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Tentación por Naomiyaoi38

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Un ligero sopor se hacía presente en él instándole a permanecer dormido, negándose a abrir los ojos sumido en aquel cálido sopor y la reconfortante sensación de un mullido lecho. Sin embargo en medio de ello una extraña sensación le inundaba; cierta inquietud la cual por alguna razón aun en esos momentos se hacía intensamente presente.

¿Qué era aquello? ¿Por qué no podía permanecer allí, yaciendo en aquel lecho sin nada que le perturbara?

El sutil sonido del viento sibilante llegó a él y posteriormente percibió un roce casi fantasmal en su mejilla y sobre sus labios. Caricias tan sutiles que no parecían reales. ¿Estaba soñando?

Lentamente Zero abrió los ojos, parpadeando un par de veces buscando alejar aquel sopor, tornándose durante unos segundos con expresión desconcertada al acostumbrando su vista a aquella habitación sumida en penumbras.

Aquella habitación de amplios ventanales cubiertos por cortinas que se mecían al son del viento nocturno, de nimias pero elegantes decoraciones de símbolos curvos los cuales no lograba descifrar y lecho de aterciopeladas sábanas rojas definitivamente no era su habitación. ¿En dónde estaba?

Frunció el ceño mas su semblante se tornó lívido en el instante en el cual los recuerdos le golpearon.

«Kaname... Aquella mordida... Kaname le había dejado inconsciente.»

Alarmado se incorporó, tornándose inicialmente tambaleante para luego ir recuperándose. Llevó una mano a su cuello palpando la zona donde Kaname le había mordido, percibiendo las leves marcas de aquellos malditos colmillos.

Incipiente furia le llenó, sin embargo al observar nuevamente la estancia esta fue reemplazada por desconcierto y un dejo de temor. Aquel sitio no era su hogar. ¿Adónde coño le había llevado Kaname?

Cauteloso se acercó hacia la puerta y tras decidirse la abrió. Su corazón se aceleró mientras avanzaba fuera de aquella estancia; cada paso que daba era sumamente cauteloso mientras que su semblante se tornaba sombrío. ¿Qué estaba planeando Kaname? ¿Para qué le había traído allí?

Necesitaba encontrarle. Necesitaba respuestas. Sin embargo en su interior un leve revoloteo de temor no cesaba de agitarse. Kaname era más que un vampiro. Era un monstruo. Aquello no lo podría olvidar.

Zero avanzó por un largo y estrecho pasillo, detallando las paredes desnudas curtidas por el tiempo. Aquel lugar era una propiedad sumamente amplia, que en algún momento quizás brilló con esplendor pero ahora el tiempo parecía consumirla lentamente.

Mientras avanzaba algo llamó su atención: un cuadro de bordes envejecidos cuya pintura denotaba suma antigüedad. Sin embargo eso no era lo importante. Lo que le dejó inmóvil, contemplando absorto aquel cuadro fue la imagen de la mujer que allí se mostraba. Una hermosa fémina de largos cabellos plateados cuya pálida piel era realzada por el haz de luna plasmado en aquel cuadro, pero sobre todo por aquellos ojos amatistas los cuales se le hacían tan familiares.

Cierta opresión inexplicable se formó dentro de él. ¿Quién era aquella mujer y por qué el solo contemplar aquella pintura le hacía sentir una tristeza casi opresiva?

—¿Estabas buscándome?

Una voz a sus espaldas le sobresaltó y su cuerpo se tensó al reconocer aquella voz, a aquella presencia.

—Kaname —siseó fúrico, pugnando con aquel dejo de temor el cual odiaba, enfrentando su mirada a aquellos ojos malditos los cuales refulgían en carmesí en aquella propiedad llena de penumbras—. ¿Qué es este lugar? ¡¿Para qué me trajiste aquí?!

—¿No te gusta? Este lugar siempre me ha traído paz aunque represente lo contrario...

—¡Responde a mi pregunta! ¡¿Qué demonios hago aquí?! —espetó detestando la serenidad de Kaname, cómo este con aquel sereno semblante evadía sus preguntas.

—¿Acaso tanto te molesta hacerme compañía?

—¿Compañía? —resopló con ironía—. ¿Pretendes que sea tu «compañía»? ¿Que haga compañía a quien destruyó mi vida, a un monstruo? A ti solo te interesa disfrutar de destruirme, de tomar de mí lo que se te antoje; mi sangre..., mi cuerpo... Realmente eres un bastardo. Un monstruo egoísta y cruel. Solo...

