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Un único deseo por Amelia_Badguy

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Sin poder evitarlo soltó un bufido, mientras miraba a esa humana tan vulgar, que en primera instancia había arruinado sus pastillas y ahora no las estaba terminando a tiempo, haciendo que bufase nuevamente, demasiado desesperado por lo que podría ocurrir.

Estaban en el laboratorio que esa humana tenía en esa gran casa que poseía, con muchas cosas desparramadas sobre bancos de trabajo y papeles, pero a él lo único que le importaba es que esa mujer, que llevaba una bata de laboratorio puesta, terminase de una maldita vez de fabricar su pastillas, es decir, había pasado más de una semana y si ella decía ser tan lista en menos de ese tiempo las debería haber tenido terminadas, pero no era de aquella manera y él ya estaba preocupado por las fechas.

La verdad era que no tenía un control claro de sus celos, siempre que había sentido alguna molestia llenaba su cuerpo con aquellos supresores, aquella medicación que habían abandonado su cuerpo en los últimos días, limpiando su sistema finalmente, un sistema que hace más de diez años se mantenía estable por aquella droga, que ahora debía esperar, pero que lo estaba haciendo desesperarse cada vez más.

— Aún no me has dicho para que es esta pastilla, Vegeta — La voz de aquella mujer le llamó la atención, haciendo que fijara su mirada demasiado fría en ella. Si pudiera la hubiera asesinado desde que se le ocurrió lavar su ropa, pero la necesitaba para los malditos supresores.

— No es algo que piense comentar con una humana. Es tú deber hacerlas porque tú arruinaste las que traía en mi ropa con tu estúpida idea de lavar y no preguntar, mujer — Estaba enfadado, pero era más que nada por la situación. Dejar los supresores era algo que nunca había hecho y si debía ser sincero le aterraba.

Cuando su celo se había presentado la primera vez, había tenido que estar encerrado dos semanas completas con dolores que quería olvidar, después de todo era como si lo partieran por dentro, como si su interior reclamase algo que él nunca le daría, pues nunca se iba a someter a nadie.

Sabía de lo poco y nada que Nappa le había comentado, que sus celos normalmente debería llegar cada cuatro meses terrícolas con una duración de tres días, pero él siempre había tomado supresores, era su ritual diario y cuando dormía en su nave espacial, viajando de un planeta a otro, solía tragarlos todos de golpe al despertar, demasiado despreocupado por si dañaba su sistema reproductor de omega o algo así.

— Eres un grosero, todavía que te permito quedarte en mi casa, me contestas de esa manera — Le rebatió esa maldita mujer.

— ¡Sólo has tu maldito traba...! — Al no escuchar la frase completa Bulma se termino por girar curiosa, mientras tenía varios ingredientes de aquella pastilla, pero únicamente había querido molestar al saiyajin al demorarse un poco más por la manera en que la trataba, pero claro ella nunca espero ver como él se sujetaba con fuerza su vientre, mientras gruñía de dolor.

— ¡Mierda! — Sin importarle nada, salió volando sin más por el maldito techo de aquella casa, sin importar lo que destruía a su paso.

Debía alejarse, alejarse de todos, pues su maldito celo estaba comenzado, seguramente producido por dejar los supresores y porque su instinto omega, ese que él siempre renegaba se había sentido atraído por la fuerza del maldito alfa.

.-.-.-.-.

Volver a la Tierra había sido una de las mejores cosas que le habían ocurrido, después de todo había extrañado muchas cosas de su planeta. Había extrañado el ruido de los ríos cercanos a su hogar, los animales, el olor a la tierra mojada cuando llovía. En realidad para él no había mejor planeta que la Tierra.

Con ese pensamiento únicamente golpeó uno de los árboles, para derribarlo. Necesitaban leña para la comida y si era sincero le gustaba hacer esas cosas. Le gustaba salir de la casa donde vivía, después de todo no más veces se sentía a gusto ahí, es decir, siempre que entraba escuchaba los gritos de su esposa, que le gruñía por cualquier cosa y no lo dejaba jugar ni practicar con su hijo, cosa que lo hacía suspirar de manera pesada.

