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Wolf's Sonata por Pandora09

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Notas del capitulo:

Sonata Arctica ~ The Misery

Seven lonely lies written on Deadwinter’s night,
open the only book with
the only poem I can read.

 

En una pequeña cabaña en lo profundo del bosque, una mujer gritaba al tiempo que su rostro se cubría de sudor y por sus mejillas corrían lágrimas de dolor. Un hombre a su lado sostenía sus manos con fuerza y le pedía resistir un poco más.

La comadrona indicó que ya veía la cabeza del bebé, dándole fuerzas a la mujer para volver a pujar una y otra vez hasta que su cuerpo no pudo resistir el dolor, cayendo inconsciente en el mismo momento en que la comadrona lograba sacar a la fuerza al pequeño.

El hombre se asustó por la piel pálida casi amarillenta de su mujer, asegurándose de que su corazón seguía latiendo y su sangre pulsando. La comadrona golpeó al niño hasta que un agudo llanto se escuchó en la noche.

El orgullo cubrió su rostro con un manto de felicidad. Era su hijo, su precioso hijo. Un pequeño varón sangre de su sangre, carne de su carne.

La comadrona lo obligó a tomarlo y él, temeroso de causarle algún daño accidental, se mantuvo cerca de ella. El pequeño bulto se sacudió hasta que el niño estuvo cómodo contra su pecho.

- Es precioso –susurró, cegado por la alegría que había explotado en su pecho y obstruía su capacidad para ver la realidad.

El niño estaba, como todos los recién nacidos, cubierto de restos de placenta, con la piel ligeramente hinchada y morada. Sus ojos eran apenas dos ranuras oscuras y casi no había pelos en sus cejas. Su nariz era un pequeño botón, más oscuro que sus mejillas regordetas. Se aferraba con fuerza a la manta con que la comadrona lo había cubierto y soltaba ligeros lloriqueos cada cierto tiempo.

Embelesado, el hombre observó a su pequeño retoño, había algo magnífico y casi soberbio en la forma en que el bebé buscaba algo a lo que aferrarse, erguía la cabeza como un pequeño polluelo intentando alcanzar la luz del sol.

La comadrona se acercó refunfuñando palabras que no entendió y quitó al niño de sus brazos, para acercarlo a la mujer que seguía inconsciente, con la esperanza de que su cercanía la despertara.

- Vamos, cariño –susurró él, acomodando el cojín bajo su cabeza y tomando una de las pequeñas manos del bebé, cuyos dedos se aferraron con fuerza a su dedo índice, casi lloró de emoción cuando se sintió un padre por primera vez-, tu pequeño niño quiere ver los ojos de su madre.

Pasados los segundos, la mujer abrió los ojos lentamente, como si necesitara de todas sus fuerzas para esa simple acción y él podía comprenderla, o lo intentaba. El embarazo había sido complicado, el bebé nació prematuro y lo más probable era que ella no pudiera volver a embarazarse, o eso le había dicho la comadrona cuando las contracciones comenzaron y ella entró en trabajo de parte mucho antes de lo esperado. Veía a su esposa cansada, pálida y débil, pero ella sonrió cuando el bebé lloró y buscó su pecho para alimentarse. Ella rió, suavemente primero, alegre y estruendosamente después.

Era su bebé, tomando de su pecho y aferrándose a sus padres.

 - Mi pequeño Yixing –susurró ella, con lágrimas de felicidad escapando de sus ojos.

La comadrona volvió a decirles que era hora de descansar, pero ellos no tenían tiempo para descansar. Y eso lo confirmaron los golpes que cayeron certeros sobre la puerta de la cabaña.

Él sabía quiénes eran y lo que buscaban, vio con pánico a su mujer, que sostuvo con fuerza al bebé contra su pecho. No podía dejar que se lo llevaran, no podía entregar a su pequeño hijo cuando apenas lo tenían a su lado, por lo que hicieron lo más sensato que se le ocurrió: escaparon.

 

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Los primeros meses fueron duros. Viviendo ocultos entre las sombras, la familia Zhang buscaba la forma de sobrevivir.

Ellos conocían las leyendas que rodeaban su cuidad de origen, los temores que se les inculcaban cuando eran más pequeños y los sacrificios que debían hacer para mantenerse con vida. Ellos no creían que sus vidas valían tal sacrificio.

Caminaron de noche, temerosos a tomar algún transporte y ser descubiertos. Descansaron de día en hostales y moteles de baja categoría. Hicieron trueques con vendedores ambulantes y se aseguraron de mantener un perfil bajo de caminantes turísticos más que de forasteros.

