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Imperceptible conexión por Ilusion-Gris

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La olió. Sí, la acercó a su nariz y aspiró profundamente hasta detectar un ligero aroma a miel.

Ni Gaara fue consciente de su acción, tan solo fue un acto reflejo. Como si hubiera estado esperando con anticipación el momento en que una hoja volara frente a sus ojos y él con movimientos precisos, casi ensayados, la tomó con firmeza hasta estrujarla en su puño con un miedo inexplicable a perderle.

Después de comprobar que no había nadie más a su lado, nadie que reclamara por aquel pedazo de papel, ahí de pie con el viento agitando sus cabellos rojizos, descubrió la tinta impregnada en ella. Era una carta sin dueño.

[...]

—Hola, ¿cómo estás? —le habló al techo—. Quizá pensaste que actuaba extraño, y no fue totalmente tu imaginación porque he tenido unas jaquecas terribles.

El viento silbó como respuesta.

—¿Qué? ¿Que por qué las tengo? —Su voz adquirió un tono arrogante—. No, por nada que deba preocuparte. Solo fue porque te descubrí besando a un chico justo cuando yo te iba a pedir que salieras conmigo. Sí, me gustas más de lo que debería sentir como tu amigo.

Pronunciar aquello en voz alta no le pareció nada gracioso como al principio. De hecho se sintió un poco deprimido, pero recordó aquellas líneas que leyó en el parque y una misteriosa sonrisa se coló en su rostro.

No sabía quién lo escribió. No tenía ni la más remota idea de por qué la guardó en su cajón debajo de los calcetines, como si fuera un tesoro que debía mantener fuera del alcance de los ojos ajenos. Pero se sentía estúpidamente reconfortado ante su presencia, su existencia se volvió una realidad en su vida y no estaba dispuesto a deshacerse de ella.

—Naruto, aún te amo —dijo antes de cerrar los ojos para caer profundamente en un sueño pacífico.

Ni más ni menos que el día en que creyó lo suyo iba a cambiar para bien.

• •

[...]

• •

Aquel barrio era el más tranquilo de la zona. Flanqueado por pinos que los antiguos inquilinos plantaron, exhibía con gracia un aspecto que invitaba a bajar la guardia.

Naruto humedeció sus labios, asombrado por la hermosa arquitectura del hogar de Sasuke.

Era la segunda vez que iba de visita y sospechaba sería la última.

Se fijó en la suela de sus zapatos y golpeando sus talones en la banqueta se aseguró de eliminar todo rastro de polvo. Emprendió el resto del camino, atravesando un sendero que le llevó hasta quedar frente a una puerta de madera donde, con la mano temblorosa, se acercó para timbrar.

No esperó mucho

—Pasa. —El azabache se hizo a un lado para permitirle ingresar.

—Con permiso —dijo con un hilo de voz apenas audible.

La casa era enorme y el rubio se preguntó cómo llenaría él, con los escasos muebles que poseía, un lugar como aquel.

—¿Quieres algo de tomar? ¿Té?, ¿jugo?, ¿agua? —le ofreció co­­n una sonrisa.

—Té, gracias —contestó imitando su gesto y con un calor que se abría paso, de algún lugar de su pecho, hasta alcanzar cada rincón de su cuerpo.

Le vio marcharse y se fue a sentar en uno de los sillones que había alrededor de una pequeña mesa.

Aún con los nervios de punta, pasó su mirada por la pared frente a él; había pinturas de arte abstracto y, en un rincón, se encontró con un Sasuke de unos seis años. Sin resistir la curiosidad se acercó hasta la fotografía enmarcada que descansaba encima de una repisa. El niño lucía unas mejillas teñidas de carmín y una sonrisa sin un par de dientes.

—Esa en especial es vergonzosa, pero mi madre insiste en tenerla ahí. —Escuchó una voz tras su espalda.

—Me gusta. —Se giró para mirarlo.

Le extendió una delicada taza de porcelana, cuando el otro la tomó y la acercó a sus labios el aroma a jazmín se coló hasta su nariz.

—Puedes sentarte y ponerte cómodo, mis padres están trabajando e Itachi salió de viaje.

Obedeció, y al instante el azabache se dejó caer a un lado de él, sus rodillas hicieron contacto por un breve momento.

—Eres muy amable. —Dejó la taza en la mesa de centro y se alejó con pesar—. Yo...

En la superficie de ese mar tan azul, de sus preciosos ojos, había nacido un tifón.

—Naruto —le llamó antes de que terminara de hablar, aunque fue demasiado tarde.

