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Vinculados por koru-chan

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Capítulo trece:

 

Aquel hombre que creí conocer  [Parte cuatro]

 

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No supe como, pero dormí. Desperté con el cielo nublado sobre mi cabeza y un sonoro estornudo de aquel muchacho quien me prestó sus piernas como almohadas. Me alcé raudo asustado por aquel estruendo.

 

—¿Te resfriaste?—entoné culpable.

 

—No—me acerqué y acaricié su frente. No tenía fiebre, pero estaba congelado.

 

—Es mejor que regresemos—hice una mueca de medio lado viendo como el menor se colocaba de pie.

 

—¿Seguro? ¿Te encuentras bien?—escuché tras mi espalda mientras veía, no muy lejos, aquel auto mal estacionado. Me voltee viéndolo estático analizándome como si me leyera con aquel simple gesto.

 

—No. Pero no me puedo quedar toda la vida aquí—entoné bajo con una sonrisa melancólica.

 

—Te acompañaré al departamento—determinó—. Hoy es sábado, seguro está Yuu en casa—se acercó cogiendo mi muñeca para arrastrarme tras su cuerpo. Temeroso por lo mencionado tironee de mi extremidad deteniendo al chico.

 

—No me había percatado del día—hablé desinflando mi impuesta valentía. Tragué duro mientras el menor me miraba preocupado. Se cruzó de brazos observando el entorno como si en el horizonte fuese a encontrar alguna solución mágica para aquel arribo a la realidad—. Vamos—entoné pasando por su lado junto a un suspiro largo—. Será mejor que esté. También necesitamos una plática en privado—el teñido bufó ofuscado mientras yo contraje mi mandíbula. Sabía que me veía débil, sabía que todo aún era muy fresco y peligroso, pero no me iba a doblegar; no caería a sus brazos por un par de palabras adornadas. Sólo quería cerrar un ciclo y olvidarme de todo de la forma menos dolorosa.

 

Cogí las llaves desde el interior de mi abrigo y con las manos temblorosas la introduje en el cerrojo.

 

—Ni loco voy a dejar que conduzcas en ese estado de mierda. Dámelas—fruncí mis labios entregándole el juego de llaves sin replica.

 

—Tienes suspendida tu licencia—articulé. Me miró de mala gana entrando al vehículo.

 

—Lo sé. Si nos para la policía diremos que tienes una de tus crisis de vieja histérica y que no puedes conducir—negué con mi cabeza de forma reprobatoria por su muy elocuente lenguaje.

 

—Nunca le tomas el peso a las cosas que dices.

 

—A las cosas importantes, sí. Lo demás es mierda—me sonrió de forma aburrida. Cerró la puerta y encendió el motor—. ¿Vienes?—habló con altanería cruzándose el cinturón. Rodé mis ojos y caminé hacia la puerta del copiloto.

 

—Por favor no mates a nadie—pedí dentro del auto mientras me aferraba a la cinta sobre mi pecho. Pero lo único que recibí a cambio fue una risilla macabra. Inspiré profundamente para apaciguar mis nervios acumulados viendo como el menor no era nada cuidadoso con las reglas de tránsito.

 

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Cuando el motor del vehículo se apagó caí en cuenta que ya estábamos en el subterráneo del edificio que había sido mi refugio por más de ocho años. Inspiré tocando la hebilla del cinto y me aproximé hacia el frente para tomar aquel conjunto de llaves del cerrojo. Adherí mis ojos a una de las piezas en específico: Aquella era la llave del departamento. Empuñé estas oyendo la voz de mi acompañante:

 

—Vamos—la cual concretó con firmeza el rubio abriendo la puerta del piloto. Lo vi emerger y sacar desde los asientos traseros su bolso deportivo.

 

—Akira—me voltee a verlo hacia tras observando como cerraba la puerta trasera y se aproximaba a la del conductor intrigado por aquel llamado dudoso—, iré solo—su rostro impávido y aquel resoplido aireado me hizo tantear como el menor me veía: Un sujeto frágil que no podía hacer nada por sí mismo—. Sé que me ves mal y un enfrentamiento cara a cara después de lo ocurrido en el hotel es algo descabellado cuando la herida aún está sangrando, pero si no hago esto no lo haré nunca—dije decidido sin un debate por parte del hijo de mi expareja—. Sé que terminaremos gritando y quien sabe que más, pero será así ahora o en algunos meses después—el chico frunció su mandíbula y yo desvíe mi mirada para terminar de quitarme aquel cinturón y bajarme del automóvil. Oí como la puerta del lado contrario se terminaba por cerrar. Bloquee el auto y me dirigí al rubio molesto apoyado del maletero.

