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Vinculados por koru-chan

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Capítulo treinta:


Algo que pudo ser


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Abrí la cerradura de la casa. Estaba cansado y había terminado llegando más tarde de lo esperado. Pero aún era temprano; quizás alrededor de las diez de la noche. Al interior de la morada había luz y eso me animó porque sólo deseaba contarle a Kaolu como me había ido—además de platicarle todo lo que había vivido en mi corta estadía en la bella ciudad de Osaka—. Debía admitir que había llegado encantado.


—Kaolu, no sabes la… odisea que pasé hoy—murmuré cortado al captar al extra en esa habitación.  Acabé cerrando la puerta  sin quitarle los ojos de encima a aquel rostro conocido del músico sentado junto al dueño de aquella dirección. Los dos estaban muy bien acomodados viendo alguna película que tenía explosiones en su trama por el ruido que desprendía la plana televisión frente a ellos. Los miré a ambos sin entender aquella reunión ni aquella aparente amistad—. ¿Hola?—dije extrañado observando como Akira se acomodaba de mejor forma en el sofá tras captarme con su mirada mientras, paulatinamente, ciñó su frente. Desvié levemente mi vista hacia el maestro de deportes encontrando a éste muy contento y sonriente por alguna curiosa razón—. ¿Qué haces aquí, Akira?—cuestioné su presencia completamente confundido. ¿No se suponía que había quedado claro: “El no te molestaré más”? Me había sentido lo suficientemente mal y al mismo tiempo había asumido el hecho como tal; como un así debe ser porque era lo correcto. Entonces, ¿por qué estaba acá revolucionando mis sentidos un poco más? Claro, también cabía la minúscula posibilidad que el bajista estuviese aquí ¿para ver a Kaolu? Realmente aquello sonaba descabellado. No había forma de aquello. No.


—Quiero hablar contigo—abrí mis labios comprendiendo.


—¿Sobre Lucy?—negó.


—Me enteré de algo—en ese instante, me di cuenta a qué venía su visita—… Vamos a tu cuarto—entonó con desgana levantándose para caminar hacia dicha área mientras yo parecía adherido a la madera del piso del recibidor. Vi al chico pasar frente a mí al mismo tiempo que miraba a Kaolu para que me gesticulara si los dos habían hablado algo, mas éste se encogió de hombros y una sonrisilla se cruzó en sus labios delatando que algo intuía. ¿Pero qué habían hablado exactamente?


—Si van a fornicar, es mejor que me avisen para salir de acá—entonó el deportista. Lo observé molesto caminando hacia mi cuarto mientras negaba.


—¡Cállate, cuatro ojos!—dijo Akira desde mi habitación. El hombre en el sofá se carcajeó sonoramente.


—Por cierto—me giré levemente al oír la voz del dueño de aquella morada con aquel tinte malicioso—. Me enteré de los por menores de aquella noche que no me quisiste relatar. Te lo tenías bien guardado, Matsumoto—fruncí mis labios y me ruboricé bruscamente. Cambié mi dirección para arremeter contra Kaolu quien parecía divertirse gloriosamente con aquella nueva información.


—¿De qué hablas?—entoné entre dientes observándolo de cerca. El hombre miró tras mi hombro seguro buscando la figura del menor instalado en el cuarto completamente ajeno a aquella conversación exterior.


—No te hagas el tonto. ¿Acaso quieres qué te relate como te besaste de forma muy intensa con ese rubio sexy?—pasó su lengua por su delgado labio inferior—. ¡Dios! Hasta me dio una alza de presión el sólo imaginarlo—se abanicó el rostro con su diestra—. El chico te debió dejar bastante confundido después de degustar su boquita. Con razón andas tan distraído—susurró—. No seas bobo, no dejes pasar una oportunidad así. No sabes lo difícil que es encontrar a la persona que encaje perfectamente con uno—dijo bajito sin una gota de mofa de por medio—. Tómame como ejemplo. Cuando era un tipo de no más de dieciocho años, no me quise ir del país con el amor de mi vida tras cuestionarme una y otra vez si aquello era lo correcto. Por miedo del que dirán, me quedé. Ahora, en mis treinta y cinco, aún me lamento por aquel amor que perdí—lo miré triste. Sabía de esa historia, de ese romance fulminante y letal, pero nunca había sabido el duro trasfondo porque siempre oía ese cuento como un hecho jocoso de su inicio sexual con un hombre que le doblaba la edad, no como un romance serio con aquel sujeto que recorría el mundo por su trabajo.