Sin mayor esfuerzo tomo el gran tronco caído, para ponerlo sobre su hombro y comenzar a caminar hacía aquella casa que realmente nunca había sentido como su hogar propiamente tal, pues para él su hogar había sido esa vieja cabaña donde había vivido con su abuelo cuando era apenas un niño.

Simplemente despejó su mente, para poner ese gesto bobo que lo caracterizaba, aunque claro, ver a Chi-Chi salir de casa mirando para todos lados le había llamado demasiado la atención, por lo cual apuro su paso, que había sido lento, para llegar un poco más rápido.

— Goku que bueno que regresaste, Bulma te llama, dice que es una emergencia — Sin más la mujer le entregó el auricular del teléfono, para que pudiera conversar con la mujer de cabello celeste, que llamaba con preocupación.

— ¿Ocurre algo, Bulma? ¿Le paso algo a alguno de los muchachos? — Lo primero que se venía a su mente es que podría haberle ocurrido algo a alguno de sus amigos, era la única razón por la que de verdad Bulma lo llamaría así.

— Goku, ocurrió un pequeño problema — Comenzó a hablar la mujer, explicando de manera rápida a quién había sido su mejor amigo por más de diez años la situación que acontecía, detallando que cuando Vegeta había vuelto a la Tierra ella había destruido sin querer unas pastillas que el saiyajin llevaba en sus ropas, por lo cual había pasado la última semana recreándolas, pero al demorarlas tanto, algo había ocurrido en Vegeta que había escapado de la Corporación Capsula sin más.

.-.-.-.-.

No sabía cuánto había volado, sólo se había preocupado de escapar lo más lejos que podía de cualquier ciudad y especialmente de donde había sentido el ki de Kakarotto. Había escuchado historias y visto cuando era pequeño, que los alfas no tenían ningún problema en someter y en reclamar a un omega en celo, siendo que él no se pensaba someter por nadie, pensó gruñendo.

Ahora se encontraba en el interior de una cueva, oculta tras una cascada esperando que el olor del agua que caía borrara todo rastro de las hormonas que cada vez dejaban un olor más pasoso en aquella rocosa cavidad.

Sentía su maldito cuerpo arder, como si tuviera fiebre, pero él sabía perfectamente bien que era lo que tenía, siendo que un fuerte dolor en su vientre apareció con más intensidad, casi como para remarcar su condición.

Odiaba eso, odiaba verse afectado de aquella forma. Él era un maldito príncipe maldición. Él no se tenía que someter ante nadie, él no tenía que dejarse montar por nadie, para que aquello pasara. Odiaba su cuerpo, odiaba su herencia y su genética.

Sus mejillas estaban de por sí sonrojadas cuando sintió como entre sus muslo comenzaba a fluir algo, comenzaba a fluir de su entrada trasera el maldito lubricante para que un alfa se lo metiera sin cuidado alguno. Podía sentir como esa mancha se iba expandiendo por aquellos malditos pantalones que esa estúpida mujer le había dado, siendo que incluso se había quitado ya la camisa, porque el calor que su cuerpo tenía no podía soportarlo.

Pero claro, siempre que piensas que las cosas no pueden ser peor, un hecho ocurre y te demuestra que te equivocas, que las cosas pueden verse cada vez peor.

Eso le quedo claro cuando de la nada Kakarotto, aquel maldito alfa, apareció frente a él, frunciendo de inmediato la nariz al sentir ese hedor a hormonas, a un omega sin reclamar que estaba en aquella cueva.

— ¡LARGO DE AQUÍ! — Gritó con fuerza Vegeta, mirando como el alfa miraba confundido a su alrededor, tanto por aquel olor a hormonas, que hubieran hecho que cualquier saiyajin alfa saltara sobre él y lo montara, como también confundido por ver a Vegeta así. Sudando, demasiado roja, sentado a penas contra una de las paredes de aquella cueva.

