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Hanami [YuTae] [NCT] por Kuromitsu

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Por mucho que Yuta golpeó puertas y dejó currículums, fue inútil. En Osaka, pese al gran tamaño de la ciudad, cada uno de los bares y pubs que buscaban empleados ya sabían de su situación: la pelea que se había librado entre él y el cliente era motivo más que suficiente para que nadie quisiera tenerle como empleado. Y a pesar de que se lo esperaba, eso no impidió que el llegar a casa con las manos vacías se tornara en una situación extremadamente frustrante.

TaeYong, en cambio, siempre volvía con billetes en los bolsillos.

—¿Qué quieres comer hoy? ¿Algo especial para celebrar?

Ese día, no era la excepción. Sentado a la estrecha mesa del comedor, ojeo una vez más la sección de anuncios económicos del periódico. Escuchó la silla de al lado rechinar y no pudo seguir en su búsqueda pues su novio apoyó la cabeza sobre su hombro.

A diferencia de antes, TaeYong ni siquiera se molestó en revisar los trabajos disponibles.

—¿Y qué quieres comer tú? —inquirió, alzando una de las manos hasta alcanzar su sedoso cabello color azabache. Lo acarició con cuidado hasta que le escuchó suspirar—. Tuviste un día complicado, ¿cierto?

Jjajangmyeon. Llévame a comer fuera, ¿quieres?

—TaeYong, no me igno-

—Por favor. Quiero cenar eso.

Palmoteó sus suaves cabellos una última vez, sabiendo que era inútil insistir. Se acercó y sus labios se fundieron con los de TaeYong, tan dulces como siempre, y que le hicieron olvidar por un segundo lo tabú que se habían convertido algunas cosas.

Dejó el departamento con él, sin soltarle de la mano.

———

—Yo pagaré.

Vio los ojos de TaeYong parpadeando con rapidez, como si no diera crédito a lo que había escuchado. Repitió lo que acababa de decir, esta vez, con una sonrisa.

—Yuta pero tú no tienes…

—Tranquilo, puedo pagar. Siempre tengo un as bajo la manga —añadió, sosteniéndole de las manos. TaeYong esbozó también una sonrisa y ladeó el rostro, dejando a la vista la maravillosa línea de mandíbula que poseía, tan varonil que parecía irreal—. Hoy te ves más hermoso de lo usual.

—Y tú estás más cariñoso de lo normal, si es eso posible.

El restaurante estilo coreano estaba abarrotado incluso a esas horas de la noche, más que nada por familias disfrutando de una cena de viernes y de trabajadores alimentándose bien luego de una ardua jornada de trabajo. Sin importarle nada más que la persona que tenía al frente, lo atrajo por la nuca hasta que un pálido sonrojo adornó sus pómulos.

Y sin necesidad de preguntarle, escuchó lo que exactamente quería oír desde hace un tiempo.

—Te amo, Yuta.

—Y yo a ti, TaeYong.

Le besó, aventurándose después de un par de segundos a adentrarse en la boca de su novio, y saboreando con ello su deliciosa cavidad de punta a cabo. Sintió a TaeYong hacer lo mismo, tomándose su tiempo para recorrer a sus anchas con su suave lengua, tímida en un principio, más demandante después. Al cambiar el ángulo y rozar su nariz, tuvo que aferrarse más al borde de su mandíbula en ademán de intensificar aún más el contacto.

Todo aquello duró menos de lo que hubiera querido.

—Mierda, es mi teléfono —le escuchó susurrar contra sus labios, y retrocedió.

La mano del de cabellos azabaches se puso temblorosamente por encima del aparato móvil que zumbaba sobre la mesa. Pareció contrariado. 

—No importa, contesta.

Solo ahí le vio tomar el teléfono y llevárselo al oído después de presionar el botón color verde. La conversación fue demasiado escasa como para entender qué le decía la otra persona con exactitud.

El rostro súbitamente sombrío de TaeYong fue mucho más que mil palabras.

—Debo irme.

—Lo sé.

