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Vinculados por koru-chan

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Capítulo cuarenta:


Amor violento


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Con mis codos apoyados sobre el húmedo pavimento de aquel mugroso callejón, miré hacia el cielo nuboso expulsando un vaho de nicotina retenido. Me centré en aquel manto gris oscuro. Había viento y las nubes se movían levemente dejando, de vez en cuando, apreciar las estrellas que titilaban con timidez. Llevé el cigarrillo a mis labios desparramando mi espalda enfundada en un mullido abrigo el cual cubría mi vestimenta inapropiada para aquel clima frío. Calé viendo como la punta se encendía y boté las cenizas oyendo, en aquel preciso momento, como la puerta de emergencia se abrió de forma brusca.


―¿Y Reita?―hice una mueca de medio lado tras escuchar el timbre del castaño guitarrista. Me incorporé quedando sentado en medio de aquel último peldaño mientras picoteaba el suelo con la punta de la colilla viendo como de mi nariz salían los últimos restos de nicotina. Parecía ignorar al sujeto, mas, sólo no sabía que contestarle. Me hacía la misma pregunta, ¿dónde estaba el imbécil de Reita? Si se había ido con Matsumoto para hacer otra cosa… Lo iba a matar. Fruncí mi mandíbula y miré a Uruha con desinterés perfectamente actuado cuando unas suelas apresuradas sobre la avenida captaron mí atención. Miré hacia el principio del callejón percibiendo su inigualable anatomía―… Estamos atrasados―agregó con advertencia.


―Tranquilo, ahí viene―indiqué con mi cabeza hacia aquella figura humana que se aproximaba en medio de aquel trecho oscuro. Con indiferencia me alcé de la gélida superficie viendo como el guitarrista observó al sujeto quien había reducido su caminar. Tras vislumbrar que se trataba de él, asintió.


―Tres minutos. Tenemos que estar en escena ahora mismo―concluyó entrecerrando sus ojos. Y sin esperar al susodicho, se perdió tras el oxidado acceso. Básicamente, sino entrábamos de inmediato, nos iba a ahorcar con las cuerdas de su instrumento. Hice una mueca de medio lado y un esbozo de sonrisa se me escapó.


Busqué el rostro de mi novio viendo como éste observó la puerta cerrada para luego pasar sus ojos hacia a mí. Le sonreí, pero este gesto se esfumó en cosa de segundos. Fruncí mis labios. No sé si fue paranoia mía, pero estos me mostraban una pequeña pizca de culpabilidad...


¿Qué hiciste?


―Tocamos en tres minutos. Uruha está como loco y no me cae muy bien cuando se toma atribuciones que no le competen―entoné banal sin intenciones de ahondar en aquellas crecientes sospechas.


―¿Quién lo relevó a líder?―habló distraído como si su cabeza fuese bombardeada por miles de situaciones.


―Te desapareciste, ¿no?―me erguí de hombros bajando cada peldaño―… Tuvimos que tomar algunas decisiones rápidas; y alguien tenía que tomar el papel―bufó. Normalmente me hubiera debatido, quizá hubiéramos discutido el porqué su amigo no lo podía relevar y al final nos hubiéramos burlado del guitarrista por su buen intento, pero no. Éste estaba perdido de la realidad.  


Abrí la puerta e ingresé al recinto seguido del rubio teñido. Éste se terminó adelantando para acercarse al trio quienes nos esperaban en un rincón ya listos para salir a escena mientras yo, a paso lento, observaba el perfil de aquel hombre mientras me quedaba pensando en el qué había hecho. Estaba seguro que algo había pasado con Matsumoto porque ese semblante introspectivo me lo revelaba. Mas, sólo me callé he hice como si nada; como siempre. Preferí observar y actuar de forma sigilosa…


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Con mi espalda afirmada de un poste de luz aparté el cilindro de nicotina de mis labios y deslicé mis lentes de sol oscuros por el puente de mi nariz tras haber visto como mi objetivo, el cual esperaba hace media hora, se acercaba por la acera del frente. Se veía saturado cargando más peso de lo que su menudo cuerpo podía soportar. Llevaba consigo una mochila y dos bolsas de tela; cada una atiborrada a más no poder. Arrugué mi nariz y solté una carcajada seca que más bien salió camuflada con el vaho que expulsé.


