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Tentación por Naomiyaoi38

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Notas del capitulo: ¡Nuevo capi, yeih! Y nuevas pistas sobre cosillas que me pregunto quiénes irán uniendo. xD
Tormento. Furia. Dolor. Aquellos sentimientos se mezclaban dentro de Zero, retorciéndose, acrecentándose cual corrosivo veneno.

Hasta hacía unos días era un hombre lleno de sueños, anhelos, esperanzas... Había sido un hombre con el sueño de un futuro junto a una mujer que amaba y el anhelo de una vida apacible. Pero ahora no tenía nada de eso. Más aún, el hombre que hacía tan solo unos días fue iba desapareciendo, sumido en un profundo abismo.

El teléfono de la habitación sonó incesantemente una y otra vez sin embargo Zero no hizo ningún ademán de contestar. Simplemente yacía sobre el lecho de sábanas de tonalidad crema mientras su mirada se perdía en algún lejano e inexistente punto a las afueras de su ventana en medio de la oscuridad de la noche.

El teléfono finalmente dejó de sonar dando paso a un mensaje de voz:

«—Zero, es Kaito, ¿se puede saber dónde coño estás? Tienes dos días sin venir a la academia y no contestas el teléfono. La última vez te veías como la mierda y hombre, en serio..., ¿qué sucede? Si mañana no sé de ti iré a buscarte a tu casa y más te vale abrirme.»

El mensaje finalizó y Zero emitió un pesado suspiro sintiendo el frío aire de la noche sobre su desnudo torso.

Indudablemente Kaito estaba preocupado y no dudaba que iría a buscarle. Sin embargo nada de ello le importaba.

Kaito, la academia, Yuûki... Desde que había confesado sus culpas se había sumido en aquellos cruentos y amargos sentimientos los cuales le corroían. Y todo era culpa de aquel ser.

Por culpa de Kaname había perdido a Yuûki. Por culpa de Kaname su vida se había destruido. Por culpa de Kaname había sido condenado a un eterno tormento del cual no encontraba la salida.

¡Cuánto maldecía a Kaname! Cuánto desearía eliminarle de su vida. Cuánto desearía acabar con su existencia.

Durante este tiempo se había cuestionado eso. Kaname era un monstruo cruel el cual había destruido su vida y luego de ello había permanecido sin dar señales de su funesta existencia. Desde aquel día Zero no había sentido su presencia sin embargo tenía la certeza de que seguía allí, acechándole entre las sombras. Después de todo Kaname no le dejaría escapar tan fácilmente.

Y, cuando sintió una gélida ráfaga de aire y un tenebroso estremecimiento le recorrió supo que aquel ser estaba allí.

—Zero —ronroneó aquella voz con tono aterciopelado y Zero fijó su vista en Kaname, quien al pie de la cama se erguía ante él sereno y altivo—. Dime, Zero, ¿deseas matarme? —inquirió y aquella repentina pregunta desconcertó a Zero, confundiéndole junto con aquellos otros sentimientos que pugnaban en él. ¿Acaso podía leer sus pensamientos?


—Sí, quisiera hacerlo —espetó con un tono crecientemente amargo y furioso—. Deseo matarte pero eres un maldito monstruo. Te vi matar a un hombre con facilidad... Eres un maldito monstruo que por más que quisiera no moriría tan fácilmente —siseó incorporándose, sus ojos brillando de rabia.

—Sí, soy un monstruo. Un monstruo que ha acabado con tu vida, ¿no es cierto? —dijo acercándose a Zero quien dio un paso atrás tropezándose contra el borde de la cama mientras sus puños se apretaban—. Sin embargo, ¿quieres matarme por eso? ¿O porque soy el único ante el cual no puedes luchar, no puedes resistirte?

—¡Hijo de puta! —gruñó Zero avalanzándose contra el vampiro y acto seguido un brillo metálico en la mano derecha de Zero se hizo presente el sonido húmedo sonido de la carne traspasada junto con el destello de la sangre.

Zero resopló cual animal furioso, enceguecido por la rabia clavando más profundamente el cuchillo de caza que asía en el pecho del vampiro mientras la adrenalina le inundaba. Acabaría con aquella criatura. Desde entonces le estaba esperando. Ahora acabaría con Kaname con el cuchillo de caza que pertenecía a su padre. Incluso en la muerte su padre le ayudaría a enfrentar aquella presencia maldita.

Sin embargo nada de aquello sucedió. En lugar de ello solo quedó el horror de enfrentarse a aquel vampiro el cual permanecía impasible, con una herida sangrante en su pecho.