Ambos evocaron sus demonios.

—Ella es importante, Hinata es como mi hermana. —Suspiró tratando de apartar el temor que despertaba en su interior.

—Desde que te conozco vas catalogando a todos como tus hermanos —se inclinó un poco para disminuir la distancia que, honestamente, comenzaba a odiar—, ¿por qué no soy igual que ellos? Por qué no te ahorras el drama y por fin entiendes que lo que sentimos, a pesar de ser un problema, es algo que no podemos evitar.

Tenía razón, nunca había experimentado algo similar, pero no imaginaba que llegaría a costa de lastimar a alguien que apreciaba.

—No puedo hacerlo —musitó.

Sasuke jaló la mano del rubio y entrelazó sus dedos con los suyos. Su palma era tibia y reconfortante.

—Yo no puedo. No quiero alejarme de ti.

Le miró porque las palabras parecían no soportar el peso, e intentó transmitirle aquello que despertó y era más real que su existencia desde que sus pasos anduvieron al mismo ritmo.

—¿Crees ella me pueda perdonar? —Desvió la mirada al suelo, como si ahí fuera a encontrar la respuesta.

—No lo sé —contestó cansado.

—No lo merecía, no merecía ser tratada así. —Su impotencia se volvió palpable.

El azabache buscó una razón para demostrar que era mentira, pero ya lo había pensado antes y siempre fracasó.

—Estoy seguro que siempre supo —dijo perdiendo el control y desmoronándose—. Desde la primera vez, siempre supo que la engañábamos. —Soltó la mano pálida que segundos antes sujetó la suya.

Su acción de rechazo le dolió y se sumió en un silencio que parecía consumirle.

—Lo lamento —dijo, pero el otro pareció que ni siquiera le escuchó—. No hay nada que pueda hacer para remediar el error que cometimos. Al menos, creo que la única manera de conseguir el perdón es diciendo adiós.

—Entonces dilo —susurró.

Experimentaron el más profundo miedo.

—¿Lo entiendes? —Le suplicó, porque él no era el culpable ahí.

—No... ¿Tú, sí?

—Por favor, no lo hagas más complicado. —Se levantó, ya no tenía más motivos para quedarse.

«Recuerdo la primera vez que te vi, lucías un pantalón rasgado por las rodillas y la expresión más absurda que había notado en mi vida. Yo tenía a una chica a mi lado que haciendo a un lado su timidez, me permitía descansar mi brazo sobre sus hombros. Ella nos propuso subir a la montaña rusa, cuando estuvimos a punto de hacerlo le atacó un dolor de cabeza y nos insistió en dejarla con su amiga mientras nos esperaba. Yo no quería subir contigo, yo quería estar con ella, pero tú la conocías mejor y sabías que si ignorábamos su petición se sentiría culpable. Terminamos sentados uno junto al otro. Descubrí que no solo tu aspecto era excéntrico, sino, también tu personalidad. Gritaste tanto que me aturdiste a mitad del recorrido, yo por venganza grité el resto del camino hasta olvidar el dolor en mi garganta y hasta que logré dejar de escucharte. Al bajar estallamos en carcajadas y te vi correr al baño para vomitar. No me di cuenta, pero a la siguiente vez que salí con Hinata esperaba encontrarte y cuando no lo hacía me sentía un poco decepcionado.

Fue cuando nos encontramos en una fiesta que mi mundo cambió. Lograste que hablara hasta por los codos, y yo jamás me había sentido tan libre. Me miraste de la misma forma en que te miré a ti, entonces el miedo y la razón me abandonaron. En la madrugada caminamos por las calles desiertas sin la intención de encontrar un taxi y nos perdimos. Desde ese momento no he logrado encontrar el camino de regreso. Me gustaría jamás encontrarlo, incluso si te arrepientes de todo».

• •

[...]

• •

Ese día todo estaba sumido en una extraña quietud.

Como ya era costumbre se fue a sentar en el fondo del auditorio.

Había comenzado a apreciar las clases de astronomía. También adquirió un especial interés por el sol, la manera en que daba vida y energía a la tierra era algo que tanto en su carrera, como en su particular afición, le motivaban a aprender más y más. Leyó un par de libros, buscó en YouTube documentales y preguntó al profesor todo lo que se le cruzó por la cabeza. Al final decidió que le debía aquello a Lee, y pensó en agradecerle en cuanto tuviera la oportunidad.

Sasuke no volvió a pararse ahí, tampoco le llegó a ver a lo largo del semestre. Solo al principio y al final. Comenzaba un nuevo ciclo y sufría de sentimientos contradictorios al desear no verlo jamás y, luego, necesitar asegurarse que continuaba ahí, en alguna parte del mundo.

