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Hanami [YuTae] [NCT] por Kuromitsu

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En medio del frío de la madrugada, TaeYong salió del departamento hasta alcanzar la calle y de ahí tomó justo a tiempo un taxi; justo, porque por el rabillo del ojo vio la inconfundible figura de Yuta a las afueras del ciber café al que en más de una oportunidad había entrado. Murmuró una dirección cualquiera al conductor y no pudo respirar tranquilamente sino hasta que el vehículo giró en una intersección, dejando así atrás al japonés.

Lo último que alcanzó a distinguir de él fue el humo de cigarro siendo exhalado a través de sus labios. 

—Mierda…

Juntó sus manos y las apretó con fuerza, mas, fue inútil: siguieron temblando pese a sus intentos por tranquilizarse. Ignoró la mirada inquisidora por parte del taxista, quien a través del espejo retrovisor observaba en él un punto específico al que cubrió con ayuda de una de sus manos temblorosas. Palpó el lugar donde debía haberse formado ya una marca derivada de los dientes de Yuta, y de su boca en un todo que le había reclamado con violencia.

Un nuevo escalofrío le hizo querer vomitar.

—Déjeme acá —indicó al conductor, saliendo del vehículo después de pagar el corto pero caro trayecto.

A las afueras del recinto que buscaba, rebuscó en su bolsillo en busca de más monedas. Con alivio comprobó que aun así bastaban para pagar el servicio que necesitaba, y una vez allí se lo indicó en un susurro a la dependienta. Durante la espera, de largos minutos, casi perdió las esperanzas.

Sin embargo, las recuperó apenas vio a quién buscaba al otro lado del monitor.

—¡Abuelo!

TaeYong sonrió al verle, mientras él hacía lo mismo, haciendo resaltar con eso las profundas arrugas que surcaban su rostro entrado en años.

—¿Qué te pasó? ¿Por qué tienes esa carita de pena, nieto mío?

—No pasa nada, descuida —respondió a través de los auriculares con micrófono integrado, sin dejar de sonreír. En un rápido movimiento alzó el cuello de su abrigo, a la altura justa que supo que cubriría las marcas rojizas que tenía en la piel—. ¿Cómo sigue la abuela?

—…Mañana evaluarán si es necesario aplicar una quimioterapia más agresiva.

Dejó de sonreír en ese mismo instante. Su abuelo, sin embargo, mantuvo la mueca allí pese a que sus ojos se pusieron cristalinos, tal como siempre hacían al tocar aquel tema. Aunque quisiera, y no quería, no habría dejado de preguntar por ella incluso si eso hacía que su abuelo soltara unas lágrimas.

Al final de cuentas, ella lo era todo.

—Y en caso de que los doctores digan que sí pues necesitaría más fondos, ya sabes cómo es la terapia y…

—No te preocupes. Conseguiré el dinero.

—Pero TaeYong, no es necesario, ya conversé con los prestamistas-

—¡No, abuelo! —dejó salir un largo resoplido, intentando serenarse. La dependienta le miraba tras el mostrador, con curiosidad—. Créeme, en el restaurante de acá nos están pagando bien. Pediré unos turnos dobles y todo irá excelente, ¿sí?

—Tu abuela está muy conmovida por todo lo que haces por ella, y yo también —su abuelo se movió hacia la derecha al hablar. A través de esa abertura vio el inconfundible color blanco de las paredes del hospital, el que con el tiempo ya casi era un segundo hogar. Enfocándose, hizo todo lo posible por mantenerse con la vista sobre quien le hablaba—. De verdad, eres el mejor nieto que podríamos haber pedido.

—No, no lo soy —susurró. Sintió los hematomas entre sus piernas como si se trataran de verdaderas quemaduras, ardiendo en la piel, recordándole lo que acababa de suceder—. Pero ustedes sí son los mejores abuelos. Antes de que se den cuenta estaré allí otra vez. Cuida a la abuela en el entretanto y cuídate tú también, por favor.

Un par de frases más fueron intercambiadas antes de cortar la comunicación, y salió en dirección a ningún lugar, guiado únicamente por la celeridad de sus pies. No supo si fue el viento en su cara el estímulo detonante, pero pronto sintió el escozor de las lágrimas demandando por salir. No les dejó hacerlo. En cambio, apoyó la espalda en la pared de una calle angosta, en la que apenas cabía el ancho de una moto estacionada y nada más.

Tomó su celular y miró los íconos que desplegaba la pantalla. Supo con amargura que, incluso si revisaba el saldo de su cuenta bancaría a través de su dispositivo móvil, el resultado sería el mismo que las dependientas del banco le daban siempre: cero.

Tocó en cambio otro de los íconos. Un par de segundos pasaron antes de que la persona al otro lado de la línea contestara.  

—¿Aló?

—¿Recuerdas que te había dicho que esto se había terminado? —empezó a decir rápidamente, impidiendo así que el hombre al otro lado de la línea le cortara—. Pues no, necesito el dinero. Iré a tu casa y me follarás, ¿entendido?

Escuchó su risa burlesca y el asco ascendió hasta su garganta, facilitado además por las palabras que acababa de pronunciar gracias a sus cuerdas vocales. Se odió. Una vez más.   

—TaeYong, puta barata. Te las verás conmigo por dejarme con las ganas el otro día. Más te vale moverte sobre mí como me gusta, o no verás ni un peso.

—Te dejaré hacerme lo que quieras. Es una promesa. Espérame con las luces encendidas.

Cortó, y quiso lanzarse a la carrera contra uno de los autos que aún se mantenían en movimiento pese a la hora en la que se encontraban, con solo las luces de la calle sirviendo como iluminación frente a lo vasto de la noche. Contra los gritos de su cabeza se mantuvo estancado allí, pese a que no era la primera vez que sentía aquella urgencia. Tal vez le habría hecho caso en otras circunstancias.      

Unas, donde el rostro de un cálido japonés de sonrisa deslumbrante no hubiera aparecido jamás en su vida en primer lugar.

—Lo siento, Yuta…

Guardó sus lágrimas, y partió en dirección de quién le esperaba despierto en casa. Y, como siempre, maldijo que se tratase de otro hombre distinto a quien realmente necesitaba pese a su trato tan violento que le había dejado temblando; ese tipo de trato que le hizo recordar a la manera cruel que distintos hombres habían tenido con él. Aun así, lo necesitaba.

A quien, aunque no se lo hubiera dicho jamás y a pesar de todo, amaba.

———

—TaeYong…

Yuta le vio llegar al atardecer del día siguiente, cuando las expectativas de volverle a ver habían disminuido drásticamente. En su cuello notó marcas color violáceo, demasiado profundas, con la forma de algo que le costó reconocer en un principio y a las que claramente no había contribuido a hacer.

—Siento la demora. Ya estoy de regreso.

Al verle sonreír, las identificó: la silueta de dos manos, una a cada lado de su cuello.

TaeYong seguía sonriendo y lo siguió haciendo, incluso cuando le vio desaparecer por la puerta correspondiente al baño. Con el sonido de la ducha andando, recién cayó en cuenta de lo que significaban aquellas manos ajenas impresas en la piel de su novio de aspecto tan frágil.

Y con eso, aunque supiera exactamente qué había hecho durante su ausencia, aunque supiera a la perfección que algún imbécil le había causado aquello durante una sesión de sexo agresivo, cualquier rastro de ira hacia TaeYong se deshizo en el aire.    


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