 

—Te esperaré—despegué mis labios los cuales estaban preparados para una despedida y le sonreí.

 

—Bajaré en quince minutos—el chico asintió apartándose del auto de su padre mientras descubría, en el acto, un feo rayón acompañado de una abolladura en el costado diestro cerca de la puerta trasera. Miré al menor de los Shiroyama quien se mofó de mi expresión horrorizada.

 

—Fue completamente intencional—se carcajeo. Y luego suprimió su risa observándome con molestia—. ¿Olvidaste la mierda que te hizo mi padre? Esto es una mera travesura inocente—fruncí mis labios—. Además, nunca me dejaba usar este cacharro que se abolla con un pequeño roce—rodó sus cuencas y nos acercamos a los ascensores el cual me llevaría a dar, con hechos, un final inminente.

 

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Caminé por aquel pasillo con el aliento entre cortado y  aquel juego de llaves muy bien contraído a mi palma; sentía que el metal me estaba haciendo daño, pero aun así me aferraba con más fuerza.

 

Saqué mi extremidad de mi bolsillo cuando, de forma autómata, me había plantado frente a frente con aquella puerta de un tono cerezo. Tomé las piezas para coger la que tenía un tono dorado para diferenciarla de las demás y, producto de mi torpeza o quizá mi pulso tembloroso, terminé tirando las llaves sobre la cerámica bajo mis pies. Suspiré colocando una rodilla sobre la superficie para cogerlas. Cuando las tomé oí como la madera se abrió dejándome apreciar a un impávido Yutaka. Lo miré de la misma forma viendo como sus labios delineaban una sonrisita altanera. Bajo sus ojos me erguí en totalidad viendo como pasaba junto a mí y tras el roce de nuestros hombros, él burlista, entonó un jocoso:

 

—¡Apareciste! Qué bueno. Así te llevas tus cosas de una vez—me voltee rápido viendo como se plantó sobre el pasillo cruzado de brazos. Tras no oír mi voz continuó—. No me mires así, es obvio, ¿no?—fruncí el entrecejo—. Tú provocaste esto, cariño. Por tu torpeza ya no tendrás tu vida de princesa mantenida—entonó con un deje falso de lastima. Tragué duro intentando controlar mi pulso.

 

—Trabajo—espeté con la voz temblorosa matizada en cólera­—, y muy duro—tomé el pomo de la puerta para ingresar dentro y obviar sus palabras venenosas.

 

—Claro, ¿cómo educador de niños de primaria? ¡Ni siquiera tienes contrato en esa escuela municipal!

 

—Al menos yo sí logré terminar mis estudios—apreté mi mandíbula sintiendo como el cólera bullía y se desbordaba. Lo oí chistar desinteresado de mis palabras mirándome como si fuera un asqueroso insecto.

 

—Con el dinero de tu amante—mi corazón latió duro. Mis labios hicieron una línea recta. Tenía razón. Bajé la nuca oyendo como prosiguió—. Quizá no terminé la universidad, pero me va increíble y me puedo dar grandes lujos. Dime, ¿has podido vacacionar con tu salario mediocre?—se carcajeó divertido por sus dichos, pero no me dejó defenderme de aquel apuñalamiento verbal—. ¿Sabes? No soy el malo de esta novela dramática. Por ello, sé que para continuar con esta vida de lujos necesitarás a Yuu, y no soy celoso. ¡Puedes tenerlo!—alzó sus brazos para darle mayor teatralidad a sus palabras sin sentido—. Si quieres puedes tener libre acceso con Yuu, pero no ahora porque lo dejé agotado. Lo hicimos varias veces en el hotel y acá… Sobre tu cama—mis nudillos se volvieron blancos mientras inconscientemente volvía a presionar las llaves contra mi palma. Me voltee viendo su cínica sonrisilla adornar su rostro. Me acerqué, y en un rápido movimiento de mi extremidad, impacté su nariz la cual se pudo oír como se quebró seguido de un grito despavorido del hombre frente a mí—. ¡Demente! ¡Me quebraste la nariz!