— Vegeta, ¿qué te ocurre? — Quizás sí Goku no se hubiera golpeado en la cabeza cuando niño, en ese momento hubiera sido como cualquier alfa que se rendía a sus instintos y brincaba sobre un omega en celo, pero el alfa si se había golpeado la cabeza y tanto sus instintos asesinos como los instintos de alfa habían quedado demasiado escondidos en él.

— N-No dejaré que un idiota como t-tú me someta  — Gruñó mientras miraba a alfa. A penas y podía mantener su visión fija. El calor en su cuerpo era demasiado en realidad, además de que su instinto omega le decía que se entregara, que ladeara su cuello y dejara a la disposición del alfa aquella parte de su cuello donde estaba ubicada su glándula, aquella que creaba esas hormonas, para crear una unión con aquel perfecto alfa, para que lo llenara con su semilla y sus crías.

Pero no, él no era un maldito omega cualquiera, él era un príncipe y no se sometería ante nadie, le dijo su mente, haciendo que mantuviera en alto su cabeza, mientras jadeaba con fuerza.

— Vegeta, sólo quiero ayudarte — Le dijo sin poder evitar acercarse un poco al omega, pero al tocar la piel de su brazo, pudo sentir como esta ardía, pero Vegeta únicamente se alejo de su toque, mirando desafiante.

En aquellos ojos achocolatados estaba todo el orgullo que tenía Vegeta, todo ese orgullo que no se dejaría opacar por nada ni nadie, aquel orgullo que decía que él no sería un maldito omega que se ofrece como un pedazo de carne en su celo solamente para que el maldito dolor pasara de una vez.

— S-Sí quieres a-ayudarme c-cómo dices, d-debo estar alejado de ti, maldito a-alfa, t-tengo que estar solo — Le gruñó, mirando de frente esos ojos obscuros que se veían tan bobos e inocentes, pero que mostraban lo preocupado que Goku estaba al ver al otro saiyajin de esa forma que no podía comprender, porque él nunca había pasado por aquello.

Quizás eso era lo que más frenaba de por si ese instinto alfa, más que él golpe u otro cosa, era el hecho de que para un saiyajin alfa simplemente una humana no despertaría todo su instinto sexual que poseía. Un instinto que además, en el caso de Goku, había sido despertado demasiado tarde, cuando ni siquiera tenía un interés.

Él había sido un niño que nunca había comprendido la diferencia entre hombres y mujeres, siendo que la primera mujer que había conocido había sido Bulma.

— Puedo llevarte a una habitación donde estarás solo, Vegeta, nadie te molestara... si sigues aquí, con el olor que desprendes, podrían venir animales a atacarte — Su mente le dijo eso. Que los animales detectarían su olor y en la condición del saiyajin, por muy bueno que fuera, podría salir algo lastimado.

— ¿Q-Qué t-te hace pensar q-que confiaré e-en un alfa estando a-así, idiota? — Le gruñó con fuerza, levantando su cuerpo como pudo del suelo, pero eso únicamente fue peor, porque un dolor recorrió su vientre, haciendo que deseara llevar sus brazos a cubrir su vientre, a arquearse de dolor, pero su orgullo fue más fuerte y no lo hizo.

Se irguió derecho, al menos lo más derecho que podía, con su cabeza en alto. No bajaría la maldita cabeza ni la mirada, aunque podía sentir ese maldito líquido lubricante manchar sus pantalones y correr por el interior de sus piernas.

— Que no te dañaría, Vegeta — Le dijo simplemente porque era la verdad. Algo más allá de él, uno de sus instintos que estaba demasiado guardado, le decía que tenía que proteger a ese omega, a su omega, aunque fuera incluso de él mismo.

.-.-.-.-.

Mirar por uno de los bordes del templo siempre lo tranquilizaba un poco, saber que el mundo estaba en paz y seguía su curso normal lograba hacer que una pequeña sonrisa brotara de sus labios, mientras su fiel amigo y compañero Mr. Popo estaba a su lado, con un vaso de té, que era lo único de lo que se alimentaba en realidad al ser él un Namekusei.