Pero todos sus esfuerzos fueron en vano cuando el clan de los lobos los encontró, casi tres meses después, en la frontera de Guangxi intentando cruzar hacia Vietnam.

Era de madrugada y una lluvia perenne caía sobre sus cabezas. La familia Zhang había llegado a la última frontera que debían cruzar antes de poder respirar tranquilos, tenían la esperanza de que, saliendo definitivamente del territorio chino, el clan no podría seguirles el rastro.

Hasta que, en medio de un sembradío de arroz, dos hombres le detuvieron el paso.

- El pequeño Yixing se nos adelantó un poco –susurró el mayor con diversión, mientras que el menor se acercaba a la mujer, que sostenía al bebé contra su pecho y en seguida retrocedió, alejándose.

- ¡Por favor, no se lleven a nuestro hijo! –rogó desesperado el señor Zhang, con lágrimas confundidas con agua de lluvia mojando sus mejillas.

Los dos tipos se miraron implacables, sabían que no podían escapar de ellos corriendo simplemente, al menos no del mayor de los dos, por lo que el padre, con el único objetivo de cuidar a su familia, se arrodilló de forma reverente y rogó por su pequeño hijo.

- Es mi dote, no puedo dejarlo ir –respondió el menor, con algo de lástima en la mirada-. Ustedes pueden tener más.

Los llantos de su mujer se escuchaban sobre la lluvia, mientras que el pequeño Yixing solo observaba la escena con curiosidad, como si comprendiera lo que estaba pasando con los adultos.

- Llévenme a mí, pero no al niño, no a nuestro único hijo.

El menor, que debía ser apenas un adolescente, frunció el ceño y pateó al hombre arrodillado, ligeramente, solo para asegurarse de que este estaba más asustado que dispuesto a pelear.

- Tao…

- ¡Por favor! –la mujer se arrodilló junto a su esposo, cubriendo inútilmente al bebé de los cazadores, pero el muchacho se acercó a ella y la toqueteó hasta dar con el cuerpo rechoncho y cálido de Yixing.

Yixing, para sorpresa de todos, soltó una risa cantarina cuando sus pequeños dedos se enroscaron en el dedo índice del menor, que lo miró sorprendido y emocionado.

- Solo queremos disfrutar de nuestro pequeño por un tiempo, es el único que tendremos –susurró la mujer apelando a la misericordia del menor-. Por favor…

- Tal vez, ¿podemos darles algo de tiempo?

El hombre mayor negó con la cabeza, sabiendo lo que su protegido estaba pensando.

- No podemos fingir que este niño no existe –el hombre sabía que Yi Fan estaba en contra de lo que hacían, sabía que su corazón aún era demasiado ingenuo y puro para sacrificar a un recién nacido de la forma en que lo harían cuando lo entregaran a la lunática del clan.

Siendo el líder de los cazadores y teniendo el corazón dispuesto a hacer tal sacrificio, tomó una decisión que le enseñaría las consecuencias de las buenas acciones.

- Diez años, hasta que yo cumpla la mayoría de edad y deba entregar mi dote –soltó embelesado por la suavidad del bebé contrastando con su piel sucia y tosca.

ZiTao, su acompañante y guardia, simplemente gruñó, completamente en contra de sus deseos y acciones, pero había una razón por la que él era el líder de los cazadores y no ZiTao.

- ¡Gracias, gracias!

La mujer se puso de pie con piernas temblorosas y cubiertas de barro, se acercó a él y le besó una mano.

- Que los Dioses cuiden sus almas.

- Los Dioses se olvidarán de ustedes si no están acá cuando su momento llegue –la voz relajada del hombre guardaba una filosa amenaza que la familia Zhang no pudo ignorar, aunque sí olvidar.

 

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 Cuando el pequeño Yixing cumplió los nueve años, sus padres estaban cansados de ser nómadas que iban de un lugar a otro sin dejar rastros ni quedarse demasiado tiempo en un lugar por miedo a ser encontrados. No había estabilidad en su vida y sus padres comenzaban a verse cansados.

- Nos gusta viajar –solía decir su madre cuando le obligaba a empacar sus pocas pertenencias y lo obligaba a caminar durante noches completas a la luz de la Luna.

- ¿No te gusta conocer nuevos lugares? –preguntaba su padre con voz falsamente emocionada y él asentía no muy convencido, porque le gustaban los lugares nuevos, pero no la gente nueva.