Tiré la colilla al pavimento aplastándola con mi suela mientras esperaba que la calzada estuviera despejada de los escasos vehículos que pasaban en ambas direcciones para cruzar. En mi andar, cauteloso, vi como el hombre alzó su cabeza y se detuvo suspirando tras ver que se encontraba frente a su inmueble. Continuó su marcha doblando hacia su derecha por un camino amplio de adoquines que delineaban la entrada al edificio donde vivía. Lo seguí con la mirada de forma meticulosa manteniéndome en una distancia prudente. Éste, completamente absorto en sus pensamientos y, quizá, en la música que le transmitían sus auriculares, ignoraba completamente mi acechante presencia. Sonreí triunfante por mi hazaña; quizá debía dejar la batería y convertirme en detective privado.


Con la capucha de mi abrigo gris cubriendo mi cabeza y mis anteojos oscuros minimizando mi identidad, me paré tras la figura de Matsumoto, en la acera frente al acceso, viendo como dejaba uno de sus equipajes en el suelo y como, con aquella mano libre, sustrajo un juego de llaves para abrir el cerrojo de la entrada.


Cuando divisé su cuerpo en medio del umbral, pensé que aquel seria el mejor momento para aproximarme. Me acerqué con sigilo viendo como las llaves se le habían deslizado de las manos y como en aquellos segundos su rostro sereno cambió a uno harto por aquel torpe descuido. Vi como bufó. Se vislumbraba cansado. Chisté. Quizá no era el mejor momento para plantarme frente al sujeto y hablar de Reita, pero continué. Apresuré mi arribo y, antes que el hombre se acuclillara para tomar el escurridizo objeto, yo me precipité y agarré entre mis dedos aquel llavero que parecía un suvenir barato del edificio donde actualmente vivía. Miré la figura de silicona en tono azul oscuro donde decía la marca de la inmobiliaria y se la devolví. El tipo me miró conmocionado, podría decir que incluso había perdido algo de color en su rostro. Luego, extrañado por mi presencia en aquel sitio, analizó tras mi espalda; seguro buscando la presencia de Reita. Pero no, esta vez era sólo yo. ¿Quién diría que yo vendría a conversar con Takanori Matsumoto?


Hice una mueca de medio lado. Aquel hombre no me caía ni bien ni mal. No lo conocía después de todo; aunque me había creado una imagen mental del “hijo de puta que no correspondía a Reita“. Lo detestaba por ese lado y aquello se fundamentaba porque él era culpable de todo lo que le pasaba a mi pareja. Su estado sombrío, su personalidad explosiva, su orientación sexual frustrada y su aparente homofobia recaí en Takanori Matsumoto. Claro, después me enteré de las complicadas circunstancias y el verdadero culpable terminaba recayendo en el progenitor del bajista. Aún así, Matsumoto tenía algo que me hacía resquemar el pecho… Reita estaba loco por él y no era tonto, sabía que aquel sujeto con cara inocente también sentía algo por mi novio. Y aquello no me gustaba. Reita había sufrido demasiado por su culpa. Y ahora, cuando él estaba bien, cuando todo estaba funcionando a la perfección, el tipo llegaba como si nada; y todo lo que había intentado construir, lo comenzó a deteriorar con su simplona y aburrida apariencia.


―¿Hola?―se quitó sus audífonos blancos y los enrolló en su palma mientras saludó con un gran signo de interrogación en sus facciones. Con aquella escueta palabra cuestionó, también, el porqué yo me encontraba ahí. Su rostro, cada vez se mostró más petrificado y contrariado.


Se paró derecho analizándome y cuidadosamente recibió el objeto titilante que le pertenecía. El ambiente era incómodo. Tras tomar las llaves metí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta.


―Me gustaría saber si puedo hablar contigo―dije buscando su mirada estupefacta. Asintió sin entender el cómo ni el por qué el novio de Reita pisaba su hogar. Sin cuestionamientos extras me indicó que lo siguiera a su departamento.


Intenté ser un poco más amable, y quizá mostrar que no estaba ahí para discutir o pelear el “amor” del rubio, ofreciéndome a llevar uno de sus bolsos al momento de esperar el ascensor.


―Te hubiera invitado a una cafetería cercana, pero con todo esto…― miró su equipaje. Negué cuando el elevador se abrió.


