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Nuestra unión por Amelia_Badguy

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Los días transcurrían lentamente en aquel calabozo donde habían sido encerrados, siendo que sus mayores preocupaciones estaban siendo salir de ese lugar, antes de llegar a Cuba, todo eso mientras intentaba sacar las cuentas de cuantos días faltaban para el celo de su pareja, pues no pensaba permitir que eso ocurriese en aquel barco lleno de alfas, pero nada venía a su cabeza y aquello frustraba al moreno que llevaba horas dando golpes con su cabeza en la madera de aquella celda.

Por su parte el rubio estaba tendido en el suelo suspirando, sabía que tenía que estar callado, no porque su alfa lo ordenara o algo así, sino porque Tulio pensaba mejor cuando él se quedaba en silencio, aunque podía ver claramente que nada iba a la cabeza de su alfa, haciendo que suspirase pesadamente, aunque claro, la manzana que le cayó en la cabeza lo sacó de su ensoñación y considero que el moreno llevaba demasiado tiempo golpeando aquella madera.

— ¿Tienes algún plan? — Le preguntó esperanzado, viendo como Tulio simplemente paraba de golpearse la cabeza, pensando en la solución a todo y algo parecía llegar a su mente, siendo que ambos terminaron por inclinarse en el suelo, bueno, al menos el moreno, que tenía claras ojeras marcadas, mientras que el rubio se recostó para escuchar el plan.

— Cuando todos estén durmiendo, tomamos un bote, provisiones y nos vamos remando de vuelta a España — Le explicó de manera lenta, mientras le hacía las mímicas con un vaso y unas pocas migas de comida que aun tenían ahí.

— Aja... todo perfecto, ¿pero cómo salimos de aquí? — La sonrisa en el rostro de su omega era lo que lo incentivo a decir nuevamente ese plan, al cual le faltaba una parte realmente importante.

— Cuando todos estén durmiendo, tomamos un bote, provisiones... — Mientras iba repitiendo ese plan nuevamente, el rubio perdió esa sonrisa que había adornado su rostro, haciendo que el moreno bufase — ¡Bien! ¡¿Tienes tú un plan?!

Le gritó ofendido de que su plan no tuviera toda la ruta de escape, pero vio como el rubio miraba la manzana en su mano, siendo que simplemente lo miró.

— Ayúdame a subir — El rubio sin más comenzó a escalar al alfa como si nada, para llegar a la rejilla que había en la superficie del techo, que conducía hacía la parte de arriba del barco, donde el omega había escuchado a aquel caballo, que seguramente quería comer, pero no le daban raciones. — ¡Altivo!

En ese momento, cuando su pareja comenzó a llamar a un caballo, fue cuando realmente se cuestiono todo lo que estaba ocurriendo en su vida, pues su pareja le estaba dejando sus cabezas a un caballo que seguramente ni siquiera los comprendería.

— ¡Es un maldito caballo, Miguel! — Le gruñó mientras abrazaba las piernas del rubio, buscando tenerlo alto, con su cabeza pegada al trasero del otro hombre. En otras circunstancias -donde su vida no estuviera a punto de ser condenada- hubiera disfrutado de tenerlo así, pero ahora únicamente estaba molesto y cansado por no dormir, por estar atento a todo en las noches.

Su instinto alfa podía más que él en ese momento, pues aunque sabía bien que Miguel podía defenderse por sí solo de cualquier peligro, su instinto lo obligaba a estar de aquella forma, demasiado atento a todo, buscando proteger al omega que era su omega, según le gritaba su instinto y la cicatriz que Miguel llevaba en la parte de atrás de su cuello era la prueba de eso.

Esa cicatriz que había quedado después de la mordida bastante fea que le había dejado, pero era la mordida que se necesitaba para marcar a un omega, esa mordida de la cual siempre quedaba una cicatriz, con la cual el rubio siempre estaba demasiado cómodo, aunque por lo general su cabello la escondía o bien su camiseta.

— No le digas así, Altivo es un caballo inteligente — Le refutó el rubio, haciendo que saliera de sus pensamientos, para alzar su azulada mirada, viendo como su omega le hacía gestos al caballo, sobre que le trajera una palanca para salir de ahí, cuando el caballo se fue.

— ¡No sabe lo que es una maldita palanca! — Le gruñó fastidiado, pero ambos vieron sorprendido como aquel caballo tiraba como si nada las llaves del calabazo, haciendo que los dos se mirase sorprendido, pero debían actuar y aquella noche era el momento.

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Todo había sido un completo caos y un horror desde que habían subido al maldito bote. El tonto caballo se había arrojado borda abajo por la manzana y Miguel -oh, Miguel, que seguramente alguna vez lo mataría de algún susto- se había tirado al mar para salvar al caballo, soltando el bote que cayó pesadamente al mar.

Ahora llevaban días perdidos en alta mar, con un maldito caballo haciendo peso en el bote, mientras que las provisiones se les acababan y morían lentamente de hambre, el moreno más que el rubio, pues su instinto había ganado nuevamente y le había dado más ración de las cosas al omega, para que estuviera en mejor estado físico si llegaban a tocar tierra alguna vez.

 — ¿Tulio, alguna vez te imaginaste que terminaríamos así? — Ambos estaban cansados, estaban apoyados uno contra la espalda del otro, con Altivo echado como podía en el bote.

— Lo del caballo fue una sorpresa... — Le dijo sinceramente, había imaginado muchas escenas donde acababa varado con Miguel de alguna manera, pero ambos morirían juntos, siempre había pensado eso, pero claro, nunca había agregado un caballo a la ecuación.

— ¿Te arrepientes de algo? — El moreno suspiró con suavidad, sabía que su omega prefería hablar las cosas, decir lo que sentía que simplemente guardarlo, así eran los omegas, pero en Miguel eso era una cualidad valorada por su alfa, que nunca lo hacía callar en esas circunstancias ni nada.

— ¿Además de morir? Sí... jamás tuve suficiente... oro... — Podría sonar bastante interesado aquel comentario, pero la verdad es que aparte de dinero, lo había tenido todo en su vida. Había tenido aventuras, había tenido a Miguel a su lado, un compañero que de verdad era difícil de encontrar, porque a pesar de todo era casi imposible encontrar a un omega que te amara y que el alfa amara, pero ellos eran esa pareja.

— Yo además de morir lamento que nuestra gran aventura... haya terminado antes de realmente comenzar... y nadie nos recordará... — Eso lamentaba en realidad el omega, cualquiera hubiera pensado que el rubio podría decir otra cosa, pero no. Eso era lo que lamentaba en realidad.

— Si te sirve de consuelo, Miguel, tú hiciste de mi vida una aventura... — Comenzó a soltar quejidos, casi queriendo llorar, pero no podía, sólo podía soltar esos quejidos. No quería morir, quería seguir con Miguel a su lado, con su pareja.

— Y si te sirve de consuelo, Tulio... tú enriqueciste mi vida... — Ambos iban tan sumidos en sus lamentaciones, que no sintieron ni notaron cuando su bote llegó a tierra finalmente, aunque eso sólo iba a ser el comienzo verdadero de sus aventuras en aquel lugar, en aquel nuevo mundo el cual ninguno de los dos había explorado nunca ni había soñado con conocer, sólo habían imaginado vivir en España, pero ahora el destino cambiaba para esa pareja.


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