maldición o decides volverte uno con tu espíritu animal.

Lay había tocado las marcas en su cuello y había decidido que esa era la vida que le había tocado. Con la sonrisa de la Luna en el cielo, aceptó hacerse cargo de sí mismo.

Kris sonrió cuando lo comprendió y depositó un casto beso con sabor a nada en sus labios.

 

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Las calles de Seúl estaban abarrotadas de gente, adolescentes en su mayoría, que caminaba entre las luces y reía de chistes que Lay no alcanzaba a oír –que no le importaba oír.

LuHan sonreía seductoramente a cada humana que se le acercaba, bebía de un vaso de whiskey y sacudía la cabeza al ritmo de la música electrónica.

Wolf era un bar infame y bastante concurrido por humanos, pero principalmente por seres como ellos. Dirigido por el líder de una manada bastante agradable, muchos consideraban ese lugar tierra neutral. Lay había hablado con él un par de veces y era uno de los pocos que no despreciaban los humanos –al menos no como su propia manada lo hacía- incluso tenía un compañero que él mismo había convertido. Lay realmente no sabía si eso era posible, pero era lo que se decía y nadie se atrevía a cuestionar a Bang YongGuk.

- Debo ir al baño –masculló LuHan repentinamente poniéndose de pie y vaciando en su boca el líquido del vaso, dejando solos hielos en el fondo.

LuHan tendía a hacer eso, molestarlo hasta hastiarlo para que accediera a acompañarlo a algún lugar para luego simplemente dejarlo solo. A veces, le molestaba sentirse perdido en una ciudad que no conocía del todo, pero temía que sería así en cada lugar al que fuera. No había tierra natal en su memoria, ni siquiera una pequeña imagen de un lugar al que volver. El instinto lo había llevado a Corea del sur y era lo mismo que lo mantenía vivo.

Sentado con los codos recargados en la barra, escuchaba las conversaciones ajenas mezclándose con la música, sin poder comprender nada. No le molestaba, la oscuridad era algo recurrente en su vida.

Observó a la gente aglomerarse en la pista frente a él, moviéndose al ritmo lánguido de alguna balada europea. Su cuerpo se movía de un lado a otro, coordinado con el resto pero sin formar parte de ellos, la sola idea de ponerse de pie y bailar le producía nauseas, por lo que solo observaba y buscaba errores en los cuerpos borrachos que se agitaban desenfrenados.

Escuchó la voz de una mujer sufriendo, parecía meterse bajo su piel y arañarle los músculos, queriendo hacerlo gemir, sí, era una buena noche para sufrir. El aire olía a melancolía y dolor.

Se tomó lo que quedaba en su vaso y sacudió la cabeza al mismo tiempo que la música cambiaba, pasando rápidamente a un rap estadounidense. Esos cambios de ambiente no eran extraños, Wolf era tan variado en todos los sentidos, que hace tan solo dos meses habían improvisado una pista de baile y nunca fue extraño ver a algún tipo entrar desnudo porque la Luna lo encontró con la guardia baja en el exterior.

Había de todo un poco y eso era agradable, las definiciones no cabían dentro de esas paredes. Cada quien podía inventarse libremente un motivo, una desdicha y algún sueño si se atrevía.

Lay, por su parte, simplemente observaba la oscuridad que se alimentaba de su respiración, la veía espesarse y tomar forma frente a sí, la odiaba.

Sacudió la cabeza, esta vez para ignorar esos pensamientos que se mezclaban con la música y consumían su consciencia. Odiaba la oscuridad, pero era todo lo que tenía desde que despertó maldito.

No entendía qué era lo que hacía en Corea del sur siendo chino. Debía estar buscando a su familia, algún vestigio del humano que fue un día. Debía estar escarbando el pasado para iluminar ese vacío que lo perseguía, pero ahí estaba. Quizá no podía estar más perdido.

Kris le había dado a elegir su destino, acabar con la maldición o enfrentarse de esa manera a la vida. Concedió su deseo de vivir en Corea sin insistir en ir a China o quedarse en Canadá, tenía sentimientos agridulces sobre ambos lugares y sus instintos lo llevaron al lugar en que se encontraban. Había conocido a LuHan y gran parte de la manada, ellos eran su familia y debía apreciarlos como tal, no seguir escarbando en la nada de su memoria.

Dejó caer la cabeza hacia atrás, con un gemido de dolor atorándose en su garganta, no quería estar solo, no en ese momento, pero tampoco se sentía capaz de acercarse a alguien y acabar con ese sentimiento.

Hasta ese día, Kris y LuHan habían sido sus únicos amigos, las únicas personas en las que podía confiar ciegamente, pero había vacíos que ni siquiera ellos podían llenar, porque veía los ojos brillantes de LuHan cuando hablaba de su séptima vida o la cercanía tan íntima que Kris y Suho compartían. A veces incluso los envidiaba un poco, porque él no tenía motivos para sonreír, solo una vida que era tan vacía como estar muerto.

- ¡Aquí estás! –entre tantas personas al interior de Wolf, escuchar los pasos frenéticos de LuHan había sido imposible, por lo que solo lo vio cuando le tenía frente a él, agarrando firmemente de la mano a un humano.

Enarcó una ceja y, cuando LuHan se acercó a su oreja, captó el olor agrio de la añoranza. No escuchó sus palabras ni le importaron las del humano, que lo miraba con el ceño fruncido, solo olfateó su boca, que era donde el tenue aroma se concentraba, buscó en su cuello y la mezcla de besos y saliva le revolvió el estómago. No era LuHan, era el humano que lo acompañaba, estaba completamente cubierto de él.

LuHan le jaló una mano cuando se acercó demasiado, pero no podía evitarlo, no podía ignorarlo. Era como oler el sueño de una vida pasada, con lágrimas y sangre, el dolor y el abandono. Sintió que el pecho se le contraía y la sangre comenzó a correr despavorida por sus venas. Parpadeó varias veces con la mirada fija en la gente sobre la pista de baile, con la boca salivando y los dientes creciendo en su interior. Incluso comenzaron a picarle los dedos por la necesidad de arañar esa sensación que le hacía temblar los músculos. Con sus sentidos agudizados, escuchó perfectamente el crujir de sus huesos cuando el animal quiso emerger a cazar a su presa.

- ¿Lay? –la voz de LuHan reverberó en su mente como un eco, pero la ignoró, de otra forma habría clavado los dientes en el cuello del humano que lo acompañaba y estaba bañado por ese aroma. Habría acabado bailando sobre sus entrañas y lamentándose al día siguiente, porque no era lo que buscaba.

¿Qué era lo que buscaba? Sin saber la respuesta y entre toda esa gente, hallarlo era una tarea aparentemente imposible, pero no tardó demasiado en detectar el movimiento de ese hilo invisible e irrompible que tiraba de él hacia la pista, era una fuerza titánica que lo arrastraba por el lugar y lo detuvo de golpe cuando divisó una cabellera rubia y un par de ojos brillantes mirándolo con añoranza.

- ¿Sabes? –susurró el humano y todo lo que Lay pudo escuchar fue su voz, mientras el resto del mundo se desvanecía a su alrededor-, prometí no volver a bailar sin ti y aquí estoy –estiró un brazo y lo movió frente a él, abarcando todo el lugar. La música, la oscuridad, el alcohol, todo pasó a un segundo plano cuando inhaló y su cuerpo se llenó del aroma a tristeza que bañaba a ese humano.

Lay dio un paso hacia él, pero antes de poder alcanzarlo, el rubio se curvó sobre sí mismo y expulsó una sustancia amarillenta por la boca.


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