―No es necesario. De hecho, hubiera sido mejor hablar afuera―dije con sinceridad. Me sentí invadiendo su intimidad y eso era algo que no estaba en el plan. Pero lo vi tan atosigado que no pude evitar seguirlo―. Es algo corto. Sólo serán un par de minutos―terminé pensativo. Me miró. Sabía que venía a hablar de Reita y su semblante se tornó nervioso. Algo hicieron esos dos... Matsumoto se notaba preocupado y sus facciones me decían más de lo que intentaba ocultar. No pude evitar soltar una risilla. Los dos parecían tal para cual; eran un par de estúpidos… Sentí una punzada lacerante en el pecho.


―¿Cómo supiste dónde vivía?―soltó para distender un poco el ambiente.


―… Le saqué la información a Uruha―me observó cuando llegamos al piso correspondiente y las puertas se desplegaron―. A cambio, le prometí no hacer nada “imbécil”―acoté rodando mis cuencas recordando aquella instancia.


―… Él no sabe―pareció murmurar para sí mismo.


―No―murmuré detrás de su cuerpo―. Quiero resolver algo; un tema puntual que él no sabrá responder porque es sobre ti y tú sólo me lo puedes decir―vi como metió la llave al cerrojo y como sus ojos viajaron hasta mi anatomía cuando me coloqué junto a él. Éste suspiró y terminó de abrir la puerta.


Cuando ingresamos, vi como el sujeto se deslizó hacia el interior, dejó sus pesados equipajes en la sala sobre un sofá gris amplio y como se devolvió para tomar lo que yo me había ofrecido a cargar para dejar esta sobre el mesón de la cocina.


―Entra―entonó amable tras ver como mi cuerpo permaneció detenido en el vestíbulo. Ingresé hacia el salón percibiendo como el lugar era un conjunto abierto. Hice un escáner rápido mientras oía como se movían cosas en la cocina.


―¿Eres maestro, cierto?―respondió con un murmuro afirmativo. Me voltee viendo como buscaba algo en el refrigerador―. Estuve estudiando música un tiempo―conté banalmente―. Quería una maestría para ser profesor, pero me di cuenta que eso no es lo mío. Soy nulo con la estructura―esbocé viendo como se volteaba con una botella de jugo.


―Bueno, realmente, la disciplina es algo que se aprende―alcé una ceja―. ¿Piensas retomarlo? ―preguntó mientras, en tono bajo, indagó si me apetecía aquel refresco azucarado apuntando con su índice aquel envase de vidrio en sus manos.


―Por ahora, mi interés está centrado en la banda―dije arrugando la nariz tras su cordial ofrecimiento.


―También tengo café o té si quieres algo caliente―hice una mueca de medio lado pensativo.


―¿Cerveza?―negó―. Es mejor que no―zumbé―. Jugo está bien―buscó un vaso mientras me decía que lo esperara en la sala.


―Akira es igual―lo observé aparecer, al cabo de unos segundos, en el salón―. No hay nada de estructura en él. Son iguales―sonreí altivo recibiendo un vaso entre mis palmas. Aquello me lo tomé como un cumplido. Observé, un par de segundos, el cristal con líquido naranja para luego ver como el sujeto se sentaba en el sofá de mayor envergadura junto a las cosas que había dejado con anterioridad sobre el tapiz.


―… Pero, a veces, los polos opuestos se atraen más―solté sorbiendo el líquido azucarado. Luego lo dejé sobre la mesa pensando que con vodka eso quedaría mejor. Miré aquel cuerpo de apariencia adolescente quien había cambiado esa careta de amabilidad para volver a la incertidumbre del inicio.


―¿Qué es lo que sólo yo puedo responder?―posé mi espalda sobre el respaldo mullido observando el suelo para buscar las palabras correctas; pero estas no llegaron como yo quería que llegaran.


―Me pone nervioso que estés revoloteando alrededor de Reita―fruncí mis labios―. No quiero ser celoso ni paranoico, pero veo señales; indicios de que algo ocurrió o, en su defecto, ocurre entre ustedes y, aquello, no me muestra un buen futuro―hice una pausa―. Sé lo que siente Reita por ti. Sé, desde siempre, sobre los sentimientos que tiene hacia Takanori Matsumoto porque, ebrio me lo confesó cuando nadie de sus cercanos sabía. Aquella vez vi, por primera vez, tú cara en una imagen de su teléfono mientras él se lamentaba en mi hombro―se me apretó el pecho tras recordar aquellos tiempos―. Se mucho… y a veces no me gustaría saber demasiado porque me vuelvo esta persona insegura cuando no lo soy. Reita me pone así porque yo hace mucho tiempo que siento cosas por él y…


―¿Crees qué porque yo llegué ustedes no están funcionando?