El catedrático acomodó sus cosas en el atril de madera, especial para conferencias, y dio la bienvenida a los nuevos integrantes. En esta ocasión el inicio fue diferente al curso anterior, no les pidió presentarse y en cambio comenzó a leer uno de los libros que había traído consigo. Se detuvo algunas veces para explicar conceptos científicos que no todos podían entender, pero hablaba con fluidez sobre la idea de que existen muchas más dimensiones de las que los humanos pueden apreciar. Neji se sintió fascinado y un poco escéptico con el tema. "Cualquier cosa fuera de nuestro alcance de entendimiento es difícil de asimilar", dijo al finalizar, como una conclusión en la que muchos le dieron la razón.

Justo a las seis en punto todos se levantaron y emocionados, unos pocos fastidiados, se marcharon.

[...]

Faltaban siete cuadras más, pero todo continuaba en completa armonía, el ambiente fresco, sus pasos ligeros resonando contra el asfalto y las acículas vibrando a su alrededor con las leves corrientes de aire, que a Neji dejó de importarle el tiempo que le tomara llegar a la casa de su amigo y disfrutó la calma.

Rock Lee era hijo único de un famoso jugador de béisbol y una entrenadora física, su posición económica era más que respetable, y el chico en cuestión, era una gran persona que no era influenciado por el dinero. Tuvo suerte de toparse con él en la escuela media, podría ser demasiado entusiasta al nivel de resultar exasperante, pero estar a su lado era siempre divertido y su honestidad le recordaba constantemente que podía confiar en él.

Se había sumido tanto en sus pensamientos que no fue consciente de lo que pasaba hasta que la alarma del automóvil a unos metros de él le trajo a la realidad.

Un chico salió cerrando la puerta tras de sí, atravesó el jardín con la mirada baja, parecía que fuera a desmayarse. Alguien más abrió la puerta que segundos antes fue cerrada y corriendo alcanzó al chico, le tomó de los hombros y le obligó a girar, se intentó zafar y le gritó algo, pero no le hizo caso y lo estampó contra un auto.

El sonido era tan fuerte que Neji se sintió aturdido. Tardó en relacionar las piezas que él observaba como ajenas. Y cuando captó que estaban discutiendo y vio como uno apretaba la camisa del otro para acercarlo a su rostro pensó que tenía que intervenir y separarlos. Pero no le golpeó, ni le amenazó como creyó.

Sus labios se encontraron, aferrándose con fuerza, ambos con sus manos se atrajeron como si quisieran ser uno.

No tenía sentido lo que el castaño veía, pero sus ojos de a poco lo percibieron. Sasuke besaba a un chico rubio con tanta necesidad y pasión que parecía doloroso.

Todo fue tan rápido, de pronto ya no solo estaba observando de pie a un par de metros, ahora se encontraba empujando al azabache que cayó al suelo, se subió encima de él y apretando sus puños le golpeó en la cara. Uno, dos, tres, cuatro, cinco...

Sus brazos subían y bajaban tomando impulso y estrellándose en su frente, sus mejillas, sus labios, su nariz. La sangre brotó como un riachuelo de entre las piedras. El dolor era insoportable, se preguntó si la sangre era suya.

Ya no estaba encima de Sasuke, ahora él estaba cayendo y solo el sonido sordo de su cabeza al chocar contra el cemento fue capaz de hacerle parar.

Estaba oscuro, estaba solo y sabía que bajo sus pies, si daba un paso más, había un precipicio que le llevaría al abismo. Tenía miedo, pero no paraba de acercarse al borde, no podía. En su mente solo había un chico rubio que adoraba, que no dejaba de anhelar.

Ahora estaba en el piso, boca arriba, había caído. No quería levantarse jamás, su cuerpo entero dolía como si sus músculos se hubieran desgarrado y le pareció ver que sus partículas se desprendían, desde la punta de sus dedos hasta su núcleo, y fueron elevadas por el viento que sin piedad las esparcían.

"¿Es el final?", se preguntó con la vista nublada por las lágrimas.

Notas finales:

Un especial agradecimiento a las personas que votan, agregan la historia a sus listas de lectura y comentan en Wattpad, a los comentarios de Amor::Yaoi y a las personas que han seguido o marcado como favorita la historia en FanFiction y comentado. Pero en especial a Hatake-Seikatsu por sus palabras que siempre me logran hacer sentir que vale la pena seguir publicando.


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