 

Inspiré viendo como mis nudillos estaban manchado de sangre ajena y con asco me adentré a la morada viendo de soslayo como Yuu aparecía tras el chillido de su preciado amante. En la cocina aventé sobre la superficie de un mueble, las llaves. Y, con abundante jabón para los trastes, lavé mis manos. Me afirmé del lavaplato inspirando y exhalando para bajar aquella extraña adrenalina que me recorría por el torrente sanguíneo. Con las piernas temblorosas caminé dando grandes zancadas hacia el interior  de la casa, pero fui interrumpido a medio camino siendo jalado por mi exnovio quien tironeó de mi extremidad diestra para atraerme a él. Me miró despavorido como si fuera un completo desconocido o un intruso que perturbaba su privacidad.

 

—Le rompiste la nariz a Yutaka—habló en un hilo de voz como si intentara convencerse de aquel hecho increíble de mi parte.

 

—Suéltame—escupí mientras me removía de aquel encierro. El hombre se alejó lentamente quedando frente a mí con una mirada insólita tatuada en la cara. Despegó sus labios para decir algo, pero su atención hacia mí fue perturbada cuando oímos como Yutaka salía de la cocina con una bolsa de carne molida contra su nariz rota—. Sólo… Vengo por mis cosas. No te preocupes, me tomará unos minutos y me iré… para siempre—articulé dejando a aquellos dos en la sala completamente abstraídos por mi arrebato.

 

Llegué a la habitación hiperventilado. El aire me era escaso—. ¡Demonios!—bramé en voz baja e histérica seguida de un gemido lleno de coraje. Me senté a la orilla de la cama intentando normalizar mi pulso, pero me era imposible. Tenía mi ritmo cardiaco álgido. Me sentía mareado como si hubiera corrido una maratón.

 

Inspiré profundamente y abrí el closet sacando una maleta grande la cual tendí en el piso. Corrí puertas como un poseso sacando prendas al azar y arrojándolas sin cuidado dentro del bolso sin un orden intentando llenar con lo más que podía.

 

Paré en seco cuando abrieron la puerta de la habitación. Me helé. Respiré agitado cogiendo entre mis dedos un par de camisetas perfectamente planchadas y ahora arrugadas entre mis palmas.

 

—Para—dijo Yuu—. Estas actuando como un loco. Acaso, ¿quieres destrozar la habitación?—mis ojos fueron golpeados por lágrimas. Sentí como Yuu se acercó y yo bajé mi nuca ocultando aquel rastro mientras intentaba calmarme. Pero él cogió mi hombro—. Estas temblando—me informó. Iré por tus medicinas. Negué.

 

—Agua con azúcar—entoné diminuto oyendo un:

 

—Está bien—susurró. Permanecí en la misma posición hasta que aquel hombre volvió y me condujo hacia una de las orillas de la cama y me tendió el vaso el cual bebí con lentitud viendo de soslayo como el moreno empujaba un sillón hacia mí. Cerré mis ojos sintiendo como la glucosa recorría mi cuerpo y poco a poco aquel temblor disminuía y volvía a mis sentidos.

 

—Takanori…— sentí sus frías manos acariciar el dorso de las mías las cuales a un se aferraban a las prendas. Recordé en aquel instante lo que Yukata dijo:”—… Lo hicimos varias veces en el hotel y acá… Sobre tu cama.” Y me alcé de inmediato de aquel lecho el cual caí en cuenta que estaba hecho un desastre. Mordí mi labio inferior caminando hacia los cristales donde se encontraba un segundo sofá y en el cual me senté. Yuu suspiró—. No es necesario todo esto. Este drama es redundante—habló sin voltearse de aquel mueble mullido y tono grisáceo. Arrojé con molestia aquellas camisetas que aún portaba conmigo hacia la maleta abierta en medio de los dos.