―Sí y no―contesté rápido―. Llevo, formalmente, cuatro meses con Reita; dos intentando estabilizar el desastre de persona que quedó después de que te fuiste y seis intentando llegar más allá que ser un simple amigo con el cual te llamas para tener sexo―hizo una mueca de medio lado―. Reita no es efusivo ni el novio más cariñoso. Él no es así, al menos no conmigo, pero siento que, después de todo lo que hemos pasado, al final hemos conectado y me gusta tener esa cercanía y complicidad con él―hice una pausa con la mirada adherida más allá del balcón―. Pero desde que llegaste ha estado, aún más lejano… He intentado comerme su indiferencia y sus lejanas e incluso, “forzadas” interacciones sexuales conmigo y un que otro Takanori salido de su boca cuando logramos tener sexo―me observó incrédulo y aquella incredulidad terminó en una mirada triste, mas yo lo miré indiferente.


―¿Por qué…


―¿Por qué estoy con alguien así me preguntarás?―suspiré―. Estoy enamorado de él. Lo quiero con todos sus defectos y locuras―lo analicé detenidamente. No sabía porqué le había soltado eso así nada más cuando, con Reita, siempre me frenaba a decírselo. Posiblemente era mi forma de autoprotegerme; muy dentro de mí sabía que era imposible que el bajista sintiera algo así de fuerte y recíproco por mí―. Me he estado alimentando de mentiras todo este tiempo. Soy consciente; suena duro, pero siempre he sabido de ellas y es la condición implícita que tengo que soportar con Reita. Lo quiero... pero llegué a mi límite. Y el verte alrededor me hizo pensar y analizar el panorama y el mismo me está afectando tanto emocional como anímicamente―bebí otro sorbo del jugo―. ¿Qué sientes, realmente, por Reita? Se lo que siente él por ti. No tiene que decírmelo, sólo lo sé. Lo veo en sus ojos, cuando apareces, cuando no miras él te busca y cuando no estás presente éste se queda pensativo y sé que tú estás en su cabeza―pasé mi lengua por mis labios dejando el vaso en su lugar. Matsumoto enmudeció. Y yo exhalé otra vez―. Dime la verdad. No me voy a romper a llorar ni a gritar―solté un resoplo camuflado en una risa dolida.


―… Me gusta Akira―esbozó en un susurro―. Él y yo hemos hablado… Me contó que ustedes dos estaban saliendo y entendí. Si te preocupa que me vaya a meter en medio, yo no soy así… No haré eso―lo percibí algo contrariado, pero le creí que no se quería meter en medio. Lo veía noble de cierta forma, pero había algo más. ¿Qué me ocultas Takanori Matsumoto? Lo miré profundamente.


―Entiendo―dije alzándome de aquel pequeño sofá. El dueño del departamento me miró e hizo lo mismo―… Quería saberlo de tú boca y he quedado satisfecho―caminé absorto en mis pensamientos hasta la puerta sabiendo que el profesor me seguía.


―Esto, no tiene nada que ver con que me guste o no Akira, pero no deberías hacerte daño―me voltee tras oír su voz―. Que estés enamorado de él, que te guste o que lo admires, no significa que debas lastimarte con algo que no es correspondido. Me pasó algo similar en el pasado y estoy mejor sin aquella relación.


―Lo sé, por eso―realicé una pausa―… voy a terminar con Reita―abrió sus ojos con sorpresa. Posiblemente esperaba más terquedad de mi parte, pero ya había sido lo suficientemente obstinado―. No quiero que él esté conmigo cuando piensa en otro y sólo se queda a mi lado por lástima…


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El ocaso caía lentamente cuando me dirigía a casa de Uruha. Hoy tocábamos pasada la media noche o cerca de la madrugada porque era viernes y más bandas tocaban por lo que nosotros cerrábamos y los horarios se retrasaban. Había tiempo sobre todo porque estaba iniciando el atardecer. Caminé unos treinta minutos a paso lento hasta que vi la casa del guitarrista principal. Con las manos en los bolcillos me aproximé a la morada, descubriendo como el inseparable dúo platicaba con bastante contacto y secretismo en medio del pórtico fumando sin inmutarse de mi colindante presencia. Si no supiera que Takashima es hetero, no podría evitar estar celoso de su inocente cercanía.