A veces veía a los niños jugar en los parques, veía los pequeños grupos en que se separaban y se sentía ajeno a eso. Él no tenía amigos más que un roído peluche de oveja que su madre le regaló en su cumpleaños número cinco.

Yixing amaba a sus padres, sin embargo, necesitaba detenerse un tiempo a descansar, para tener nueve años, apenas podía soportar el estrés al que la vida nómada lo exponía.

Por eso su madre tomó la decisión más drástica de su vida.

Caminar y caminar no los estaba llevando muy lejos, aún no podían desprenderse del miedo de ser encontrados por los cazadores del clan, por lo que decidió que atravesar el mar, tal vez, conseguía liberarlos.

 

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Durante sus diez y trece años, sus padres buscaron sitios remotos en los que vivir, desde campos hasta montañas, puertos y desiertos, pero no podían ignorar que sus almas habitaban en la espesura de los bosques. Canadá se volvió el destino perfecto cuando todos los demás sitios presentaban peligros.

Yixing era el más emocionado ante la idea de asentarse, por fin, en un solo lugar. Sus años de nómada lo ayudaron a comprender más rápido el idioma y las costumbres, aunque se le dificultaba el hablar y relacionarse con la gente.

Para sus compañeros, él era solo el chino. Aunque de chino solo tenía la lengua que compartía con sus padres en casa, ni siquiera tenía una fotografía de su tierra natal.

Para sus maestros era el niño que hablaba poco y lento, por lo que debían comunicarse con él de la misma manera, tratándolo casi como un retrasado.

Para sus vecinos era casi como un animal en exhibición, siempre curiosos de sus costumbres y susurrando a sus espaldas.

A Yixing no le importaba mucho lo que nadie tuviera que decir sobre su familia y sus orígenes, él era feliz teniendo un lugar al que llamar hogar.

Le gustaba correr bajo la lluvia, sentir las gotas frías recorrer su piel y mojar su ropa. Le gustaba sentir esa conexión con la naturaleza y era ahí donde él sentía que pertenecía. Disfrutaba de correr descalzo por el bosque, sintiendo en sus pies la tierra y el musgo, inhalando el aroma a barro y savia, más que la casa que sus padres arrendaban, era el bosque que la rodeaba lo que lo hacía sentir que tenía un lugar al que pertenecía.

Por eso, cuando sus padres creyeron que era momento de marcharse, él se negó rotundamente a obedecer.

Vio lágrimas en los ojos de su padre y miedo en los de su madre. Vio la desesperación que embargaba a sus progenitores, pero se mantuvo firme en su negación hasta que no tuvieron más remedio que resignarse a los deseos de su hijo.

Yixing era infeliz yendo de un lugar a otro, sin tener suelo firme bajo sus pies, sin un cielo al que poder llamar su cielo. Yixing solo quería descansar, era apenas un niño que, mirara donde mirara, veía cosas diferentes. Sentía que no tenía origen ni destino, era una nube que se dejaba llevar a voluntad del viento, por los deseos de sus padres.

Yixing nunc creyó que su vida era un regalo protegido por el sacrificio de sus padres.

 

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Yixing sentía que había algo diferente en ese día de primavera, no en él o las personas que lo rodeaban. No en su familia ni el lugar, mas sí en el ambiente. Como si el aire hubiese cambiado, o el agua, tal vez incluso la tierra. Todo era tan diferente y al mismo tiempo, tan idéntico al día anterior.

Yixing podía olerlo, en el aire entrando a sus pulmones, podía sentirlo en la sangre corriendo por sus venas, lo percibía en la lluvia primaveral que caía sobre su rostro en el momento en que entró al edificio y caminó hasta su salón.

Pudo confirmarlo cuando sus ojos conectaron con una mirada temerosa y achocolatada.

- No somos el tipo de personas que vive su vida junto a otra, no somos el tipo de personas que tienen permitido dejar a otros entrar en su vida –solía decir su madre cada vez que Yixing le hablaba sobre tener un matrimonio como el de ellos y fue lo primero que pensó cuando su maestra de Artes Plásticas le pidió ayudar al niño nuevo a integrarse al curso, porque es chino, como tú.

Sehun no era chino, era coreano y no hablaba ni chino ni inglés, era tan tímido que Yixing apenas conoció su voz a las dos semanas de haber llegado.

- Oh Sehun –había dicho con una voz aguda y temblorosa, fijando la mirada en sus manos entrelazadas sobre su regazo y Yixing no pudo imaginar algo más tierno que ese pequeño niño avergonzado.