Pero claro, ni él, ni Piccolo, que había estado meditado en uno de los jardines del templo, se hubieran esperado que Goku se apareciera ahí de la nada, con Vegeta, aquel saiyajin que los había atacado, a su lado, siendo que apenas se mantenía en pie, pero se reusaba a la ayuda que quería brindarle Goku para estar mejor parado.

— Kami-sama, Vegeta necesita entrara a la habitación del tiempo, es urgente, no me quiere decir su condición, únicamente dijo que se le pasaría en tres días, pero no puede estar así en la Tierra — Dijo de manera rápida el pelinegro vestido de naranja, mientras que los dos Namekusei veían a Vegeta que estaba demasiado rojo, jadeando y sudando, además de que sus pantalones parecían húmedos en la parte de atrás por alguna razón.

— C-Claro, Goku, Mr. Popo — El dios de la Tierra miró a su ayudante y mano derecha, que rápidamente asintió y corriendo guió la dirección de Goku y ese saiyajin a la habitación del tiempo.

— ¿Tienes alguna idea de lo que ocurre? — Le preguntó aquel dios a su contra parte, que miraba por donde se habían ido aquellos tres, pero incluso él podía sentir el olor a aquellas feromonas y hormonas, un olor similar al que había olido alguna vez en el bosque cuando entrenaba y veía a los animales por aparearse antes de que él se alejara, haciendo que se sorprendiera.

— Una, pero me parece bastante sorprendente — Aclaró mientras miraba aquel pasillo.

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Cuando llegaron a la maldita puerta, aquel hombre de obscura piel los dejo pasar con nerviosismo, siendo que Vegeta entró primero, viendo primero una especie de habitación, para al correr la cortina no ver nada más que un fondo blanco sin límites, eso era maldita perfecto, pasaría ahí su maldito celo sólo, pensó jadeando con fuerza.

— ¡LARGO! — Les gritó sin más al alfa y a aquel hombre, que únicamente cerraron la puerta de aquella habitación dejando al omega sólo, sintiendo su maldito celo llegar, ese celo que le decía que debía ser llenado, pero él no se sometería, se decía una otra y otra vez.

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Cerró la habitación para darle a Vegeta finalmente la privacidad que deseaba y aunque el olor que el omega desprendía cada vez se volvía más fuerte y quizás despertaba algo en él, no fue lo suficiente en realidad, como para despertar esos instintos de alfa en él.

En realidad los únicos instintos alfas que Goku aun presentaba en él, era el hecho de sentir el olor de Vegeta de manera muy diferente, pero ese olor lo hacía querer protegerlo de cualquiera, incluso de sí mismo. Si se pudiera decir que había tenido alguna doble intención con el omega, fue únicamente cuando estaba herido, recién recuperando su cuerpo y había tenido la idea de morder el cuello de Vegeta, pero no lo había hecho.

— Goku — La voz de Piccolo hizo que el saiyajin finalmente despegara su vista de la madera de la puerta, para mirar al hombre que lo llamaba, atento a él.

— No sé qué ocurrió, Bulma dijo que Vegeta necesitaba unas pastillas, que ella las estaba haciendo cuando de la nada él escapó. Fui a por él y lo encontré de aquella forma, ¿crees que es normal, Piccolo? — Sabía que ellos eran incluso de distintas razas y biologías, pero él nunca había sido demasiado listo, pero el namekiano si lo era.

— Sólo puedo suponer una cosa, Goku, según lo que él te explicó la última vez que lo vimos, debe estar en su período de apareamiento — Era a lo único que había llegado. Piccolo de por si no entendía bien el concepto de apareamiento para los humanos, después de todo su raza simplemente expulsaba huevos por su boca, que traían una nueva vida.

Pero en su tiempo en la Tierra había aprendido que no era así, que los humanos e incluso animales parecían tener una pareja y así se reproducían, entre dos, liberando aquel olor a feromonas que había sentido de Vegeta.

Por su parte Goku no entendió del bien todo, pero se dijo que esperaría las horas para que Vegeta saliera de ahí y pudiera explicarle mejor que era lo que ocurría. Eso sería lo mejor, pensó.

 


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