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Vinculados por koru-chan

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Capítulo quince:


¿Una probada dulce? o ¿un trago amargo?


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—Cariño…


Inspiré analizando mí alrededor con extrañeza hasta que recordé donde me encontraba: En casa de Kaolu, en una pequeña y acogedora habitación de huéspedes. Con el pulso disparado, por ese llamado de atención sorpresivo, busqué con la mirada a aquella voz dando con la silueta de Kaolu bañada ligeramente por una serie de rayos de sol de media tarde los cuales atravesaban la persiana entre cerrada. Froté mis ojos acostumbrando estos a aquella iluminación algo cegadora.


—¿Me hablas?—se rió haciendo un gesto dubitativo con su expresivo rostro.


—¿Creo?—despegué mis labios perturbado por mi divagación excesiva—. He estado intentando captar tu atención hace media hora—informó risueño ingresando al cuarto—. ¿Está muy interesante el libro?—apuntó el objeto entre mis manos sentándose sobre la colcha perfectamente tendida del lado diestro.


—Ni siquiera sé que estoy leyendo—sinceré sonriéndole afligido mientras ojeaba aquel objeto literario.


—¿Qué te pasa? Llevas días así—frunció sus labios con desazón—. Ahora, no sé si sea prudente dejarte sólo el fin de semana—negué con mi cabeza—. Sé que dirás que no es nada, y créeme que hago mi esfuerzo para no hacerte escupir lo que te tiene ido, pero no puedo evitar preocuparme—miré de soslayo la diminuta ventana al  sentir como la persiana chocaba con el cristal por la tenue briza. Mordí mi labio. Sabía que mi amigo sabría escucharme, pero me aterraba que me juzgara de forma abominable por mí actuar ambiguo.


—Sólo estoy distraído…—susurré hojeando el libro entre mis palmas—. He tenido mucho trabajo últimamente—el dueño del domicilio entrecerró sus ojos haciéndome cohibir.


—Viste a Yuu, ¿no es así?—me apuntó con su índice acusadoramente. Negué poco convencido de mí actuar mentiroso—. Es verdad… —afirmó observándome con reproche—. Takanori…


—No lo hice. Bueno… sí, pero no por voluntad propia—frunció el ceño.


—En cinco minutos llega mi taxi. Explícate—vacilé mirándolo sin saber por dónde abordar el hecho.


—Nos encontramos en la calle…—verbalicé cortado—. Lo demás es algo… confuso—rasqué mi nuca nervioso.


—¿Tuvieron sexo?—despegué mis labios sintiendo como mi cara enrojecía. Había pasado bastante tiempo desde que tuve algún tipo de interacción sexual y, sinceramente, dudaba que aquello volviera a ocurrir. Nervioso acaricié mi cuello.


—Asanuma… —suspiré rodando mis cuencas. Aquello era absurdo—. No. Sólo hablamos. Bueno, no creo que eso se le pudiese llamar una charla...—recordé incómodo.


—No me mires con esa expresión de: Es imposible. Te he visto y veo una fiera atracción hacia ese hombre. Siento que si te dejo sólo y este sujeto pisa mi pórtico… te abrirás de piernas sin más—lo observé abriendo mi boca ofendido por sus dichos.


—¿De verdad crees eso de mi…?—bufé—. No te preocupes; Yuu ya no se aparecerá por acá…—entoné afligido.


—No me malinterpretes, cariño. Me refiero a que sientes fuertes sentimientos por él—me miró con pesar varios segundos. Mi mirada no la pude mantener mucho tiempo y la aparté incómodo—. Pasó algo más y no me vas a decir. Te conozco—y me conocía muy bien. Humedecí mis labios resecos.


—Es que ni siquiera yo entiendo todo esto—suspiré—. Cuando lo logre descifrar te diré—alzó una ceja y se deslizó hacia a mí para envolver sus extremidades en mi cuerpo.


—¿Por qué no vienes conmigo? Así te olvidas de todo esto por dos días; nos divertimos, comemos delicioso y pasamos tiempo juntos—me sonrió—. Me salvarías de estar todo el fin de semana con señoras demasiado mayores atiborrándome de preguntas y alimentos calóricos—hizo una mueca desesperada con su rostro.


—Kaolu, disfruta con ellas. Yo estaré bien, te cuidaré la casa y veré un par de películas—me miró con tristeza—. Me hará bien estar solo.


—No te hace bien eso. Me quedaré…—el sonido de su celular nos distrajo—. Llegó mi taxi. Le diré que se vaya…


—Hey—me alcé del colchón—, por favor, ve. No siempre tu abuela cumple noventa años. Disfruta de ella en este momento que puedes. No dejes algo tan importante para después. Iré a la costa en otro de tus viajes—inspiró asintiendo con duda mientras contestaba su teléfono observándome abatido.


Salgo enseguida—entonó corriendo hacia el ala del frente. Tomó el asa de un bolso deportivo dispuesto cerca de la puerta. Se giró captando como caminaba hacia él con una sonrisa melancólica en el rostro. Me había acostumbrado a esta nueva vida juntos; a este compartir constante, a las risas, a la protección, y a los cuidados únicos que se pueden tener sólo en un seno familiar. Me acerqué y lo abracé con dulzura—. Por cualquier cosa que pase, llámame y me vengo de inmediato—correspondió el gesto protectoramente.