Alguien dijo que todo el significado de la primavera está en el encuentro –Yixing no había entendido el significado de esa frase hasta que pudo proclamar, por primera vez que tenía un amigo.

Aprendió a hablar coreano en el tiempo en que Sehun aprendía algunas palabras al azar en coreano y chino.

Al principio parecían no congeniar mucho, Sehun era muy tímido y las secuelas del estrés post traumático aún estaban demasiado presentes. Yixing era demasiado curioso para soportarlo por lo que buscó formas de acercarse a él, probó compartiendo sus video juegos y los recuerdos de sus viajes pasados, hasta que encontró un punto de convergencia en el baile.

- Quisiera volver a Corea del Sur algún día –dijo Sehun mientras veían, casi de madrugada, el colorido video musical de una boyband coreana.

- ¿Y bailar como ellos?

Con un sonrojo adorable cubriendo sus mejillas pálidas, Sehun asintió.

Y, sonriendo abiertamente, Yixing lo abrazó por los hombros.

 

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Los años pasaron lentamente, a percepción de Yixing, que saboreaba cada día como si fuera el primero.

Sus padres recibían a Sehun en su casa sin oponerse a su amistad, aunque su madre insistía en que debía cuidarse, sin explicarle nunca el verdadero peligro que corría al relacionarse tan íntimamente con ninguna persona.

No le importaba mucho arriesgarse a que le rompieran el corazón, creyendo que a eso se refería su madre, por lo que dejó que Oh Sehun entrara a los rincones más recónditos de su vida, sin negarle nada de sí mismo.

Sehun, por su parte, creció, perdió el miedo y la vergüenza para convertirse en un hombre atractivo ante los ojos femeninos y admirable ante los masculinos. A veces, Yixing se sentía un poco disminuido a su lado.

Era, en cierta forma, miserable cada vez que estaba cerca de Sehun. No porque el menor fuera más habilidoso o inteligente, aunque fuera excelente en todo lo que hacía. Envidiaba un poco la atención que todos ponían en él.

Con los años, ese pequeño niño tímido y de respuestas monosilábicas, se convirtió en el deseo de todos.

Y no los podía culpar, si Sehun tenía una nariz aguileña tallada por los Dioses. Si sus manos eran perfectas para anclarse a las caderas de otra persona. Si su porte era el de un auténtico caballero. Si sus movimientos eran los de una bestia, elegante y mortal. Y esa sonrisa que ocultaba aparatos de ortodoncia que solo Yixing conocía y provocaba un acento divertido y exótico, todo en Sehun se volvió provocativo.

Y qué decir de su forma de bailar.

Porque a Yixing le gustaba bailar. Le encantaba. Cuando creció y aprendió a conectar movimientos con melodías, comprendió que su futuro era ser un exitoso bailarín.

Cuando estaba sobre un escenario y la música se apoderaba de su cuerpo, se sentía pleno. Cuando las personas aplaudían sus movimientos y elogiaban su habilidad, sentía que estaba haciendo algo bien. Cuando la música sonaba, el mundo entero desaparecía y solo era él y la melodía.

Hasta que Sehun apareció en su club de baile.

A Yixing le encantaba bailar, pero comenzó a amar algo aún más, porque comprendió lo que era la verdadera poesía.

Sehun era de los más altos, por lo que las coreografías, principalmente armadas para personas más bajitas y escurridizas como Yixing, se veían incómodas cuando las realizaba. Sus piernas eran largas, al igual que sus brazos y su torso, también era completamente torpe y le llevó tiempo perfeccionar su técnica, pero lo consiguió. Yixing fue testigo en primera fila de la decisión del menor por ser el mejor, vio la gracia fluir en sus movimientos con el correr del tiempo, hasta que comenzó a leer la poesía de los mismos.

Había cierto garbo elegante en Sehun que nadie podía replicar, por lo que se adueñaba por completo del escenario, incluso de la simple sala de ensayos, cuando comenzaba a moverse al son de la música. Los movimientos que al principio eran robóticos y torpes se volvieron fluidos y gráciles, delicados y atractivos. Yixing veía perfectamente el baile privado de sus músculos, el sudor corriendo por su piel y su cabello agitándose como movido por el viento.

A Yixing no le gustaba la poesía, pero lo que Sehun hacía en el escenario era románticamente poético, una relación privada, casi de otro mundo, entre el coreano, la pista y la música. Era una interacción tan íntima y mágica, que sintió celos de ese mundo privado en el Sehun desaparecía al bailar. Por ese motivo sus prácticas se volvieron más exigentes y él mismo se volvió más perfeccionista, adoraba ver al menor bailar, pero odiaba verlo ajeno en otro mundo y deseaba irrumpir en él.