—Esto es diferente—murmuré desprendiéndome de mi mochila el cual era el único equipaje que traía conmigo. El mayor negó.


—¿Entonces te irás y me abandonarás?—hizo un puchero y yo lo miré dubitativo.


—No lo sé aún…


Suspiré sin mirarlo volviendo hacia mi cuarto donde vi, entre medio de la rendija de las bisagras de la puerta, al rubio sentado frente a mi escritorio—. ¿Hoy no tocas con Gazette?—murmuré cerrando la madera para mayor privacidad. Luego, sin quitar mi vista de su espalda, me fui a sentar a los pies de mi ordenada cama.


—Le dije a Uruha que hablara con una de las otras bandas para que nos cubriera. Los cuatro, al parecer, no pusieron muchos peros. He estado algo adormilado en las presentaciones. Se apiadaron de éste padre primerizo—sonreí a su dorso viendo como hojeaba unos de mis libros académicos. Después de todo Akira ha sido un buen padre. Ha estado bastante presente y Lucy no deja de hablarme de lo lindo que ha sido con ella y Erika; como se interesa en sus cuidados y como es bastante sobre protector—. Me tomé el día libre para venir a hablar contigo—suspiré.


—Te enteraste, ¿no? ¿Lucy te contó?


—La misma—dijo cortante. Estaba enojado. Se le notaba aunque intentara disimular con aquella careta seria. Bufé mirando el suelo—... Me molestó mucho el tener que enterarme por medio de otros que te marcharás


—No—hablé—, no me marcharé.


—¿No lo harás?—me miró y yo fruncí mis labios—. Lo harás—afirmó tras observar mi rostro—. ¿Por qué? ¿Por qué lo harás ¿Por qué ahora?


—Aún no tengo respuestas—Akira bufó.


—Pero… sí estas son positivas, lo harás, ¿no? ¿Te irás?—asentí.


—Posiblemente... Cuando terminé con tu padre me quería marchar. Postulé en infinidades de establecimientos. Y si hubiera tenido respuestas en aquel entonces, me hubiera marchado hace bastante—Akira me miró completamente sorprendido—. En aquel tiempo fue que puse mis ojos en Osaka como un escape seguro de todo y fue ahí  donde solicité aquellos empleos y mira, justo ahora obtuve respuesta. Después de todo lo que pasó… creo que es momento de dar un paso a un lado—el músico frunció sus labios.


—Y Lucy, tú sobrina y…—pareció que se iba a nombrar, pero enmudeció y yo negué.


—Ellas estarán estupendamente bien.  Te tienen a ti… Tú debes ser su contención ahora. Siempre les voy a estar ayudando monetariamente, si es lo que te preocupa—frunció su mandíbula.


—Eso no es lo que me preocupa—hizo una pausa cerrando brusco el gordo libro que hojeaba—. Es por ese “sujeto” que mencionó mi padre, ¿no?—me apuntó con su dedo. Tragué incómodo—. ¿Es de Osaka? O, ¿te vas con él de acá?


—No hay ningún pretendiente. Y si así lo fuera, no tienes porqué entrometerte. Es mi vida después de todo. Además, por qué vienes con esos aires aprensivos si tú estás con pareja ahora—el hombre molesto delante de mí me miró sin comprender mis palabras—. La pelirroja alta. Cuando fui a 1991 la noche que internaron a Lucy, te vi con ella—hice mis labios una línea viendo como su rostro esbozaba una mueca en forma de sonrisa socarrona.


—No puedo creerlo, ¡sentiste celos!—se burló con júbilo.