―¿Yune?―los pardos ojos de mi rubia perdición me miraron extrañado, luego sus cuencas viajaron a su celular como si se hubiera perdido en el tiempo tras haber estado en aquella burbuja intima con su mejor amigo. Éste, a la par de sus gestos anteriores, alzó su vista rápido analizando los alrededores para buscar, quizá, mi vieja furgoneta oxidada donde solía transportar los instrumentos y sus traseros―. ¿Qué haces aquí? Es temprano aún… ¿Pasó algo?―negué aproximándome hacia su cuerpo para robarle el cigarrillo que descansaba entre sus dedos quemándose sin atención.


―No. Sólo pasé porque quería hablar contigo―murmuré calando, con gusto, el cilindro mientras veía, de soslayo, como éste me observaba desparramado ahí en medio de la diminuta escalera de la entrada con un deje completamente estupefacto por mi aspecto misterioso.


―¿De qué?―se metió el dueño de casa―. ¿Estás embarazado o algo así?―saboreé una carcajada que no emergió de mis labios y, esta, sólo terminó en una mueca y una mirada divertida hacia el castaño. Observé como Reita le pegó un golpecito con su puño el cual dio, suave, en el hombro ajeno mientras yo me quedé mirando a ese idiota guitarrista con una mala cara fingida. ¡Él muy hijo de puta estaba usando mis palabras en mi contra! Había aprendido bien, lástima que hoy no andaba muy creativo para seguir aquel jueguito escolar. Boté el denso humo y miré a mi pareja.


―¿Vamos al patio trasero?―éste me observó unos segundos más y tras hacer sinapsis y recibir el cigarrillo se alzó dirigiéndose a la puerta de la entrada la cual estaba entre abierta porque, simplemente, la empujó. Y antes que subiera los escalones para seguirlo, Uruha me habló.


―¿Fuiste dónde Matsumoto?―se volteó ligeramente para captar que el bajista no estuviese ahí y buscó mi mirada.


―Vengo de allá…


―Si le hiciste algo…


―¡Oh, Jesús! ¿Qué tipo de persona crees que soy?―dramaticé sin inmutar mi rostro serio.


―¿Quieres que enumere el hijo de puta que eres?―lo miré socarrón. Tenía razón. Concluí con una mueca complacida.


―Tú no me conoces realmente. No soy tan hijo de puta―dije―. Y no, no le hice nada. Sólo hablamos. Nada más… ―articulé sin mirarlo mientras terminaba de subir los escalones y entraba a la casa. Cerré la puerta y atravesé la sala oyendo como en esta se oía la televisión. Pero no había nadie ahí. Seguí hacia la cocina donde deslicé el panel y salí nuevamente a la intemperie donde Reita me esperaba en medio del pequeño patio trasero mirando hacia la nada del cielo. Últimamente éste se encontraba tan distante e incómodo con mi presencia...


Suspiré observando su espalda mientras la brisa fresca meció sus cabellos lacios y brillantes. Aquel atardecer rojizo, aquella brisa fría y aquel aire con olor a nicotina me hicieron recordar un momento olvidado en mis memorias: La primera vez que vi a Reita.


Sonreí tocando mi frente. Aquel momento no era el mejor para ponerse nostálgico. Mas, la escena era tan idéntica… Él esperando a algún desconocido a la intemperie. Fumaba adosado a los barrotes que contorneaban el terreno externo del área escolar. El cielo rojizo adornaba aquel fondo y el aire frío inundado en nicotina se asemejó al actual. Era como un salto en el tiempo; paisaje similar, pero la instancia era otra.


Aquel entonces nos vimos. Cruzamos miradas un par de segundos fugaces. No le di importancia, pero, los días posteriores, me vi buscándolo entre la masa uniformada. Me di cuenta que aquel chico de nuevo ingreso me había interesado y aquel banal momento había sido suficiente para atraparme.


Iba en tercero cuando coincidimos aquella tarde, mas, aquel incidente fue el único y tuvieron que pasar cuatro años para volverlo a ver nuevamente…


Fue un día cualquiera que me presenté a una audición para tocar en una banda amateur después de dejar la universidad. Aquel entonces, fue la primera vez que Reita supo de mí. Quedé en la banda, nuevamente estaba cerca de él, de mi amor escolar secreto; aquel violento, puro y sin retorno.


Pero la suerte no estaba de mi lado porque, rápidamente, comenzamos a tener interacciones ácidas, desacuerdos y fuertes disputas, pero aún así, mi amor por él continuaba, continuó y continuará intacto.