Siempre recordaría el primer día de Sehun en el club de baile, sus ojos brillantes como dos pequeños luceros marrones, sus manos sudorosas y temblorosas, el movimientos rígidos y erráticos con que comenzó.

- Gege, ¿y si pierdo el equilibrio? –pregunto viendo a sus compañeros hacer piruetas en el aire y caer al piso con la gracia de un gato. Sehun temía hacer el ridículo y Yixing encontraba eso adorable-. ¿Y si caigo?

- Bueno –respondió el chino sosteniéndole una mano para llevarlo a la pista y quitarle el miedo a la mala-, yo te sostendré.

Y cuidar de Sehun se volvió su único objetivo, la razón por la que despertaba cada día. Y poco a poco vio que esos movimientos torpes tomaban forma y se volvían sus poemas favoritos.

La situación se invirtió y Yixing desgastó su cuerpo su alma intentando convertirse en el compañero de baile perfecto para Sehun, mientras que Sehun solo quería ser suficiente para compartir el escenario con el chino.

 

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Sus padres, sobreprotectoramente cuidadosos, advertían a Yixing cada vez que salía de la casa.

- Cuídate de las sombras.

- Cuídate de los extraños.

- Cuídate de las bestias.

- Cuídate del bosque.

Todas las cosas de las que se debía cuidar, eran las que amaba.

Adoraba la protección que le concedía la oscuridad.

Adoraba saciar su curiosidad cuando un extraño llamaba su atención.

Adoraba y sentía cierta atracción morbosa por lo prohibido, lo oculto y lo peligroso.

Amaba con sus entrañas sumergirse en la espesura del bosque cuando caía la lluvia sobre su cabeza.

Entonces arrastraba a un aterrado Oh Sehun por entre los árboles y lo empujaba hasta que las raíces, las ramas y los troncos les ocultaban la vista al mundo exterior.

Ese era el lugar donde podía compartir sus más íntimos miedos o deseos con el menor.

Fue ahí también donde la idea de viajar a Seúl se insertó definitivamente en sus cabezas soñadoras.

- Mis padres quieren mudarse –comentó un preocupado Yixing mientras Sehun cerraba los ojos para escuchar los sonidos de la naturaleza-, dicen que hemos pasado demasiado tiempo acá.

- ¿Por qué quieren marcharse? ¿Por qué no se van solo ellos?

Yixing escuchó esas y otras preguntas nerviosas que el menor soltó en pocos segundos, tan ansioso de su partida como el mismo chino se sentía.

- No lo sé.

- ¿Y si haces caso y te marchas?

En pánico, Yixing encaró al menor.

- ¿Qué dices?

- Vámonos –respondió Sehun cuando vio el horror en los ojos del chino, que no había pasado todos esos años convenciendo a sus padres de permanecer en Canadá solo para que Sehun lo dejara ir ante la primera señal de cambio-, dijimos que iríamos a Seúl al acabar la escuela. Hagámoslo, vamos a Corea del sur.

Y todos los sueños que Yixing tuvo alguna vez, tomaron forma casi palpable frente a sus ojos curiosos, porque, repentinamente, toda su vida giraba en torno a Oh Sehun. Sus deseos, sus gustos, sus disgustos, sus frustraciones, todo estaba relacionado al menor y ya podía escribir una historia que reflejaría la felicidad de un futuro a su lado.

 

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- Nadie puede venir con nosotros –gruñó su madre sin llegar a alzar la voz cuando le comentó su deseo de viajar a Seúl con Sehun-, no puedes arrastrar a nadie. Lo pondrás en peligro y él nos pondrá en peligro.

Yixing no comprendía la negación de su madre, cuando fue ella misma quien lo enlazó definitivamente al menor.

No podía creer que la misma mujer que había consolado a Sehun en uno de los aniversarios de la muerta de su madre, fuera la que se negaba a tomarlo de la mano para llevarlo a recorrer el mundo.

- Después de la lluvia, el suelo se fortalece –había dicho la mujer mientras Sehun lloraba silenciosamente en su hombro, recordando el trauma de la pérdida de su madre.

- Yo no quiero fortalecerme con la lluvia, no quiero sufrir.

La mujer tomó a Sehun por los hombros y lo recargó en su pecho, como había hecho con Yixing cada vez que tomaron un transporte para dejar su hogar temporal.