—¿Realmente me consideras de esa manera? Aunque quizás en parte sea un egoísta —dijo acercándose a Zero quien se tensó, observando desconcertado la repentina pena en aquel rostro perteneciente a un monstruo. Y ante ello rememoró aquel ápice de dolor el cual observó la última vez en los ojos de Kaname e inquietud se agitó en él.

Era imposible que Kaname sintiera pena, dolor de esa manera. ¡Era imposible! ¿Por qué habría de poder sentir emociones tan humanas? Definitivamente era absurdo. Mas aquella mirada era innegable, pareciendo adentrarse en cada resquicio de él, grabándose a profundidad. ¿Por qué?

—¿Qué quieres de mí? ¿Qué mierda quieres realmente? —inquirió negándose a retroceder ante Kaname a pesar de que aquellos ojos le afectaran profundamente.

—Solo quiero mostrarte la verdad.

—¿La verdad? —cuestionó con ironía e incredulidad

—Existe una verdad que necesitas aceptar —ronroneó atrayendo inesperadamente a Zero contra sí quien intentó alejarse mas el agarre del vampiro sobre su cuerpo junto con cálidos labios que delineaban su oreja le paralizaron—. Mientras estés aquí pronto la comprenderás. Ya no tenemos mucho tiempo pero los siguientes días representarán un nuevo nacimiento para ti.

»Mientras estés aquí eres libre de ir a cualquier lugar de esta propiedad, cualquier lugar alrededor de estas montañas las cuales nos rodean. Sin embargo, sé que intentarás escapar, y aunque lo intentes será imposible. Por más que intentes encontrar un camino fuera de aquí siempre regresarás a este lugar.

—¿A esto te referías con hacerte «compañía»? ¿A mantenerme en un prisión eterna donde me pudra? —espetó Zero forcejeando contra Kaname a la vez que sus ojos brillaban de incipiente rabia y frustracción.

Kaname contempló en mutismo a Zero, afianzando su agarre en este conteniéndole sin problemas para luego esbozar una suave sonrisa. Una sonrisa nunca vista por Zero en Kaname.

—No es una prisión eterna. Jamás te condenaría de semejante forma. Una prisión eterna, donde te pudres lentamente, donde el amor, el dolor y la rabia dejan de existir, donde solo queda el vacío es algo a lo que jamás te condenaría. Aún tienes mucho que entender y poco tiempo pero desde mañana lo harás. Pero ahora descansa nuevamente, Zero. Solo descansa y deja que la sangre te muestre la verdad...

Zero frunció el ceño ante aquellas palabras. ¿A qué se estaba refiriendo ese monstruo? Mas no tuvo oportunidad de seguir cuestionando ello puesto que parte de la respuesta se hizo presente en el instante en el cual Kaname le besó y Zero percibió en aquella boca que le besaba hambrientamente, en aquella lengua que incitaba la suya el metálico sabor de la sangre.

Abrió los ojos desmesuradamente en medio de aquel ósculo intentando apartarse pero aquel monstruo que le afianzaba contra sí, besándole casi con desesperación se lo impidieron, haciéndole rendirse, estremecerse insanamente en medio de aquel ósculo sangriento a la vez que una sensación conocida empezaba a inundarle nuevamente. Repentinamente se sentía débil y un extraño sopor empezaba a inundarle hasta que inevitablemente se desvaneció en brazos de Kaname.

Kaname afianzó cuidadosamente a Zero y una triste sonrisa afloró en sus labios mientras contemplaba a aquel rostro durmiente detallando las pestañas plateadas, aquella pálida y tersa piel, aquellos finos labios que ahora yacían ligeramente enrojecidos por el beso y el leve rastro de sangre en la comisura de aquellos labios.

La lengua de Kaname se asomó cual elegante serpiente pecaminosa lamiendo aquel rastro de sangre en los labios de Zero, cerrando los ojos e inspirando profundamente contra su cuello, sintiendo dentro de él aquel intenso anhelo el cual arañaba su interior cual bestia fámelica privada durante años, durante siglos de lo más esencial.

—Pronto, Zero, pronto lo entenderás. Y entonces finalmente podré ser libre —dijo con tono ligeramente amargo contra el cuello de Zero, percibiendo la vena palpitante pareciendo incitarle a que devorara al motivo de su deseo, sin embargo simplemente besó aquella zona mientras sus ojos refulgían con intensidad.

No debía apresurarse. A pesar de que ellos llegarían pronto, a pesar de su inevitable castigo, no lo haría. Después de todo aún quedaba algo de tiempo antes de ello. Un tiempo el cual por primera vez en siglos no se le hacía interminablemente doloroso.

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