 

—No he hecho ningún drama. Créeme que esto no es nada—suspiré agotado. Ambos guardamos silencio. Hasta que volví a hablar—. Sólo deja que termine de armar mi maleta. Me iré y no sabrás más de mí ni de mis “dramas.”

 

—Hey, cariño. No, eso mismo no quiero, no quiero que te vayas—se levantó y caminó hacia mí. Se acuclilló e intentó tomar mis manos, pero no se lo permití y lo único que hizo fue tomarse de los reposabrazos del sofá mirándome con congoja.

 

—¿Qué?—me reí sin humor. Mi mentón tembló y mis ojos derramaron esa agua que no creía que aún poseyeran—. Como crees que puedo ver tu cara después de todo este espectáculo. Te veo acá y ahora sin una pizca de arrepentimiento como si lo que acaba de revelarse sea la nada misma; un mero inconveniente que tiene arreglo.

 

—Claro que lo tiene, si me perdonaras…—negué con mi cabeza.

 

—¿Cómo podría perdonarte? Esto no se puede reparar. No Yuu—me alcé cubriendo con la tapa el contenido de la maleta y con la vista nublada intenté cerrar aquel cierre.

 

—Cariño.

 

—No tengo nada más que discutir contigo. Una imagen vale más que mil palabras y ya tuve suficiente de todo esto—articulé con la mandíbula fruncida y un dolor latente en mi cráneo. ¿Hablar? No tenía sentido. Con Yuu la perorata se repetiría una u otra vez.

 

—¿Qué puedo hacer?—bufó—. Sí, me acuesto con Yutaka. Qué fastidio, no entiendo como algo tan banal pudo hacerse tan enorme—admitió—. Pero no tengo nada sentimental con él. Sólo satisfago ese lado que a ti te cuesta, ¿no? Todos ganamos—me alcé del suelo contrayendo mis palmas y con los ojos aguados abofetee con toda mi ira contenida el rostro de aquel hombre que creí conocer.

 

—Eres un cerdo descarado—murmuré con histeria—. Te creí. Creí en tus falsos sentimientos, ¿cómo pudiste jugar conmigo de esa forma?

 

—Mis sentimientos son reales—se aferró a mis muñecas para que no lo arremetiese, sorpresivamente, otra vez.

 

—Eres un descarado. Me das asco—me miró con molestia; como nunca me había mirado en la vida.

 

—Tú me das asco, seguro te irás a revolcar con mi hijo—hice el gesto de alzar mi diestra, pero esta estaba prisionera. De impotencia lloré desmintiendo el hecho por doceava vez.

 

—No digas eso. Deja de tener ideas erróneas, en la cabeza, Yuu—sollocé—. No quiero volver a verte—articulé en voz baja—. Haz de tu vida lo que te plazca. Eres libre ve y juega con quien se te cruce; conmigo ya no—sentí, paulatinamente, como mis muñecas eran liberadas y como su rostro me mostraba un gesto afligido.  

 

—¿De verdad te irás?—tiré de la manija de la maleta  y antes de salir miré aquel cuerpo con la mejilla delicadamente enrojecida. Limpie mi mejilla y le sonreí; al fin veía un ápice de dolor y arrepentimiento en sus ojos. Tragué duro.

 

—Jamás pensé que esto terminaría. Imaginé muchas veces mi vida junto a ti en alguna casita apartada en el interior rodeada de árboles frutales—resoplé con añoranza y humedecí mis labios con mi lengua los cuales tenían gusto salino—. Pero ya no será así—deslicé la maleta y antes de salir de la habitación entoné un quebrado—. Espero que tengas una buena vida. Gracias por reparar un poco la mía.

 

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Mis ojos se iluminaron al ver al veinteañero esperando con un rostro aburrido en el vestíbulo del edificio. Al escuchar el ruido de las ruedas de la maleta se volteó y mientras me acercaba hizo un gesto fruncido. Mi cara estaba roja. Le sonreí; ya me encontraba mejor.

 

—Estoy bien—respondí a una inminente interrogación que sabía que vendría y preferí quitarle importancia—. Pediré un taxi, ¿compartimos el mismo?—el muchacho asintió y juntos esperamos hasta que el automóvil particular se estacionó en el exterior. En completo mutismo nos encaminamos hacia mi siguiente parada.