—Está bien—asentí en un susurro viéndolo emerger hacia el exterior donde el hombre del vehículo particular tomó su equipaje servicial. El dueño de  aquella casa se volteó haciéndome señas seguido de un:


—¡Nada de sexo gay en mi casa!—expandí mis ojos sintiendo como poco a poco mi piel enrojecía. Fruncí mis labios y alcé el dedo de en medio viendo como el hombre de vestimentas holgadas y modernas se carcajeaba sonoramente—. ¡Te adoro, cariño. Pero es por tu bien mental y… físico!


—Ya vete—emití avergonzado de su suelta lengua. Con una impecable sonrisa se introdujo al auto y me apuntó con su índice en forma de advertencia para marcharse finalmente.


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Abrí mis ojos encontrándome en medio de la oscuridad. Bostecé girándome entre una delgada manta sintiendo como el clima primaveral aún traía consigo el frío invernal. Prendí la lámpara de mi mesita de noche sentándome en la cama. Estaba solo; en completo silencio y de golpe recordé que Kaolu no estaría en casa por el fin de semana largo.


Miré la hora en mi teléfono: Este marcaba las doce. Froté mis ojos repetidas veces sintiendo un vacío en el estómago. Tenía hambre. Me levanté buscando con mi vista un suéter abrigador el cual hallé en la sala olvidado. El gris manto tejido me envolvió cálido mientras oía como mi estómago gruñía por algo de alimentos el cual no le había otorgado por mi extraña somnolencia en un horario equivocado.


Rebusqué en los anaqueles ingredientes para idear algo fácil y rápido, pero en su lugar encontré una botella de vino sin abrir. Miré la etiqueta y recordé que la había comprado porque me conmemoraba a Yuu. Días después de mi partida del departamento y, cuando estaba pasando una especie de abstinencia crítica, la adquirí. Aquel objeto insípido me remontó a las cenas románticas que teníamos; siempre descorchaba aquel licor dulzón porque decía que me desinhibía en la cama. Era una broma con regusto agrio, aquellas palabras siempre me sonaban violentas. No me gustaba oírlas a pesar que era verdad lo que decía. Aquel brebaje funcionaba como un afrodisiaco en mí. Sonreí con los ojos llenos de lágrimas. Suspiré descorchando la botella. Vertí en una copa con pedestal el líquido rojizo e ingerí un poco pasando aquel nudo en mi garganta. Me senté en los taburetes viendo mi teléfono mientras deslizaba mi dedo por mis contactos. Después de aquel encuentro nocturno escabroso no había sabido de Yuu; jamás volvió a aparecer ni me llamó otra vez. Mordí mi labio inferior admirando aquel cristal luminoso. Había intentado llamar a aquel hombre  tantas veces que mi pantalla estaba plagada de su nombre tras su nombre en una lista infinita la cual concluía el día anterior donde no había obtenido suerte tampoco.


Tragué un sorbo de aquella bebida borgoña tocando su nombre nuevamente. La llamada dio tono y esperé temblando de ansiedad. Tomé la copa a medio consumir deslizándome, inquieto, hacia la salita contigua que estaba a un paso de la cocina. Me senté sobre la alfombra frente a una mesita de centro baja. Dejé el pedestal sobre la superficie de vidrio oyendo como la línea era atendida. Nadie habló. Me quedé sin aliento y en un susurro articulé:


 —Yuu…


—Se está bañando…—me golpeó un timbre jocoso que, ingenuamente, no me esperaba.


—Yutaka…


—¿Sabes? Es de madrugada, no deberías estar hostigando a las personas con tu histeria depresiva. ¿Has ido a médico últimamente? Yuu está cansado de que…—iba a cortar el llamado cuando oí un tercero.


—¿Qué haces, Yutaka?—oí como el nombrado chistó—. Te dejé en claro que no te metieras en mis asuntos—gruñó dejando un amplio silencio. Pensé que Yuu cortaría mi llamado, pero no lo hizo…—. ¿Continuaras haciendo esto?—titubeé afirmando mi espalda contra el acolchado del sofá


—Quería comprobar que estuvieras bien… —mis ojos se llenaron de lágrimas. Aquellas palabras esbozadas en voz alta se sentían tan patéticas. ¿Cómo todo esto había terminado volcando los hechos?


—¿Sólo llamabas para eso?—se mofó. Su tono era osco.


—Corta—se oyó de fondo.


—Yuu. Sé que lo que viste se percibió muy mal, pero… sé que Akira debe tener una excusa para esto, yo…


No soy imbécil. Independiente si Akira te dio o no el beso, tu correspondiste—iba a objetar, pero de mi garganta sólo salió un jadeo marchito…—. No me vuelvas a llamar—despegué mis labios apartando el teléfono de mi oído diestro mirando este apagado y sin tono. Me había cortado finalmente. Tragué duro tomando la copa de vino la cual bebí de forma completa. Me paré para rellenar el recipiente mientras prendía la  televisión y me detenía en una película que había visto incontables de veces. Me recosté en el sofá con la pantalla de la televisión iluminando mi rostro. Mis ojos se cerraron húmedos mientras percibía como mi pecho ardía dolorosamente.

Notas finales:

Hola.

Juzguen ustedes…

Siento que el tiempo pasa rápido. ¡No me doy cuenta y ya tengo que actualizar!

¿Cuándo han visto a una autora tan puntual? Ámenme (?)

El capítulo anterior fue largo, pero no se acostumbren a ello. Este es un capítulo dividido, por ello lo cortito, pero hermoso (?)

Pronto leeremos a Reita en un capítulo. Ya lo quiero escribir. <3

Gracias por seguir fielmente por acá.

Las leo en los comentarios. ¡Un beso, bellezas!


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