Fúrico y horrorizado Zero retorció el cuchillo en aquella carne viendo cómo la sangre emanaba aún más y escuchando solo un leve sonido incomprensible por parte de Kaname. Pero nada más ocurrió aparte de ello.

—Realmente deseas matarme, ¿verdad, Zero? —dijo Kaname impasiblemente cuando Zero esperaba rabia u venganza por parte de ese ser ante lo que él acababa de hacer. Sin embargo no halló nada de eso en aquella borgoña mirada.

En aquella maldita mirada halló por primera vez un intenso pesar incomprensible para él. Y aquello, esa expresión tan dolorosa, tan anhelante le aterró aún más que cualquier otra cosa por parte de Kaname.

Con horror y desconcierto Zero desenterró el cuchillo del pecho de Kaname y la sangre salpicó. Dejó caer el cuchillo al suelo mientras su semblante se tornaba lívido al ver cómo el pecho de Kaname se iba regenerando, la carne formándose a partir de pequeños pétalos de rosas rojas a la vez que un tenue aroma de rosas inundaba el ambiente.

—¿Por...? ¿Qué eres tú...? —inquirió con un tono casi inaudible.

— Soy un monstruo. ¿Acaso tú mismo no lo has dicho?

—No... Eres peor que un monstruo... ¡¿Qué mierda quieres de mí?! ¡¿Mi sangre, mi cuerpo?! ¡Pues te daré mi maldita sangre! —gritó furioso recogiendo el cuchillo y asiéndolo con firmeza intentando hundirlo en su propio cuello mas un repentino agarre de velocidad sobrenatural sobre sí se lo impidió y seguidamente fue arrojado sobre el lecho mientras Kaname se cernía sobre él aprisionándole bajo su cuerpo.

—¡No puedo matarte, no me dejas morir! ¡¿Entonces qué mierda quieres?! —espetó atormentado, furioso y sobre todo desesperado.

Aquella criatura le atormentaría por siempre. Ya no tenía duda de ello. Jamás podría escapar.

—¿Qué quiero? Ya te lo había dicho: quiero lo único que he anhelado con intensidad en siglos. Quiero que entiendas lo que agita tu sangre, lo que en verdad anhela.

—¿Lo que anhela mi sangre? —espetó con amarga ironía tragando saliva, sintiéndose frustrado, desesperado de estar atrapado a la merced de aquel maldito ser.

—Sí, Zero. Tu sangre me anhela, al igual que yo anhelo la tuya. Mi sangre te pertenece al igual que tu sangre me pertenece a mí —ronroneó con un oscuro tono enigmático contra la boca de Zero quien desvió el rostro.

Sin embargo Kaname no hizo ningún ademán de acercarse a su boca nuevamente sino que sus labios se desviaron al cuello de Zero, rozándole con suavidad para luego exponer sus colmillos los cuales rozaron ligeramente aquella sensible piel.

Zero se estremeció abriendo los ojos desmesuradamente al ser consciente de lo que planeaba Kaname, mas no tuvo tiempo de replicar ya que antes de que pudiera hacerlo aquellos colmillos atravesaron su piel llenándole de un dolor el cual se mezclaba con un inmenso placer.

No quería esto. No quería que Kaname bebiera su sangre, que su ser se estremeciera de esta manera ante aquel doloroso placer. Pero a pesar de esto le fue inevitable dejarse sumir en aquel tortuoso y delicioso placer, como cada vez que Kaname solía beber de él mientras se adentraba en él poseyéndole inmisericordemente. Mas esta vez Kaname no le poseía, no resquebrajaba su ser en medio de aquella vorágine carnal. Esta vez en lugar de ello su sangre era tomada en medio de un placentero dolor y un sopor el cual iba apoderándose de él hasta que sus sentidos cayeron en un limbo de oscuridad y su ser se desvaneció en medio de una sensación ligera.

Y, mientras esto ocurría y posteriormente una ráfaga de aire y una fugaz presencia desaparecía a través de la ventana dejando atrás una habitación completamente vacía, una fémina de ojos borgoña y largos cabellos castaños quien yacía frente al hogar de Zero contempló aquella fugaz ráfaga mientras sus labios se tornaban trémulos.

—Zero —musitó Yuûki sintiendo la angustia por aquel hombre que aunque la hubiera traicionado aún amaba, llenar su corazón percibiendo a su vez una leve fragancia que flotaba en el ambiente y la cual indudablemente reconocería en cualquier lugar.

A pesar de los años aquella fragancia jamás la había olvidado.

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