- Lamento la lluvia, cariño, pero no puedes evitarla si las nubes ya están cargadas, solo debes enfrentar la tempestad y volverte una mejor persona…

Y Sehun lo hizo, su interior se llenó de fortalezas y, ese suelo mojado por la lluvia y las lágrimas, se convirtió en un precioso prado lleno de flores coloridas y vida silvestre.

Ahora, cuando Sehun era esa persona que iluminaba sus días y llenaba de aroma a rosas su vida, su madre no dudaba en arrancárselo de cuajo.

- No me iré entonces, no puedes obligarme…

- ¡Es peligroso! Para ti, para él… para todos nosotros –las lágrimas en sus ojos cansados eran algo insoportable para Yixing, pero necesitaba respuestas o hacer algo él mismo.

- Madre, por favor…

- Un mes –interrumpió su padre con voz parsimoniosa e igual de cansada, sin molestarse en decir algo más y dejando que su madre tradujera esas palabras.

- Tienes un mes para deshacerte de Oh Sehun y nos iremos, no pondremos en peligro a nuestro único por un amorío de adolescentes.

Su madre, siempre comprensiva y agradable, siempre aceptándolo con cada uno de sus defectos, estaba menospreciando ese sentimiento ingenuo y prematuramente llamado amor.

Tres días después, cuando Sehun cambió su reunión habitual a jugar video juegos por una cena, la esperanza de poder llevar al menor consigo se apoderó de todo su interior y su vida comenzó a encaminarse en la dirección correcta.

Tres días después, el pasado del que la familia Zhang tanto escapó, tocó la puerta de la casa en forma de un Wu Yi Fan que arrastraba consigo el rencor de una promesa no cumplida y un Kim JunMyeon convertido en licántropo.

 

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Durante tres largos años, Lay vagó en la penumbra del mundo, cansado de su propia existencia y la soledad a la que estaba condenado por máxima de su manada. Con el pasado convertido en bruma y sin un origen claro. No sabía quién ni qué era, quién fue ni lo que hizo.

Lay, el licántropo recién despertado, no tenía memorias, no tenía vida, no tenía corazón, estaba absolutamente vació.

A veces, Lay tenía sueños. Sueños de espuma y vapor, que jugaban y merodeaban en su inconsciente hasta tomar formas de arcoíris e iluminar su vida, pero esas figuras desaparecían al llegar el día y recordar que no había recuerdos en su cabeza.

A veces, esos sueños se volvían lágrimas y miedo, en forma de orbes oscuros que lloraban sangre por su ausencia.

Otras, esos sueños eran sangre y ansias de muerte, porque algo se le fue arrancado, algo más vital que el propio corazón y lo obligaba a escribir poemas con su cuerpo, que se transformaban en llanto y miseria.

En ese momento, todo ese dolor, las lágrimas y el anhelo tomaban forma, como el antojo de un Dios cruel y malicioso, Oh Sehun era su felicidad absoluta y su más profunda miseria.

Notas finales:

“Después de la lluvia, el suelo se fortalece” es algo que escuché de uno de los miembros de Exo en una conferencia luego de que uno de los miembros chinos se fuera [no recuerdo cuál realmente] y lo tenía anotado en un papel que hoy, después de mucho tiempo de olvido y descuido, de casualidad encontré.

Curiosamente, hace un par de meses en mi penúltima sesión con el psicólogo, él me hizo dibujar la imagen que yo tenía de mí misma en esos momentos y yo dibujé un charquito poco profundo, con lluvia y flores alrededor, algo que había estado pensando por mucho tiempo. Hablé sobre la gente que odiaba la lluvia y los charcos, también sobre las flores que crecen en ellos con la humedad y cómo estos se fortalecen con la lluvia, dije mucha mierda más y solo ahora le encuentro sentido a ese pensamiento recurrente.

Este capítulo no está corregido.

¿Se nota que Kris era realmente bueno?

¿Salió algo bonito de todo esto?

¿Algo que decir sobre el capítulo, lo que falta o lo que debería pasar? ¿Puta que es linda la canción? ¿Por qué las baladas de Sonata Arctica son tan tristes? Curioso el nombre de la canción, ¿verdad? ¿Algo sobre la frustración de los MAMA? Cualquier comentario es bien aceptado en esta historia J

Hora del spam: Si te preguntaste, en algún momento, qué onda Zelo, por qué es así, las respuestas están/estarán en mi historia Wolves growl his name, just saying.

 


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