 

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—¿Le avisaste al tal: “Kanolu”?—recibí mi maleta mientras en la entrada de aquel domicilio rebuscaba mi billetera dentro de mi mochila. Sustraje un par de billetes y se los tendí al chico—. Parece que no hay nadie en casa.

 

—Kaolu. No le avisé, pero ahora le marcaré—informé viendo como el chico miraba extrañado el dinero—. Seguro debe estar en sus clases de voluntariado en la municipalidad. Volverá al medio día o antes si lo llamo. El dinero es por el viaje. Miré de soslayo al hombre del taxi quien esperaba sin contratiempos.

 

—Es mucho.

 

—Quédate con el cambio—hizo una mueca de medio lado.

 

—¿Qué debo saber sobre este sujeto?—apuntó a la casita de un piso con generoso ante jardín verde—. ¿Es Hetero? Porque espero que lo sea—esbocé una sonrisa y negué con mi cabeza con algo de regocijo fluyendo dentro de mí.

 

—Él da clases en mi misma escuela. Es maestro de deportes. Y no, es bisexual.

 

—Entonces es gay. Si intenta hacerte algo-

 

—No. ¡¿Cómo crees?!—el chico bufó de mala gana haciéndome sentir querido dentro de su forma—. ¿Te puedo abrazar?—alzó una ceja el chiquillo mientras me acercaba lentamente. Bufó mientras rodeé mis brazos en su cintura. Sin esperarlo, el chico acaricio mi espalda y eso se sintió muy bien. Necesitaba un abrazo, necesitaba un toque de: “Todo estará bien”. Apoyé mi frente contra su pecho y suspiré antes de separarme lentamente.

 

—No digas más gracias—despegué y cerré mis labios; eso mismo iba a decir.

 

—Okey—susurré—. Entonces, ¿nos vemos?—el chico asintió y retrocedió hacia el auto que lo esperaba. Se subió, le dio un par de indicaciones al hombre, y me miró mientras le hacía señas con mi mano.

 

Me quedé solo en aquel barrio al cual había ido un par de veces, pero que no conocía para nada. Deslicé mi maleta a través de la entrada hasta llegar a aquel pórtico. Me senté en las escaleras y saque mi teléfono prendiéndolo nuevamente. Tenía un par de mensajes y llamadas las cuales ignoré abriendo la aplicación de mensajería y escribí un escueto texto:

 

[Takanori Matsumoto]

 

10:23 AM

 

Me fui del departamento. Todo terminó. Estoy fuera de tu casa en estos momentos.

 

Suspiré esperando. No pasaron más de un par de segundos y me llegó una respuesta de aquel peculiar hombre.

 

[Kaolu]

 

10:25 AM

 

Estaré ahí en media hora; estoy atrapado en una clase.

 

Sonreí a aquel mensaje lleno de emoticones chillones.

 

[Takanori Matsumoto]

 

10:27 AM

 

Tranquilo, te espero.

 

Envié sintiendo una latente melancolía en el pecho al recordar el pasado. Ahí me encontraba nuevamente; el escenario se repetía y los sentimientos de desolación latían de nuevo. Ya había vivido aquello en un contexto similar, pero en vez de una pintoresca casa detrás de mí había una cafetería de barrio. En aquel entonces era de noche y temblaba de frío. El final cambiaba; terminaba siendo auxiliado por aquel pelinegro que, en el presente, me había dejado con el corazón destrozado.

Notas finales:

¡Hola!

Aquí se da por cerrado la primera parte de este fanfic. (Espero que esta segunda parte no sea tan extensa y, al fin, poder darle un final a esta bonita—según yo—historia.)

Este capítulo me gustó mucho escribirlo. Ya saben, el drama y el llanto es mi fetiche número uno. <3

¿Algunas hipótesis del futuro de esta historia?

Tengo bastantes ideas… malvadas. c:

Y claro, lo más importante: Gracias por su apoyo incondicional. Son geniales. <3

Me di cuenta que estoy subiendo esta historia desde mayo del año pasado. Me pregunto si aún habrán lectoras desde el inicio. Ha pasado un largo tiempo. Sí es así, amor infinito para ustedes.

Nos leemos en la próxima.

¡Besos!


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