—¡No!—chillé molesto cruzándome de brazos—. Claro que no…


—Lo hiciste—me levanté de aquella cama ofuscado y caminé hacia la ventana del cuarto dándole la espalda a aquel joven. Era consciente de que quizá me sentí extraño después de ese beso, hasta incluso llegando a pensar que me podría gustar ese chico. Posé mi diestra en mi frente pensando que todo era irracional y un claro error que debía parar porque posiblemente sólo era sugestión mía por todo este revuelo y las palabras del menor que no me podía tomar a la ligera. Quizá sólo era empático con los sentimientos del joven músico y, por ello, debía parar estas sensaciones confusas que me estaban ahogando—. Posiblemente parezca un tarado, pero no lo soy—dijo aquella voz que me acompañaba en mi cuarto—. Me di cuenta, aquel día en el cual dejaste que te besara, como tú actitud fue diferente. Tenías un deje de deseo y temor mezclado. Temblabas. Lo recuerdo. Por eso no quise insistir y me propuse esperar. Pensé que un día vendrías y me dirías lo que realmente sientes por mí—negué sin girarme. Sus palabras habían descrito lo que sentía de una forma… tan fácil y simple—. Cuando apareciste en 1991 aquella noche… creí, especulé, que vendrías con la frase correcta. Con ella, con la cual podrías hacerme completamente feliz, pero no fue así—no podía creer lo que estaba diciendo. Cerré mis ojos molesto.


—¿De qué hablas? ¿En serio esperabas por mí?—me voltee observándolo cabizbajo con sus antebrazos posados en sus muslos. Éste alzó su vista tras mi tono colérico—. Te vi besándote con esa chica… Hipotéticamente, si hubiera ido con esa intención, claramente no hubiera “declarado mi amor” tras aquella escena que presencié—me miró con una mueca de medio lado.


—Esperaba por ti, pero tampoco creía que irías. Yo no pierdo mi tiempo—me sonrió y yo bufé apartando mi castaña mirada de sus vivaces ojos pardos.


—No esperaba menos de ti—sonreí hacia el chico y éste me miró con un deje de culpabilidad en sus claros ojos. Se levantó de aquella silla vieja y ordenó su camiseta como una manía propia suya.


—Sé que te dije que no te iba a molestar más, pero, quería saber que pasaba contigo. Me costó y me cuesta digerir que te irás. Tenía que oírlo de tu boca, e incluso así, no puedo creerlo— lo vi desplomarse sobre la cama frente a mí y a aquella ventana. Apoyó sus antebrazos en sus muslos y me miró. Titubé sin saber que responder.


Había dudado incontables de veces el irme. De hecho lo veía lejano  e inalcanzable, pero todo en mi cabeza había cambiado cuando conocí al joven director de aquella institución. Todo parecía hecho a la medida; era ideal para mí. El entorno era afable; muy cercano con los maestros, alumnos y apoderados. La institución tenía un claro compromiso por el bienestar de su alumnado. Las cláusulas internas del establecimiento estaban completamente en contra de la discriminación y el acoso escolar. El entorno era completamente inclusivo. El director era abiertamente homosexual y estaba casado ya hace bastantes años haciéndolo completamente conocedor de los temas que a los pequeños jóvenes comenzaban a experimentar. El colegio era muy amigable y por primera vez me sentí en mi sitio, en el lugar donde debía estar, pero luego veía a Akira triste por mi posible arribo y se me partía el corazón.


Mi mentón tembló y mis ojos se aguaron sin saber porqué. Pero ahí estaba llorando frente a aquel rostro preocupado. Me senté junto a él quien balbuceaba sin entender qué había dicho para hacerme sentir mal. Negué limpiando mi rostro con la manga de mi camisa blanca. Sabía que estaba llorando porque estaba sobre pasado de todo lo acontecido. Era un desastre el cual se guardaba todo tan hermético e impenetrable que no sabía cómo sacarlo sin explotar.


Akira me abrazó y aquello se sintió tan cálido y necesitado. Me aferré a su cintura mientras sentía como sus manos se deslizaban por mi espalda guardando silencio mientras mi llanto cesaba de a poco.


—No dijiste nada inadecuado—murmuré viendo como el chico se separaba, levemente, de mí—. Sólo soy yo colapsando—le sonreí mientras él me miraba desaprobatoriamente—. Mi hermana, la bebé, el volver a ver a mi padrastro, que Yuu, Yutaka y yo volviésemos a estar en un mismo lugar, mi trabajo, Osaka, además… lo nuestro—dije sin hálito—. Y todo esto en un corto tiempo.