—Pero…

—Entiendo perfectamente a lo que vas, no hay necesidad de disculparte —clarificó. De pronto, pareció como si toda la atmósfera se hubiese roto; sus ojos cristalinos se lo indicaron así. Reuniendo fuerzas, le volvió a sonreír—. Te estaré esperando en casa, ¿vale?

—Ni siquiera alcancé a terminar mi jjajangmyeon…  

Esta vez sí que sonrió con ganas, al ver el adorable puchero que se formó en los labios de TaeYong. Apoderándose de ellos una última vez, le vio partir con premura y siguió su trayecto hasta que salió del restaurant y con ello de su campo de visión. Resopló pesadamente, y se marchó después de pagar la cuenta con lo último de sus ahorros.

La celebración de los nueve meses juntos no había ido precisamente como habría querido.

———

Un portazo le indicó a Yuta de que TaeYong estaba de vuelta. Sin embargo, a diferencia de otras oportunidades, no le escuchó entrar con sigilo a donde estaba acostado y preguntar, con la voz convertida en un murmullo, si acaso se encontraba despierto. Tampoco se vio a sí mismo recibiéndole con los brazos abiertos y besándole en los labios pese a sentir aromas distintos al suyo en cada ocasión.

No vio nada de eso, pues el siguiente portazo que se dejó oír fue el que no podía corresponder más que al del cuarto de baño.

—¿TaeYong?

No obtuvo respuesta, tal vez porque había hablado demasiado bajo. Saliendo de las abrigadas mantas fue que cruzó la estancia hasta alcanzar la puerta del baño, y con cuidado giró el pomo hasta entrar por la abertura.

Los ojos de TaeYong se desorbitaron cuando encontró su mirada.

—¡No entres!

Haciendo caso omiso, cerró la puerta tras de sí, y se apresuró en tomar las manos de TaeYong que buscaban ocultar inútilmente algo de su mirada. Las apartó y sintió un extraño vacío en el estómago al comprobar lo que llevaba puesto en las piernas.

—No mires, por favor… —le vio esconder la cara entre las manos—. Ese imbécil era un fetichista de primera, no me dejó quitármelas y me obligó a volver con ellas porque de otra forma no me iba a pagar y-

—¿Te ayudo a quitártelas?

Sin esperar a su confirmación, le quitó las medias de color rosado que cubrían sus piernas, y que hacían resaltar la liga color negro que llevaba puesta sobre el muslo derecho. En el piso permanecían unos pantalones demasiado grandes como para pertenecer a cualquiera que conociera. Vio cómo las manos temblorosas de TaeYong intentaban hacer el trabajo también, y con un casto beso sobre su frente le impidió continuar.

Cuando al fin pudo quitárselas notó que, debajo, el panorama no era nada alentador.

—¡Demonios, TaeYong!

—¡Perdón! —con nerviosismo alcanzó un algodón y un poco de alcohol de la repisa que permanecía sobre sus cabezas, y aplicó lo suficiente como para desinfectar las heridas que tenían una coloración escarlata en su piel. Algunas, aún sangraban. Le vio tensarse ante el contacto—. ¡Él quería…!

—¡¿Quería qué, cortarte?! ¡¿Y le dejaste hacerlo?! —aplicó quizá con demasiada fuerza esta vez, logrando un gemido de dolor por parte de TaeYong. Intentó medirse al aplicar otro algodón. El anterior permanecía en el fondo del basurero, completamente rojo—. ¡Podría haberte matado!

…No habría sido tan malo.

Dejó de desinfectarle y le quedó viendo. TaeYong no le miraba de vuelta.

—Dime que lo que acabas de mencionar es una broma.

—…Lo fue.

—Pues entonces nunca más vuelvas a bromear con algo así —susurró entre dientes, aguantándose la ola de emociones que acababan de atravesar su mente—. Nunca más, ¿me oíste? 

Terminó de curar sus heridas en un silencio sepulcral, y con cuidado le ayudó a levantarse. Pese a que le acostó en la cama que todas las noches compartían, y le acunó entre sus brazos, no escuchó ninguna respuesta. 

Esa noche, le abrazó con más fuerza que de costumbre.      


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