―¿Y…? ―botó la colilla  girándose cuando mis suelas marcharon sobre el pavimento polvoriento. Una vez cerca cogí la tela de su sudadera desde el pecho y acerqué su boca a la mía. Nuestros labios se tocaron y se despegaron de forma rápida, sin movimiento ni lengua ni humedad de por medio. El bajista me analizó intentando comprender mis acciones terminando por fruncir levemente sus cejas. Le sonreí.


―Hace tiempo que no nos besábamos.


 ―¿Qué clase de beso es ese?―murmuró mientras me alejaba y miraba al suelo.


―Uno de despedida―dije alzando mi vista.


―¿Cómo?


―Antes que a un tarado como tú se le ocurra cortar conmigo, prefiero yo cortarte a ti―dije mordaz sintiendo una tristeza que me estaba inundando. Mi corazón se apretó y eso no estaba en el plan. Me giré regresando―. Eso era todo. Me voy. Tengo que ir a buscar el auto e ir a recoger a cada uno de sus traseros y… ―se apresuró y tomó mi mano cuando iba caminando hacia la entrada posterior de la casa. Lo miré, estaba aturdido.


―¿Cómo? ¿Acabas de cortar conmigo?―rodé mis cuencas.


―Tú ibas a terminar esto, ¿no?―titubeó en contestar―. Vamos, responde―bufé.


―Lo iba a hacer… pero, ¿cómo…


―Eres muy lento… y un poco cobarde―frunció su mandíbula―… Bastante cobarde―me mofé. No sé porqué siempre que me sentía herido trataba a las personas como la mismísima mierda. ¿Qué culpa tenía de no quererme? Fruncí mi quijada. ¡Maldición! Quería gritarle, pero no iba a ser injusto. Yo sabía a lo que había venido, era consciente que el idiota estaba loco por aquel aburrido hombre. Quise creer que podría hacerlo cambiar de parecer, mas no fue así y perdí.


―No quería lastimarte―lo miré suspicaz.


―¿Te digo cuantas veces me lastimaste?―hizo una mueca de medio lado. Suspiré acariciando la mano que aún sostenía mi muñeca―. No puedes estar con alguien que no te gusta por el simple hecho de que no quieres lastimarla. Me hieres más estando conmigo y haciéndome creer que “todo está bien” cuando le andas comiendo la boca a otro, ¿o me equivoco?―despegó sus labios sorprendido―. ¿Atiné? ¡Maldición, soy tan genial!―dije socarrón sintiendo la amargura pasar por mi garganta.


―Lo siento, es que…


―Eres un troglodita que piensa con la punta del pene. Estoy al tanto... Y te entiendo de todas formas. Si me hubiera pasado a mí, también hubiera hecho lo mismo―expliqué―. Ahora, ¿me puedo ir?


―Sí… Pero, ¿qué va a pasar con la banda? ¿No quiero que esto sea… incómodo y que discutamos como en los viejos tiempos… No quiero perder esto. Increíblemente terminamos llevándonos bien.


―Bueno, va a costar un poco; va a ser incómodo también, pero creo que lograremos ser amigos―le sonreí sincero―. Además, extraño ser un hijo de puta contigo―Reita se acercó y me abrazó. Me pilló con la guardia baja y entre sus cálidos brazos sentí que me iba a derretir si no me apartaba rápido de aquel cuerpo. Posiblemente sea más difícil de lo que pensé el estar cerca de él… ―. Por cierto―nos separamos y lo apunté con el dedo índice―, si lo tuyo con Matsumoto no funciona, no corras detrás de mí a lloriquear.


―Lo tendré presente―susurró. Caminé hacia la puerta corrediza―. Nos vemos, iguana fea―lo miré por última vez. Aquel era el final; ya no éramos pareja y dolía. Sinceramente, si volvía corriendo a mis brazos por un quiebre amoroso, yo lo recibiría igual porque soy un tonto que se enamoró de un sujeto mucho más idiota.

Notas finales:

Hola, ¿Qué tal?

Espero que hayan disfrutado el capítulo. Sé que nadie ha tomado mucho en cuenta el personaje de Yune ni su futura relevancia en el fanfic. Y sé que, posiblemente, no se esperaban a Yune narrando por acá, pero era más que necesario; quería y se debía contar un poco de él.

Ahora, ¿el camino estará libre para Reita y Takanori?

Gracias por su apoyo de siempre. Un beso enorme.

Nos leemos. <3


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