—Deberías tomarte vacaciones—esbocé una sutil carcajada—. ¿Sabes?, a veces sólo deberías dejar de pensar tanto y únicamente deberías dejar fluir lo que sientes—“dejar fluir lo que siento”, pensé mientras miraba los labios húmedos del músico. Se me cayó una nueva lágrima mientras sentía como Akira limpiaba mi pómulo con su pulgar y un deseo inusual se apoderó de mí. Lo miré detenidamente viendo como poco a poco su rostro me observó seguro leyendo mis intenciones sin saber si actuar o no. Despegué mis labios con el propósito de tocar los contrarios cuando un golpecito en la puerta nos interrumpió. La madera se abrió y yo me separé de aquel cuerpo sintiendo como el corazón  me bombeaba haciéndome ensordecer. Miré al rubio un par de segundos y luego me alcé del colchón chocando con Kaolu en el marco de la puerta. Akira bufó girando su anatomía para mirar al sujeto de anteojos de mala forma.


—Que alegría el no haber interrumpido ningún tipo de felación—miré molesto al propietario de aquella casa.


—Si no hubieras interrumpido esto, quizás, para la próxima, habrías visto una felación—murmuró el bajista quien no despegaba de mi aquella mirada parda penetrante.


—¿Lo siento?—dijo desentendido de lo que decía el músico, pero rápidamente volvió a su cometido—. Llamó Lucy. No alcancé a contestar—me mostró mi teléfono el cual se encendió en la mano ajena revelando un mensaje. Me acerqué al hombre recibiendo el aparato el cual desbloquee para leer, rápidamente, el remitente. Era ella quien adjuntaba que ya estaba en casa.


—Dieron de alta a Lucy—mencioné con mis ojos adheridos a la pantalla mientras le escribía un texto de vuelta y, en el acto, me senté en mi ahora vacía silla de escritorio.


—Mencionó que le iban a dar el alta entre hoy y mañana. Cuando me fui aún no pasaba el médico—mencionó el primerizo padre.


—Mañana iré a verla en la tarde, ¿irás?—observé al rubio.


—Sólo puedo en la mañana, en la tarde tengo ensayo—asentí viendo como el chico me miraba intensamente, pero con Kaolu ahí, nada se podía hablar y, de cierta forma había agradecido su interrupción. Posiblemente, después me habría arrepentido de aquella acción lo que me haría agregar otro mártir más a mi colección de vida.

Notas finales:

[Importante: No ignoren la nota final].

Hola, ¿cómo están?

Como leyeron en este capítulo—y como se ha ido entre leyendo en los anteriores—, Takanori nos reveló que “siente” por Reita. Más bien se quitó la venda de los ojos porque claramente no quería ver más allá porque la posibilidad lo ponía en aprietos. Ahora, ¿qué pasará con él? ¿Qué pasará con ellos?

Y otra pregunta más, ¿qué pasará con esta historia?

El siguiente capítulo es el último…

Es duro decir que sólo nos queda  una actualización más para el final, pero es así. Esta historia acaba como todo en la vida. PERO antes que se marchen a comprar pañuelos—y a lamentarse en los comentarios—, les quiero contar que las he leído y aquello me ha hecho pensar. ¿Habrá algo más que contar en Vinculados? Esto referente a que me comentaron que querían más de esta historia.

Llevo leyendo que les gustaría leer una tercera parte de este fanfic (Sí, tercera porque la segunda parte es la que han estado siguiendo hasta ahora). Pues bien, la verdad yo tenía mi historia pensada hasta un punto, pero ese punto se puede extender para contar a detalle un poco más. Lo que les estoy proponiendo, es una tercera parte. Pero ojo, esta parte no será tan larga como las anteriores, eso espero.

Ahora, díganme, ¿lo desean? He leído a un par de chicas que quieren seguir leyendo esto, pero ¿y el resto?

Es entendible, también, querer leer un final como estaba previsto. Ambas opciones son válidas. ¿Quieren seguir leyendo esta historia o ya se hartaron?  Leeré sus opiniones. La respuesta definitiva será dada en el último capítulo de este fanfic o el último capítulo de la segunda parte. Ustedes deciden.

Un beso.


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